Najat El Hachmi
«Lo peor es el patriarcado interior, invisible»
Alejandro Luque
Sevilla | Mayo 2018
Catalana de origen marroquí, Najat El Hachmi (Nador, 1979) ha destacado en los últimos años como un caso singular de hija de emigrantes –llegó a nuestro país con ocho años– que ha adoptado el catalán como vehículo de expresión literaria. Se dio a conocer con Jo també sóc catalana, que ganó el Premio Sant Joan de narrativa, y más tarde obtuvo el Ramón Llull con El último patriarca. Con La hija extranjera y su última obra, Madre de leche y miel, que acaba de ver la luz en Destino y donde narra la relación entre mujeres rifeñas que emigran a Cataluña, da por cerrada una trilogía que explora los mecanismos del patriarcado. Recientemente pasó por Sevilla para presentar esta entrega, invitada por la Fundación Tres Culturas.
Madre de leche y miel describe a una mujer rifeña inmigrante y la fuerza con la que sale adelante. ¿Por qué la imagen clásica de la inmigración marroquí en España es la de un hombre que trabaja y una mujer encerrada en casa?
«Hay mujeres que adquieren un poder importante en sus familias, pero la estructura es patriarcal»
La historia de las mujeres no se ha contado, se cuenta como mucho la del hombre, y a través de titulares. Es cierto que, en general, muchas mujeres marroquíes viven encerradas en casa y realizan trabajos invisibles. Yo quería contar esta historia, porque hay mucha vida dentro de ese ámbito doméstico donde creemos que no ocurre nada. Pero es donde está la familia, el individuo, el malestar provocado por múltiples estructuras de poder. Hay mucho material.
También hay quien dice que la gran asignatura freudiana en Marruecos es matar a la madre: “No puedo hacer llorar a mi madre” sería lo que impulsa a muchos jóvenes, chicos y chicas, a aceptar los dictados familiares.
A veces se dice que Marruecos es un matriarcado. Evidentemente, no es así. Hay figuras femeninas que a partir de cierto momento de su vida adquieren un poder importante en sus familias, pero la estructura es patriarcal. Está todo al servicio del patriarcado, también esas mujeres. Se convierten en cómplices. Pero es una figura que puede ser ambivalente, porque al mismo tiempo ha sido víctima de ese sistema. Es más difícil encararte a la madre porque sabes que también ha pasado por esa condición de víctima en muchas etapas de su vida.
Según las estadísticas, el porcentaje de chicas marroquíes que eligen libremente a su marido es ínfimo – aunque muchas eligen libremente entre los candidatos propuestos por la familia, pero eso ¿es libertad?
«Quienes más hablan de la emancipación de la mujer marroquí son personas muy de derecha»
No lo creo. Lo que existe es la negación absoluta de la pareja misma. Lo importante es la familia en un sentido muy amplio, pero la pareja, el amor, la libre elección de aquel con quien convivir y a quien amar, es una de las libertades más fundamentales que existen. Nuestras madres no veían a los hombres con los que se casaban hasta la noche de bodas, y hoy sigue habiendo una presión importante a la hora de elegir.
¿Se reproduce este modelo en la comunidad marroquí inmigrante en España? ¿Es frecuente que se le mande a la hija adolescente al ‘bled’ para evitar que escoja un novio ‘cristiano’?
Lo del novio cristiano es por ley: la imposibilidad de tener un compañero de otra religión está establecida por la propia religión y, en el caso de Marruecos, por ley. No es algo simplemente cultural. Cuando es solamente cultural puedes enfrentarte, desafiar la norma. Allí, si te casas con un no musulmán, él se tiene que convertir.
¿Y cuánto cuesta rebelarse contra esta costumbre? ¿Hay apoyo por parte de la sociedad y las instituciones españolas o catalanas, o hay una actitud de “Ellos saben lo que es bueno para sus hijas”?
Estamos en un tiempo muy extraño, donde conviven las dos actitudes: está vigente la sensibilidad clásica, que es un rechazo absoluto a todos los elementos machistas de una determinada cultura, la oposición a todo relativismo cultural. Pero con el tiempo, el discurso contestatario de las mujeres de ese colectivo se lo ha apropiado curiosamente la extrema derecha. Ahora quienes más hablan de la emancipación de la mujer marroquí son a veces personas muy de extrema derecha, que no defienden esos valores por la mujer, sino por sus principios racistas, de modo que defienden la expulsión de todo el mundo.
¿Y qué dicen las propias mujeres inmigrantes?
Ha habido una reformulación de los discursos, en los que las mujeres de estos colectivos llegan a reivindicar elementos claramente machistas. Chicas jóvenes que defienden la religión, el pañuelo, lo indefendible… No basándose en la tradición, como podían hacer nuestros padres, sino como resistencia al racismo. Es un gran error, ir por ahí es meternos en una trampa, construirnos una nueva tribu. Y está teniendo, me temo, mucha repercusión.
Desde 2004, en Marruecos ya no es necesario, como antes, el permiso del padre o hermano para que una mujer adulta se case. Este cambio legal ¿se ha asumido en la sociedad? ¿Y en el colectivo inmigrante?
Hay un cambio, en el sentido de que cada vez son menos las familias que se meten en estos matrimonios. Pero sigue teniendo mucho peso la familia. Te puedes enfrentar, pero puedes pagar un precio muy alto.
La suegra que le hace la vida imposible a su nuera es un tema recurrente en la imaginación, también la literaria, de todo el Mediterráneo. Si la guerra se desarrolla entre dos mujeres ¿qué pinta el hombre?
«La suegra transmite los valores: eso el patriarcado, no hace falta un hombre»
No hay choque entre mujeres, sino entre una persona con poder dentro de una estructura patriarcal y otra que se tiene que someter. Es algo más grave. La suegra se encarga de mantener esa estructura de la que hablábamos antes, y de transmitir los valores y dar continuidad. No solo defiende al hijo, sino a toda la comunidad. No se trata de que haya un hombre para imponer unas determinadas normas, se trata de una estructura más compleja, articulada con cosas de la vida cotidiana, pequeñas normas sobre cómo moverte, vestir, comportar. Eso es el patriarcado, no hace falta un hombre. La protagonista de mi novela está sola, pero no puede saltarse esas normas. Lo peor es el patriarcado interior, invisible.
Usted empezó en El último patriarca mostrando el machismo más evidente y ha acabado dibujando al patriarcado sin rostro, que está en todas partes, ¿no?
Así es, lo llevas dentro y es una vocecita que te va diciendo lo que debes hacer como mujer en todo momento.
Un lector me dijo que el protagonista de aquel libro, por el hecho de estar fuera de la sociedad marroquí tradicional, desarrolla un machismo, incluso un islamismo, más violento del que su propia sociedad en el Rif le habría permitido.
«Las corrientes islamistas nos dicen que la religión de nuestras abuelas estaba mal»
Creo que hay una colonización por parte de las corrientes fundamentalistas. Tenemos una población en un territorio no musulmán, que muchas veces tiene poco conocimiento de sus raíces, y por tanto no se siente de ningún lugar, en tierra de nadie. Y quienes tienen un discurso bien preparado y pueden ofrecerles ese lugar, están siempre listos para intervenir. Yo creía que era un fenómeno muy reciente, pero haciendo memoria me di cuenta de que ya a principio de los 90, cuando acabábamos de llegar, empezamos a pensar qué éramos y qué no, y el fundamentalismo estaba ya disponible.
¿Y qué efecto tenía entonces?
Son corrientes que desarraigan todavía más, te proponen una pertenencia que va más allá de lo que tus padres practican. Marruecos es menos ortodoxo de lo que esas corrientes nos dicen, y ahora esas corrientes nos dicen que la religión de nuestras abuelas estaba mal. Te cortan los lazos con tu propia familia.
¿Recuerda por qué vía se transmitían esos mensajes? ¿Por la tele, por los predicadores…?
En un pequeño oratorio, no sé cómo, nos empezaron a llegar materiales en español sobre el islam. Libritos para niños que me encantaban, con las historias de los profetas. Luego también había unas ideas muy nuevas para nosotros, una forma de practicar esa religión que entraba en conflicto con lo que yo había vivido: por ejemplo, prohibir la música, poner mucho énfasis en el cuerpo de la mujer, incluso en niñas. Te hacía ir asumiendo tu lugar desde pequeñita, sabían que si lo hacían más tarde les iba a costar más. Después de los atentados de agosto, se me cayeron las vendas de los ojos y me di cuenta de que, más allá de la corriente violenta, teníamos ahí a su hermana pequeña. Te hacen más difícil que te hagas partícipe de esa sociedad. Tú perteneces a esa gran umma que de algún modo es virtual, global…
¿Cree que se le cayó la venda de los ojos a más gente?
Yo me sentí muy sola. Intenté escribir sobre ese cambio de percepción. Me di cuenta de que había una ideología, más que una propuesta espiritual, muy peligrosa, porque estaba colonizando a esos jóvenes, que se sienten no pertenecer a ningún lugar, y convenciéndolos de cosas terribles. Hemos llegado a un punto en que el simple hecho de hablar de eso se cuestiona. Te acusan de islamófoba [risas]. Después de años recibiendo insultos racistas, ahora soy racista, qué bien. Es una actitud muy poco inteligente. Lo triste es que no hay un espacio de debate común. No quiero que los problemas de las personas de origen inmigrante marroquí lo hablemos solo nosotros. Tiene que estar en el debate público, porque formamos parte de una sociedad.
¿Conoce los movimientos feministas en Marruecos? ¿No parece a veces que el debate sobre los derechos de la mujer allí está más avanzado que en el colectivo musulmán en Europa?
«Aquí uno tiene que defender lo que es, su propia identidad, y es una trampa»
No estoy muy muy al día, la verdad, pero sí he observado lo que dices. Hay cosas que en origen se defienden sin ningún tipo de duda, es evidente que tienes que luchar por poder tener relaciones sexuales antes del matrimonio sin que te penalicen por ello, o la homosexualidad, cosas de derecho muy básico… En cambio aquí uno tiene que defender lo que es, su propia identidad, y eso nos lleva a un terreno pantanoso. Como dije antes, es otra trampa. En Irán las mujeres se quitan el pañuelo y son arrestadas por ello, mientras aquí todos los esfuerzos se centran en defenderlo… me parece muy absurdo, como tener una falta de perspectiva global. ¿Cuántas mujeres hay en el mundo a las que se les obliga a llevarlo? Es una falta de conciencia de estar en algo mucho más grande.
Una importante parte de la inmigración marroquí en España viene del Rif. ¿Corremos peligro de identificar el Rif con todo Marruecos? ¿Es cierto que la islamización de Marruecos está más pronunciada en el Rif que en el resto?
Marruecos no lo conozco muy bien, tengo la suerte o la desgracia de pertenecer a dos periferias en los dos países en los que he vivido. No sé si el Rif es tan distinto, pero tiene una historia particular, muy ligada también a España. Aún no sé qué va a salir de eso, ¿eh? Estoy empezando. Mi abuelo por ejemplo hablaba un poco español, sabía que había trabajado para los españoles, pero nunca entró en detalle. Cuando estaba vivo, yo tampoco tenía la curiosidad. Con los años fui indagando y supe que trabajó en las famosas minas del Rif, origen de todo el conflicto posterior en la zona.
Amigas mías rifeñas me han dicho que sus abuelas nunca llevaban velo- sí un pañuelo – y que ahora todas las chicas jóvenes de Nador o Alhucemas . ¿Ha observado esta evolución?
«Hay una reislamización muy importante por todas partes»
No te sé decir, el fundamentalismo, años atrás, estaba muy mal visto. Alguien muy riguroso, muy estricto, que te decía que tu forma de practicar no es la correcta, era una presencia muy molesta, yendo como iba además en contra de muchas costumbres arraigadas. En el Rif hay muchos rituales que tienen que ver con el sufismo, prácticas de las mujeres que escapan completamente de lo que encontraríamos en un libro que nos explicara qué es el islam. Hay una reislamización muy importante por todas partes.
¿Qué significa para usted el velo: una prenda cualquiera, un símbolo político, un símbolo religioso? ¿Qué responde cuando alguien lo considera “una tradición”?
Mis abuelas llevaban esa pañoleta en la frente, y la otra para salir, pero ha ido cambiando todo mucho. Cuando yo era pequeña eran las casadas las que tenían pañuelo. Un distintivo para que no las persiguieran. Ahora ves a muchas chicas jóvenes con pañuelo. Se lo conté a una chavala de aquí, y me dijo que ni siquiera conocía esa norma. La imagen que tengo de los 80 era que mucha gente llevaba el pelo rizado… Me parece una regresión. Entiendo que también hay una decepción muy importante respecto a las esperanzas que prometía la modernidad, por decirlo de alguna forma. Se creía en el cambio. También los fundamentalismos están haciendo muy bien su trabajo.
¿Hay también inmigrantes que empiezan a utilizar el velo para que partidos o movimientos catalanes los acepten como “representantes del colectivo marroquí” o “islámico”?
Hay una instrumentalización, y el pañuelo se ha convertido en una bandera política. Para mi madre era su forma de vestirse, ahora es una bandera. Hay chicas que si les quitas el pañuelo, difícilmente las vas a distinguir de otras que no pertenezcan a ese colectivo. Es un modo de diferenciarse. Pero me pregunto si se han planteado en términos feministas lo que eso supone. Yo reflexiono sobre eso porque cuando la realidad cambia, el pensamiento se va… lo único que sé es que mi hija, tal y como percibe su propio cuerpo, es muy distinto de como lo hacía mi madre, y como he crecido yo por culpa de todas esas normas que situaban tantas cosas en mi cuerpo.
¿A qué se debe el fenómeno de que haya representantes de la comunidad inmigrante musulmana, o de la segunda generación de origen inmigrante, que se adhieren a las tesis independentistas catalanas?
«No existe tal comunidad musulmana, pero los políticos siempre buscan representantes»
Si defendemos nuestra situación en Cataluña como ciudadanos, tenemos que tener el derecho a alinearnos ideológicamente con cualquier corriente o propuesta que nos parezca bien. No veo bien que se dé por hecho que por ser de Marruecos tengas que estar a favor o en contra de la independencia. Eso no es muestra de estar más o menos integrados. Si nos reivindicamos como ciudadanos, cada cual debe pensar por sí mismo.
Lo preguntaba porque me resulta llamativo el aparente cierre de filas de la comunidad musulmana con el independentismo…
¿Sabes qué pasa? Que no existe tal comunidad musulmana, así que quien salga como portavoz o representante de tal comunidad, se atribuirá un papel que no le corresponde. Es un problema de la clase política, que siempre ha buscado unos representantes. Te hablo de Vic, hay dos oratorios, porque hay personas procedentes del Rif y de otras zonas, y cada pequeño colectivo se articula sobre el origen del pueblecito del que vienen o la lengua que hablan. La clase política siempre ha necesitado construir una comunidad, pero yo no quiero formar parte de nada de eso. Quiero ser ciudadana y votar a mis gobernantes, no a ningún representante de la comunidad musulmana. Aunque haya personas interesadas en atribuirse ese papel. Ahora, además, se va hacia articular más en función de la religión, más que del origen. Se va a convertir en otro coto. Imagínate los chicos y chicas más jóvenes, ya hay quien les propone formar parte de esa “comunidad”.
Usted es rifeña, su idioma materno era el tamazigh. ¿Ha intentado escribir en esta lengua?
Nunca probé, es una lengua que se está empezando a escribir ahora, no tienes un corpus literario. Celebro que haya gente poniendo por escrito esa literatura, pero sería un proceso muy complicado para mí. El tema amazigh está sobre todo en lo que escribo, con personajes que están en ese contexto. Ahí aparece todo ese mundo que forma parte de mí, pero no sale en el día a día. Es una de mis raíces literarias, pero veo discutible escribir en ese alfabeto [el tifinagh, cooficial en Marruecos], cuando la gente ya tiene dos alfabetos que la gente conoce. El uso que se hacía de él, además, era muy restringido, para juegos, para contarse cosas los tuaregs, pero nada más.
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