Del cuerpo rollizo…
Soumaya Naamane Guessous
Hubo un tiempo en que las mujeres se sentían bien en su piel, satisfechas con su carne y su grasa. ¡Comían para estar guapas!
Las mujeres cuidaban sus curvas. Su programa cotidiano se ajustaba en función de las pausas para comer: primer desayuno, por la mañana temprano. Segundo desayuno a media mañana. Al almuerzo le seguía una larga siesta, una buena merienda y una copiosa cena. Entre estas pausas para comer, a-ssinya, el ceremonial de la bandeja de té acompañado de pasteles, compartido con los miembros de la familia y los invitados. Esto, sin consideración alguna de las calorías que amenazan la silueta. Todo lo contrario, las mujeres degustaban los platos para cuidar sus curvas e intercambiaban los secretos de recetas que favorecían el aumento de peso.
La corpulencia era un signo de salud, riqueza y sensualidad, y las esposas se elegían así
Además de la alimentación, tomaban brebajes a base de plantas, aconsejadas por la herborista y las viejas señoras experimentadas que poseían los secretos de la belleza. ¡Había que estar gorda para ser guapa! La belleza de la mujer se evaluaba a partir de la blancura de su piel, sus largos cabellos y sus curvas. La corpulencia era un signo de buena salud, de riqueza y de sensualidad.
Las esposas se elegían según este criterio. Una mujer delgada se consideraba poco alimentada por su familia, enferma o afectada de una fragilidad que le impediría ser una buena ama de casa, dar a luz o tener hijos con buena salud, bien alimentados con leche materna. Una mujer entrada en carnes desprendía promesas eróticas.
De una mujer delgada se decía que solo podía ofrecer huesos a su marido y si él hiciera el amor con ella se pincharía con sus huesos. El proverbio dice que a los hombres les gusta la carne, y a los perros, ¡los huesos!
La alimentación forzosa de las niñas se practica aún en Mauritania, Níger Mali y entre saharauis
En numerosas sociedades existen prácticas para aumentar el peso de las mujeres. El más sorprendente es la alimentación forzosa de las niñas, tal y como se practicaba en la isla de Djerba en Túnez, en Mauritania, en Níger y Mali y en algunas poblaciones saharauis en Marruecos. La alimentación forzosa consiste en hacer tragar una gran cantidad de comida a las niñas para acelerar el crecimiento del cuerpo y favorecer el matrimonio desde la pubertad. Las niñas corpulentas atraen la mirada y las peticiones de matrimonio y a los pretendientes de familias acomodadas.
La alimentación forzosa es una violencia innegable: se maltrata el cuerpo y no es raro que las niñas sean golpeadas, atadas con los pies entrelazados, mantenidas sólidamente por los pelos, con la cabeza hacia atrás para forzarlas a abrir la boca e introducir a la fuerza comida sólida y líquida y, todo esto, a pesar de los vómitos. Podríamos pensar que estas chicas rechazarán la comida después de algo así, por repugnancia, pero el estómago se estira hasta tal punto que siguen alimentándose con grandes cantidades de comida. Pertenecientes a una cultura en la que la mujer solo es bella por el volumen de su cuerpo, velarán por alimentarse bastante para no perder peso.
Al sur de Marruecos, a partir de Goulimine, subsiste una tradición de alimentación forzosa, heredada desde hace siglos por los pueblos nómadas.
Hay mujeres cebadoras profesionales que fabrican y venden píldoras de hierbas
La alimentación forzosa tiende a desaparecer, pero numerosas familias continúan realizándola. En esta región, una mujer bella debe estar entrada en carnes, con glúteos firmes y cubiertos de grasa. Ella vela por no sentarse sobre sus glúteos para no aplastarlos. Ya sea en privado o en público, se acuestan de lado con el cuerpo estirado. Las mujeres siguen regímenes alimenticios que favorecen el aumento de peso y toman productos a base de plantas, recetas transmitidas de madre a hija.
Algunas mujeres son cebadoras profesionales y fabrican píldoras con hierbas que luego venden. Se venden igualmente píldoras a base de productos químicos en el mercado negro, provenientes de Mauritania. Algunas mujeres que tienen dificultades para engordar toman productos químicos destinados a cebar a los animales. Ponen su salud en peligro para gustarles a los hombres. La obesidad, reconocida por la medicina como un peligro para la salud, es una cualidad que revaloriza a la mujer y la hace atractiva.
La terapia de la alimentación forzosa se lleva a cabo en adolescentes para que su cuerpo atraiga a buenos partidos para el matrimonio. La familia o la cebadora someten a la niña a sus cuidados y la obligan a tragar grandes cantidades de agua y alimentos, con el fin de estirar su estómago y acostumbrarla a engullir una gran cantidad de comida. Durante una decena de días, debe tragar dátiles, pan mojado en leche o aceite y carne de dromedario. La fuerzan a beber grandes boles de agua y de leche. Si vomita, el proceso recomienza, a riesgo de ser castigada.
Lahguine
En principio, la joven sufre la técnica del lahguine cuando alcanza la edad para casarse o algunos días antes de su boda, a razón de 3 a 5 veces en la misma semana. La operación se desarrolla discretamente a orillas del mar. A la joven la acompañan dos o tres mujeres de su entorno íntimo y la cebadora. A orillas del mar, la desnudan y la tumban boca abajo con el trasero levantado. La cebadora le introduce un tubo en el ano, a través del cual le inyecta de dos a tres litros de agua de mar en los intestinos. Esta técnica permite inflar los glúteos y aumentar de peso.
Inyectan agua de mar en los intestinos para inflar los glúteos y aumentar el peso
Cada vez más mujeres jóvenes saharauis rechazan estos métodos. Cada vez más hombres jóvenes rechazan la obesidad de las mujeres como un criterio de belleza. La alimentación forzosa sigue siendo un tabú. Los pocos médicos o periodistas que se han atrevido a llamar la atención sobre los perjuicios en la salud, han provocado un descontento en la población. El lahguine forma parte de los secretos de mujer que ellas rechazan divulgar porque consideran que es un medio para casarse y para conservar al esposo.
En Mauritania, donde la alimentación forzosa y el lahguine son todavía corrientes, hay voces que se elevan para denunciar sus perjuicios sobre la salud. Son sobre todo las jóvenes en pleno crecimiento quienes pagarán las consecuencias en la edad adulta. Pero las tradiciones son tenaces.
En la isla de Djerba, en Túnez, tradicionalmente la joven debe convertirse en hajba (enclaustrada) al acercarse la ceremonia de boda, ajena a las miradas de cualquier persona, excepto aquellas que se encargan de sus cuidados. Cuatro o cinco semanas antes de la boda, ella está encerrada en una habitación oscura, sin luz y debe llevar un velo en su cara, mostrando apenas sus ojos. Esto es para que su tez no se broncee con la luz. La blancura total forma parte de los cánones de belleza.
La joven sufre toda una serie de rituales, de los que la alimentación forzosa es el más importante. Las tres comidas diarias son muy consistentes, a base de productos ricos, con gran contenido en lípidos, glúcidos y proteínas. Entre las comidas continúan cebándola, a intervalos regulares, a veces cada media hora. Por la noche puede ser despertada para alimentarse. Ni sus vómitos, ni sus lloros, ni sus lamentaciones pueden salvarla de la terapia alimenticia. Esta práctica ya no es corriente, pero existe todavía. ¡Cuánto sufrimiento para gustarle a los hombres!
[Continuará]
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© Soumaya Naamane Guessous | Primero publicado en Famille actuelle · Abril 2011 | Traducción del francés: Alejandro Yáñez
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