Opinión

Jubilados, culos inquietos

Soumaya Naamane Guessous
Soumaya Naamane Guessous
· 6 minutos

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Casablanca  |  Febrero 2021

 

Los hombres trabajaban hasta que su fuerza física se lo permitía; las mujeres, hasta acabar totalmente exhaustas. En la ciudad, ellas se ocupaban del hogar. En el campo asumían el 85% de las tareas, incluidos el trabajo de la tierra y el cuidado de los animales. Mucha faena y todo a mano.

La jubilación tal y como la conocemos hoy en día no se creó hasta el siglo XIX, junto al período de desarrollo industrial en Europa. Actualmente, solo concierne al trabajo remunerado, sin valorar el trabajo femenino en el hogar.

Un refrán marroquí reza: “Que mi juventud trabaje para mi vejez”. La jubilación se considera como la última etapa de la vida en la que los ingresos bajan o desaparecen. Hay que ahorrar para duer az-man (los imprevistos de la vida).

Los hombres que podían permitírselo ahorraban atesorando bienes inmuebles, cristalería, oro y plata… La compra de una vivienda ha sido siempre una garantía para la jubilación.

Para la mujer, la vejez estaba asegurada por el marido. Cuando podía, iba haciéndose con una pensión: el marido le compraba joyas, lino bordado, lana y sus derivados… y ella “rascaba” un poco del dinero del mercado. También fabricaba artículos que vendía para colaborar con el presupuesto del hogar y guardarse un poco para ella misma.

No había ninguna preocupación por la vejez. Se tenían muchos hijos: los chicos eran una garantía económica y las chicas, las encargadas de cuidar a los padres.

La jubilación se veía como un final, el fin de la actividad profesional.

Las jubiladas hoy siguen teniendo una vida social; antes pasaban del rol de madre al de abuela

Pero esto ha cambiado bastante. La esperanza de vida ha aumentado: en Marruecos, era de 43 años en la década de los cincuenta. Ahora, es de 76,5 (75 años para los hombres y 78 para las mujeres. Pues sí, señores, ¡nosotras vivimos más que vosotros!). Así que la jubilación se vive a lo largo de muchos años.

Las mujeres que hayan trabajado en el sector organizado reciben una pensión. Están contentas por poder tener tiempo libre para la casa, la familia y su propio bienestar. De hecho, siguen teniendo una vida social. Antes, pasaban del rol de madre al de abuela. En la actualidad, también viven para ellas mismas y tienen actividades provechosas.  Pero no les hace mucha gracia tener un marido jubilado que no hace más que molestar, como un dolor de muelas…

Como se suele decir: “Un hombre en casa es como un grano en el culo”. Puede surgir una disputa territorial entre los dos cónyuges jubilados si no se han preparado de antemano.

Los hombres, en cambio, temen la jubilación. Al vivir más en la esfera profesional y pública que en la doméstica, sufren cambios repentinos.

Pero la jubilación ya no supone un fin. Se trata de una continuidad, sin pausa.

Muchos jubilados se niegan a sufrir una sensación de exclusión social, de inutilidad. Ali: “Con 63 años, todavía soy joven. Tengo mucha experiencia en mi campo. Sería un desperdicio que me retirara”.

Juegan a las damas en un tablero de cartón o pintado en el pavimento con un carboncillo

Este nuevo perfil de jubilado suele utilizar a menudo la palabra “muerte”: “¿Parar para morir?”. Crean estudios de diseño y consultorías, enseñan, siguen trabajando bajo contrato con su empresa, pasan del sector público al privado… Por lo que la jubilación se convierte en un principio con este nuevo fenómeno: el reciclaje.

Las mujeres y los hombres preparan su jubilación con antelación, cambian de trabajo, siguen cursos de formación: entrenador, consultor, comerciante, director de empresa, artesano… Se mantienen activos, porque dejar de trabajar conduce a la antesala de la muerte. Los estudios demuestran que hay más muertes y enfermedades en los dos primeros años de jubilación entre los inactivos.

Además, el poder adquisitivo disminuye durante la jubilación. Es importante mantener el mismo nivel de vida. Los jubilados tienen múltiples necesidades que sus primogénitos no tenían, como hobbies y ayudar a los hijos. El hijo garantizador se convierte en hijo aspirante. La edad del matrimonio ha disminuido (mujeres: 28 años; hombres: 31). Los hijos trabajan más tarde debido a la escolarización y el paro. Los padres ayudan a sus hijos casados con niños, ya que los sueldos son demasiados bajos y las necesidades inmensas.

«Antes de contratarlos ya quieren saber cómo será la pensión. ¡Yo empecé a pensarlo a los 50!”

No me refiero a la mayoría de los jubilados con pensiones irrisorias, ni a los que han trabajado en el sector informal, sin seguridad social, los que ocupan las esquinas de las calles de los barrios populares, o las paredes de los zocos, marcando el tiempo con amargura, privados del mínimo vital y del ocio en una sociedad que ha agotado su fuerza de trabajo sin compensación. Sentados en el suelo, juegan a las damas en un tablero de cartón o pintado directamente en el pavimento con un carboncillo. Sin aficiones, ni actividades culturales, ni descuentos en el transporte y viajes, perecen en una precariedad extrema.

Yo os estoy hablando de una población cualificada con una pensión decente.

En una sociedad cada vez más individualizada y en la que la media de hijos por mujer es de 2,2, los trabajadores sólo pueden depender de sí mismos para su jubilación. De modo que estamos notando un aumento de la cultura de la jubilación entre los jóvenes. Un seleccionador de personal: “Son astutos. Antes de contratarlos ya quieren saber cómo será la pensión. ¡Yo empecé a pensarlo a los 50!”

Para ellos, la jubilación se concibe con continuidad, actividades, ocio, viajes y, sobre todo, una nueva actividad profesional. Cuando pueden, los jóvenes cotizan en pensiones complementarias.

Si antes la jubilación estaba vinculada a la vejez, la privación, la enfermedad, la fatalidad y la finitud, hoy se convierte en un punto de inflexión que conduce a una nueva vida, llena de actividades, ambiciones y objetivos. Atrás quedan los días en los que los jubilados decían: “Voy a escuchar mis huesos”. Los nuevos jubilados ya no dejan de mover el esqueleto.

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© Soumaya Naamane Guessous | Primero publicado en 360.ma · 19 Feb 2021 | Traducción del francés: Rebeca Martínez 

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