Entrevista

Rodrigo Rey Rosa

«Bowles sabía más de Marruecos que muchos marroquíes»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 13 minutos
Rodrigo Rey Rosa (Madrid, May 2015) | Ediciones Contrabando
Rodrigo Rey Rosa (Madrid, May 2015) | Ediciones Contrabando

Sevilla  | Mayo 2015

Aunque no se prodiga mucho por España, Rodrigo Rey Rosa (Ciudad de Guatemala, 1958) volvió la semana pasada a Madrid para presentar en Casa de América su última obra, La cola del dragón: no ficciones, que acaba de publicar el sello Contrabando. Ayudante de Paul Bowles en sus últimos años marroquíes, el escritor estadounidense tradujo al inglés sus primeras narraciones y le dio su primera fama. Algunos libros suyos como las novelas El cojo bueno o La orilla africana dan testimonio de su experiencia en Marruecos, país que, asegura, sigue formando parte de su vida.

Un guatemalteco que conoce a un escritor neoyorkino y le sigue hasta Marruecos. ¿Es este el comienzo correcto para su historia como escritor?

No, no, son casualidades, no diría que fue así. Yo era un escritor que estaba en Nueva York, que tuvo la oportunidad de ir a Marruecos, y casualmente ese año estaba Bowles dictando un curso que yo aproveché como admirador de sus cuentos, pero no siguiendo a Bowles ni mucho menos.

Siempre que conocemos a un escritor al que hemos leído y admirado, nos exponemos a encontrar a una persona diferente. ¿En qué sentido le sorprendió Bowles en persona?

Bueno, como digo yo solo había leído sus cuentos y me parecían extraordinarios, pero no tenía ninguna expectativa sobre él, de ninguna clase. La sorpresa fue descubrir a una persona fuera de lo común, pero nada más. Al principio no esperaba nada.

«Bowles me enseñó que aunque no es posible vivir de los libros, sí puedes organizar tu vida alrededor de la escritura»

Bowles detestaba ejercer como maestro, pero imagino que sería inevitable aprender mucho de él. ¿Qué enseñanzas –aun involuntarias- atesora usted con más celo?

Para mí la más importante es que, aunque no se puede vivir de los libros, como él decía, sí puedes vivir organizar tu vida alrededor del hecho de escribir. Viniendo de Guatemala, donde yo no había conocido a ninguna personalidad literaria, esa enseñanza me resultó muy valiosa: por un lado, no esperar que tus libros ganen dinero, entender que el éxito literario no tienen nada que ver con el éxito comercial. Y por otro lado, el optimismo de vivir escribiendo. Parece paradójico, pero para mí ha funcionado así.

Eduardo Jordá escribió que Bowles, al escoger Tánger, decidió vivir al margen de su época. Pero parece que su época iba a visitarle constantemente, ¿no?

Cierto, sí, sobre todo al final. Bowles pasó un par de décadas de olvido de su obra, algo que lo tenía completamente indiferente. Y luego, en efecto, el mundo llamó a su puerta. Creo que lo cansaban, pero también es verdad que el invierno marroquí es muy largo, y en esa época las visitas eran bienvenidas. Unas más que otras, claro. Luego, después de la película que hizo Bertolucci, se volvió aquello demasiado, a cualquier hora llegaba gente. Pero Bowles era agradecido con el destino en general, sobre todo cuando era gente interesante la que venía. Cuando era un exceso, claro, un hombre de 80 y pico años se cansa, le quita un tiempo precioso porque sabes que es escaso, pero en general agradecía esos regalos de visitantes gratos.

«A Bowles le interesaban los narradores orales, y eso hizo que intelectuales como Ben Jelloun lo miraran con desconfiana»

Hay quien, en cambio, imagina a Bowles como un extranjero al margen de la realidad marroquí cotidiana. ¿Cómo era la vida social de Bowles?

Eso es una tontería, vida social no tenía mucha, pero sí tenía amigos marroquíes importantes para él. Sabía mucho de la vida marroquí, más que muchos marroquíes, diría yo. Le interesaba sobre todo la música marroquí no clásica, sino la tradicional norteafricana, por la que la intelectualidad marroquí –puede que haya cambiado eso, afortunamemente– sentía cierto desprecio. Le interesaban los narradores orales, no los escritores, que en ese tiempo eran muy pocos, y eso hacía que intelectuales con Ben Jelloun lo miraran con mucha desconfianza. Ahí están todas las traducciones que hizo de narradores marroquíes, dedicó mucho tiempo a organizar esos cuentos, y eso demuestra que sí se interesaba por todo aquello.

En su librito Bowles y yo hace una lista de los temas que hablaron a lo largo de su amistad. Me gustaría que recordara qué le dijo de dos en concreto: ‘El fatalismo marroquí’ y ‘Desventajas del alcohol’.

Bueno, Paul decía que lo que diferencia a los fumadores de kif de los bebedores de alcohol es que unos pueden estar tranquilos en una habitación viendo pasar el tiempo, y otros empiezan a tener el deseo de romper cosas [risas]. Pero también para la escritura, hablábamos de los escritores que usaban el alcohol como medio de relajamiento y vehículo para la literatura, que normalmente acababan mal y su obra sufría por eso, a diferencia de los que usan el kif, que solían beneficiarse más de esa sustancia que no llevaba a los excesos y la pérdida de control.

«El kif es como una lupa. No para conseguir ideas, sino para concentrarme en las pocas que tengo»

¿Y cómo era la relación de ustedes con el kif?

Para mí ha sido una sustancia benéfica que me sirve para concentrarme, una especie de lupa, de lente de aumento. No para conseguir ideas, sino para concentrarme en las pocas ideas que tengo. Lo sigo usando como una especie de combustible, para seguir sentado en la misma habitación, sin querer salir a otro lado. Y ya digo, como lente de aumento. Y hay que usarlo con mucha moderación, porque también te puede entorpecer. Paul igual, fumó hasta la última semana de su vida, creo. Como todo, el secreto para que no se vuelva algo nocivo es la dosis. Afortunadamente, Washington ahora parece creer lo mismo, ha dejado de ser una droga diabólica y puede tener incluso efectos benéficos. Depende de cada uno, pero para mí ha sido siempre una sustancia amiga.

¿Y lo del fatalismo, cómo lo entendía?

Como algo que tal vez no es variable, sino una manera de ver el mundo como un lugar donde ocurren cosas inevitables, que están escritas. No es solo algo marroquí sino en general de la gente del libro: no importa lo que hagas, está escrito y eso forma parte del razonamiento cotidiano. Si te estrellas contra un árbol, estaba escrito y por tanto está bien. En cierta manera es una negación del libre albedrío, en cierta manera.

«Chukri no sabía lo que hablaba, llegó a decir que había inspirado ‘El cielo protector'»

Parece ser que Mohamed Chukri se enfadó al final con Bowles, creyó que le había estafado, o algo así. ¿fue testigo de aquel malentendido?

¡Más se habrá enfadado Bowles! Es un tema recurrente, todo eso viene de una especie de ignorancia de cómo funcionan los libros, de creer que porque publiques un libro, o dos, o tres, ya estás ganando sumas enormes. Ahora, pensar que Bowles iba a robarle a la gente que él ayudó a publicar es una tontería que no tiene tamaño para mí. Chukri no sabía lo que hablaba, llegó a decir que Bowles le robaba las ideas, también, que El cielo protector había sido inspirado por algo que él le dijo, cuando el libro se había publicado mucho antes de que se conocieran. Si uno lee El recluso de Tánger con cuidado, se da cuenta de que Chukri hablaba de cosas que no podía ni entender. Es como un niño de seis años viendo un mapamundi. Ese libro a mí me enfadó mucho, y que Goytisolo haya creído que Bowles era capaz de estafar a un marroquí pobre es impensable, cuando si no hubiera sido por la atención que Bowles le puso a esta gente, esos libros no se habían ni conocido, o habrían tardado mucho más. Es una lección de ingratitud muy amarga. Paul lo vivió con disgusto, pero luego no le dio más importancia, también podía entender esa ceguera y obsesión por el dinero. Son tamañas las tonterías que no se pueden ni siquiera tomar en serio.

¿Tuvo un trato cercano con Chukri? ¿Qué es lo que mejor recuerda de él?

Sí, lo veía de vez en cuando. Chukri seguía visitando a Bowles y pidiéndole favores a pesar de todo, era increíble. Y Mohammed Mrabet seguía con la misma canción, yo estaba ahí cuando Bowles le daba dinero prestado que desde luego nunca le devolvía, una especie de ritual recurrente que consistía en pedirle porque enfermó el hijo, porque se le murió el burro… Y Bowles siempre fue muy generoso con ellos. Decir que les robaba las regalías es una ingratitud y una estupidez. A Bowles, ya digo, no le hacía gracia, pero tampoco se lo tomaba muy en serio.

«Yo llegué a Tánger cuando ya estaba acabado. Una ciudad que estaba de rodillas mientras Rabat o Casablanca florecían»

Dicen que, al final de su vida, Chukri lamentaba que Tánger ya no era lo que había sido (y en muchos aspectos, seguro que el cambio fue para mejor). ¿Usted sintió también que asistía al final de una época?

No, yo llegué cuando Tánger ya estaba acabado. No había nadie allí, solo Bowles. Para mí era un refugio, estaba feliz allí aunque la época dorada había pasado. Era un Tánger que, como se decía, estaba de rodillas, porque el anterior rey tenía como una rencilla con el Norte del país, mientras que ciudades como Rabat o Casablanca florecían. Tánger estaba olvidada, castigada. Eso ha cambiado muchísimo, porque la madre del actual rey es de por allí, estuve la semana pasada y vi que hay mucha actividad, la gente tiene trabajo y están construyendo carreteras, el puerto… Ha crecido mucho, pero así es el mundo, ¿no? Las cosas buenas siguen ahí.

El pintor Miguel Barceló acabó adquiriendo la biblioteca de Bowles. ¿Recuerda cómo fue ese proceso?

Yo se la hice llegar a Miquel, como una especie de rescate. Yo no sabía lo que hacer con todos esos libros, me costó mucho sacarlos de allí, y como Miquel estaba en ese momento… Le conté el problema y me ayudó a catalogarlo todo y a rescatarlos, porque no quería dejarlos en Tánger, aunque si hubiera tenido los contactos para asegurarlos, los habría dejado en Marruecos. Para mí era un problema, no sabía lo que hacer con todos aquellos libros. Los saqué más o menos como en contrabando, en cajas, no podía pagar bodega para todo eso. Me pareció que la biblioteca de Barceló era un buen lugar para que se refugiaran, y ahí están.

«Aunque ha cambiado mucho, Tánger sigue siendo el punto de asalto a la fortaleza europea»

El cojo bueno es quizá mi preferida de sus novelas. Me gustaría que recordara, al menos brevemente, cómo fue su escritura, cómo surgió la conexión entre Guatemala y Marruecos que propone el argumento.

¡Uf, hace tanto..! La comencé a escribir en Tánger como un juego con el tiempo y con… Realmente es la primera novela que yo escribo, y quería jugar, sí, con la autobiografía y la ficción. Para mí era un experimento autobiográfico. La novela me parece un poco ingenua hoy, pero me abrió las puertas para un tipo de escritura que no había probado, me sirvió para ampliar el horizonte.

Usted también fue de los primeros intelectuales de nuestro idioma que con La orilla africana novelaron a partir del drama de la inmigración en el Estrecho. ¿Cómo cree que ha pasado el tiempo por su novela, más de doce años?

Me parece que muchas cosas siguen así, aunque la presencia de los africanos del interior de África no es tan patente ahora en la Medina, porque se han ido a guetos y eso. Pero sí, todo sigue en la misma dirección. Creo que la novela ha envejecido bien en ese sentido. Ese sigue siendo un poco el signo de la ciudad, el punto de asalto a la fortaleza europea.

¿Y cómo cree que ha evolucionado la cuestión de las pateras?

¡No tengo que pensar yo, es evidente que es un problema que se ha agudizado! Tiene ecos en América, el asalto al sueño americano es parecido, deja muchas víctimas por el camino. Esa gente que viene desde el Sur y pasa por Guatemala para entrar en México camino de los Estados Unidos, tiene año trágicamente parecido.

¿Tiene arreglo ese problema?

No, pues… Espero que los países poderosos se den cuenta de que deben mejorar las condiciones de vida de los países pobres para que no sea una necesidad de tanta gente buscar otro destino.

«Acabo de regresar a Marruecos después de 15 años, y es como si no me hubiera ido nunca»

Es extraño que no haya habido muchas novelas con ese tema, siendo tan grave y tan sostenido en el tiempo. ¿A los intelectuales españoles les resultó demasiado ajeno?

Sí, parece un desperdicio en cierta manera, ¿no? Tal vez es un tema que es más natural para los escritores del otro lado, y se ha vuelto un género la novela de emigración, no solo literario, sino también cinematográfico.

¿Se ha desentendido usted de Marruecos, o volverá pronto?

Sí, es un lugar al que recurro constantemente. Acabo de visitarlo como decía después de 15 años, y es como si no me hubiera ido nunca. Me gustó mucho estar ahí, creo que volveré antes de que pasen otros 15 años. Me acuerdo muy a menudo de aquellos años tan importantes y felices, años de aprendizaje. Es uno de esos lugares a los que vuelves por cualquier asociación, al escuchar música por ejemplo. Es una especie de refugio para mí.

[Especial para MSur]

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