Uno de los últimos
Saverio Lodato
Nos ha dejado Emanuele Macaluso, histórico dirigente del PCI (Partito Comunista Italiano), hombre dotado de un duro temple, protagonista destacado de viejas páginas de la historia republicana, siciliano hasta la médula que consiguió estar casi siempre en una posición prominente cuando, de uno u otro modo, se fue decidiendo el destino político de Italia.
Fue un hombre de la vieja escuela comunista, algo que muchos ineptos de hoy querrían que fuera una culpa que enmendar, una vergüenza que borrar, un pecado original estigmatizado por la historia. Pero en aquella escuela, conviene que no nos olvidemos, podía ocurrir que tuvieras como compañeros de clase o de pupitre, tal como le ocurrió a Macaluso, a gente como Girolamo Li Causi, Palmiro Togliatti o Enrico Berlinguer, que no eran precisamente malas compañías. Y como eximios adversarios, a gente como De Gasperi o Moro, que provenían de otra escuela, tan blasonada y templada como aquella.
Por tanto, ha muerto a los 96 años uno de los Últimos. Uno que tantas situaciones vivió. Ante todo, lo que más nos llama la atención hoy es que, si comparamos su figura con las de tantos parlamentarios hodiernos, no podemos sino pensar inevitablemente, inexorablemente, incluso desoladamente, qué bajo ha caído la política, cuánto se ha agostado y degradado con respecto a la atmósfera en la que se movieron hombres como Macaluso.
Cuánto se ha degradado la política con respecto a la atmósfera en la que se movieron hombres como Macaluso
Esos mismos periódicos de relumbre que consideraban al viejo comunista como un demonio que, representando los intereses de aquellas que antes se llamaban las clases populares, durante decenios se había dedicado a obstaculizar los intereses de la burguesía italiana, no podían evitar pedirle su opinión y que arrojara un poco de luz sobre el presente. Lo hacían con cierta acritud, casi como si se tratara de uno de los últimos jefes de esas reservas indias ya en condiciones misérrimas. No obstante, hay que decir en su favor que era incapaz de representar el papel del antiguo combatiente, le venía muy justo, y siempre lograba mostrarse en consonancia con los tiempos.
Hoy escribo sobre él porque tuve ocasión de conocerlo hace unos cincuenta años cuando comencé a militar en la Federación Juvenil comunista. Y posteriormente, a inicios de los años ochenta, lo volví a ver como director de L’Unità (1982-86), diario en el que yo trabajaba.
Macaluso no compartía, en general, el modo en que la redacción siciliana de L’Unità, representada en aquel período por mí, afrontaba las cuestiones de la mafia y, en consecuencia, de la lucha contra la mafia en aquellos años. Tampoco en lo referente al “maxiproceso” de Palermo. Sin embargo, dado que era, tal como ya hemos dicho, un hombre de la vieja escuela, no estaba habituado a hablar por persona interpuesta, y a menudo entre nosotros hubo sustanciosos encuentros por escrito.
Tuve la ocasión de incluir aquellos textos, al menos en parte, en uno de mis libros, titulado Quarant’anni di mafia, publicado por Rizzoli, donde siguen estando. Y donde podrá encontrarlos el apasionado en la materia.
En fin, fue bonito enfrentarse, con razón o sin ella, a un gran protagonista.
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© Saverio Lodato | Publicado en Antimafiaduemila | 19 Enero 2021 | Traducción del italiano: Rocío Moriones Alonso
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