Opinión

Esos hombres en venta

Soumaya Naamane Guessous
Soumaya Naamane Guessous
· 7 minutos

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Prostituto. Una palabra que no se utiliza mucho y que, sin embargo, designa a una clase de hombre muy real. Un hombre mantenido por una mujer a cambio de favores sexuales. En busca de presas fáciles, este depredador ataca a mujeres que están solas, en mitad de un divorcio, con una buena situación económica pero psicológicamente frágiles, debilitadas por una soltería demasiado prolongada, por una ruptura o una viudez.

Perfil de un depredador

Indudablemente guapo, elegante y romántico. Tiene conversación y una amplia cultura general de la que presume con malicia. Sabe cómo hacerles ojitos a sus presas para debilitarlas. Es un Don Juan en potencia. Domina tanto el árabe como el francés, conoce algunos poemas y cita a grandes pensadores. Es un narcisista que rinde culto a su cuerpo y a su apariencia, y que presume de sus múltiples logros.

La presa acaba por engancharse. Él se emplea a fondo: restaurantes de lujo, hoteles prestigiosos…

 

Su carisma llama la atención femenina. Puede pertenecer a una gran familia, pero no tiene un duro. Es un gran seductor que usa y abusa de la galantería y de las palabras cariñosas. Es generoso en regalos y caricias, un magnífico amante y adula continuamente a su presa. Tiene sentido del humor, una sonrisa seductora y una insólita capacidad para escuchar. “¿Cómo no sucumbir a sus dulces palabras cuando acabas de salir de un divorcio devastador? Tienes un ángel que cura tus heridas, te devuelve la confianza en tu feminidad, te cubre de ternura y despierta y sacia tu deseo sexual”.

La presa acaba por engancharse. Él se emplea a fondo en las citas: restaurantes de lujo, hoteles prestigiosos… y se las arregla para que el personal de estos lugares lo llame por su nombre para pasar por un vip. También sabe cómo seducir al entorno de su presa. Casado, separado o divorciado, pretende ser la víctima de una esposa a la que describe como una tirana: “He sido un marido perfecto, hice la vista gorda ante sus traiciones, incluido el adulterio, porque la amaba y no quería perder a los niños. Es una ingrata”, se lamenta.

De sus ojos emanan lágrimas de cocodrilo cuando cuenta su calvario

De sus ojos emanan lágrimas de cocodrilo cuando cuenta su calvario. El hombre, generoso y respetuoso, ha sido maltratado. “Se lo he dejado todo – chalé con piscina, coche de lujo, empresa, etc. – porque es la madre de mis hijos”. ¡La presa, maravillada, derrocha compasión por el homo sapiens ejemplar! Él describe el sufrimiento que le causa la esposa histérica y se deja mimar por una presa conmovida.

Príncipe azul sin blanca

A continuación pasa a contar sus problemas financieros, por supuesto pasajeros: “Estoy pasando por un mal momento. He tenido que comprar una vivienda y amueblarla. He creado otra empresa que ha arrancado muy bien, pero tengo que pagar algunas deudas. En un año recuperaré la situación acomodada de la que siempre he disfrutado”. La presa se hace cargo de sus necesidades a medio plazo, saltándose el corto plazo.

Amina, farmacéutica de 37 años, nos cuenta: “Me pareció lógico ayudarlo mientras todo se solucionaba. Un año pasa rápido al lado del príncipe azul”. La presa abre las compuertas de su cuenta bancaria: “Al principio me invitaba a lugares de lujo, negándose a que yo pagara. Luego, cuando yo le proponía un plan, se negaba, con un aire molesto. Me confesó que estaba pasando por problemas económicos. Le propuse pagar nuestras salidas. Se enfadó, me dijo que un hombre de verdad no vive a costa de la mujer que ama. Yo insistí, inocente. Me convertí en su proveedora”.

Como un temible estratega, el hombre pasa a la siguiente fase. Najla, empresaria de 42 años, nos explica: “Ya no respondía a mis llamadas. Me dijo que estaba deprimido. Necesitaba dinero para divorciarse, para pagar la matrícula de sus hijas y la mercancía bloqueada en el puerto, la cual mejoraría su situación”.

La presa insiste en echarle una mano pero él finge tener orgullo: “Le firmé un cheque cruzado de 60.000 dírhams (6.000 euros aproximadamente). Me dijo que su cuenta estaba en números rojos y que lo mejor era dárselo en efectivo”. Una buena excusa para sacarle el dinero sin dejar pruebas. Poco a poco, pedir dinero se convierte en algo más frecuente y las sumas de dinero son cada vez más importantes. El tiempo pasa, los problemas no se resuelven, los proyectos de matrimonio no terminan de cerrarse. La presa comienza a dudar y tiene que improvisar como detective privado. ¡Conmoción! Descubre el pastel.

«Descubrí que seguía viviendo en el chalé con su mujer, que era un estafador…”

Las pérdidas financieras llegan a ser considerables: “Me tendría que haber devuelto mis 200.000 dírhams (19.000 euros aproximadamente) a los seis meses, tras la venta del chalé. Descubrí que seguía viviendo en el chalé con su mujer, que estaba arruinado, que era un estafador…” Sin escrúpulos, el depredador juega sus últimas cartas para acabar con su presa: “Discutí con él para que me devolviera el dinero. Me juró que se iba a divorciar. Me dijo, llorando, que su hija padecía una grave enfermedad, que tenía que llevarla a Francia. Lo creí. Le pagué los billetes de avión. ¡Descubrí que mi dinero iba a parar al casino!” Otros se gastan el dinero con otras mujeres.

Endeudada y sin un duro

El amor y la confianza ciegan: “Me idolatraba. Mi ex marido era violento. En cambió él se arrodillaba ante mí y me llamaba su princesa. Me llenó la cabeza de fantasías, vivía presa en un mundo de color de rosa. Yo me negaba, inconscientemente, a aceptar la amarga realidad”. El aterrizaje resulta duro. Cuando la mujer engañada descubre la mentira, exige una explicación al estafador que, de pronto, no está disponible o desaparece.

Los castillos en el aire se desmoronan. La presa comprende que no es la primera víctima.

Hay que averiguar su paradero: “Un día me dijo que tenía que entregarle un paquete a su madre. Se detuvo ante un chalé enorme y le dio el paquete al guardia de seguridad. Fui a buscarlo a casa de sus padres. Descubrí que la casa era de otra familia”. El hombre, cuando está entre la espada y la pared, sigue mintiendo: “Te amo. Te lo juro por la vida de mis hijos”. No tengo otra opción. Para una vez que encuentro a la mujer de mis sueños, estoy en un aprieto. Mi amor, dame tiempo de arreglarlo todo para que podamos amarnos mejor y te pueda mimar”.

Los castillos en el aire se desmoronan. La presa comprende que no es la primera víctima. Lo hostiga para recuperar su dinero. En vano. El depredador sale adelante con facilidad y retoma su persecución con total impunidad: “No tengo pruebas para llevarlo a los tribunales”. Muchas veces la presa evita el escándalo: “Dirijo un servicio entero en una gran empresa. Me engañaron como a una tonta. Quería evitar lo peor”. En cuanto tiene el botín en el bolsillo, el depredador sigue tranquilamente con su vida. A pesar de estar al corriente de su perversidad, su entorno no lo desprecia. Señoras, cuidado con el mitómano fanfarrón, farsante, discreto y adulador. No olvidéis que los que adulan viven a costa de quienes los escuchan.

Primero publicado en illi | 9 Enero 2015 | Traducción: Idaira González León

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