Opinión

Bodas prematuras

Soumaya Naamane Guessous
Soumaya Naamane Guessous
· 6 minutos

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Casablanca | 2007

 

Dediquemos un recuerdo a todas estas chicas con cuerpo de niña, manos agrietadas por las tareas de la casa, la espalda encorvada por la carga conyugal, la mirada apagada por las tristezas prematuras, que ya llevan su hijo en la barriga o sobre la espalda.

Tradicionalmente, las chicas se casaban sin su consentimiento. A veces ni se les informaba hasta el momento de la ceremonia de la desfloración. El matrimonio es un proyecto preparado por las familias que consideran que solo ellas saben actuar en el interés de la pareja. El padre elige al yerno, y la madre, a la nuera para educarla. En la época de los derechos humanos, el matrimonio forzado es una violencia contra las mujeres y un ataque a su libertad.

El matrimonio se ha convertido en una unión entre un hombre y una mujer que consienten libremente, se supone que se quieren y se aprecian para vivir juntos en armonía. La religión y el Código de familia marroquí insisten en el consentimiento de los cónyuges. Pero los matrimonios forzados siguen existiendo, incluso entre las menores de edad.

En 2005, los matrimonios de menores de edad representan el 8,34 por ciento del total de bodas

El Código de la familia ha fijado la edad mínima para el matrimonio en los 18 años, si bien autoriza de forma excepcional un matrimonio anterior, si recibe el visto bueno del juez. Pero a muchas chicas se les casa antes de la edad legal. Un estudio realizado por la Ligue Démocratique pour les Droits des Femmes (LDDF) entre ocho tribunales en diferentes regiones del reino revela que solo entre febrero y diciembre de 2004 hubo 3730 demandas de matrimonios prematuros, de los que 3603 fueron autorizados. Es decir, ¡solo se rechazó el 3,44 por ciento! En 2005, los matrimonios de menores de edad representan el 8,34 por ciento del total de bodas, es decir 21.660 casos.

Estos matrimonios afectan sobre todo a las chicas de regiones rurales, no escolarizadas y sin cualificación profesional. Tradicionalmente, se les casa al alcanzar la pubertad. Esta fase de vida representa un peligro para el honor de la familia, y hay que casar a la chica para evitar que pierda la virginidad o se quede embarazada de forma ilegítima. Las familias rurales eran extensas, y los padres tenían dificultad para mantener a todos los hijos. Además, la población estaba empobrecida por las sequías y la falta de tecnología moderna. Casar a una hija significa deshacerse de una boca por alimentar.

“Autorizo el enlace si las chicas tienen el cuerpo desarrollado como para soportar una actividad sexual»

Las familias proceden de forma legal, o con trucos. El padre o tutor de la niña pide una autorización al juez, que debe garantizar que el matrimonio no suponga un riesgo para la salud física y psíquica de la chica. Se debe realizar un peritaje médico y una investigación social. Pero a menudo, el padre presenta únicamente un certificado médico, y no un peritaje como exige la ley. Este certificado atestigua que la menor está en buenas condiciones físicas, lo que supone que tiene capacidad para tener hijos. No se investiga si hubo presión contra la chica. Cuando se la presentan al juez, está acompañada de un miembro de su familia y no puede expresar su voluntad libremente.

La autorización depende del juez. “Yo autorizo el enlace en el caso de las chicas que tengan el cuerpo lo suficientemente desarrollado como para soportar una actividad sexual y un embarazo. Son huérfanas, hijas de pobres…” dice un juez de la región de Marrakech.

Según la citada encuesta, también se toman en consideración otros elementos: la existencia de un lazo de parentesco entre los novios, las tradiciones dominantes en ciertas regiones, lo cerca que esté la chica de la edad legal. Sin olvidar otros, como el poder que el padre tenga en la región, el soborno y la corrupción.

En caso de fraude, la menor puede interponer denuncia contra su tutor y pedir la anulación del matrimonio. Pero es difícil imaginar a una chica menor de edad que denuncia a su familia. Y el Código de la familia habla de excepciones, pero no precisa a partir de qué edad pueden concederse. Se han expedido autorizaciones para niñas de 15 años.

«He casado a mi hija con 15 años. A los 16, ella ha dado a luz»

Aparte de las prácticas legales, las familias utilizan trucos para casar a las menores, pasando por el orf, la unión tradicional sin acta de matrimonio. A muchas niñas se les sigue casando así a partir de los 13 años. Los padres esperan a que tengan 17 para pedir una autorización excepcional, sin informar al magistrado que la chica ya está casada. Si a esa edad se queda embarazada, el padre o tutor interpone denuncia contra su yerno: “He casado a mi hija con 15 años. A los 16, ella ha dado a luz. Para poder apuntar al niño en el registro civil, he interpuesto denuncia contra mi yerno. He declarado que ha violado a mi hija y que le perdono, si se casa con ella.

Es una práctica corriente y justificada, según dice un juez: “Sabemos que esas uniones existen. Jugamos a ese juego para que los padres puedan reconocer a sus hijos. También hay padre o tutores que esperan la llegada del primer niño para iniciar un proceso de reconocimiento de paternidad. Declaran que su hija se ha quedado embarazada después de haberse celebrado un noviazgo tradicional. Eso nos obliga a iniciar el proceso de paternidad y autorizar el matrimonio”. Esta práctica deja a las niñas indefensas si la unión no desemboca en un matrimonio legal. Puede ocurrir que se les eche de la vivienda conyugal, sin ningún derecho, y a veces acaban embarazadas o con hijos no reconocidos por el padre.

No es raro tampoco que una madre rural fuerce a su hijo a casarse. Le “trae” a una chica para obtener así ella misma mano de obra, para impedir que el hijo frecuente a prostitutas, o que abandone el pueblo, o bien para obligarle a enviar dinero, si trabaja en la ciudad. Estas niñas sufren la violencia física y psicológica por parte de sus suegras, que tienen pleno poder sobre ellas.

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© Soumaya Naamane Guessous | Primero publicado en Femmes du Maroc  ·  Julio 2007 | Traducción del francés: Ilya U. Topper

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