Entrevista

Javier Reverte

«El Mediterráneo es el mar de los grandes relatos»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 7 minutos
Javier Reverte (Sevilla, 2010) |   ©  Antonio Acedo
Javier Reverte (Sevilla, 2010) | © Antonio Acedo

Su forja fue el periodismo, pero la popularidad le llegó por los libros de viajes. Desde Estambul a Alaska y de Sarajevo al Amazonas, Reverte (Madrid, 1944) ha querido durante años recorrer el mundo con la literatura como brújula, siguiendo las huellas de sus autores predilectos.

Reverte acaba de publicar una novela, Barrio Cero (Planeta), que le valió el premio Fernando Lara de novela. Ambientada en las duras calles del extrarradio de una gran ciudad, esta obra le sirve de pretexto para recordar sus comienzos como reportero para la agencia Efe, en la que trabajaba su padre. «Cuando me asomé al periodismo, quedé asombrado. Fue como abrirme al mundo. Era como si antes de eso hubiera vivido metido en un cascarón. El periodismo me ha dado mucha gente, mucha vida, mucho mundo», evoca. «Los periodistas de antes vivían con mucha más urgencia, llevaban una vida trepidante. Ahora sigo escribiendo de vez en cuando para la prensa pero voy a mi aire. Y a veces echo de menos aquellas prisas».

“Todo ha cambiado mucho”, prosigue el madrileño. “Había más interés por la verdad. Sufríamos una censura brutal, desde luego, pero nuestra actitud era burlarla constantemente, procurar contar algo que se aproximara lo más posible a la realidad. Eso se ha perdido, está muerto. A las empresas sólo les interesa el espectáculo, y el dinero. La excusa que ponen ahora para no apostar por el buen periodismo es que es caro, pero no es cierto. Sale mucho más barato hacer las cosas bien. Pero no interesa”.

Durante casi tres décadas, el autor trabajó como corresponsal de prensa en Londres (1971-1973), París (1973-1977) y Lisboa (1978) y como enviado especial en numerosos países de todo el mundo. Pasó por todas las facetas del oficio, desde el artículo a la crónica política o el editorialismo, pero reportero del programa En portada de TVE y subdirector del desaparecido diario Pueblo. Para Reverte, una de las claves del buen reporterismo es contar otras vidas, y eso también parece correr grave peligro. “Al lector ha dejado de interesarle la prensa porque ya no cuenta historias”, lamenta. Si crearan una revista que las contara, se leerían”, agrega.

Javier Reverte ha hecho muchos kilómetros en busca de esas historias. Y el Mediterráneo ocupa un lugar central en su peripecia. “Es muy importante para mí”, subraya. “De hecho, me considero mediterráneo, ¡Madrid es una ciudad mediterránea! Ha disfrutado mucho recorriendo ese mar y también leyendo a sus grandes escritores, a Braudel, a los grandes viajeros…”.

Reverte no olvida en esa biblioteca ideal un título como la Biblia, a su juicio “un gran libro de viajes. El Mediterráneo es el mar de la cultura, de los grandes relatos. Las grandes religiones y la gran literatura nace allí. La Odisea y La Ilíada son los dos mejores ejemplos, dos libros fundacionales de la literatura moderna”.

En busca de esa semilla viajó Javier Reverte en su libro Corazón de Ulises (2006), donde certificó su amor por Grecia. Ahora contempla la crisis que azota a este país, y muestra su “tristeza, pero por toda Europa, no sólo por Grecia. Temo que, si no remonta, vamos a acabar todos en el precipicio”, vaticina. Turquía en cambio parece estar reubicándose en el escenario internacional, pero el escritor muestra ciertas prevenciones al respecto. «Es un país que todavía puede hacer mucho más. No soy de los que conciben acordar los criterios islámicos con la democracia occidental, que se afirma sobre los derechos humanos. Al menos los países que profesan las otras dos religiones de la zona, el cristianismo y el judaísmo, no las tienen en el papel de la ley. En un país como Israel hay sectores muy ultras que quieren poner la Torah por encima, pero no cabe duda de que es una democracia. Eso sí, si por el Vaticano fuera, estaríamos en la Edad Media”.

Egipto, el destino que completa el periplo de Corazón de Ulises, es para Javier Reverte “El Cairo, y poca cosa más. Casi todo lo demás es desierto. Pero El Cairo es una urbe fantástica, donde se dan cita todos los vicios y todas las virtudes del mundo islámico. El Cairo es la universidad y a la vez el foco del que surge todo el radicalismo. Todos los jeques de Arabia Saudí van allí a emborracharse y a buscar prostíbulos”.

El hecho de confrontar lo leído con la realidad que visita expone a Reverte a gratas sorpresas como a decepciones. “Se expone uno a todo eso, igual que en el amor, o la vida. Vivir es exponerse, escribir también lo es. Pero es parte del juego”.

De una orilla a otra, Reverte viajó a Sarajevo como enviado de la revista Panorama para contar la guerra de los Balcanes. “Allí perdí mucha fe en la raza humana. Vi el horror de la guerra, pero también cómo la gente era capaz de luchar para restaurar su dignidad. Aunque no soy especialista en conflictos armados, he acudido a otras guerras: siempre son un territorio terrible”, recuerda.

A Etiopía se encaminó para contar la historia de Pedro Páez, misionero jesuita del siglo XVII, que quedó plasmada en su libro Dios, el diablo y la aventura. “No lo considero un país mediterráneo. Salvo la presencia de esa religión copta-ortodoxa, con elementos judíos y musulmanes, y la mitología, que si vienen de la tribu duodécima de Israel… Pero luego el país es muy distinto a todo, muy africano. Tuvo una relación muy intensa con Portugal. Y la verdad es que yo puedo considerar a Cádiz mediterránea, y a Huelva, pero no a Portugal”.

A Marruecos, un país muy visitado por Javier Reverte, regresó para escribir El médico de Ifni. “Yo acababa de salir de una malaria, estaba muy jodido, muy debilitado, trastornado, pero decidí que iría a visitar las antiguas colonias y protectorados españoles de Marruecos. Pensaba que saldría un libro de viajes, pero se me cruzaron los cables y al final me salió una novela”.

A esa región viajó buscando no sólo un espacio geográfico, sino también un territorio que formó parte de la memoria colectiva de muchos españoles. ¿Qué queda de todo aquello? “Muy poca cosa”, responde. “Ifni es una ciudad bonita, pequeña, casi montada sobre un arrecife, con trazas de arquitectura española. Es una zona muy olvidada. Los reyes marroquíes tienen un palacio allí, pero no van nunca”.

Nunca sabe nadie cuál es el próximo viaje de Javier Reverte, ni su próximo libro. Últimamente ha visitado Siria –que, dice, le ha impresionado– y el Líbano. “Beirut es el sitio con la gente más guapa del mundo, hombres y mujeres. Las calles están llenas de gente que parecen modelos de anuncios de coca-cola”, apostilla.