Opinión

El rey desnudo

Alberto Arricruz
Alberto Arricruz
· 15 minutos

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En un cuento de Andersen, reinterpretado para el teatro por Evgueni Schwartz, un rey muy engreído se deja engañar por unos personajes del relato y, creyendo lucir un vestido maravilloso, se presenta desnudo ante el pueblo. Nadie se atreve a decírselo; cada cual se comporta como si nada y hasta algún cortesano le dice que su traje es maravilloso. Solo un niño pequeño exclama “¡El Rey está desnudo!”

Macron quiere ser rey. Lo dijo en una entrevista publicada en julio 2015, cuando era ministro de Hacienda: “La democracia contiene una forma de incompletitud porque no es suficiente por si sola. En la política francesa, ese ausente es la figura del rey; y pienso fundamentalmente que el pueblo francés no deseaba su muerte. El régimen del Terror ha cavado un vacío emocional, imaginario, colectivo: ¡El Rey ya no está! (…) Lo que esperamos del presidente de la Republica, es que ejerza esa función.”

En la nueva tienda oficial on line de la presidencia de la Republica puedes comprar tasas con su efigie como si fuese la reina de Inglaterra o Felipe VI. Venden dibujos para colorear de Macron, su esposa Brigitte y el perro, posando ante el palacio de l’Élysée como los reyes ante Buckingham o la Zarzuela. Puedes comprarte camisetas con frases “famosas” de Macron, y prendas marcadas “Primera dama”… una función norteamericana que jamás ha existido en Francia.

Cuando vi la camiseta del mundial de Macron en Facebook, pensé que se trataba de un fake cachondo

Y si quieres celebrar la victoria de la selección francesa en el Mundial de fútbol, pues cómprate en esa tienda la camiseta con la figura de Macron regodeándose de un gol francés. Cuando vi tal camiseta en Facebook, pensé – como mucha gente – que se trataba de un fake cachondo. Pero es real: la silueta de Macron, en esa pose dinámica al estilo de CR7 celebrando un gol, dibujada con los tres colores de la bandera, y al lado las dos estrellas de los Mundiales ganados, tal como suelen aparecer en la camiseta de la selección.

Todo eso lo vende oficialmente la Republica francesa.

Y es que Macron ha querido presentarse como el vencedor del Mundial. A la diferencia de Chirac, presidente campechano de la Republica, que supo mostrar en 1998 su alegría sintonizando con el sentimiento popular, Macron ha escenificado su placer personal ofrecido a su pueblo.

La selección francesa del 1998 tardó tres horas en recorrer la avenida des Champs-Élysées, abarrotada de gente, para luego alzar la copa ante el pueblo en un balcón del hotel Crillon, en la plaza de la Concorde. Pero en 2018, el autobús de la selección de regreso de Moscú se tragó la avenida –donde se concentraban más de 300 000 personas – en menos de quince minutos, para estar con Macron en el palacio presidencial cuando empezara el telediario.

Allí se quedaron celebrando el Mundial, con la tele grabando la alegría personal de Macron durante horas. Y cuando los jugadores pensaban ir por fin al balcón del hotel Crillon para presentar el trofeo al pueblo, los mandaron a casa. La gigantesca plaza de la Concorde, llena de gente, fue vaciada por la policía a petición de la presidencia.

Después, durante dos días, toda la selección estuvo buscando el trofeo mundial; con el lio del regreso y de las maletas, nadie sabia donde había ido a parar. Hasta que se enteraron de que el jefe de la seguridad de Macron se la había quedado sin permiso y sin informarles.

Ese jefe de la seguridad presidencial se llama Alexandre Benalla. Su nombre es ahora sinónimo del escandalo que estalló el 18 de julio, cuando los medios difundieron unos videos mostrándolo agrediendo dos personas el primero de mayo, en la plaza de la Contrescarpe en París, ante un grupo de policías antidisturbios que lo miraba atónito.

Llevaba un brazalete de policía, un casco de antidisturbios y una radio de la policía. Pero no es policía; tampoco militar ni funcionario. Tiene un contrato de jefe de equipo en la presidencia de la Republica. Hacer de policía, llevando material de policía, es un grave delito. Agredir a personas que no le atacan es otro, y pretender arrestarlos sin ser policía es por lo menos otro más.

Benalla llevaba un brazalete y una radio de policía y agredía a dos personas, pero no es policía

Oficialmente iba de observador, con permiso del director de gabinete de Macron, y lo hacia durante su día de descanso. Oficialmente también, al conocer su comportamiento en la plaza de la Contrescarpe, sufrió una suspensión de quince días como sanción disciplinaria, “la más grave jamás decidida en la presidencia” según el portavoz de Macron. También según la versión oficial, desde mayo Benalla habría abandonado su papel en la seguridad del presidente. Pero hasta el 18 de julio, se le veía siempre muy cerca de Macron y su esposa durante varios viajes. Fue el quien acogió la selección de futbol de vuelta de Moscú, y quien ordenó al chofer del autocar ir rápidamente al palacio presidencial.

Benalla tiene veintisiete años. Es un profesional de la seguridad privada; hizo de guardaespaldas para algunos dirigentes del partido socialista, antes de ser reclutado por Macron. A petición directa de Macron ya presidente se le ha concedido el grado de teniente coronel de gendarmería (cuerpo equivalente a la guardia civil española); Macron quería también concederle el estatuto de subprefecto, todo sin que Benalla se presentara a ningún concurso. Estaba a punto de instalarse en un piso de la muy exclusiva residencia de altos funcionarios del quai Branly (Mitterrand alojó allí a su pareja clandestina y su hija Mazarine).

A pesar de ser oficialmente suspendido dos semanas en mayo, Benalla cobró aquel mes toda su nomina (unos diez mil euros mensuales). Tenia un coche con chófer, equipado como coche de policía. Poseía armas solo autorizadas a policías y militares, una autorización que normalmente concede la Jefatura de Policía de París.

A finales de julio, Benalla fue arrestado y pasó dos días en custodia policial. Los policías quisieron registrar su piso, pero pretendió no tener las llaves, su puerta estaba blindada y los inspectores la precintaron. Al día siguiente el precinto había sido roto y en el piso la caja fuerte había desaparecido: contenía las armas de Benalla y váyase a saber qué más. Pero el fiscal no ha ordenado que se investigue tal delito. Tampoco le ha parecido urgente averiguar cómo un vídeo de cámara de vigilancia ha podido llegar a manos de Benalla y de ahí a manos de afiliados al partido presidencial para manipular esas imágenes, en un intento desesperado de propaganda. Los fiscales lacayos, al servicio del poder de turno, no son marca España.

Benalla daba ordenes a todo el mundo, echaba broncas a altos oficiales: por su boca hablaba Macron

No cabe duda de que los vídeos del primero de mayo han salido a la luz de mano de algún alto mando del Estado. Poner a ese joven gorila privado a mandar gente que lleva años en la carrera y pasando difíciles concursos, darle un alto grado militar como cuando Calígula nombró su caballo general… Con esa y algunas vejaciones más, Macron ha generado muchísimo enfado en las Fuerzas Armadas, la policía y el cuerpo prefectoral.

Benalla daba ordenes a todo el mundo, echaba broncas a altos oficiales de gendarmería y a policías con experiencia. Por su boca hablaba el presidente Macron, según declaró un alto mando ante la comisión de investigación que se montó inmediatamente en el congreso de los diputados. Esa comisión recibió el ministro de Interior y varios mandos involucrados en el asunto, dando a toda Francia una imagen bochornosa del funcionamiento del palacio presidencial y del comportamiento del propio Macron: resulta que abusa del poder sin frenos.

Como puede hacerlo un Aznar, los que han declarado ante la comisión se han defendido con mentiras tan gordas que ya nadie les cree. Rápidamente Macron ordenó que se parara eso; lo consiguió en el Congreso de los diputados donde tiene mayoría absoluta, pero no en el Senado, que sigue investigando después del parón de verano. El día 19 de septiembre, Benalla tuvo que presentarse ante la comisión senatorial. Y a pesar de haber sido ultrapreparado, como para el telediario que le montó una entrevista más que complaciente en julio, no le ha salido muy bien.

Macron no ha dado la cara. Solo ha declarado en julio ante sus diputados que, si sus enemigos quieren desafiarlo: “Que vengan a buscarme”. Ante el asombro causado por su cercanía con Benalla, Macron ha aclarado: “Alexandre Benalla no es mi amante”… Cuesta trabajo creerlo, pero sí: eso es una declaración oficial del presidente de la Republica francesa.

La estrategia de comunicación de Macron pretende ahora presentar a Benalla como un buen chico que no tenia tanta importancia, joven y algo exaltado, y a quien se le fue un poco la olla el primero de mayo 2018.

Pero está claro que aquel día no iba de observador, eso no se lo cree nadie. Y eran tres: Benalla, un alto cargo de la policía y un responsable del partido de Macron. Es decir: un hombre pagado por el partido político que gobierna daba ordenes a la policía. No estamos en Estambul, eso es París, 2018.

¿Por qué los ‘black block’ pudieron actuar a sus anchas y destrozar todo el 1 de Mayo en París?

Ese primero de mayo, un millar de “militantes” izquierdistas llamados “black block” se ha movido por París destrozándolo todo, justificando la represión de la policía a los manifestantes. Benalla y sus dos compañeros han estado todo el día en la calle, dando ordenes directos a los mandos policiales. ¿Qué ordenes han dado? ¿Por qué han agredido a varias personas a lo largo del día? ¿Por qué los “black block” han podido organizarse de forma militar y actuar a sus anchas, y por qué ningún cabecilla ha sido arrestado?

¿Cuál es el papel de Macron en la que se ha montado en París aquel día? Tanto jueces como senadores y periodistas de ‘grandes’ medios han evitado indagar lo que Benalla y sus compañeros hacían verdaderamente el primero de mayo. Veremos si consiguen asfixiar el escandalo.

Por si no fuera suficiente, el verano de Macron se ha tornado un desastre con la dimisión del ministro de ecología, Nicolas Hulot, el 28 de agosto.

Hulot es quizás tan famoso en Francia como Zinedine Zidane. Durante diez años, de 1987 a 1996, presentaba el programa de televisión “Ushuaia”, en donde se le filmaba pilotando aviones ligeros, saltando con paracaídas y buceando en océanos exóticos, mostrando – siempre con su rostro en primer plano – maravillas de la naturaleza. Y defendiendo un fuerte compromiso ecologista, a pesar de que la multinacional de química y farmacéutica Rhone-Poulenc financiaba el programa.

Nicolas Hulot actualizó el papel del comandante Cousteau, dándole un tinte deportista y un estilo moderno e individualista. Alcanzó un enorme éxito popular. Creó una fundación de utilidad publica, financiada en parte por la venta de champús y jabones de baño Ushuaia, presentes en absolutamente todos los supermercados de Francia.

Durante casi veinte años, los presidentes de la Republica han intentado convencerle de ser ministro de Medio Ambiente. Él mismo estuvo a punto de presentarse a las presidenciales de 2007 y compitió en la primaria del Partido Verde para la presidencial de 2012. Perdió la primaria, y el Partido Verde obtuvo un resultado estrepitoso.

En 2017 acabó aceptando ser ministro. Pero Macron lo ha tratado como lo que era: una imagen para engañar a la gente, mientras toma todas las decisiones sobre el medio ambiente de acuerdo con las demandas de las multinacionales más contaminadoras y con los lobbies de la agricultura intensiva.

Macron ha tratado al ministro de Medio Ambiente Hulot como lo que era: una imagen para engañar a la gente

Tras comulgar con ruedas de molino cada semana durante un año, Hulot ha tirado la toalla. Lo ha hecho en la radio, en una entrevista no preparada, para asombro de los periodistas, de Macron y de su primer ministro, a quienes no había comunicado su decisión. Sus palabras han sido clarísimas, muy difundidas e impactantes: no podía hacer nada, el ministro de agricultura es el que manda, no se puede ahondar en el ultraliberalismo y pretender proteger el medio ambiente… no quiere seguir mintiéndose.

Vaya verano para Macron. Quiere ser rey, pero con solo un año intentándolo ya parece Juan Carlos después de la rotura de cadera cazando elefantes. Pero el emérito tardó casi cuarenta años en desgastarse así.

Macron ha empezado a cargarse a gran velocidad las pensiones, las garantías laborales, los servicios públicos y la sanidad publica. Ha hecho increíbles regalos fiscales a los más ricos. Se le ha dado por combatir la laicidad republicana que suele defender. Y anda diciendo en cada viaje internacional que los franceses son unos vagos.

Pero Macron cae hoy de sus alturas por haber enfadado el pueblo francés robándole la fiesta del Mundial de futbol. Por haber mostrado con el escandalo Benalla que, en vez de ser Júpiter como lo han cantado los medios serviles, en vez de ocupar el cargo con grandeza de Estado, se comporta con un niñato. Y por haber perdido Nicolas Hulot. Todo junto, en pocas semanas.

Y ahora, toda su arrogancia y su desdén hacia las clases populares se ve con nitidez. Lo que solía ser dinamismo y energía necesaria para cambiar una sociedad pretendidamente por reformar, se ve ahora como agresividad de clase y gobierno de los más ricos.

Los programas sociales dejarán de ser un derecho para devenir un sistema de tutela a las clases populares

Macron no piensa hacer otra cosa que acelerar su agenda política. Salió este verano en un programa que lo presenta trabajando con su equipo, diciendo que las ayudas sociales cuestan un dineral de la hostia (“pognon de dingue”). Eso, según el plan de comunicación, debía llevar a que la gente piense: “¡Que valiente!” Pero bastó con una (excelente) parodia de dos minutos, difundida en YouTube por el famoso actor Alain Chabat, para ridiculizarlo sin piedad. Ahora anuncia que todos los programas de solidaridad de Estado van a pasar a ser una ayuda “para los pobres”. Dejarán de ser un derecho para devenir un sistema de tutela a las clases populares, imitando la política “Hartz IV” vigente en Alemania donde, si no quieres perder tu ayuda, tienes que pedir permiso para comprar un frigorífico o reparar tu coche (la “ética” protestante y el espíritu del capitalismo, diríamos con Max Weber).

En septiembre, en un encuentro en el palacio presidencial, cuando un joven horticultor parado le dijo que llevaba meses buscando trabajo, Macron le contestó: “Oye, yo ahora cruzo la calle y le encuentro un trabajo.” Basta con aceptar oficios que no tienen nada que ver con tu formación – camarero, limpiador – y aceptar los sueldos y las condiciones de trabajo que te impondrán.

Luego se hace un selfie en las Antillas francesas con dos chavales con pinta de raperos (salidos de cárcel después de una condena por atraco), uno con el torso desnudo y haciendo una peineta para la foto. Parece una foto de Robert Mapplethorpe. Ha costado trabajo incluso a los medios aceptar que no es un fake. Y, como los que huyen los primeros del navío, acaba de dimitir el ministro del Interior, Gérard Collomb, en un gesto que es otra bofetada a Macron. Collomb, un viejo barón socialista que – junto con el de Bretaña, Le Drian – trajo a Macron el aparato del partido socialista y sus redes en el Estado, recupera ahora su cargo de alcalde de Lyon.

El mensaje llega ahora a la gente: Macron va a por las clases populares, quiere que vivan peor y que lo acepten.

Hace doce años, Sarkozy competía por el liderazgo de la derecha francesa – y la presidencial – con De Villepin. Un día que De Villepin afirmó que él tenia un par de cojones, Sarkozy le contestó: El pueblo francés no corta los huevos, corta las cabezas.

Macron todavía tiene su cabeza. Pero ya está desnudo.

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© Alberto Arricruz |  Septiembre 2018 · Especial para M’Sur

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