Entrevista

Albert Hammond

«He seguido siendo aquel niño que corría por Gibraltar»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 8 minutos
Albert Hammond | © Estefanía González
Albert Hammond | © Estefanía González

A primera vista, no sabemos si Albert Hammond sorprende más por su aspecto juvenil o su espléndido castellano. A medida que la conversación avanza, entendemos que es de esas personas para las cuales la edad no es más que un estado de ánimo, y el bilingüismo un atributo casi innato.

El veterano músico y compositor se halla de gira promocional de su último disco, Legends II (Sony Music), la segunda gran recopilación de sus éxitos: canciones universales que han interpretado las más aclamadas celebridades —desde Roy Orbison a Tina Turner, pasando por Joe Cocker, Whitney Houston, Diana Ross, Chicago o The Carpenters— y que su autor quería defender ahora con su propia voz.

“Me sorprendió muchísimo la acogida de Legends, y he vuelto a sorprenderme con esta nueva entrega. Es algo que hice por amor al arte, pero que me ha dado muchas satisfacciones”, afirma este artista nacido en Londres en 1944, pero criado en Gibraltar desde los cuatro meses de edad.

Ello explica su perfecta dicción, que le ha permitido componer también para cantantes españoles como Julio Iglesias, Camilo Sesto o Luz Casal. Cuando se le pide que recuerde aquella etapa, la resume en una sola frase: “Suelo contarle a mis hijos que me crié en el mejor lugar imaginable”, asegura. “Un espacio donde tenía dos idiomas, y me valía de los dos como si fueran uno; un lugar soleado donde vivía en paz y muy seguro, pues no había en Gibraltar robos ni crímenes, y un niño podía andar a cualquier hora por la calle”.

«Disfrutaba de toda la música anglosajona, de la copla y del flamenco, como de la música árabe»

También recuerda Hammond los interminables veranos de su niñez: “Era pastor en Jimena, cuidaba de mis cabras, tenía mi tirachinas… Todo eso fue un regalo de dios. El asunto de la verja llegó mucho más tarde, por entonces lo que había era una aduana, comprábamos verdura al otro lado y, en el peor de los casos, un agente de los grises [la policía franquista] creía que el uniforme le daba el poder para interceptar la compra, y había que regalarle unas cebollas, o una gallina, para que te dejara pasar”.

“Todo lo que uno mamó en su niñez marca para siempre, y a mí me marcaron La Línea, Algeciras, San Roque, Estepona…”, enumera. “Con siete años, íbamos caminando los ocho kilómetros hasta San Roque. Aquello de vivir entre dos aguas marcó también mi formación, porque disfrutaba de toda la música anglosajona, de la copla y del flamenco, como de la música árabe”. No en vano, Hammond tenía una notable ventaja sobre sus amigos: su familia era la encargada de instalar la microfonía en los conciertos que se celebraban en Gibraltar, lo que le permitió conocer a gente como Antonio Molina o Marisol, “que eran ídolos para todos nosotros”.

Así transcurrieron los días de Hammond hasta rozar la mayoría de edad, cuando abandonó definitivamente la Roca. Pero antes fundó allí su primera banda, The Diamond Boys. Con ellos llegó a actuar en las míticas Matinales del Price en Madrid, y en varios clubes nocturnos de la capital.

“Antes había tenido la oportunidad de desarrollar mi primer trabajo profesional en Marruecos, y desde entonces lo moruno ha estado muy presente en mi música”, recuerda. “Tocaba en un cabaret frente a la base americana de Tánger, donde las mujeres se quitaban la ropa para los soldados. Convivía con 22 chicas y una abuela. Y recuerdo que en Casablanca vi por primera vez en mi vida a un travesti, mucho antes de que llegaran a España. La ciudad, por entonces bajo bandera francesa, era muy bonita, con jukeboxes en la playa y un ambiente increíble”.

Cuando se cerró la verja de Gibraltar por orden del dictador Franco en 1969, Hammond ya estaba afincado en Los Angeles. “No pudo afectarme como a un gibraltareño o a un linense, pueblos que vivieron aquello como un drama. Hubo familias separadas durante años. No lo vi, pero mi familia me lo contaba y me parecía algo muy triste”, recuerda. No le extraña que haya salido tanta música de Gibraltar, bandas de pop y rock como Oracle, Melon Diesel o Taxi. “Algo de magnetismo tendrá la Roca. Políticamente ha sido un espacio muy difícil en las últimas décadas, pero yo lo tengo claro: amo esto y aquello”, asevera.

“Una canción es tuya sólo hasta que sale el disco. Luego deja de pertenecerte»

En los tiempos en los que ensayaba sus primeros acordes y veneraba a Carmen Sevilla o a Valderrama, difícilmente podía imaginar Hammond la meteórica carrera que le esperaba, y los cientos de canciones que escribiría para docenas y docenas de artistas, algunos de los cuales eran sus ídolos de adolescencia, como Elvis Presley o los Everly Brothers. “He escrito para ellos, he producido para ellos, me han invitado a su casa… es el sueño de cualquier amante de la música, ¿no?”, sonríe. Por otro lado, niega haber tenido jamás celos de aquellos que subían al estrellato con sus canciones. “Una canción es tuya sólo hasta que sale el disco. Luego deja de pertenecerte. Yo estoy muy orgulloso al ver hasta dónde han llegado mis canciones, pero también me parecía lindo grabar un disco como Legend, traerlas de nuevo a mi lado”, afirma.

¿Ha sentido alguna vez ingratitud por parte de esos cantantes famosos? “Si la hubo, yo no lo noté. Me he quedado toda la vida siendo un niño, aquel niño que corría por las calles de Gibraltar. La inocencia ayuda mucho en esta vida. Cuando sabes mucho, es fácil que te conviertas en un hombre enojado. Ahora miro a mis nietos y les entiendo también… Si los políticos razonaran como ellos, no sucederían las cosas que suceden”.

“Los que crearon la crisis discográfica tendrán que sacarnos de aquí. Hasta ahora, lo único que nos sacan es más dinero”

También ha querido Hammond dejarse llevar por la naturalidad a la hora de seleccionar las canciones de Legend II, diez en español y diez en inglés: I Don’t Wanna Lose You, Ask Me How I Feel, Be Tender With Me Baby, One Moment In Time, The Snow of New York, Soy como un niño, Plantada en mi cabeza, Quiéreme mucho… “En este disco he experimentado un poco más que en el primero, donde grabé duetos. En la gira estuve metiendo más canciones, miraba qué reacciones despertaba en la gente y supe que daban para otra entrega. Pero, aunque todavía haya muchas canciones donde elegir, al menos 30 o 40, no haré más. Tal vez cuando el mundo esté en una situación mejor…”, suspira.

En efecto, cuando se le pregunta por la situación actual a un hombre que ha vivido la apoteosis de la industria discográfica, no cabe esperar demasiadas alaracas. “Es un poco decepcionante todo, en el sentido de que, si lo piensas, hemos estado todos viviendo en una mentira. Pero creo que salidas hay, aunque nosotros no sepamos cuáles. Los que crearon todo esto tendrán que sacarnos de aquí. Hasta ahora, lo único que nos sacan es más dinero”.

Sobre el efecto de internet en la música, explica que “en los últimos diez años noto que todo se ha convulsionado mucho, pero estoy convencido de que la música es un terapia, el mejor médico, que funciona en los mejores y en los peores momentos. Hasta los esclavos cantaban para sobrevivir, hasta los prisioneros cantaban… es importante tenerla siempre a mano, da igual si en un vinilo, en la radio o en el ordenador”.

Antes de concluir la charla, Hammond regresa a Gibraltar, asegura que en pocos días volverá por la Roca para reencontrarse con su familia. “Mi madre, a sus 92 años, sigue viviendo allí, es una llanita total. La llamo todos los días, porque como una madre no hay ná [exagera el acento andaluz], y cuando estoy por estos contornos siempre voy a verla y hago un poco de vida familiar. Ella está muy orgullosa de cuanto hago, si me ve en la tele me felicita cuando he estado bien, o me dice que me ha visto cansado”.

“A mi hijo le digo que, si se va a levantar a las ocho de la mañana para ir a trabajar, que haga algo que él ame.”

Orgulloso se muestra él, también, de que su hijo, Albert Hammond Jr., haya seguido sus pasos y forme parte del grupo de rock The Strokes. Parece inevitable preguntarle si le dio algún consejo al iniciarse en la música: “El consejo que le di siempre es que, si se va a levantar a las ocho de la mañana para ir a trabajar, que haga algo que él ame. De lo contrario, el trabajo se convierte en un martirio, por mucho dinero que te reporte. Si te hace feliz ser basurero, adelante, pero no te dejes arrastrar por otras cosas, no pierdas tu lugar”, apostilla.