Del piropo al acoso sexual
Soumaya Naamane Guessous
Casablanca | 2012
Qué placer caminar, andar, cruzar las calles, pasear, sentirse libre, ejercitando los músculos de las piernas. Un hobby banal, hoy inaccesible para las mujeres. ¿La razón? Los piropos.
El hombre que lanza piropos es un cazador que busca presa. ¡Y todos los medios son buenos! En árabe dialectal, el hábito de lanzar piropos a las mujeres en la calle se expresa con la palabra syadha (caza). El hombre es un cazador que daña la dignidad de la mujer ya que la reduce al estado de un animal por atrapar.
Ese hábito de lanzar piropos se realiza en la vía pública, el transporte público, las administraciones, los lugares de trabajo, las puertas de colegio o escuelas secundarias, en hospitales, cementerios… Cualquier mujer es una presa potencial. Los lugares favoritos son las cafeterías, los clubes nocturnos y la playa porque se da por supuesto que las mujeres solo van allí para exponerse ante los hombres.
Si los piropos se originan en la frustración sexual, se intensifican por la necesidad del hombre de demostrar su virilidad y su poder sobre el género femenino. Puede ser suave y expresarse con cumplidos «¿azin, manchufukch?» (Belleza, ¿podemos verte?»,»Hermosos ojos, hermoso cuerpo, hermoso cabello … «. Pero se vuelve abusivo cuando el hombre que echa los piropos persigue a la mujer a pie o en coche: entonces se convierte en persecución. Y las palabras se vuelven cada vez más agresivas: «¿Quién te crees que eres?».
Los cumplidos se convierten en insultos, en obscenidad: «Puta, perra, gorda, culo grande, te voy a follar, te la voy a meter…» Y muchas otras palabras generadas por la frustración, que afectan y lastiman la dignidad.
Cuando los cazadores están en grupo, se animan unos a otros en competiciones de virilidad
Pellizcar los senos o deslizar una mano en el culo son prácticas comunes. En la multitud y en los autobuses, cuando los cuerpos se tocan, los hombres que lanzan piropos se convierten en hakkaka (frotadores). Ninguna mujer escapa a esta agresión.
La arrogancia aumenta cuando los cazadores están en grupo y se animan unos a otros en competiciones de virilidad. El lenguaje es vulgar. Pueden atrapar las chicas en un rincón donde practican tocamientos sobre sus cuerpos, incluidos sus genitales.
¿Por qué los hombres se enfurecen con las mujeres? Este hábito de los “piropos” es una actividad tan habitual que nos crea una mala reputación en el extranjero. Está incrustada en la cultura, admitida y considerada algo inevitable: «Los hombres son así, es su naturaleza». Al hombre se le considera un perro en celo: tiene derecho a correr detrás de todas las hembras. Es un pescador que lanza su malla al azar para sacar una captura. Las áreas de caza y pesca no están delimitadas: ¡todos los espacios, especies y medios están permitidos!
Los piropos son parte del juego de la seducción natural. Pero todo depende de las formas. Fadwa: «Los piropos, en pequeñas dosis y con respeto, son una forma de conocerse. Si un hombre se me acerca educadamente, lo respeto. Tengo el derecho de aceptar o rechazar a hablar con él”. También son una herramienta de comunicación: «Cuando un hombre educado me dice un piropo elegante, adula mi feminidad. Me siento bella y atractiva”. La comunicación se efectúa mediante la mirada: «Si me interesa, respondo con una sonrisa. Entonces puede hablar conmigo. Si ignoro su avance, no tiene derecho a insistir”. Hay una gran diferencia entre acosar y coquetear.
Los depredadores también buscan una aventura sexual sin continuidad. Hamid: «¿Dónde encontrar parejas sexuales si no es en estos espacios? ¿Y cómo acercarse a ellas si no a través de los piropos? »
Una forma de expresar las frustraciones sexuales y afirmar el dominio del hombre sobre la mujer
A menudo, este hábito es solo una forma de expresar las frustraciones sexuales y afirmar el dominio del hombre sobre la mujer. La presencia de mujeres en los espacios y lugares públicos perturba a los hombres que piensan que todas las mujeres en estos lugares están a su disposición: «¿Cómo permanecer indiferentes ante todas estas palomas que se burlan de ti?».
El hombre se considera débil frente a estas mujeres coquetas, con ropa ligera: «Nos provocan al menear sus nalgas y se quejan». ¿La solución? «Cuando una mujer es casta y está vestida adecuadamente, se la deja en paz”. Pero incluso las que llevan velo tienen derecho a un catálogo de piropos especiales: «¡Que dios me dé una guapa como tú que me despierte para la oración del amanecer!» «Que Dios me otorgue un peregrinaje a La Meca contigo». Sólo se salvan la que llevan un velo que cubre todo el cuerpo. ¿Debemos convertirnos en un espantapájaros para que nuestros hombres controlen sus impulsos bestiales?
La “caza” se justifica con los lugares donde se encuentran las mujeres: «Las mujeres van a las cafeterías y salones de baile para que las conquisten”. La falta de respeto por las mujeres aumenta de noche. Ya sea por razones de trabajo o por motivos de ocio, la presencia de una mujer en la calle, por la noche, la asemeja a una prostituta.
Los piropos también constituyen un pasatiempo para escapar del aburrimiento: «Nos divertimos mientras molestamos a las chicas». No hay edad para este hobby. ¡Cuántos chicos y adolescentes, en grupo, persiguen a las mujeres de todas las edades de una manera obscena! Si antes, esa costumbre solo afectaba a las mujeres jóvenes, desde algunos años, los hombres jóvenes persiguen, solo por diversión, incluso a las mujeres ya no tan jóvenes. Hay hombres que se dedican a “cazar” a mujeres mucho mayores que ellos, en búsqueda de una aventura rentable. ¡Es la prostitución masculina!
Si el padre, el hermano o cualquier otro hombre acompaña a la presa, el depredador se abstiene
Incluso las mujeres embarazadas sufren a los depredadores, las madres con sus hijos y las niñas con sus madres. Pero si el padre, el hermano o cualquier otro hombre acompaña a la presa, el depredador se abstiene. Los hombres tienen un código implícito entre ellos porque son guardianes del honor. También puede ser por el miedo de recibir una paliza por parte del hombre.
Las mujeres no inspiran respeto ni miedo. Sólo pueden gritar para defenderse, pero ¿quién escucha? Los testigos de estas escenas no se involucran y permanecen indiferentes. Ningún padre se siente afectado, aunque reaccionaría violentamente si la víctima fuera su hija.
Las familias recomiendan a las mujeres que no presten atención a las palabras dirigidas hacia ellas para no ser atacadas físicamente. Porque se dan numerosos casos de ligones que se vengan pegando a la chica que rechace sus avances.
El acoso sexual comienza donde termina la cortesía. Las mujeres se sienten avergonzadas, aburridas, agredidas, maltratadas, molestadas, asustadas, heridas, violadas… Hasta el punto de que pierden la libertad de moverse en el espacio público: «Me encanta caminar, pero me hace sentirme tan molestada que renuncio a mi libertad. Cuando estoy en Europa, me siento libre en la calle y tranquila porque me siento respetada». Selma regresó a Marruecos después de una estancia en el extranjero: «Mi reintegración a mi sociedad está limitada por la privación de un derecho básico: ¡caminar por la calle! Me siento atrapada y frustrada por las expresiones usadas. ¡Me vuelvo paranoica en la calle»!
Solo en 2003, el Código Penal penalizó el acoso sexual, únicamente en el marco del trabajo
Se trata de acoso sexual: violencia contra las mujeres. El acoso es un conjunto de palabras y gestos sexuales hacia una persona que no da su consentimiento. Es algo que socava su dignidad y seguridad. Se manifiesta por comentarios vulgares, con connotaciones sexuales, avances, una invitación vergonzosa o demasiada insistencia, un tocamiento de una zona sexual o próxima a ella, un asalto sexual…
Estos actos no están penalizados en el país del islam. Solo en 2003, el Código Penal penalizó el acoso sexual, pero sigue limitándolo al marco del trabajo: “Es culpable de acoso sexual y castigado con prisión de uno a dos años y una multa de 5.000 a 50.000 dirhams quien, al abusar de la autoridad que le confieren sus funciones, acosa a otros por medio de órdenes, amenazas, restricciones o cualquier otro medio, para obtener favores de naturaleza sexual». En 2004, el Código de Trabajo también denuncia y penaliza el acoso.
Hoy, la sociedad civil denuncia esta violación de los derechos humanos. Un proyecto de ley que había sido propuesto por Nouzha Skalli, ex ministra de Desarrollo Social, Familia y Solidaridad, propuso criminalizar el acoso sexual en la calle: una sentencia de un mes a dos años de prisión y una multa de 1200 a 2000 dirhams.
A día de hoy,*) sigue siendo un proyecto ansiado por las mujeres, privadas de la libertad que les confiere el artículo 9 de la Constitución: La libertad de movimiento que insiste en el hecho de que «no hay limitación de ejercer esta libertad, salvo por lo que dicte la ley». El continuo acoso sexual de las mujeres es una privación y una limitación anticonstitucional de sus derechos.
*) En 2013 se promulgó esta ley. El acosador sexual en espacios públicos y lugares de trabajo puede ser condenado a hasta 4 años de prisión.
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© Soumaya Naamane Guessous | Primero publicado en illi · Junio 2012 | Traducción del francés: Amine Zekraoui
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