Abbas Beydoun

«La identidad es una ilusión, un veneno muy extendido»

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 11 minutos
Abbas Baydoun (Córdoba, 2010) |   © Lola Araque
Abbas Beydoun (Córdoba, 2010) | © Lola Araque

Compostela | Abril 2010 

Uno de los poetas libaneses actuales de mayor proyección, Abbas Beydoun (Tiro, 1945) es también crítico, traductor y periodista. Tras estudiar en Beirut y completar un máster en literatura árabe en la Sorbona participa en numerosos foros internacionales, desde un programa de intercambio literario en Berlín a un festival de poesía en Medellín. Recientemente ofreció recitales en el festival Cosmpoética de Córdoba y en Casa Árabe en Madrid.

Beydoun ha publicado diez libros, casi todos de poesía: El tiempo en grandes tragos(1982), Tiro (1974), Crítica del dolor (1987), Habitaciones (1991) o Los hermanos de nuestro pesar (1993). Destaca su única novela Prueba de sangre (2002). Su lenguaje lírico es colorido, lleno de referencas al mundo urbano y cotidiano, sin miedo a los nombres propios, los lugares, la actualidad.

Varios de sus textos han sido traducidos a otros idiomas, sobre todo al alemán. Además, Beydoun es conocido como columnista y ensayista. Desde 1997 dirige la sección cultural del diario libanés Assafir.

Al teléfono, el discurso de Beydoun ―en francés para M’Sur― es pausado, didáctico, busca la precisión, la palabra exacta, la descripción que va cerrándose en torno a la idea.

En un país como Líbano, dividido por religiones y comunidades ¿se unen los escritores en una República de las Letras autónoma o se dividen en tantas facciones como los políticos?

La cultura va más allá de las divisiones comunitarias. Es una cultura que refleja mucho, cómo diría, la de Occidente, la internacional. Es bastante moderna, no tiene nada que ver con las divisiones comunitarios, no se puede hablar de una novela musulmana o de una novela cristiana, una drusa, una chií… Hay una novela libanesa, hay poesía libanesa. La cultura libanesa es nacional.

«Se inventan identidades para para movilizar a la gente y protegerse contra el exterior»

Ha dicho alguna vez: “Cuando oigo la palabra ‘identidad’ tengo miedo”. 

Sí, tengo miedo de la palabra ‘identidad’ porque es una palabra casi ilusoria. Pero nuestra vida la dirigen las desilusiones. Las grandes desilusiones. La palabra identidad me da miedo: es muy vaga, dice todo y no dice nada, porque no se puede imaginar que exista todo un pueblo marcado por el mismo carácter, las mismas reflexiones, el mismo humor. Creo que sería algo extraño. Y cuando se dice que un pueblo tiene tal o tal identidad, se usa una pequeña palabra para decir que todos tienen el mismo sentido, la misma forma de pensar, la misma herencia. Y eso no es cierto.

Pero este término se utiliza cada vez más.

Sí, sobre todo ahora. Ahora la identidad es algo inventado. Se inventan identidades para protegerse contra todo. Para movilizar a la gente y protegerse contra el exterior. Se inventa un enemigo para unificar el pueblo, se inventa una identidad para alejarse de los problemas verdaderos, para obligar al pueblo a unificarse para un acto común,  una dirección común, un objetivo común.

«La realidad nos da miedo, por eso uno se refugia en religiones, identidades, nacionalismos…»

¿Y no puede servir para este fin?

Para mí, cuando se habla de identidad se quiere decir simplemente que se recurre a una terminología ideológica para huir de los problemas reales. La identidad es una ilusión, sí, pero la política se nutre de ilusiones. De todas formas hay que entender el problema identitario porque alguna vez ha desembocado en la liquidación de millares de personas, en masacres, en guerras.

Lo vimos en Líbano, precisamente…

Y en todas partes. El problema de la identidad es tan peligroso… Es una ilusión pero es un veneno muy extendido. Es una ilusión muy fuerte, que traspasa la realidad, es más fuerte que la propia realidad. Yo creo que uno intenta siempre no tocar la realidad, la realidad nos da miedo y uno intenta a toda costa no provocarla, no afrontarla, se intenta huir de ella. Pero la realidad está en todas partes. Por eso uno se refugia en ciertas ilusiones, religiones, identidades, nacionalismos…

En su novela Prueba de sangre, el protagonista es alguien que busca su identidad…

Es de la vida de mi familia y habla de alguien con quien jamás me he encontrado: mi tío. Mi tío murió en África, donde había emigrado, y allí murió, yo era muy pequeño, tenía seis años, y aun así, ha marcado mi vida. Mi padre se puso enfermo y sufrió una gran depresión.Mi madre camuflaba las cosas e intentaba ahuyentar todas las huellas de esta historia de nuestra vida. Nos impedía, nos prohibía hablar de este tío ausente; no quería provocar la tristeza de mi padre. Y eso se convirtió en algo inconsciente, lo llevo dentro.

Y se convirtió en motivo literario…

Pensé escribir una novela sobre alguien ausente, alguien desconocido, pero este ausente ha ocupado el lugar de personas reales en mi vida. La novela es una mezcla de cosas que son ciertas y otras que son ficción; habla de alguien ausente, ignorado, completamente desconocido. Es la única novela que he publicado, aunque tengo tres sin publicar. Esta novela traza no mi vida personal pero sí la vida de mi familia.

«El árabe clásico está avanzando en la escritura, mientras que el árabe hablado se queda estancado»

Usted escribe poesía en árabe clásico. ¿Nunca ha pensado en utilizar el árabe vernáculo?

Yo no utilizo el dialecto, aunque lo aprecio mucho. Pero escribo en árabe clásico.

¿Es la elección mayoritaria en Líbano?

Sí, aunque también existen algunos escritores que han hecho un llamamiento por que se escriba en dialecto. Pero no se ha llevado a la práctica. Lo sorprendente es que ahora, el árabe clásico está avanzando en la escritura, mientras que el árabe hablado se queda estancado.

¿Por qué esta evolución, cuando siempre parecía que lo inmóvil era el clásico?

El árabe clásico avanzó por varias razones: el árabe dialectal, el hablado, tiene una dialéctica y una riqueza del campo. Y el campo, ahora, está destruido. Con un campo destruido por razones económicas, la gente abandona las aldeas, éstas se quedan desiertas, y toda la cultura campesina, que incluye expresiones, poemas, escritores… está a punto de morir. La gente emigra a la ciudad, la ciudad se convierte en el centro cultural y económico del país y empieza a construir su propia cultura. Y esta cultura urbana está estrechamente ligado al periodismo y al árabe de los periodistas. El árabe de la televisión, el de las noticias. Es un árabe diferente, muy sencillo, libre, más o menos influenciado por las lenguas extranjeras… pero no es el árabe dialectal.

«Hay una impresión de que se escribe demasiado de política en la poesía en árabe, y no es cierto»

Usted es periodista aparte de poeta.

Puedo decir que lo que hay es un árabe que hace de intermediario entre el hablado y el escrito, está a medio camino entre los dos. No es el árabe clásico ni el dialectal, sino el de la prensa, el de la escritura moderna.

¿Eso influye también en los temas tratados?

Claro. Ya no son los temas campesinos, ni la mentalidad ni los valores campesinos. Ahora hay una cultura urbana que comienza no sólo a nacer, diría, sino incluso a agotarse.

Dado que la prensa sirve sobre todo para hablar de política, ¿esta influencia del lenguaje periodístico conlleva que la poesía se escore hacia este aspecto?

No. Hay una impresión de que se escribe demasiado de política en la poesía en árabe, lo cual no es cierto. Con el modernismo, la nueva poesía árabe está muy influida por el surrealismo francés y hay ciertas barreras entre la política y la poesía. Se decidió en cierto momento que poesía y política no van juntos, que la poesía se debe mantener alejada de la política. Hubo incluso grandes poetas, como Adonis, muy influyente como poeta e intelectual, que han rechazado mezclar política y poesía. Para Adonis, la política en los países árabes ya no es muy popular; es muy dogmática.

Si la política es lo que anima las conversaciones en la calle, también podría estar en la poesía…

Siempre existe la gran política, el dogmatismo, cierto fanatismo, cierto populismo. El populismo marca la cultura política árabe. Y para el poeta, este populismo va contra la cultura, contra la poesía. De ahí que la poesía no se convierta en un útil de propaganda, un comentario político, sino que deba conservar su independencia. Caso aparte es la poesía palestina. Ésta va a contracorriente de la poesía árabe: es demasiado política, por razones obvias. Pero el resto de la poesía árabe moderna evita al principio integrarse en la política.

¿Es un fenómeno antiguo?

Nuestra generación intenta hacer el equilibrio entre política y poesía, entre exterior e interior. La poesía de la generación que nos precede es la poesía de lo interior, de la introspección. Para nosotros, para mí, por ejemplo, la poesía debe vivir entre los dos mundos, entre el exterior y el interior, para inventar un lenguaje que se asemeje a los dos. Eso quiere decir que incluya la política: la política es parte del exterior. No se puede evitar hablar de política, porque es parte, incluso, de nuestro alma.

«Siempre hubo varios centros culturales en el mundo árabe: Líbano, Iraq, Egipto, luego Palestina…»

Hay una tercera generación: la que le precede, la de usted y la joven…

A la joven generación le interesa todo lo que ha vivido. Ahora es urbana: es una poesía que habla de pequeños detalles, de rupturas de la vida, rupturas del tiempo, migajas de la vida, migajas del tiempo. Hablan de las experiencias vividas. Estos poetas juntan política, paisaje, viandantes, amores… juntan todo.

Fuera del muy culto Líbano ¿qué otro país árabe le interesa como foco cultural?

Siempre hubo varios centros culturales en el mundo árabe. Estaba Líbano y luego Iraq, sobre todo cuando hablamos de poesía, porque Iraq estaba en la base de la nueva poesía, y los fundadores de esta nueva poesía eran iraquíes, como [Badr Shakir] Sayyab [1926-1964]. Creo que está traducido al español. Y luego está Egipto.Pero se puede añadir Palestina, con Mahmud Darwish…

Aparte de grandes nombres ¿en qué países hay una actividad editorial regular?

Líbano es la capital de la edición. Iraq es, en todo caso, un país muy rico en el plano literario. Y Egipto, con sus 60 millones de habitantes, es un gran centro de cultura.

¿Cree que el pueblo libanés ha comprendido que el recurso a las armas no tiene sentido o se puede esperar otro estallido del conflicto armado?

«En Libano, cada comunidad religiosa se desinteresa completamente de las demás»

No se ha llegado a asimilar del todo lo que ha pasado. La guerra civil continúa pero con otros métodos. La batalla política emplea otras armas que la guerra civil. Pero el en el plano político, el pueblo está completamente dividido en espacios comunitarios. Cada comunidad se desinteresa completamente de las demás, cada una produce sus propias ideas, sus propios objetivos, su propio lenguaje político incluso.

¿Tan grande es la división en un país tan reducido?

Hay varios lenguajes políticos: no se habla de política sino de comunidades. Cualquier proyecto estatal es casi imposible. El Estado debe estar por encima de las divisiones comunitarias y gestionar la vida política, pero hoy por hoy es un hogar para las divisiones, la vida política se bloquea, sí hay un bloqueo.

¿Nadie sabe cómo superar esta situación?

Deberemos sufrir eso durante mucho tiempo antes de salir de esta situación. La situación comunitaria se agotará, se volverá contra sus propia gente, sus propios sujetos.