Esterilidad y magia
Soumaya Naamane Guessous
“Rari ya rari, ya sekkat ed-drari (¡Acuna, acuna! Tú que calmas a los niños.) He derramado lágrimas de sangre para tenerte, he dañado mis ojos, he ido a todas partes…” canta la nana…
La esterilidad ha inquietado siempre a las mujeres cuyo estatus matrimonial depende de su capacidad de procrear. La feminidad se mezcla con la maternidad.
Hoy en día, las mujeres pueden consultar a médicos, mientras que antes, únicamente disponían de recetas seculares tradicionales.
A pesar de los avances en medicina, la mayoría de las marroquíes con dificultades para procrear sigue utilizando estos métodos, sobre todo por razones materiales, aunque también por razones culturales. La medicina es demasiado costosa si la comparamos a los métodos tradicionales. ¡El presupuesto medio destinado por las marroquíes para los cuidados de salud es de 300 dírhams (280 €) por persona y año!
“Mi suegra hizo todo para que no engendrase, para que su hijo me repudiase»
Mientras más dure la esterilidad, más desesperada estará la mujer, más dispuesta estará a utilizar cualquier receta con tal de que engendre, antes de que el marido contemple unas segundas nupcias o el repudio. Cuanto mayor sea la desesperación, más desconcertantes serán los remedios, llegando incluso a ser peligrosos. La más moderna de las mujeres, desesperada, acaba sometiéndose a estos remedios.
“Oh Moulay Bouchaïb, tú que resuelves las intrigas, ¡libera mi vientre!”.
Las mujeres van a los mausoleos para implorar la ayuda de un santo. La mujer que no puede engendrar tiene el vientre anudado, de nacimiento o por imprudencia: no se ha protegido del frío. El frío, el berde, es un peligro para el calor del útero, gracias al cual se produce la fecundación. El vientre puede anudarse por las malas intenciones. Se suele incriminar a la familia política: “Mi suegra hizo todo para que no engendrase, para que su hijo me repudiase. Era joven e ignorante. Más tarde supe por qué quemaba productos en mi presencia.” “Mi cuñada estaba celosa de mí y me anudó. Ha trabajado en mi trapo impregnado de sangre de mi regla. He tardado tres años en liberarme.”
El fqih (erudito) designa a los culpables y da productos para anular los nefastos efectos y amuletos que protegen de todo mal venidero.
Se utilizan mucho las fumigaciones, a base de plantas pero también de animales: camaleón quemado, vivo o muerto, zarpas de zorro, partes de zorro del Sáhara, hiena, pelos de crin de león…
El fqih es imprescindible. En muchas ocasiones, la mujer comienza por él la búsqueda de la maternidad. Solo después de fracasar es cuando pasa a otros métodos.
Varios santos favorecerían la fertilidad: Moulay Brahim, Lalla Chafya, Moulay Bouchaïb en Azemmour y Moulay Abdellah en El Jadida son los más conocidos.
La llevan a orillas del mar, la desvisten y la lavan con el agua de siete olas. Después tiran su ropa al mar
Primero, las mujeres viajan para implorar al santo. Si el embarazo no llega, pasan por ritos muy específicos.
En Moulay Abdellah hay mujeres emparentadas con el santo que se encargan de la paciente. Estas la llevan a orillas del mar, la desvisten y la lavan con el agua de siete olas. Después tiran su ropa al mar y la visten con un nuevo atuendo que la paciente ha traído. De ahí la expresión lahette, ha echado el mal. Más tarde, sufre las sesiones de bkhor, fumigaciones de diversos productos justo antes de sacrificar un gallo. Purificada de todo mal, da varias vueltas alrededor de la tumba del santo y termina recubriendo sus manos y pies de henna.
Esta misma práctica puede observarse en todos los mausoleos situados a orillas del mar.
“Oh Moulay Abderrahman, tú que llegaste de La Meca caminando sobre las aguas del mar, ¡dame un criatura!”
En Casablanca, se sitúa sobre una roca Sidi Abderrahmane. El mausoleo está rodeado de una decena de cabañas ocupadas por mujeres que echan las cartas y prodigan consejos y remedios. Primero le echan las cartas a la paciente y, más tarde, pasa por una sesión de tbatèlle con ayuda de plomo. El tbatèlle anula cualquier efecto de hechicería. La practicante funde el plomo en un cucharón puesto sobre el fuego. Enseguida, pone entre las piernas abiertas de la paciente un cubo con agua del mar. Cuando el plomo está líquido, lo vierte en el cubo de agua. Con el contacto del agua, el plomo se endurece y adopta una forma particular. La practicante interpreta entonces la nueva forma del plomo y predice el avenir. Generalmente, concluye que la esterilidad se debe al mal de ojo o al eddiar (hechicería) y propone su intervención. Para protegerse es necesario realizar la operación tres veces. El coste es de 30 dírhams (2,80€) por sesión.
Es entonces cuando comienza el ritual de purificación. “Aquí tengo essekka: chatarra compuesta por llaves, candados y herramientas heredadas de varios santos que han sido utilizadas para trabajar la tierra. Tienen más de cuatro siglos. Este perteneció a Moulay Driss Zerhoune, este otro a Sidi… Con ellas Dios te da misericordia”, afirma Moui-Mina.
La chatarra se pone a calentar en el fuego. Después se pone un cubo de agua entre las piernas de la paciente, que está de pie, con las piernas abiertas y se tira la chatarra al cubo. El humo que suelta envuelve el cuerpo y se introduce por la vagina. Se saca la chatarra del cubo para conservar el agua. Entonces conducen a la mujer a la cueva situada al borde del precipicio. Ella compra un gallo que se sacrifica en la entrada de la cueva. Le vierten el agua del cubo por el cuerpo, conservando una pequeña cantidad en una botella. Le recomiendan lanzar su ropa interior por el precipicio para alejar de ella toda fuente de mal.
La mujer debe orinar en la boca del pez vivo, ¡cosa que requiere destreza y precisión!
Más tarde, le dan un pez vivo, atrapado por los pescadores de la roca. La mujer debe orinar en la boca del pez vivo, ¡cosa que requiere destreza y precisión! Esta operación sería la más eficaz para anular todo el mal experimentado o venidero. ¡Una manera de inmunizarse de por vida!
Poco después, conducen a la mujer a la cabaña para realizar tres sesiones de plomo y otras tres de fumigación. Luego, la practicante comienza otra sesión en la que mide el cuerpo con los cinco dedos de la mano derecha para quitar toda huella de teb’âa (persecución por el mal de ojo y los celos). La practicante eructa y bosteza. Mientras más lo haga, más afectado se verá el cuerpo de la paciente. Si el mal ha alcanzado una gran magnitud, la practicante se cansa y podría desmayarse. Entonces habría que reanimarla con fumigaciones y quatrane, un derivado del alquitrán.
Purificada, la mujer deja la roca con la botella de agua con la que debe lavar el suelo y la puerta de su casa por la que entra el mal. Esa noche, tendrá un sueño que contará más tarde a la practicante: “Una serpiente, un escorpión u otro animal peligroso. Me cuenta su sueño para saber si el mal se ha ido o si debe hacer una sesión de plomo.”
Todo un ritual que continúa practicándose en esta roca del milagro. El coste de la esperanza es inferior al de los cuidados médicos: la sesión de tbatèlle cuesta 300 dírhams (28€), el pez vivo 20 dh (1,85€), el gallo 50 dh (4,70€), el acceso a la cueva 10 dh (0,95€), y las fumigaciones otros 10 dh. Con los 10 dh entregados a la asistente de la practicante, la mujer se compra ilusiones por un total de 400 dh (37,30€). ¡El colmo es que muchas mujeres afirman haber engendrado gracias a estos ritos!
La tradición dicta que la mujer duerma en la cueva y espere a que el santo aparezca en sueños
Sidi Mas’oud, en Casablanca, concede los deseos de las mad-youmates (oprimidas). Plegarias, ofrendas y la ayuda de las mujeres afiliadas al santo, las mas’oudyates. Tienen la baraka (bendición). La estéril les regala cuscús, dinero, gallos u ovejas para sacrificar. Puede también invitarlas a su casa y obsequiarles con comida y dinero. Rezan por ella. “Addaoui (las plegarias) de las mas’oudyates son escuchadas por Dios.” Y pobre de aquellos que las contradigan.
Moulay Brahim, en el Haouz, es conocido por la fertilidad. Las mujeres van allí durante varios días porque la tradición dicta que duerman en la cueva y esperen a que el santo aparezca por la noche, en sueños. A la mañana siguiente tienen que contar su sueño a las guardas del mausoleo para que lo interpreten.
Si las estériles utilizan esta práctica, otras van a los mausoleos para pedir un varón: “Solo he tenido hembras. Visité Moulay Bouchaïb y tuve dos varones.” Moulay Bouchaïb es “un donante de varones”, tal y como dice la canción popular.
Las mujeres abrochan sus cinturones a sus ramas para quitar el nudo de su vientre
La mujer puede hacer un pacto con el santo: “Si me das varones, te daré la marfouda”, una promesa de ofrenda. El incumplimiento de la marfouda conlleva una maldición del santo.
“¡Cuánto he implorado y cuántos nudos he hecho!”
En muchas ocasiones, al lado de los mausoleos, hay árboles relacionados con la leyenda de los santos. Las mujeres abrochan sus cinturones a sus ramas para quitar el nudo de su vientre. Las mujeres dicen: “Zaouagte, he implorado o ‘gate, he hecho un nudo.”
A estas prácticas se les añade la del fqih, qablates (matronas), las ancianas, las madres… Las poseedoras de las recetas las conservan con celo. “Solamente a mujeres a las que les deseamos el bien.” Con frecuencia, las recetas se conservan para los íntimos. Pero “si una mujer da una receta para liberar el vientre de una estéril, Dios la recompensa.” Los hammam (baños) eran un lugar de intercambio de consejos. En los pueblos y barrios populares, los hammam continúan jugando este rol.
[Continuará]
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© Soumaya Naamane Guessous | Primero publicado en Femmes du Maroc · Sep 2001 | Traducción del francés: Alejandro Yáñez
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