Entrevista

Miguel Poveda

«Hay homofobia en el flamenco, pero menos que antes»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 10 minutos
Miguel Poveda (Sevilla, 2010) |  © Javier Cuesta
Miguel Poveda (Sevilla, 2010) | © Javier Cuesta

Sevilla  | Junio 2015

Acaba de tener un hijo por gestación subrogada, se prepara para una nueva gira y acaba de estrenar un documental sobre su vida, 13. Miguel Poveda. Este barcelonés de 1973, de padres oriundos de Puertollano y Murcia, criado en Badalona y afincado en Sevilla, ha logrado convertirse en el cantaor de mayor éxito del momento, llegando incluso al público que rara vez se acerca a lo jondo.

Copla, fados, tangos argentinos, poesía musicada, Poveda ha explorado múltiples territorios ajenos al flamenco, pero nunca ha dejado de sentirse cantaor. Llega al hotel de la entrevista pegado a su teléfono móvil, un poco agitado por el torbellino que le rodea últimamente, pero con la amable disposición que le caracteriza.

Payo, catalán, hijo de no andaluces… ¿Cuál de estas circunstancias fueron más adversas para su vocación flamenca?

«Yo escuchaba la música de mis vecinos, oía a las mujeres cantar por la ventana, era una pequeña Andalucía»

Creo que todas lo fueron un poco, pero sobre todo la falta de ascendencia andaluza. De todos modos, Puertollano es un pueblo cantaor, que tiene su festival. No es Triana, ni Lebrija ni Morón, pero hay afición, está pegado a Córdoba, más cerca de Andalucía que de Soria. Y Murcia tiene esa zona cantaora también, con Cartagena y La Unión. Luego yo he nacido en una tierra con una afición tremenda, anterior incluso a la emigración. Y después de ésta, los andaluces han creado sus peñas, centros culturales… En ese entorno de peñas y barrios yo escuchaba la música de mis vecinos, oía a las mujeres cantar por la ventana, era una pequeña Andalucía. Hoy están todos mucho más mezclados.

El documental hace hincapié en sus comienzos desde lo más bajo. ¿La constancia lo es todo?

No todo, pero sí supone un porcentaje muy alto. También está la vocación, el tesón, el amor a lo que haces, por encima de todo. Por ahí se pueden conseguir muchas cosas.

Su consagración vino con unos cuantos premios en La Unión, Félix Grande le llamó el Camarón blanco… ¿Puede ser demasiado tanto éxito, con solo cinco años de carrera profesional?

Para mí llegó pronto, con elogios que a veces perjudican más que ayudan, y además en ese momento todas las figuras estaban en activo: la Paquera, Fernanda, Bernarda, Agujetas, Chano Lobato, Valderrama, Morente… Fue complicado asumir ese puesto, compartir escenarios y festivales con esos monstruos. Yo siempre fui consciente de que estaba muy verde, por eso pedí seguir en el tablao de Carmen, en el de El Cordobés. “Pero si ya eres figura”, me decían. Pero sabía que me faltaban tablas, experiencia, para estar a la altura.

¿Por qué ha llegado Poveda más lejos que ningún cantaor de hoy? ¿Apertura de visión, carisma, suerte?

«He sido ambicioso artísticamente, he querido crecer, tropezando y metiendo la pata muchas veces»

Desde dentro es complicado, pero imagino que son muchos factores. A mí me ha ocurrido todo sin darme cuenta. Por supuesto, he sido ambicioso artísticamente, he querido crecer, dar pasos adelante, tropezando y metiendo la pata muchas veces, pero siempre he tenido metas. Ahora no las tengo. Cuando eres joven te quieres comer el mundo, y habrá influido que me he metido en historias diferentes que han permitido llegar a muchos públicos: un disco con poemas en catalán, otro sobre Alberti con una orquesta, una película con Bigas Luna, festivales de flamenco por supuesto… No tener prejuicios habrá influido también, pero no significa que me lo merezca más que nadie. Hay cantaores buenísimos que reivindico y defiendo.

Con no tener metas, después de haber hecho de todo, ¿quiere decir que piensa recogerse un poco?

No, me refiero a que al principio, por juventud, por ser más fantasioso, sueñas más con ser conocido y cantar en lugares determinados… Ya me conformo, he conseguido más de lo que esperaba y de lo que he buscado. Quizás me gustaría darme a conocer más en Latinoamérica. Siempre me he preguntado por qué Holanda o Portugal, que no hablan nuestro idioma, programan más flamenco que en América. Por lo demás, me siento realizado.

Quisiera preguntarle por uno de sus muchos proyectos, aquel Qawwali Jondo que hizo con Duquende y Faiz Ali Faiz. ¿Fue una fusión natural, o forzada?

Sinceramente –porque no acostumbro a mentir- yo no lo disfruté. Sí cómo cantaba Faiz Ali Faiz, y también viendo cuántos puntos en común tenía con el flamenco, pero se pudo hacer un trabajo más profundo y elaborado. El festival El Grec nos dio solo dos días para ensayar, deprisa y corriendo, y luego se inició una gira que era encontrarse por encontrarse. Y me salí. No tuvimos tiempo de hacer algo realmente interesante, más allá de juntar las dos voces.

¿Engancharon con la mística sufí?

Sí, hablamos de trabajar nosotros con poetas místicos españoles, con san Juan de la Cruz, pero no hubo tiempo. Aún así, nos engañaron, sacaron un disco en directo… en fin, yo no estuve cómodo con ese proyecto.

También recuerdo, a finales de los 90, un concierto en Ramalá en el que cantó ante 15.000 palestinos. ¿Los sintió más flamencos?

Bueno, era un festival de música en el que actuaban varios artistas, pero me impresionó la reacción del público. Una energía que recordaré siempre, sobre todo porque era un momento complicado, justo tres días antes había habido un atentado en Israel y se esperaba una respuesta. Muchos músicos ni fueron, pero insistieron en que había seguridad. Yo era un inconsciente y fui, y lo agradezco.

«Los cretinos de Israel no son el pueblo entero, hay gente maravillosa que denuncia a los radicales»

Hay músicos que temen actuar en territorio palestino para no cerrarse las puertas en Israel…

A veces la gente es un poco desmesurada. Los cretinos de Israel no son el pueblo entero, hay gente que está en contra del conflicto, gente maravillosa a ambos lados que denuncian a los radicales y quieren vivir en paz. En este caso siento más afinidad por el pueblo palestino, no sé. Noa me ha contado muchas cosas, es una defensora de la paz, pero claro, tiene una postura tan complicada… Pero yo iría también a Israel, por qué no.

¿Cree que existe un flamenco específicamente catalán?

La única seña de identidad es de afición y respeto, por Andalucía y los artistas andaluces. Luego, si te das cuenta, no tenemos que ver nada uno con otro. No es un carácter tan definido como Jerez, Morón o Triana. Cañizares no toca como Chicuelo o Pedro Sierra, yo no tengo nada que ver con Mayte Martín, Montse Cortés o Duquende, aunque todos tenemos mucho amor por esto.

¿Cómo ha vivido desde el Sur todo lo ocurrido en los últimos tiempos en Cataluña?

Es un sentimiento contradictorio, a veces dices, “dios mío, ¿por qué hacemos esas cosas, que dan pie a que nos vean de una forma mucho más fea?”. Cuando vivía allí defendía a mi tierra, a Cataluña, ahora tengo sentimientos mezclados, entiendo al pueblo catalán y al andaluz en muchas cuestiones, y en otras nada.

¿Arremeterá el independentismo contra el flamenco como símbolo español, como ha hecho contra los toros?

He encontrado independentistas que aman el flamenco. Conozco a gente que tiene esa ideología y les pregunto mucho, porque no quiero hablar de nada que no conozca. Algunas las comparto, pero respetando todos los argumentos, me parece un absurdo. Hay que llegar a entendimientos y convivir. Yo soy muy catalán en algunos aspectos, en otros muy andaluz, y cuando viajo veo cosas, abro los ojos al mundo, y al final no te sientes de ningún lado. Esa cosa de la identidad…

¿Ha llegado a preguntarse por qué a los españoles en general les cuesta tanto sentir como propios a poetas como Brossa, Ferrater y tantos otros?

Entiendo que el idioma es un hándicap, y la poesía es lenguaje. Es más fácil que entiendan en Cataluña a los poetas en castellano, Federico, Miguel Hernández, son más familiares.

¿Ha pensado cómo habría sido su carrera si hubiera seguido en Cataluña?

«Antes los homosexuales en el flamenco se cuidaban mucho de mostrarse como tales, les podía costar la carrera…»

Tengo que reconocer que, desde que tomo el pulso de Andalucía –antes venía a Jerez a escuchar a Luis el Zambo, El Mono, El Torta, pero no es lo mismo venir de visita que vivir aquí–, he entendido muchas cosas de esta tierra, todo ha cobrado un sentido más real. No cambiaría mi decisión por nada, mudarme ha sido la mejor elección que he hecho. Sé que si me hubiera quedado mi afición habría seguido estando por encima de todo, pero sería muy distinto.

¿Hay homofobia en el flamenco?

No debería haberla, porque han salido cantaores y cantaoras, y sobre todo gente del baile, que ha sido homosexual y que ha tenido la admiración de todo el mundo. No se pueden dar nombres, pero bueno… Un poquito de homofobia sí hay, aunque no tanto como antiguamente. Antes los homosexuales se cuidaban mucho de mostrarse como tales, les podía costar la carrera…

Como a los futbolistas hoy…

Claro, para algunos habría sido trágico, se les habrían echado encima. Por suerte, se han roto muchos tabúes. En realidad no habría ni que hablar de esto, la conducta sexual de cada uno no es noticia, no es relevante ni como persona ni como artista. Pero si sirve para que empiecen a abrirse las mentes más cerradas, aquí estoy.

¿Qué no mostraría nunca un documental de Miguel Poveda?

Todo lo que no aporte nada al espectador. No tengo inconveniente en ahondar en cuestiones personales, en hablar de mis padres, pero porque han contribuido a mi arte. Muestro mi casa, cómo trabajo, hasta ahí todo me parece bien. Con quién me acueste o no, si como lentejas u otra cosa, es algo de mi vida cotidiana que no enseñaría en una película. ¡Si ya esta me ha costado!

[Especial para MSur]

¿Te ha gustado esta entrevista?

Puedes colaborar con nuestros autores. Elige tu aportación