Crítica

El grano de la paja

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 5 minutos

Jonathan Littell
Cuaderno de Homs
littell-homs

Género: Ensayo
Editorial: RBA Libros
Páginas: 272
ISBN: 978-84-9006-326-2
Precio: 20,90 €
Año: 2012
Idioma original: francés
Traducción: –
Título original: Carnets de Homs

Aunque conocido sobre todo por el premio Goncourt que obtuvo con la novela Las benévolas, el franco-estadounidense Jonathan Littell ha hecho sus pinitos como activista humanitario, reportero y documentalista, sin disimular nunca su atracción por el corazón de las tinieblas. Bosnia, Chechenia, Siria, Congo y Uganda han sido algunos de los rincones a los que el autor se ha desplazado para asomarse al horror y contarlo. En esta ocasión toca ocuparse de sus Cuadernos de Homs, los diarios que Littell llevó consigo mientras cubría para el periódico Le Monde el estallido de la guerra en dicha ciudad.

Fueron solo dos semanas y media, pero no cabe duda de que Littell le echó agallas. Corría enero de 2012, todavía quedaban algunos meses para que Siria se fuera definitivamente al diablo, pero ya empezaba a hacerse patente que la situación iba a enconarse de un modo atroz. Ante el espanto por la represión por parte de las fuerzas gubernamentales, se produjeron abundantes deserciones que vinieron a engrosar el incipiente Ejército Sirio Libre. Contarlo le costó la vida a algunos profesionales: se llamaban Marie Colvin, Gilles Jacquier, Rémi Ochlik… Todos murieron en Homs.

Es material en bruto que también podría servir como making of de los reportajes

Conviene señalar que este libro no contiene los reportajes de Littell para el citado rotativo, sino las notas del autor en sus cuadernos personales. Es decir, se trata de escritos caracterizados por la sintaxis desaliñada, urgente, casi telegráfica, de quien no tiene las condiciones más propicias para dar rienda suelta a su prosa. No es lo mejor para disfrutar de la lectura, podría decirse que es material en bruto y que también podría servir como making of de los reportajes pasados a limpio, pero creo que nos introducen mejor que éstos en la realidad de una guerra.

Por ejemplo, nos muestra la dificultad para explicar la situación desde dentro. Un conflicto de estas características, claro, no se puede contar desde la frontera o desde un centro de mando, pero no es menos cierto que estar demasiado cerca de los disparos y las bombas, aparte de los evidentes riesgos, a veces impide ver mucho más allá del humo que nos escuece los ojos. Es necesario entonces manejar informaciones muy diversas, contar con ese fondo que llaman ahora background y al mismo tiempo saber manejar las aportaciones de las fuentes, el grano de la paja, las noticias veraces de la propaganda.

Un exceso de imágenes instauró en el país el estado de desconfianza permanente

Porque la guerra de Siria ha sido, a no dudarlo, una de las más difíciles de cubrir de los últimos tiempos, un infierno añadido para los periodistas. Y no solo porque la entrada del Daesh en escena se acompañara de decapitaciones ejemplares para el gremio, sino también por un exceso de imágenes – teléfonos móviles mediante– y testimonios no siempre verificables que instauraron en el país el estado de desconfianza permanente. Pocas veces se ha visto a los bandos en lucha –incluso cuando solo parecían dos– acusar tanta paranoia sobre la conveniencia de mostrar o no lo que sucedía en el frente, bajo riesgo de perjudicarse a sí mismos.

Guerra difícil, muy difícil de contar. Y sucia, muy sucia. Littell describe los bombardeos indiscriminados sobre la población civil, los francotiradores que apuntaban a los hombres adultos como a los ancianos, mujeres y niños; a la columna vertebral, porque no hay nada como dejar un reguero de inválidos para minar la moral del otro bando, generarle gastos extra y lastrar sus movimientos. Las calles se volvieron tan peligrosas que los vecinos se movían dentro de los edificios, a través de agujeros practicados en las paredes, pasando de casa en casa. El propio periodista debe soltar en algún momento la libreta para ayudar él mismo a los sanitarios. Otras veces, las más frecuentes, recibe pruebas visuales a través de esos celulares que se han convertido, según sus palabras, en “museo de los horrores”.

 El periodista no se limita a levantar acta de la terrible actualidad, sino que consigue meternos

Pero lo mejor son sin duda los momentos en que el periodista no se limita a levantar acta de la terrible actualidad que le rodea, sino que consigue meternos con él en situación. “El ruido infernal de los disparos te saca de quicio (…) Intentas cubrirte pero hay aberturas por todas partes, trayectorias de tiro por todos lados, no te haces una idea real de lo que es seguro y lo que no. Preguntas y tienes que confiar en la palabra dada. Todo eso resulta extraordinariamente abstracto, incluso cuando los tipos de enfrente disparan contra ti. Imagino que cuando recibes un impacto es cuando todo se vuelve repentina e irremediablemente concreto. Pero mientras no te pasa nada todo conserva un algo extrañamente irreal…”

Esa doble virtud del cronista con visión amplia y del escritor que narra desde el corazón de la noticia es lo que hace de estos Cuadernos de Homs un testimonio a la vez fidedigno y vibrante. El hecho de que conozcamos la continuación de la historia, extrañamente, no les resta el menor interés.

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