Entrevista

Vinicio Capossela

«Con la música también se construye Europa»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 8 minutos
Vinicio Capossela (Madrid, Nov 2015)   © Alejandro Luque /M'Sur
Vinicio Capossela (Madrid, Nov 2015) © Alejandro Luque /M’Sur

Madrid | Noviembre 2015

Aunque el escenario es su medio natural, cuando se enfrenta al público a pelo, sin acompañamiento musical, Vinicio Capossela (Hanóver,1965) parece replegarse sobre sí mismo, contraerse en su asiento, achicarse. Baja la vista, casi pega la barbilla al pecho. Se dijera que quiere desaparecer bajo su sombrero negro de ala ancha. ¿Timidez extrema, extrema coquetería? Quién sabe.

Lo cierto es que el cantante y multiinstrumentista italiano, con banda o sin ella, logra concitar la atención y el interés de la gente allí donde va. Por ejemplo, en su reciente visita al Instituto Italiano de Cultura de Madrid, donde presentó su último libro traducido al castellano, Tefteri, el libro de las cuentas pendientes (Minúscula). Un trabajo muy vinculado a su disco Rebetiko Gymnastas, fruto de su pasión por el rebético y la música griega en general.

«Siempre he amado la épica, sobre todo a partir de mi lectura de Homero»

Pero para explicar esta filiación, se remonta muy atrás: a su raíz como lector, a la raíz de la literatura occidental: “Siempre he amado la épica, sobre todo a partir de mi lectura de Homero”, explica. “Si te das cuenta, el canto épico se manifiesta en una métrica, en pies, que indican con su mismo nombre la idea de camino. Y es un canto oral, así que el camino se puede convertir en canto, en cuento, en todo aquello que nos permite transferir nuestra experiencia vital”.

Por esta razón, Capossela se autoproclama “un filo-mitos, un amante de esos cuentos maravillosos”, dice. “Soy consciente de que el mundo se conoce poco a poco, conforme vamos aumentando nuestro radio de acción. Y las canciones son también una forma de ampliar nuestra experiencia, algo muy parecido al pintor naif que con cuatro pinceladas da vida a un mundo. Es el modo de habitar con nuestra parte más voluble y gaseosa, eso que llamamos el alma”.

Y fue ese proceso de ampliación del propio mundo lo que le llevó a Grecia en el año 2012… Y cambió para siempre su idea de la música. “Descubrí el rebético por hambre”, afirma. “Me encontraba de viaje en coche, camino de Macedonia. Me equivoqué de carretera, empecé a tener hambre y me metí en el primer establecimiento que encontré. Allí escuché a un tipo haciendo música y pregunté, ¿qué es eso? ‘Blues griego’, me respondieron. Y me hablaron de ese duende, de ese demonio que se agita dentro, de historias similares a las que adornan la mitología del blues, del tango, del flamenco… También me llamó la atención el hecho de que no hubiera escenario para los músicos. El efecto era el de una banda sonora que reunía a todos. Era una comunión”.

«De las elecciones griegas parecía depender la suerte de la economía mundial»

Ese año fue precisamente el de las elecciones griegas “de las que parecía depender la suerte de la economía mundial. Y ahí teníamos un partido que hacía temblar al euro, y cuyas declaraciones, hasta la más insignificante, parecía poder tener efecto en la bolsa de Tokio”, recuerda Capossela, quien cree que no es casual que la crisis haya zarandeado especialmente a países como Grecia, España o Italia, “gente que ha tenido mucha relación con la tierra, con valores que están casi desaparecidos. Una sociedad anterior a esta de hoy, que Pasolini llamaba hedonístico-consumista”.

“Mi pregunta es, ¿qué somos cuando se acaba el dinero?”, inquiere el músico. “No tengo respuesta, pero creo que ciertos pequeños momentos de reafirmación del factor humano, como escuchar esta música, pueden ser buenos para suspender la dictadura de la realidad”.

Y a renglón seguido, plantea otra pregunta: “¿Puede ser todo esto que está pasando una ocasión para Europa? Detengámonos en la palabra crisis, porque las etimologías son importantes, sobre todo si vienen del griego. Y la crisis puede ser una ocasión, a pesar de que se hayan reducido tanto las posibilidades de elegir. La Historia tiene mecanismos que pasan por encima de nuestra cabeza, pero siempre hay opciones personales que podemos defender”.

Y regresa a la música. “El rebético es una música fruto de aquella migración bíblica de Asia Menor”, explica en tono pedagógico, refiriéndose al éxodo que sucedió a la Guerra de la Independencia de Turquía. “Son canciones viejas que pueden ser cantadas por Jovanotti, pero que tienen la carga eversiva del punk, aunque sin necesidad de hacer el mono como los Sex Pistols. Es un caso único de resistencia, en un momento de crisis económica y también cultural”. “La Unión Europea no solo debe ser monetaria, con la música también se construye Europa”, agrega Capossela, cuya melomanía le ha llevado también a tomar claramente partido por esa Grecia castigada sin piedad por los mercados.

El italiano habla también de “música de rebelión, porque no acepta la costumbre, reclama la parte de nosotros que se adormece, que se adocena”. De hecho, admite que el proyecto de Tefteri es, en sí mismo, “un intento de saber qué hacen bien los griegos”: “Verás, el griego es matérico, estático. Está parado, y eso da una especial confianza. Cuando estás parado, el mundo viene hacia ti”.

«Las músicas extraordinarias nacen de migraciones que no son precisamente turísticas»

Y al mismo tiempo, paradójicamente, Capossela señala los éxodos –como los que vemos cada día en los medios– como una fuente de creatividad. “Es evidente que músicas extraordinarias nacen de migraciones que no son precisamente turísticas, o de placer. Son movimientos que pagan un precio de sangre, porque siempre hay tragedia en un éxodo. La relación con la música es muy fuerte, porque ésta es lo más portátil que hay: pierdes tu casa, tu tierra, pero no las canciones que has aprendido de niño. Es como ese pasaje de Primo Levi, cuando en el infierno de la negación de lo humano se acuerda de un verso de Dante y se lo explica a un francés… Y se da cuenta de que ese verso es lo que lo liga todavía al mundo de los hombres”.

“Yo creo en la fuerza de las canciones”, prosigue. “Recordemos a Ulises, ¿por qué se dice que las sirenas son irresistibles? Si lo recordamos, no se dice que el suyo sea un canto mortal, venenoso. Pero es tan fuerte que te hace abandonarlo todo, suspender lo que estés haciendo. Y sirve para dar voz a quien no está, a quienes nos dejaron hace mucho. Es beatífico y mortal a la vez”.

Nacido en Alemania, aunque descendiente de una familia de Irpinia, en la Campania italiana, Capossela se ha criado en la región de Emilia-Romaña, más al norte. Pero el autor de libros como Non si muore tutte le mattine o el más reciente Il paese dei coppoloni, ha coqueteado más de una vez con el habla de sus ancestros, de esa tierra “que no he conocido, pero que he cultivado con esa especie de isla portátil que es el dialecto”, dice. Esa raíz le ha llevado también a promover y asumir la dirección artística del Sponz Fest, una cita con esa música “no destinada a la grabación, sino a la virtualidad, como cuando se mata a un cerdo para la fiesta, se canta a los difuntos o se brinda una serenata bajo el balcón”.

«Bastan cinco o seis años de hedonismo-consumismo para modificar el alma de la gente»

Entre los invitados que han desfilado por el festival, Capossela se demora en destacar al griego Psarantonis, “el último aedo, un pastor del monte Ida, capaz de hacer canciones extraordinarias, una música que es como el viento, como los pájaros o los árboles”, asegura. “El nombre del festival significa esponjarse, empaparse, como el bacalao. Y hacer circular las cosas desde un punto de vista que tal vez no sea ordinario”.

La divagación le lleva al cantante de Camera a sud y Da solo una y otra vez a plantearse cuestiones sobre la situación actual del sur de Europa. “Vivimos una especie de vencimiento, de vacío. Pero necesitamos verlo no como abandono, sino como un recurso. Un recurso para abordar La conquista de lo inútil, por decirlo con el título del libro de Werner Herzog”, afirma antes de regresar de nuevo a Pasolini: “En sus artículos decía que el fascismo condicionó a la gente solo en el exterior, mientras que el hedonismo-consumismo los atraviesa por dentro. Bastan cinco o seis años de hedonismo-consumismo para modificar el alma de la gente. Y eso es terrible”, concluye.

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