Cristianos en Iraq
Haifa Zangana
En una entrevista con la BBC – Radio 4 de Londres, el domingo pasado [22 Sep 2019], el párroco iraquí Gergis hablaba sobre la tragedia que viven los cristianos de Iraq. En el espacio del programa religioso de la emisora explicaba que se enfrentan a numerosas presiones, a un trato como minoría de la que deshacerse por cualquier medio, incluidas la emigración forzosa y las masacres. Su discurso era muy conmovedor cuando se reafirmaba en su decisión de quedarse en Iraq para ayudar a la gente, a pesar de todas las amenazas que recibe. Y desgarra el corazón la aflicción con la que pregunta: ¿acaso no ha sido Iraq patria de cristianos desde el albor de los tiempos?
El sacerdote contaba su historia personal, restando importancia a las cifras y estadísticas, porque es difícil entender el significado de cifras y estadísticas cuando están relacionadas con los aspectos de la vida cotidiana. Y la dificultad aumenta hasta rozar lo imposible cuando tienen que ver con la propia vida humana, cuando las cifras se elevan hasta alcanzar los miles, si no se ilustran con una historia con la que uno pueda identificarse, en algún grado, para visualizar esta cifras en la mente.
Sin embargo, ¿cómo podemos visualizar las cifras de las víctimas de guerra y sus historias, a fin de asimilar su calvario, si el número ha alcanzado los millones y sigue creciendo día a día y va abarcando, en un grado u otro, en última instancia, a personas de todo tipo de nacionalidades y credos?
¿Cómo impedir que las historias humanas se utilicen en beneficio de una agenda política?
¿Y cómo podemos impedir que estas historias humanas se utilicen para explotar la compasión de la gente y reclutarla en beneficio de una agenda política determinada o un proyecto colonialista?
La historia del colonialismo y su nueva versión, la ocupación actual, nos proporcionan numerosos ejemplos de cómo explotar la opresión de las minorías para fragmentar los problemas y hacer que muchos se reduzcan a algo humano, una especie de gueto. Así se desata una “competición de víctimas” en el que la victoria consiste en conseguir la protección de aquel bando o fuerza que ha causado las desgracias en primer lugar o ha cometido crímenes contra los demás.
Pues ¿quién puede no sentir compasión por la joven yazidí Nadia Murad, que sufrió las condiciones más horribles en manos de los asesinos del ‘Estado Islámico’, antes de convertirse en símbolo y voz de las víctimas de su pueblo y los seguidores de su credo? Cuando fue nombrada embajadora de buena voluntad por parte de Naciones Unidas, y tras ganar el premio Nobel, se suponía que tendría que ser la voz de las víctimas de cualquier parte del mundo… solo que después aceptó que se explotaran sus sufrimientos en beneficio del ente sionista (¿por ingenuidad o a sabiendas?). Aceptó la invitación de una diputada sionistas para hablar ante la Knesset sobre los padecimientos de su “pueblo” y el trabajo con los “israelíes”para poner fin a la opresión que sufre. Ignoraba así la opresión continua que han ejercido los sucesivos gobiernos del ente sionista, a través del los colonos, mediante el racismo, contra el pueblo palestino y contra todas las mujeres palestinas.
El ejemplo de Nadia Murad muestra cómo una comunicación alrededor de una historia personal
Así se desvirtúa el significado de la palabra “opresión”, el concepto de impartir justicia y el fin de la ocupación, y se observa una sistemática actitud selectiva que se asemeja a la protección de un gueto étnico o religioso.
El ejemplo de Nadia Murad, que no es la única en esta línea, nos muestra cómo se puede construir una comunicación alrededor de una historia personal para atraer la atención a una cuestión humana, iluminando sucesos que reciben poca atención, o al menos poca atención mediática, en medio de la marea de noticias llamativas que se suceden cada día. De hecho, ocurre especialmente en nuestros países, pero también corresponde a una agencia política o económica en cualquier otra parte del mundo. Se destaca el aspecto positivo humano, se usan los aspectos que se presten para agrandar y exagerar el asunto y que sirvan para borrar las historias de los demás o para tapar otros aspectos que tal vez serían más importantes que los demás.
A diferencia de muchos, que se han dejado seducir por los medios de comunicación para hablar acorde a agendas prefabridacas, el sacerdote Gergis hablaba con pasión de Iraq, de los motivos de su decisión de continuar viviendo allí, al mismo tiempo que subrayaba cómo el país se va vaciando de su gente. Y este es un punto de extrema importancia para señalar las políticas de un régimen que pretende ser democrático y representar a sus ciudadanos al mismo tiempo que reprime a la mayoría de estos ciudadanos. Un régimen cuyas políticas, cuya corrupción y cuyas prácticas de segregación religiosa contradicen la apariencia más básica de la democracia y los derechos humanos, que debe abarcar la libertad de conciencia religiosa.
Preferían quedarse en la superficie de la tragedia de los cristianos en Iraq sin profundizar en las causas
Y este es el punto esencial que el programa religioso de la BBC ignoraba, y en el que los redactores preferían quedarse en la superficie de la tragedia de los cristianos en Iraq sin profundizar en las causas que han provocado este cambio inconcebible en la actitud hacia ellos, en un país de cuya composición histórica forman parte inextricable.
En añadidura, después de que terminara de hablar el sacerdote iraquí, se presentó un resumen de un memorándum redactado por el obispo de la diócesis de Truro [Inglaterra], Philip Mounstephen, a raíz de un encargo del ministro de Exteriores británico, Jeremy Hunt. Se había realizado cuando dominaba un ánimo de rabia en reacción a las amenazas de muerte y malos tratos que sufría la paquistaní Asia Bibi, acusada de blasfemia en Pakistán.
Este memorándum, que suscitaba dudas respecto a lo sólido de sus métodos científicos para establecer estadísticas y sacar conclusiones, descubría que un 80 por ciento de los cristianos sufren injusticias. “Los cristianos son la comunidad religiosa más expuesta a las injusticias”, afirma. Jeremy Hunt agregó que “en algunas regiones, el nivel y el carácter de estas injusticias se acerca a la definición internacional de genocidio”. Y aclaraba que la imposibilidad de afrontar este problema radicaba en que “existe una preocupación equivocada de que el discurso sobre este problema emane de colonialistas respecto a una religión que se vincula más a la fuerza colonialista que a los países que hemos colonizado”.
Desde luego tiene razón con lo que dice respecto a la vinculación de la religión, –cualquier religión que tengan las fuerzas colonizadoras– y la política de los países oprimidos, sin mencionar la explotación económica. El ataque militar que lanzó el ejército de Myanmar, que llevó a la matanza de miles y la huida de más de 700.000 personas de la etnia rohingya, la minoría musulmana, a la sombra de un régimen “democrático”, solo constituye un ejemplo actual. Al igual que Iraq, país que escogió el ministro de Exteriores para demostrar con estadísticas que “el número de cristianos se ha reducido a 120.000 desde los 1,5 millones que había antes de 2003”.
Londres ha elegido hacerse el ciego ante su responsabilidad en los crímenes cometidos bajo la ocupación
Fue el arzobispo Bashir Mata Warda, jefe de la diócesis de Erbil, la capital de la región del Kurdistán iraquí quien, en su visita a Londres el 25 de mayo, le confirmó que “desde la invasión estadounidense de Iraq, que derrocó el régimen de Sadam Husein en 2003, el número de cristianos se ha reducido en un 83 por ciento”. Pedía al Gobierno británico, en su encuentro con el ministro de Exteriores, que prestara urgentemente ayuda a la minoría cristiana.
¿Qué ayuda ha prestado el Gobierno británico hasta ahora a los cristianos iraquíes y a otros que sufren injusticias, discriminación y el secuestro de sus derechos por su condición, salvo otorgar asilo a unos pocos?
¿La causa? Si el régimen iraquí ha invertido el máximo esfuerzo, desde la ocupación en la que el Reino Unido jugó un papel principal, en el año 2003, para establecer una sociedad en la que domina una sola rama religiosa, según todos los informes de derechos humanos, locales e internacionales, y el gran número de desplazados forzosos, pues Londres ha elegido hacerse el ciego ante su responsabilidad en las exacciones y los crímenes cometidos bajo la ocupación. Es más, ha continuado vendiéndole armas y dándole respaldo moral y, lo que es más, callando ante las prácticas de este régimen en el clima de descargas de terrorismo. Ni ha dado ningún paso que limitara los derechos de los responsables, aunque unos cuantos de ellos poseen pasaporte británico.
De todo esto no dijeron nada ni los presentadores del programa de radio inglés ni el ministro de Exteriores cuando hablaban de la tragedia de los cristianos. Ignorando que la tragedia que vive el pueblo es una consecuencia de los crímenes de la ocupación. Una tragedia que tiene lugar a diario entre terrorismo y asesinatos, penas de muerte y destrucción de la estructura social en un país que es propiedad de todo el pueblo, y no de un colectivo religioso o étnico ‘escogido’.
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© Haifa Zangana | Primero publicado en Al Quds al Arabi · 21 Sep 2019 | Traducción del árabe: Carmen Gómez Orts · Ilya U. Topper
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