Los falsarios de la antimafia
Saverio Lodato
¡Ánimo! No os desalentéis.
¡Ánimo! Habéis aguantado 23 años, creyendo que eran de verdad esas conmemoraciones de Giovanni Falcone y Paolo Borsellino y de diez de sus escoltas, hombres y mujeres, separadas apenas por esos 57 días que hubo entre las respectivas masacres, la de Capaci y la de calle D’Amelio. Y ahora, estáis cansados.
Os entendemos.
Conmemorar cansa.
Ir al cementerio cansa.
Recordar cansa.
Fingir indignarse cansa.
Pretender educar a los jóvenes cansa.
Aferrarse a las ramas del “árbol Falcone” cansa.
Escribir cansa.
¡Ánimo! La meta está cerca: y la meta será ese vigésimo quinto aniversario que, como todas las “cifras redondas”, seguro que no pasará desapercibido. Dentro de dos años sí que veremos cosas interesantes.
¿De la “antimafia” que se ha hecho “antimafia” sin llegar a conocer a la “mafia” en su vida?
¿Hablamos de la “antimafia” que se ha hecho “antimafia” sin llegar a conocer a la “mafia” en su vida?
Mientras llega ese momento, sería de esperar que a partir de ahora los mejores “cerebros” de la nación se activaran para idear algo increíble, espectacularmente visible, a medio camino entre las coreografías chinas de los juegos olímpicos y los fuegos artificiales de Palermo para su “Santuzza”, su Santa Rosalía, patrona de la ciudad.
Y la invitada especial de las celebraciones será Maria Falcone, hermana del magistrado que fue asesinado por la mafia. Lo decimos con todo el respeto hacia un apellido altísimo, pero también con toda la molestia provocada por una presencia que, eternamente callada, acostumbra a atravesar los 364 días del año hasta un nuevo aniversario. En fin, que Maria Falcone diga algo, si tiene que decirlo, acerca de los aprietos de la “antimafia” de hoy en día. O que siga callando, como ha estado haciendo estos últimos 23 años.
Pero sigamos.
El hecho es que leyendo los comentarios del día después del 23 de mayo, parece que nadie más está contento con esta “antimafia”.
Ya era hora.
Ya era hora de que alguien se diera cuenta de en qué burdel se ha convertido la “compañía ambulante” que rodea la antimafia.
Pero aquí tenemos que entendernos.
¿De qué “antimafia” estamos hablando?
¿De la “antimafia” romana que un día al año, el 23 de mayo, viene a invernar a Palermo?
¿De la “antimafia” romana que un día al año parece que transfiere los altos cargos del Estado a la tierra del tomate pachino y de la albahaca?
¿Hablamos de la “antimafia” romana que un día al año viene a invernar a Palermo?
¿De la “antimafia” que se ha hecho “antimafia” sin llegar a conocer a la “mafia” en su vida?
Oímos a jovenzuelos con bellas esperanzas, con ideas de silicona que, aunque no hayan conocido a los mártires en cuestión (hablamos de Falcone y Borsellino), no por otra cosa sino por razones de edad, ya que cuando pasaron los hechos eran mucho menos que neonatos, se esfuerzan en expresarse acerca de cómo debería ser la “antimafia” (qué de nombres se nos ocurren, qué de firmas ilustres, qué de señoras sedicentes “amigas de Giovanni”…).
Pero sigamos.
Decíamos antes: pero, ¿de qué “antimafia” estamos hablando? Ya, eso es.
¿De la “antimafia” que encuentra las puertas abiertas de par en par en el Palacio Chigi, en el Palacio Madama, en el Palacio del Quirinal o en el Vaticano?
¿O quizás estamos hablando de otro tipo de “antimafia”?
¿De una “antimafia” minúscula, muy pequeña, la que no aparece en los telediarios, en las primeras páginas de los periódicos, en las representaciones épicas del régimen?
Se ha llevado a cabo una operación sucia.
Y ahora vamos a intentar explicarla en dos palabras.
Los italianos, que somos mezquinos, el 23 de mayo y el 19 de julio fingimos conmemorar lo que pasó
Lo que ha ocurrido es que en estos 23 años de aniversarios, año tras año, sobre un platillo de la balanza se ha arrojado el peso del pasado, bajo la forma de énfasis, de celebración, de retórica pomposa.
El platillo del presente, de la actualidad, en cambio, se quedaba vacío.
Esta era la trampa, este era el truquillo.
Un sutilísimo bisturí invisible así cercenaba, a través de las instituciones, el hilo entre pasado y presente, entre el érase una vez y el “aquí y ahora”.
En fin, una cosa era Falcone, otra cosa son las mafias romanas.
Una cosa son los investigados por mafia, que ya no se ahorran ninguna región y ninguna capital de provincia y ningún partido, otra cosa son los “mafiosos” bautizados así por Falcone hace treinta años.
Una cosa son “aquellos” de entonces, otra cosa son “los” de hoy en día (¡Como Nino Di Matteo nos enseña!).
Pero no nos entretengamos.
En Italia, actualmente la mafia existe. Hay muchas.
Y que existe (y que existen), lo sabe el mundo entero.
Pero nosotros los italianos, que somos un país de mezquinos, el 23 de mayo y el 19 de julio fingimos conmemorar lo que pasó. Y nos definimos como “antimafiosos”.
Que muchos se hayan cansado es algo fisiológico.
(Aunque no hacían falta 23 años para entender de cuál de entre las dos “antimafias” se estaba hablando).
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