Crítica

En modo salvaje

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 5 minutos
The sky trembles and the Earth is afraid and the two eyes are not brothers
Dirección: Ben Riversrivers-skytrembles

Género: Largometraje
Produccción: Artangel
Intérpretes: Oliver Laxe
Guión: Ben Rivers
Duración: 98 minutos
Estreno: 2015
País: Reino Unido
Idioma: árabe magrebí, español, francés (subt. inglés)

Algún que otro lector reprocha a Paul Bowles su mirada excesivamente occidental sobre Marruecos, su incapacidad para captar el alma del país a pesar de haber vivido en él largas décadas, su tendencia a derrapar sobre los estereotipos. Justo todo lo contrario de lo que afirma uno de sus alumnos aventajados y colaboradores, Rodrigo Rey Rosa. Sea como fuere, me interesaba mucho saber qué lectura haría del universo bowlesiano el británico Ben Rivers, aliado además con otro joven cineasta experimental como el descendiente de inmigrantes gallegos Oliver Laxe.

La primera parte es un making of del filme de Laxe, aburrido como todo rodaje

Hablamos, en el caso de Rivers, de un cineasta que frecuenta la frontera entre el documental y la ficción, que gusta de excentricidades como rodar en 16 mm e incluso revelar a mano. Y con Laxe, de un español también amigo de diluir fronteras entre géneros, que se ha afincado en Marruecos, que ha aprendido el idioma y ha decidido desarrollar su trabajo profesional allí (recordemos su premiado Todos vós sodes capitáns), lo que no deja de resultar esperanzador de cara a un acercamiento cada vez más natural de nuestros creadores hacia el país vecino. Esta unión, además del pretexto elegido, el relato A distant episode, de Bowles, fue lo que me hizo asomarme a la sala donde se proyectaba –tomo aliento– The sky trembles and the Earth is afraid and the two eyes are not brothers.

La primera parte de la cinta es resultado de la grabación de un rodaje real de Laxe, el del filme Las mimosas, en las montañas del Atlas, una suerte de making of con todo el aparato de equipos acarreados por mulos de carga, guías y actores locales en medio de parajes inaccesibles. Incluso vemos la casi onírica carrera por la llanura de tres taxis con que acaba el trabajo de Laxe, pero esos son detalles que nos revelaría el creador español en el coloquio posterior.

Sobre la pantalla no hay explicaciones, no hay contexto, todo está abierto a la observación y a la interpretación. Ni siquiera sabemos de qué va Las mimosas, ni falta que nos hace. Nos basta saber, por si alguien no lo sospechara, que un rodaje es algo lento, trabajoso, por lo general mortalmente aburrido, da igual si es en Marruecos o en los estudios de Cinecittà.

Se intuye algo parecido a una venganza del subdesarrollo sobre el forastero del primer mundo

El director dirigido, el que hace de sí mismo dentro de la película sobre su película, cae de pronto en el plano de la ficción, esto es, en el relato de Bowles. La segunda parte del filme narra su secuestro por parte de una banda de forajidos, que lo enfundan en una suerte de saco cubierto de tapaderas de lata, convirtiéndolo en una especie de criatura monstruosa que lanza destellos bajo el sol severo.

El caso es que la víctima del secuestro es obligada a moverse a pie por terrenos agrestes o desérticos, a bailar torpemente para diversión de sus captores, o a dormir y comer solo cuando éstos lo autorizan. Se intuye, echando mano de la referencia de Bowles, algo parecido a una venganza del subdesarrollo sobre el forastero del primer mundo; incluso una imaginaria, simbólica autohumillación del autor de El cielo protector respecto al mundo brutal e incomprensible del Norte de África.

Lo cierto es que en todo momento Rivers escatima el confort al espectador, sea exponiendo su mirada a esas luces abrasadoras, o a cacofonías de varia naturaleza, o a esa desorientación antes aludida, esa buscada perplejidad que no nos abandona hasta prácticamente el desenlace final.

¿Es el propósito del director sumergirnos en ese desconcierto? ¿Qué sentido tiene tanto sadismo? En la versión original de A distant episode, el protagonista es un profesor de Lingüística al que le cortan la lengua. ¿Una metáfora del opresor oprimido, un modo salvaje de explicar qué se siente cuando te arrebatan tu medio primordial de comunicación? Puede ser, y al mismo tiempo, acaso sin pretenderlo, se reincide en la visión del ‘árabe’ como incivilizado, violento, traicionero, definitivamente peligroso…

Una película para públicos atrevidos, abiertos a experiencias visuales más allá del mainstream. Y que tengan claro, esperamos, que Marruecos, con el debido respeto a Paul Bowles, es otra cosa…

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