chiíes


Mural chií con imágenes de Ali en Bagdad | © K. Zurutuza
Mural chií con imágenes de Ali en Bagdad | © K. Zurutuza

Los chiíes forman una de las grandes ramas del islam actual, aunque son minoría —alrededor del 15%— frente a los suníes. Las diferencias teológicas son muy reducidas y ambos grupos reconocen mutuamente la validez de sus interpretaciones.

La referencia histórica de los chiíes es el conflicto entre Alí, el cuarto califa, y el sultán Muauía de Damasco, que terminó con la derrota y muerte de Alí en 661 y la de su hijo Husein en Kerbala (hoy en Iraq) en 680 d.C. Sus partidarios —chi’a significa partido— se refugiaron en Irán, donde formaron durante siglos una minoría considerada como secta.

Sólo en 1502, el sah persa Ismael Safi elevó esta orientación al rango de religión nacional y la convirtió en una poderosa corriente capaz de formar un frente político contra los califas suníes.

El rasgo más visible de la fe chií es la veneración de Alí y sus hijos Hasan y Husein, que toma tintes de adoración divina: prácticamente todo hogar chií cuenta con una imagen de Alí o Husein en el salón de la casa, y se les atribuyen toda clase de virtudes y poderes, mientras que el profeta Mahoma parece tener una posición menos relevante en la imaginería popular. (Los suníes aceptan la posición de Alí como cuarto califa, pero no le atribuyen un carácter sobrehumano, carácter que para ellos ni siquiera posee el profeta).

Entre los chiíes destaca el enorme poder de los imames y teólogos. Existe todo un clero chií, comparable en sus funciones al católico, que se funda en un sistema de jerarquías espirituales con escuelas, exámenes y grados concretos. Tras extensos estudios, los teólogos chiíes reciben primero el título hoyatelislam y, tras destacar por sus enseñanzas, el de ayatolá. Un ayatolá puede reunir un amplio colectivo de fieles que siguen su doctrina respecto a la interpretación de la jurisprudencia islámica; si este colectivo es muy grande, al dirigente espiritual se le considera marya’.

El título marya’ no parece emplearse hoy en Irán, pero sí en Iraq donde se suelen reconocer cuatro marya’; el más influyente – aunque no necesariamente el de mayor número de fieles – es Ali Sistani.

Doce imames

La mitología chií conoce a una serie de imames o líderes religiosos que transmitieron los secretos de la fe verdadera a través de las generaciones; el número de imames varía según la corriente. Según una creencia ampliamente difundida, el último imam no murió sino que desapareció para vivir escondido —durante siglos— y regresará, cual mesías, al final de los tiempos. La propia constitución de Irán recoge este detalle, al limitar su validez «hasta el regreso del imam».

El islam chií se divide en numerosas ramas, normalmente identificadas por el número de imames que veneran. La escuela mayoritaria, hoy en el poder en Irán y normalmente identificada sin más con el islam chií como tal, considera que hubo 12 imames. De ahí que se les define a veces como ‘duodecimanos‘. A esta rama pertenecen también los chiíes de Líbano.

La segunda mayor rama son los ‘septimanos’ o ismailíes, que sólo reconocen los primeros siete imanes. La mayor parte de este colectivo vive en Pakistán, India y Asia central, pero también hay una minoría de unas 200.000 almas en Siria y grupos menores en Líbano, Omán, Yemen, Bahréin, Turquía… Su teología contiene ciertos elementos gnósticos y defiende una interpretación alegórica del islam. Es la rama chií ismailí la que en el siglo XI da origen a la creación de la religión drusa.

El tercer y menor grupo es el de los zaidíes, que hoy sólo viven en el norte de Yemen, donde forman la mayoría de la población. Sólo aceptan la existencia de cinco imanes. Durante siglos, el imán zaidí era el dirigente de Yemen, hasta el fin del imanato en 1962.

A menudo también la comunidad alauí se cuenta como una rama chií. Los elementos gnósticos y esotéricos acercan esta corriente a los ismailíes, pero no forman parte de esta rama. Incluso los alevíes turcos se consideran a veces chiíes, en este caso parte de la rama duodecimana, aunque sus ritos son completamente distintos de los islámicos.

Difusión

Hoy son chiíes prácticamente toda la población de Irán, la mayor parte de la de Azerbaiyán y el 60% de la población iraquí; además un 20% de los habitantes de Líbano, un 30% de los ciudadanos de Kuwait, el 70% de los de Bahrain, el 20% de los saudíes y el 40% de los yemeníes. Existen grupos menores en la mayor parte de los países islámicos, salvo el Magreb.

Los chiíes reconocen La Meca como el santuario central del islam y realizan el peregrinaje de la misma forma que los suníes, pero además consideran sagradas la ciudad persa de Qum y sobre todo dos ciudades hoy situadas en Iraq: Nayaf y Kerbala, destino de numerosas peregrinaciones de todo Irán. Gran número de fieles se desplaza cada año a estos lugares.

El día 10 del mes de muharram, el primero del calendario lunar, se recuerda la muerte de Husein, cuyo martirio —murió de sed tras una batalla perdida— es considerada como una tragedia actual que un devoto chií vive como propia. Este día, muchos hombres se flagelan públicamente hasta la sangre con cilicios o cadenas que terminan en cuchillas; otros se atan las manos para convertirse simbólicamente en rehenes; incluso los niños a partir de los diez años se integran en este espectáculo.

El dictador iraquí Sadam Husein prohibió estos ritos por su carácter sangriento; tras la invasión estadounidense, la tradición fue recuperada y se vuelve a observar hoy con todo rigor. También se cumple fervorosamente en Irán, pero mucho menos entre la población chií de Líbano.

¿Chií o persa?

La vinculación de la rama chií con Irán lleva a menudo a una confusión de términos y se tienen por ‘chiíes’ determinadas costumbres que tienen que ver menos con el islam y más con la cultura persa —netamente diferente de la árabe— y que han sido asimiladas por la legislación del régimen teocrático actual. Un ejemplo son los matrimonios ‘de gozo’, que permiten casarse para un espacio de tiempo determinado, (días o incluso horas). Otro es la costumbre de celebrar matrimonios entre niños para establecer su unión eterna como marido y mujer, aunque la unión física se aplaza desde luego hasta la pubertad. Este rito se conoce en Asia Central incluso entre pueblos no islámicos.