Si yo fuera un hombre…
Soumaya Naamane Guessous
Casablanca | Marzo 2021
Señores, el 8 de marzo les molesta. Es una oportunidad para hacer un balance de los progresos realizados en la condición de la mujer, para sensibilizar a la opinión pública sobre la desigualdad y sobre los derechos que hay que conceder a las mujeres por el bien de la democracia.
En principio, este no era un día de celebración. El 8 de marzo de 1914, las mujeres socialistas alemanas se manifestaron por el derecho al voto. En 1917, las mujeres rusas denunciaban el hambre y exigían el regreso de los hombres de la guerra. Hubo otras manifestaciones en la misma fecha, lo que llevó a la ONU a declararlo Día Internacional de la Mujer.
Las mujeres representan la mitad de la población mundial. Los marroquíes piensan que hay dos, tres o diez veces más mujeres que hombres en Marruecos. FALSO. Hay casi tantos hombres como mujeres: el 50,3% de la población es femenina.
Esta creencia justifica la poligamia. En la época del Profeta, había más mujeres que hombres debido a las guerras. La pérdida de vidas desestabilizó el equilibrio de la población.
Dejaría de pensar que la mujer es solo la esposa que me va a quitar el dinero
Esto ya no es así hoy en día. Sin embargo, esta afirmación persiste, mantenida por los fundamentalistas religiosos: el hombre debe casarse con dos mujeres, sacrificándose para acoger a las solteras pobres y evitarles la «fornicación». La poligamia para un hombre se convierte en militancia, ¡en un acto de fe! Si un hombre tiene los medios para mantener a dos esposas, debería más bien hacer una donación a las parejas jóvenes sin recursos para que puedan casarse. Un bonito acto de fe.
Un país no puede desarrollarse si la mitad de su población no tiene las mismas posibilidades de éxito e inserción socioprofesional que los hombres.
Así que, si yo fuera un hombre, lucharía con y por las mujeres, y dejaría de pensar que la mujer es solo la esposa que me va a quitar el dinero.
Ya que cuando le hablas a un hombre de los derechos de la mujer, sólo piensa en la esposa. Como si las mujeres fueran solo esposas-enemigas. Como si la concesión de derechos a las esposas fuera solo a costa de los de los hombres.
Los hombres olvidan que las mujeres son sus madres, hijas, nietas, hermanas, tías, primas, amigas…
A un hombre en conflicto con su mujer le parece normal que la ley le favorezca. Pero cuando su hija se ve afectada, es decir lukbida (su debilidad, su foco de cariño), lamenta la injusticia.
Sepan, señores, que cuando hablamos de los derechos de la mujer, estamos hablando también de su hija, de su hermana, de su madre…
Si yo fuera político, impondría la paridad en mi partido y en las futuras listas electorales
Si yo fuera un hombre, me pasaría el mes de marzo expresando, con gratitud, mi afecto a la mujer que me trajo al mundo: “Te quiero. Eres maravillosa porque existo gracias a ti”.
Si estuviera muerta, pensaría en ella con cariño. Mi madre me cargó durante nueve largos meses, sufrió en carne propia, y desde que me miró a los ojos, firmó conmigo un contrato de por vida, comprometiéndose a sacrificarse en cuerpo y alma por mi felicidad.
Si yo fuera un hombre soltero viviendo con mis padres, ayudaría a mi madre en las tareas domésticas para que tuviera tiempo de hacer su vida. Sería atenta con mis hermanas y las ayudaría a desarrollarse en lugar de enfrentarme a ellas bajo el pretexto de que llevan el honor de la familia en una parte concreta de su cuerpo.
Si fuera un hombre, nunca acosaría a una mujer en público. La respetaría como me hubiera gustado que hicieran con mi hermana y mi hija. Si veo a una chica siendo acosada, la defendería con uñas y dientes.
Si yo fuera político, impondría la paridad en mi partido y en las futuras listas electorales. Dejaría de gritar que no hay mujeres competentes, porque, para empezar, sí que existen, además de que no todos los hombres elegidos son genios en términos de competencias.
Si fuera un hombre al volante, no insultaría a una mujer. No heriría nunca a una mujer con una palabra vulgar.
Si yo fuera un hombre en el trabajo, mi relación con mis compañeras no se basaría en su sexo, sino en sus competencias y valoraría su rendimiento.
Rindo homenaje a todos los hombres que militan a favor de los derechos de las mujeres
Si yo fuera un hombre, estaría muy agradecido a mi mujer, que no trabaja fuera de casa. Nunca respondería a la pregunta “Qué hace tu mujer” por esta frase ingrata: «Waluuuu, ghir galsa«, («Nada, sentarse y ya»). Valoraría a mi esposa, que no trabaja, puesto que es gracias a su contribución a la gestión del hogar que puedo trabajar.
Si fuera un hombre, reconocería que mi mujer, que tiene un empleo, tiene dos jornadas de trabajo en un mismo día. A la vuelta del trabajo, compartiría las tareas domésticas, la educación de los niños y sus deberes del colegio… Así, terminaría su jornada más pronto y entraría en la habitación con cariño, motivación y placer. Si no, entraría de puntillas y se metería en la cama con un solo deseo: “Espero que no se despierte”.
La llenaría de palabras dulces para expresarle mi agradecimiento.
Si fuera un hombre… La lista es larrrrga.
Pero soy una mujer y rindo homenaje a todos los hombres que militan a favor de los derechos de las mujeres. Los hombres que están oficialmente comprometidos, pero no solo eso. Pienso, por ejemplo, en esos padres rurales, en situación de extrema pobreza, que van al zoco a vender algunas verduras y huevos para garantizar la escolarización de sus hijas, en todos los padres que se dejan la piel para enviar a sus hijas a la escuela.
Un homenaje a todos los hombres que ofrecen a sus hijas la oportunidad de triunfar.
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© Soumaya Naamane Guessous | Primero publicado en 360.ma · 12 Marzo 2021 | Traducción del francés: Rebeca Martínez
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