El regreso de Berlusconi
Saverio Lodato
Dicen que Berlusconi ha cambiado. Que ha resurgido. Que se está dedicando a una vida sentimental y sexualmente morigerada. Que nunca más defraudará al fisco. Que no cederá a la tentación de la compra venta de parlamentarios para hacer caer este u otro gobierno. Que se prepara para vivir los próximos cien años de vida política al servicio de Italia y dejando definitivamente de lado sus gigantescos conflictos de intereses. Que no fundará nunca más partidos haciéndose ayudar de mafiosos, como Marcello Dell’Utri. Que no contratará nunca más a mozos de cuadra para que atiendan sus caballos, como Vittorio Mangano. Que será incluso el muro de contención del populismo.
Los comentaristas políticos aplauden. Creen en su palabra dada. Lo consideran el líder decisivo el día después de las elecciones, cuando se entienda que nadie ha logrado alcanzar el fatídico 51 por ciento.
Sobre el asunto tenemos poco que decir. Y, desgraciadamente, nada que hacer.
Choca que hayan vuelto ya a escena los periodistas a cuatro patas, antes mimetizados
Choca, sin embargo, que hayan vuelto ya a escena aquellos periodistas a cuatro patas que en los últimos tiempos se habían mimetizado un poco, lavado de algún modo, libres por fin de la correa de su dueño.
¿Y cómo?
Haciendo el papel que les reportaba tanto bien en el pasado: insultando a los símbolos de la antimafia. Entendámonos: son superprofesionales del tema mafioso, participaron en el pasado en todas las campañas de periodismo militar que, valiéndose del escudo del “garantismo” y del “proceso justo”, acababa con una defensa de la flor y la nata de los canallas en circulación.
Situaría el nacimiento del periodismo a cuatro patas en aquel servicio televisivo que hace casi 40 años definió al corazón de oro de Michele Greco, entonces capo de la cúpula de Cosa Nostra, nada menos que como un afable “cultivador de limones”. Cuánto ha llovido desde entonces.
Entonces eran el boss y sus secuaces quienes andaban defendiéndose de los cargos que les habían imputado gentuza como Falcone, Borsellino, Costa y Chinnici, Boris Giuliano y Cassara, Basile y D’Aleo, todos pragmáticamente aplastados. Y aún se podría hacer una lista.
Crean periódicos en los que al redactor se le exige el uso del veneno, más que de la tinta
Hoy, el periodismo militar debe defender a otra categoría de canallas. Canallas de guante blanco. Canallas con uniforme y penacho. Canallas crecidos en la cuna de las instituciones. Canallas que nunca se han arrepentido, que no se arrepienten y nunca se arrepentirán. Canallas que no empuñan pistolas ni metralletas porque ya no les hace falta derramar sangre.
Calumniar, enfangar, escarnecer, empujar aquí y allí a los familiares de las víctimas de la mafia, es hoy más que suficiente.
Entre otras cosas hay que decir que los actuales periodistas a cuatro patas se han convertido en los melindrosos cantantes “en vivo” de aquellos jueces, policías, carabineros, periodistas y también políticos, que en estas décadas han sido masacrados por escuadrones de afables “cultivadores de limones” como Michele Greco.
He aquí el motivo por el que los periodistas a cuatro patas crean en red cabeceras de periódicos (por llamarlos de algún modo) donde, para escribir, al redactor se le exige el uso del veneno, más que de la tinta.
Y el veneno, ¿contra quién se escupe?
Se sabe: contra las fiscalías, tercas y testarudas, que querrían obtener una condena para los canallas de guante blanco. Y Nino Di Matteo, valga su nombre por el de todos, algo sabe de esto.
Os preguntaréis: ¿Qué hay, además de veneno, en el kit de supervivencia de determinados periodistas a cuatro patas?
Pocas cosas, pero buenas.
Las palabras del mafioso Graviano, que ha puesto en evidencia la responsabilidad de Silvio Berlusconi en las masacres, son arrojadas cuanto antes al retrete.
El juicio sobre la negociación entre Estado y la mafia se tilda de “locura absurda”
Los jueces deben ocuparse hasta el infinito del “caso Scarantino”, si es posible acorralando a Nino Di Matteo, al que la comisión antimafia ha tenido la “bondad” de escuchar aceptando su solicitud después de semanas de tenerlo en la picota.
El juicio en curso en Palermo sobre la negociación entre el Estado y la mafia se convierte, en el kit del periodista de cuatro patas, en una “locura absurda”.
Las “mentes refinadas” de las que hablaba Falcone se transforman en un hipocampo judicial, un monstruo con cuerpo de caballo y cola de pez, y por eso mismo muy difícil de encontrar en la naturaleza. Imagínense si el hipocampo, de falconiana memoria, puede ser llevado a juicio.
E incluso los “mandantes”, como las “mentes refinadas”, se convierten en figuras judiciales de la zoología fantástica.
La agenda roja de Paolo Borsellino no es más que el símbolo de aquellos jóvenes (“los jóvenes de la agenda roja”) que cada año van a tocar los cojones a via D’Amelio.
Pero todavía hay más cosas en el kit del periodista de cuatro patas.
El “berlusconismo de los serviles” vuelve a estar de moda: sienten la nostalgia de la correa
Hay, por ejemplo, una veneración (que se remonta a la época de Michele Greco) por parte de los abogados hacia los mafiosos a los que defienden –hoy como ayer– mafiosos “de ciencia y conciencia”. Y los mafiosos, hoy, son los canallas de guante blanco de más arriba. Y también ellos encuentran abogados que los defienden “con ciencia y conciencia”.
Existe también el uso despreocupado de aquellas familias víctimas de la mafia, o componentes de ellas, cuando sus declaraciones pueden ser utilizadas contra Di Matteo y todos los que son como él.
Pero digamos la verdad. El pobre Silvio Berlusconi esta vez no tiene nada que ver.
Es el “berlusconismo de los serviles” que, tan sólo con escuchar que el nombre del dueño, vuelve a estar de moda: sienten la nostalgia de la correa. Y el tema de la antimafia es un magnífico banco de pruebas.
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© Saverio Lodato | Publicado en Antimafiaduemila | 1 Oct 2017 | Traducción del italiano: Alejandro Luque y Carmen Pliego.
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