Crítica

Armenia desgranada

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 6 minutos

Virginia Mendoza
Heridas del vientomendoza-heridas

Género: Ensayo
Editorial: Createspace
Páginas: 242
ISBN: 978-1508-74163-3
Precio: 11,80 €
Año: 2015
Idioma original: castellano


Lo mejor que puedo decir de este libro es que después de leerlo corrí a sacarme un billete de avión con destino a Armenia. Con esta confesión debería bastar para concluir esta reseña, si no fuera porque imagino que ustedes querrán saber algo más antes de comprarse el libro, leerlo y reservar su propio pasaje…

He hablado con bastantes personas para las cuales el simple nombre de Armenia es un imán poderoso. Y no solo hablo de los católicos que tienen este país como la tierra de Noé, sino también de mucha gente atraída por la literatura, el arte, el cine, la promesa de hermosos paisajes extendiéndose a los pies del monte Ararat o las especulaciones sobre la naturaleza de los armenios, esos seres que viven repartidos por el mundo, pero que siempre regresan a ese obstinado pedazo de tierra encajado entre Turquía, Irán y la vieja Rusia.

Un volumen de título poético, de una elegante portada y de una prosa imaginativa e impecable

Confieso, por ejemplo, que en mi caso tiraban de mí la devoción por William Saroyan, escritor asimilado a la cultura estadounidense, o una banda rockera como System of a Down, también norteamericana, pero con indisimulables raíces armenias.

Ignoro si Virginia Mendoza acudió a la llamada de sugestiones parecidas. Lo cierto es que, a diferencia de los que llevamos años y años acariciando la idea de viajar allí sin atrevernos a dar el paso, ella sí fue. Se instaló en Armenia, aprendió los rudimentos del idioma, se mezcló con la población y se dispuso a contarnos todo lo que viera y oyera y leyera. El resultado es un volumen de título poético, de una elegante portada y de una prosa imaginativa e impecable. Un ramillete de crónicas que profundizan en algunos hitos más o menos conocidos de la historia del país, sobre todo el tristemente célebre genocidio de 1915 y el no menos terrible terremoto de 1988, pero también desvela aspectos desconocidos o muy poco divulgados de este pueblo.

La misión del periodismo es ahorrar al público el trabajo que nos ha llevado acercarnos a la realidad

No obstante, confieso que me costó entrar en el libro, por una cuestión de enfoque, llamémoslo así, editorial. Mendoza comienza haciendo un periodismo que se lleva mucho hoy en día, y que incluso es reclamado por parte de muchos medios. Es esa perspectiva de quien llega a un mundo desconocido y comparte con el lector todas sus perplejidades. Algo que tendría sentido, por ejemplo, en una narración de viajes lineal, donde se puede acompañar al aventurero en sus progresivos descubrimientos, pero que en el género de la crónica no funciona tan bien, porque la misión del periodismo es justamente ahorrar al amable público todo el trabajo que nos ha llevado acercarnos a esa realidad exótica. ¿Se imaginan, por ejemplo, lo trabajoso que sería que un periodista contara paso a paso cómo ha ido aprendiendo el idioma local? Cosas así solo son legítimas si sirven como pretexto para ir destilando información sobre aspectos genuinos del lugar. Pero nunca deben reemplazar la verdadera labor del informador.

Por fortuna, Mendoza advierte o intuye que el camino es otro, y no tarda en empezar a dar muestras de “ese otro” periodismo. Ahí encontramos iconos famosos como los jachkar –las características y abundantes lápidas– y valiosas indicaciones sobre la filosofía alimenticia de los armenios, junto a comunidades sorprendentes como los molokanes, esos bebedores de leche con sus mujeres que tienen prohibido cortarse el pelo en toda su vida, o los yazidíes adoradores del pavo real.

Oímos las voces de una anciana superviviente del genocidio que recuerda el Mediterráneo como “nuestro mar”, de un vecino al que el célebre seísmo de 6,9 grados en la escala Richter sorprendió en su coche y creía que ese día los baches de la carretera estaban peor que nunca. Se nos habla del gran poeta nacional Charents, que hizo el viaje del bolchevismo militante a la oposición de Stalin, donde cavó su fosa, pero también se evoca a Mandelstam y a Henrik Nordbrandt (dos autores que admiro) que escribieron sendos libros sobre el país…

El libro es una invitación a reflexionar sobre la identidad y el territorio, la raíz y la diáspora

Pero sobre todo estas Heridas del viento son una invitación a reflexionar sobre la identidad y el territorio, la raíz y la diáspora. Sobre las beneficiosas herencias que los pueblos dejan a sus hijos, y también las tristezas que van pasando de generación en generación. Sobre lo que las fronteras protegen y lo que aíslan o excluyen, con la guinda de ese impagable vecino que vino a construir su casa en la frontera con Georgia, y cuando le preguntaron que dónde quería estar, respondió: “Pero si el resto del pueblo vive en Georgia, ¡cómo voy a vivir yo solo en Armenia!”

Salvo algunos ensayos históricos, no tengo constancia de que haya en España un libro sobre Armenia anterior a este. Eso da a Virginia Mendoza, sumado a los méritos ya descritos, el rango de pionera. Llegar antes que otros es en periodismo una virtud, pero hacerlo además con seriedad y curiosidad, tratando de no ir solo de paso, involucrándose a fondo en la cultura del lugar, es garantía de buena cosecha. La pena es que su estancia en la zona terminó: creo que habría sido muy de agradecer seguir recibiendo noticias de ese lado del Cáucaso firmadas con su nombre.

Y ahora, si me disculpan, acaba de sonar la llamada de mi vuelo. Deséenme buen viaje, como yo les deseo una feliz y provechosa lectura.

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