¿Conte o Draghi? Hartura
Saverio Lodato
A Giuseppe Conte nunca se le perdonó que no procediera de las canteras tradicionales de la política italiana. Abogado casero, salido de una chistera demasiado desconocida para ser fiable, dotado de una elocuencia que no encajaba en la casi centenaria tradición italiana de hablar mucho y no decir nada, Conte, sin embargo, consiguió el milagro de hacerse entender, hablando de manera clara a todos los italianos.
Dirán que se encontró en la silla de montar en un momento dramático. En una época de gran emergencia sanitaria, con filas de ataúdes y hospitales colapsados. Que acalló los egoísmos, en nombre de un nuevo espíritu colectivo que llenó los balcones italianos, pero esta vez no para una final de la Copa del Mundo.
Dirán —en fin— que sacó ventaja de una terrible tragedia para quedarse él solo en el cargo. Quizás.
Nosotros pensamos exactamente lo contrario. Lo pasado, pasado está, historia antigua. Hablemos del hoy. Hoy, con un apresurado lugar común, se suele decir que la actual administración, presidida por Mario Draghi, es el Gobierno de los mejores.
Para nosotros, un gobierno es mejor que otro cuando consigue hacer lo que promete, cuanto más resiste la tentación de la retórica. Pero este resulta ser un gobierno nacido bajo la bandera de la retórica. Con la apoteosis de SúperMario que habría acabado con el abogadillo de provincia en un santiamén.
El problema no es que los italianos reclamen ser vacunados sin respetar la cola, sino que son desconfiados
Algunos ejemplos: Nada en contra de la figura de excelencia del general del ejército Francesco Paolo Figliuolo, puesto al frente de la campaña de vacunas. No lo conocemos e incluso él necesitará tiempo para darse a conocer y hacer su trabajo.
Pero no nos gusta —y aquí se abre la retórica— su solemne paseo en uniforme militar, con la pluma de los Alpini, mientras que nos gustaría mucho más que alcanzara esos objetivos diarios, proclamados por el gobierno de Draghi que, en cambio, no se están cumpliendo. Y hay que decirlo, no por responsabilidad del general. Hablamos del número de vacunas realizadas.
Si Conte hubiera puesto el listón en medio millón de italianos por día y se hubiera contentado con menos de la mitad de su objetivo, ¿qué trato habría recibido de los comentaristas de la televisión?
Apreciamos que nuestro jefe de Estado, Sergio Mattarella, haya esperado su turno para vacunarse, pero nos parece que alrededor del episodio los periódicos han esparcido retórica en abundancia.
El problema no es que los italianos reclamen ser vacunados diciendo: “Me manda Pepito”, no queriendo respetar la cola, sino que son más bien desconfiados, porque las dosis no están, y las de la vacuna que de momento es la más disponible son amablemente devueltas al remitente, solo porque son de una vacuna de la que se habla demasiado.
Salirse con la suya culpando como siempre a Salvini no es la escapatoria correcta
¿Habría dicho Conte una última palabra sobre AstraZeneca? Sí, con toda probabilidad. Ahora parece que estamos en el limbo. La opinión pública parece desorientada. Prevemos la objeción.
El de hoy es el gobierno del silencio, de los hechos, no de las palabras. Ya escribimos de ello aquí. Salvini habla demasiado. Y Draghi habla muy poco. El truquito no funciona.
El ministro Speranza se ha convertido en el objetivo privilegiado precisamente de Salvini, que le ataca a diario. Speranza, que no lleva traje de camuflaje ni pluma de alpino, es sin embargo el ministro de la guerra en un gobierno en guerra. ¿No merecería unas palabritas de solidaridad del jefe de su propio gobierno?
Luego hay un verdadero misterio: ¿qué pasó con las famosas cuentas que Italia tenía que preparar —y no es de ahora— para el Plan de Recuperación? ¿Hay alguien que nos pueda decir en qué punto estamos? El verdadero misterio es que los periódicos y la televisión ya no hablan de ello. Ni una palabra. Guardan silencio tanto el gobierno como la oposición.
Debéis admitir que suena extraño.
Por último, las manifestaciones callejeras de estos días. Representan una muy mala señal. Salirse con la suya culpando como siempre a Salvini no es la escapatoria correcta. Alguien tiene que hablar en voz alta a los restauradores y a los vendedores ambulantes, ya que son estas las categorías que más sufren. Sin ninguna indulgencia para el habitual puñado de alborotadores que buscan el enfrentamiento con los trabajadores de la Policía.
Para concluir: Durante los meses del segundo gobierno de Conte se respiraba un aire de participación colectiva, se sentía vibrar – y que la elección del verbo no parezca excesiva – una voluntad dirigida a un objetivo común. Hoy, con este gobierno, parece prevalecer la incertidumbre, las preguntas, los nuevos miedos, la amargura resentida.
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© Saverio Lodato | Publicado en Antimafiaduemila | 8 Abril 2021 | Traducción del italiano: Livia Salvetti
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