Reportaje

Valencia despierta a los estudiantes

Javier Pérez de la Cruz
Javier Pérez de la Cruz
· 8 minutos
Policías ante una protesta en Valencia (Feb 2012) |  ©  Javier P. de la Cruz
Policías ante una protesta en Valencia (Feb 2012) | © Javier P. de la Cruz

Valencia | Febrero 2012

Miguel Bonet estudia segundo de bachiller en el instituto Lluís Vives, tiene 18 años y la semana pasada estuvo durante más de 30 horas incomunicado en un calabozo de Valencia.

“Unos 200 estudiantes cortamos la calle al tráfico para protestar por la detención de un menor del instituto el día anterior. En cierto momento la tensión comenzó a aumentar y los policías cargaron contra los estudiantes. Vi cómo agarraban a un compañero; yo me giré, y me detuvieron a mí también. Me empotraron al furgón policial y después me encerraron en un calabozo durante más de 30 horas. Más tarde me enteré de que me acusaban de desorden público y atentado contra la autoridad”.

Miguel es uno de los 43 detenidos, ocho de ellos menores, que han dejado cinco días de protestas estudiantiles. El balance de heridos se cuenta por decenas, aunque resulta más difícil de definir debido a las innumerables contusiones provocadas por las cargas policiales. Diversos estudiantes todavía mostraban magulladuras en la cara y brazos escayolados como prueba de lo vivido durante los días previos. De hecho, la contundencia de las cargas policiales ha sido la protagonista de estas jornadas.

El balance de heridos se cuenta por decenas y hay 43 detenidos

“Es muy preocupante que la policía actúe de esta forma contra unos estudiantes de secundaria”, afirmaba Enric Morera, diputado en el Parlamento valenciano y número uno de la coalición Compromís. Morera se explicaba segundos antes de que diversos agentes antidisturbios comenzaran a empujarle con sus escudos. Junto a él se encontraba su compañero de partido y parlamentario nacional en el Congreso de los Diputados, Joan Baldoví, quien posteriormente denunció haber sido golpeado por la policía.

Todo comenzó el pasado día 15 de febrero cuando, como llevaban haciendo desde finales del mes de enero, entre 30 y 40 estudiantes del instituto Lluís Vives cortaron el tráfico de la calle adyacente a su centro escolar durante diez minutos. El objetivo era mostrar su rechazo contra el recorte de 1.000 millones de euros aprobado por la Generalitat Valenciana. Un tijeretazo a los presupuestos en los que, según denuncian, la educación se ha visto muy afectada.

“Ya no es sólo que no haya ni para calefacción en las clases, que es lo que más eco ha tenido. Es que también faltan profesores, incluso desde antes de que se aprobara este recorte. Yo por ejemplo estuve dos meses sin clase de una asignatura porque no llegaba ningún profesor sustituto”, aclara Miguel.

La diferencia fue que esa vez la policía actuó para apartarles de la calzada “de forma violentísima y desproporcionada”, de acuerdo a un comunicado del instituto, y uno de ellos acabó “lesionado y detenido”. Al siguiente día los altercados se repitieron, pero con más intensidad, y fueron ocho los detenidos, uno de ellos Miguel. El movimiento poco a poco cobró más importancia debido, sobre todo, a la actividad de los jóvenes en los redes sociales, quienes no tardaron en utilizar el nombre de “Primavera valenciana” para organizarse. Tan solo un día después la policía detuvo a otros ochos jóvenes. Aun así, los estudiantes decidieron concentrarse otra vez el lunes siguiente, el día 20 de febrero.

“Yo esto no lo veía desde los tiempos de Franco»

Ese día cientos de agentes antidisturbios armados con escopetas de pelotas de goma cargaron de forma intermitente durante más de seis horas contra poco más de 200 estudiantes.Los jóvenes escapaban corriendo de la policía sin ningún destino concreto, y a los pocos minutos volvían a surgir de las pequeñas calles cercanas al instituto Lluís Vives para volver a escapar de nuevo. Los valencianos que paseaban ese día por el centro de la ciudad asistían incrédulos al desigual choque de fuerzas.

“Yo esto no lo veía desde los tiempos de Franco”, aseguraba una señora. “¡Pero si son unos chavales!», exclamaba otro hombre. Muchos de ellos se convirtieron en blanco de los antidisturbios por el mero hecho de estar en la vía pública. Una madre, por ejemplo, denunció que agentes de la policía le arrebataron a su hija de los brazos, la tiraron del pelo, la arrojaron al suelo y se la llevaron detenida a pesar de que ellas no estaban manifestándose.

Algunos periodistas también fueron objetivo de las porras policiales. La Asociación de Medios Digitales de la Comunidad Valenciana condenó “las agresiones que sufrieron diversos periodistas en el ejercicio de su profesión”.

En otro punto de la ciudad, otro grupo de estudiantes se concentró en los alrededores de la facultad de Historia de la Universidad de Valencia. Allí sí encontraron un lugar en el que resguardarse gracias a Elena Grau, la decana de la facultad: “Yo estaba dando clase cuando vi que se había formado un grupo numeroso cerca del edificio. También había bastante policía, por eso invité a los estudiantes a que entraran aunque no todos fueran estudiantes de la facultad, y les dije a los policías que ellos no podían actuar dentro, cosa que ya sabían”.

 El enemigo

La jornada se saldó con 26 detenidos, decenas de heridos y una repercusión tanto nacional como internacional. En un primer momento, el jefe superior de la Policía de Valencia, Antonio Moreno, calificó a los estudiantes como “el enemigo” y afirmó que la actuación de la policía había sido “una respuesta equitativa”. En cambio, al ver al día siguiente que las críticas se extendían por toda España, el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, reconoció que hubo “algún exceso y alguna actuación desafortunada por parte de la policía”.

No obstante, para entonces ya se había convocado otra manifestación mucho más multitudinaria en la que, además de la defensa de la educación pública de calidad, iba a estar muy presente la demanda de dimisión por parte de la delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana, Paula Sánchez de León, responsable política de la actuación policial.

“Vengo para acompañar a mi hija porque es menor, y viendo cómo actúa la policía… Es como volver 20 años atrás. Esto me recuerda a la época de manifestaciones estudiantiles de mi época, e incluso ni entonces la policía se comportaba como ahora”. Salvador Francisco Muñoz fue uno de los miles de valencianos que salieron a la calle para solidarizarse con los detenidos y los heridos de la jornada anterior.En su mano, el libro Ciento volando de catorce, de Joaquín Sabina.

Los estudiantes habían pedido que la gente acudiera con un libro para mostrar cuál es el arma de los manifestantes: la cultura. A pesar de que la cifra de personas al menos se multiplicó por diez, la policía se mantuvo al margen, y la jornada transcurrió sin ningún incidente.

“En la universidad se notan los recortes: yo cada vez tengo más alumnos en clase»

Otro de los que acudieron a la cita fue el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia Marc Baldó: “En la universidad ya se notan los recortes porque yo cada vez tengo más y más alumnos en clase y no les puedo atender como debería, no les puedo formar, y la gente joven es el mejor capital de nuestra sociedad y hay que cuidarlo”.

Ese mensaje es el que parece que unos pocos estudiantes de secundaria han conseguido despertar en toda España.Ese mismo día se celebraron concentraciones multitudinarias en diferentes puntos de la geografía española como apoyo a quienes sufrieron las cargas policiales.

En Madrid salieron cerca 3.000 personas al grito de “Yo también soy el enemigo” , en Alicante unos 2.000, en Murcia más de 1.000 y en Sevilla, Barcelona y Oviedo también alrededor de un millar. Se trata de unas manifestaciones espontáneas y casi improvisadas que recuerdan a las que hace menos de un año iniciaron los “indignados” del 15M.

Las asociaciones estudiantiles valencianas, aseguran, no van a detener sus movilizaciones hasta que se eliminen los recortes en educación y hasta que dimita Sánchez de León, la delegada del Gobierno. Entre otras citas, ya hay programada una huelga en todo el sector de la enseñanza para el próximo 29 de febrero.

Miguel también lo tiene claro: “Yo creo que esto es el principio de un tiempo de mala leche”. A pesar de los cargos judiciales que pesan sobre él y de tener que ir una vez al mes a firmar a comisaría, no piensa dejar de reclamar unas condiciones dignas para su instituto. “Yo voy a seguir saliendo a la calle y a seguir apoyando a mis compañeros”.

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