Entrevista

Haifa Zangana

«Utilizan la guerra contra el terror para chantajear al pueblo»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 22 minutos
Haifa Zangana (Menorca, Abr 2019) | © David Arquimbau


Menorca
 |  Abril 2019

Ni siquiera la dolorosa conciencia del sufrimiento de su país consigue arrebatarle del todo el buen humor. Haifa Zangana (Bagdad, 1950) es una mujer menuda, de rasgos serenos y modales lentos, detrás de los cuales se descubre una actividad abrumadora: novelista, artista, incansable activista política, es conocida como autora de títulos tan interesantes como La ciudad de las ventanas: la perspectiva de una mujer iraquí sobre la guerra y la resistencia, Soñando con Baghdad y El torturador en el espejo, este junto con Ramsy Clark y Thomas Ehrlich Reifer. También ha editado en árabe Una fiesta para Thaera: las mujeres palestinas escriben sobre la vida, una colección de relatos cuyas autoras fueron prisioneras palestinas.

Asesora de varios organismos internacionales y columnista en el diario Al Quds Al Arabi, Zangana actualmente trabaja con exprisioneras políticas en Túnez en la publicación de sus experiencias como parte de un proceso transicional de justicia. En mayo intervino en la Trobades Albert Camus celebradas en Sant Lluís, Menorca, junto a destacadas personalidades de la cultura mediterránea.

En 2007, 4 años después de la invasión anglo-estadounidense de Iraq, usted describió la vida allí cómo “una continuación de la miseria, pero peor” y “sin final a la vista”. Han pasado otros 12 años. ¿Hay un final a la vista?

Si algo está pasando, es que va a peor. Especialmente, la corrupción, que se ha infiltrado casi en todos los ámbitos del gobierno, de cada institución, de los más altos cargos a los más bajos. Antes la calculábamos en miles de libras esterlinas. Y ahora –los propios corruptos lo admiten, gracias al conflicto entre ellos mismos en el que se revelan todos esos documentos, archivos, cifras– se ha convertido en una cuestión de millones de libras o dólares. Según el ex primer ministro Haidar Abadi, la corrupción dentro de las Fuerzas Armadas hace que unas 6.000 personas que no están en el Ejército reciben salarios: los llaman soldados fantasma.

¿En qué otros ámbitos se manifiesta?

«Irán necesita a Iraq ahora, está desesperado por su ayuda por las sanciones de Trump»

Recientemente hemos sabido lo de los hospitales: se paga dinero por ellos, se asegura que se han construido, que hay gente trabajando allí, se abonan lo salarios, pero los hospitales no existen en absoluto. Eso, respecto a la corrupción. Veamos la parte política y militar: aseguran que han vencido al Estado Islámico, pero luego dicen día sí, día no, que sigue ahí y que hay que seguir combatiendo. Utilizan la guerra contra el terror para chantajear al pueblo, para intimidarlo, para aterrorizarlo con las milicias. Tenemos aún milicias muy poderosas y utilizan todo esto para arrestar a gente de forma aleatoria, meterla en prisión, torturarla, sin ninguna ley.

Y allí sigue Estados Unidos…

Así es, todo el mundo pensaba que, en 2007, Barack Obama trabajaba para retirar las tropas estadounidenses. Pero ahí siguen. Al menos en parte. Y se incrementan. El nuevo primer ministro dijo “Los necesitamos”, y les proporcionó la cobertura legal, porque es por solicitud del Gobierni iraquí que las tropas estadounidenses estén ahí, y tengan sus bases, en el oeste de Iraq y en el norte. En el norte, claro, las bases se conocen bien, están ahí y nadie hace nada, pero en el resto del país se ha demostrado, aunque se había ocultado un tiempo.

¿Es cierto que también se está haciendo notar la influencia de Irán?

Sin duda. El gobierno iraquí, incluyendo los propios diputados, se están peleando en TV, en los estudios, los 24 horas al día, discutiendo y gritándose, y demostrando que son leales a Irán, como país que les ayuda a liberarse del Daesh. Y por lealtad tenemos que quedarnos mirando y permitirles que estén. Sabemos que las milicias en Iraq, ahora y desde hace mucho años, las ha fomentado y respaldado Irán. Así que en lugar de tener solo a las fuerzas estadounidenses como en 2007, y los de Al Qaeda, ahora tenemos a los estadounidenses, con sus mercenarios, un enorme número de mercenarios, y sus bases. Iraq legalmente no se considera parte de la OTAN, pero funciona como tal. Y en segundo lugar tenemos a los iraníes, con las milicias y todo. Irán necesita a Iraq ahora, está desesperado por su ayuda por las sanciones que el Gobierno de Trump ha impuesto, así que no hay manera de liberarse de los iraníes. Y con toda la corrupción… Se está deteriorando.

¿De qué modo se refleja esto en el día a día de los iraquíes?

Los servicios públicos están parados, y ya necesitaban reformas: los hospitales, los colegios… Ves a niños yendo a un colegio construido de barro. Es algo que no hemos visto en Iraq desde los años cincuenta. Y el nivel de educación está muy deteriorado. La mayoría de la clase media ha abandonado Iraq. Los que se han quedado o son demasiado pobres como para irse del país, o se benefician de la situación ahora. Hay gente que firma contratos bajo la bandera de la “reconstrucción”. Cuando me hablan de reconstrucción salto como un resorte, es como si tuviera una alergia física a la palabra… La “reconstrucción” es un inmenso agujero que absorbe todo el dinero.

Es el gran negocio de la guerra, ¿no?

Totalmente.

Si alguien ahora llegara con una máquina de tiempo y pudiera elegir vivir en Iraq bajo Sadam Husein o en la actualidad ¿qué le aconsejaría?

«Antes teníamos un dictador, y ahora no sabemos cuál tenemos porque hay demasiados»

Recomendaría no tener que ofrecer esa elección en absoluto. Porque somos como cualquier nación: tenemos nuestras aspiraciones, nuestros sueños y trabajamos por ello. Y cuando luchábamos, en aquella época, contra la dictadura, esa lucha era auténtica. Se dirigía contra un régimen opresor que metía a la gente en la cárcel; había abusos de derechos humanos. Es cierto que no era tan malo como se volvió después. Muchos iraquíes dicen: antes teníamos un dictador, y ahora no sabemos cuál tenemos porque hay demasiados y no sabemos cómo afrontarlos. Pero pienso que la pregunta es injustificada, si preguntas qué quiere la gente, a qué aspira. Los iraquíes merecen algo mejor que el régimen anterior o este, que nos ha metido en un pozo todavía más profundo.

Un amigo mío afirma que la división del islam en dos comunidades enemigas, suníes y chiíes, empezó solo tras la invasión estadounidense. ¿Una visión demasiado idílica?

Creo que ya durante la guerra Irán-Iraq empezamos a tener ese aspecto religioso. Empezó tras la revolución iraní, en 1979, pero también Sadam Husein, para enfrentarse a Irán, fomentó tendencias religiosas que antes no teníamos; así nos convertimos en suníes y chiíes. Pero no era una división tan profunda entonces. A partir de los años 90, la oposición iraquí en Washington y Londres trabajó para eso, diciendo: ‘Somos la mayoría y nos ha gobernado la minoría, los suníes’. Y estaban los kurdos, que querían ser algo distinto a suníes y chiíes… Esa combinación de fuerzas que trabajaba llevaba al lema Divide y vencerás, que es muy útil para cualquier ocupante en el mundo, ya se había hecho en Vietnam y otros países.

¿Qué papel juega la decisión del ‘virrey’ estadounidense Paul Bremer, en 2003, de montar una Asamblea iraquí con diputados escogidos según confesión religiosa o pertenencia étnica?

Cuando llega Paul Bremer y se crea ese Consejo para gobernar Iraq, el país ya está dividido, totalmente, en suníes, chiíes, turcomanos… La ironía es que hasta el líder del Partido Comunista, Hamid Musab, eligió formar parte del Consejo, no como comunista sino como chií. Era algo más profundo, no solo en la superficie. Y todos los grupos empezaron a invertir en representar ese o aquel colectivo religioso o minoría, para ganarse su lealtad, diciendo: tú eres chií, yo soy chií, quién te va a defender mejor que yo. ¿Te fías de mí? Ahí empezaban la desconfianza, empezaban las amenazas.

¿Y cómo siguió?

«No teníamos un gueto de suníes y otro de chiíes; nos casábamos entre nosotros»

Luego se descubrió que [el coronel] James Steele estaba en Iraq aplicando una política calcada a la que impulsó en El Salvador: operaciones encubiertas contra determinados grupos religiosos para echarle la culpa a otro grupo. Eso creó un abismo enorme. Ahí la gente empezó a sentirse amenazada por los otros, otros con los que habían convivido, con los que podían estar casados. Porque Iraq no es como Irlanda del Norte: no teníamos un gueto de suníes y otro de chiíes. Nos casábamos entre nosotros. En la misma familia había kurdos, árabes, suníes, chiíes, todo mezclado. A la ocupación le costó un enorme trabajo separar al pueblo. Y creo que todavía no lo han conseguido del todo.

¿Siguen unidos en algunos casos?

Hablas con algunos y te dicen que no hay diferencia, aunque otros se benefician de esto, es algo fabricado. Y para quienes ganan con la ocupación es importante insistir en esto y ahondar más y más en ello, porque así se protegen ellos; originalmente ellos no estaban allí, no representaban a nadie. Es como hervir todo a fuego lento. Y ahora el Gobierno está totalmente dividido, y sabe lo débil que es. No pueden ni hablar entre ellos, ni tomar decisiones. Ahora llevan seis meses sin poder nombrar a un ministro de Interior o de Defensa. No se ponen de acuerdo. Se devoran mutuamente. En conjunto, sí, el año 2003 era decisivo para fabricar todo este proceso.

En España a veces se escucha la opinión: “No hay que intervenir contra dictadores árabes, porque esos pueblos no están preparados para la democracia o no la necesitan”. ¿Qué respondería?

«En la Primavera árabe, todos hablan de libertad y de dignidad, de trabajo, nadie habla de democracia»

¡Por supuesto que no quieren! Porque estos dictadores gobiernan en nombre de ellos, porque los países occidentales no quieren una verdadera democracia. ¿Cuántos países han invadido a favor de una democracia de verdad? ¿En cuáles han derrocado gobiernos democráticos? Haga la lista. Verá que no tienen ningún interés en tener una democracia. Y el pueblo [en Iraq] sí tenía muchas ganas de una democracia. Al margen de los defectos de la democracia, que la tiene, pero pensaban que iba a traer estabilidad. Y lo que la gente más quiere es la estabilidad. Quieren estar seguros de que sus hijos vayan al colegio por la mañana. De que pueden ir al médico cuando están enfermos, en lugar de morirse. De tener un trabajo para vivir con dignidad. Cuando ves la Primavera árabe, todos los eslóganes en las calles de El Cairo, Túnez, partes de Iraq o ahora en Argelia, todos hablan de libertad y de dignidad, de trabajo, nadie habla de democracia. Porque sabemos muy bien que si tienes tu libertad, si tienes tu dignidad, si tienes trabajo, si la economía marcha, esa es la verdadera democracia, no ir a votar o quién sabe qué elecciones. Lo hemos visto en los países que son las cunas de la democracia…

Cuando llegaban oleadas de refugiados sirios a Turquía, la pregunta que más hacían a los periodistas europeos era: “¿Y por qué Europa permite que Asad nos masacre y no interviene?” Pero visto lo que pasó en Iraq ¿usted habría aconsejado una intervención militar extranjera?

No, en absoluto [risas]. Estamos por supuesto del lado de la rebelión. Aunque algunas rebeliones han sido secuestradas. Pero eso no quiere decir que uno pida que ocupen su país. En absoluto. Durante las sanciones en Iraq pedíamos todo tipo de medidas, salvo la invasión. La invasión no es una opción.

Y si no, ¿qué se puede hacer, desde fuera, ante una cruel guerra civil en la que un dictador masacra a su pueblo?

Dejar de apoyarlo. Con eso ya está. Intentar no apoyarlo. Arabia Saudí mata a gente, ayer ejecutó a 37 personas. Arabia Saudí, Irán e Iraq están en la cabeza de la lista de ejecuciones en el mundo. Tienen un problema, no sabemos cómo de profundo, con Irán, pero a Iraq lo respaldaron, y luego ¿construyeron democracia? Arabia Saudí, con los miles de millones que tienen… No los apoye. No apoye a dictadores. No les mande armas para matar a su pueblo. Si es que quiere ayudar.

¿Y qué pueden hacer los opositores? ¿Vale la pena meterse en una guerra civil? ¿Tienen otro espacio?

«Ahí está Tony Blair y nadie lo interroga por crímenes de guerra, mientras sí se interroga a alguien en África»

Están los espacios que la humanidad ha creado: Naciones Unidas, el Consejo de Seguridad, el Tribunal de La Haya… estos deberían ocuparse de estos problemas. ¿Por qué no activarlos cuando hay criminales de guerra? Ahí está Tony Blair y nadie lo interroga, mientras sí se interroga a alguien en África. Que estas instituciones hagan su labor. Pero seguimos apoyando a dictadores y criminales de guerra. En Iraq estábamos luchando contra la dictadura, ellos la apoyaban. Luego de repente decidieron, vale, vamos a cambiarla por otra cosa [risas]. Nadie preguntó a los iraquíes qué querían. Ni entonces ni ahora.

Como en Libia.

Exactamente. Entra otro ejército, otro son las milicias… Hay cuatro países, superpotencias; una potencia apoyando tal bando, otro tal otro. ¿Diría que es una decisión del pueblo libio?

¿Fue Aznar otro criminal de guerra, en su opinión?

Pero, ¿no retiró las tropas, no le forzaron a retirar las tropas? No recuerdo bien…

Apoyó la invasión, ahí está la foto de Azores con Bush y Blair.

Creo que eso lo debería decidir su propio pueblo. Pueden decir: Este hombre nos gobernaba y nos ha mentido. Debemos juzgarlo porque tenía un cargo de responsabilidad para el que lo elegimos y no hizo bien su trabajo, nos engañó. Si se trabaja en una pequeña tienda y desaparecen diez euros de la caja, se puede llamar a la policía y lo investigará. ¿Por qué no se puede hacer lo mismo con los políticos? Roban, mienten, falsean noticias, invaden, hacen todo, y estamos en democracia….

A todo eso, Asad parece que ya ha ganado militarmente. ¿Qué hay que hacer ahora? ¿Tragarse el orgullo y reconocerlo como Gobierno, o buscar medios para seguir luchando hasta… hasta qué?

«Si pierdes todo, te vuelves loco, ya no te importa lo que pasa. Y eso da mucho miedo para el futuro»

El mundo está dividido. Rusia, Estados Unidos, Francia… están proveyendo de armas a un bando u otro. En un mundo ideal esto no pasaría. No podemos luchar contra los dictadores, con nuestro pueblo encarcelado, bombardeado, mientras que los pueblos en Occidente no hacen prácticamente nada. Está bien organizar conferencias, está bien salir a la calle a manifestarse un sábado cuando no se trabaja, está bien salir un día de sol… Pero si te preocupa de verdad y piensas que hay una injusticia, se deben dar más pasos. Si no se hace eso, estamos fastidiados de verdad. Europa estará fastidiada de verdad, quiero decir. Porque lo que ha sido durante muchos, muchos años nuestro problema, ahora es parte de Europa. Sea que llegan los refugiados, sea otra cosa; la gente se vuelve loca en nuestros países. Si pierdes todo, te vuelves loco, ya no te importa lo que pasa. Y eso da mucho miedo para el futuro, el nuestro y el de Europa. Eso lo tendremos que resolver con los pueblos, tenemos que movernos, y hacerlo pronto.

Volvamos a Iraq. En lo que algunos llaman los felices 70, era la cuna de artes, literatura y cultura de todo el mundo árabe. Pero dejó de serlo mucho antes de la invasión. Decir ahora “artes, literatura y cultura” en relación al mundo árabe en general suena extraño. ¿Qué ha ocurrido?

Creo que hay arte y literatura en el mundo árabe. Hay más novelistas, más mujeres escritoras, lo que está muy bien, hay más mujeres en posiciones de decisión altas, eso es una evolución positiva. En el caso de Iraq hay exposiciones, he escrito sobe algunas, y luchan. Claro que hay miedo, por el extremismo religioso, se destruyen estatuas en lugares públicos, en un caso porque decían que era una estatua de una mujer; “Ya no la necesitamos”, era de un famoso artista iraquí y se derribó, otras se retiraron. Hay miedo. Hay tendencia hacia un arte abstracto, que es una especie de salvador, no el figurativo por el que los iraquíes eran famosos, sobre todo en la enseñanza académica. Ahora es más abstracto. Es una evolución, los artistas buscan maneras de expresar su situación. Muchos han abandonado el país.

Según estiman, el número de libros publicados en árabe cada año está en torno a 20.000 títulos, algo en medio entre República Checa y Polonia. Incluso si pensamos que algunos países de habla árabe tienen altas cifras de analfabetismo, la desproporción es gigantesca. ¿Qué ocurre?

«El árabe es como el latín antiguo de los sacerdotes que no permitían a los demás aprenderlo»

El árabe no es una lengua fácil, en primer lugar. En segundo, no invita a usarse, porque es también la lengua del Corán, es sagrada, es como el latín antiguo de los sacerdotes que no permitían a los demás aprenderlo. Pero también hay un incremento del analfabetismo. En Iraq, en los años setenta, erradicamos el analfabetismo completamente, la Unesco nos felicitó por ello. Ahora hay un porcentaje alto, especialmente entre mujeres. También en Túnez hay un alto porcentaje, 19 o 20%, si no más, de personas que no saben leer ni escribir. Eso influye en general. Pero la publicación de los libros también se ve afectada por internet: es más fácil leer y escribir. Con todos los errores árabes, que es muy divertido cuando se lee. Pero la gente tiene el valor de escribir, que ya es un paso, una esperanza de futuro. Y hay buenas novelas, también hay algunos buenos pintores. No tanto como los que tendríamos sin esas guerras, esas interrupciones, y la influencia islamista, que no es algo muy esperanzador, por cierto, salvo si se hacen figuras religiosas, que te encargan y te pagan, en lugar de poder crear…

¿Puede recomendarme algunos?

Hay varias mujeres escritoras, algunas jóvenes… Le debería mandar una lista.

Usted ha trabajado sobre la situación de las mujeres para varios organismos internacionales. Al margen de la falta de desarrollo económico de la sociedad, ¿se puede definir por qué en las estadísticas, la situación de la mujer en los países árabes siempre sale muy abajo en las listas?

Buena pregunta. Creo que la pobreza, en parte, la falta de educación en otros países… Curiosamente, el mayor porcentaje de mujeres con estudios está en la región del Golfo. Te imaginas que las mujeres allí viven en la casa, no pueden salir… pero tienen los mejores resultados a nivel universitario. Por eso creo que es más la pobreza, la falta de educación. Y no se puede olvidar que el 40% de las guerras del mundo ahora mismo tienen lugar en el mundo árabe. Eso afecta a todo el mundo, no solo a las mujeres, también a los hombres. El nivel educativo se está reduciendo. Lo ves. Lo ves en los estudiantes de la Facultad de Medicina en Bagdad: ven a su profesor dos veces a la semana, cuando viene de Ammán, porque no es seguro para él quedarse en Bagdad. ¿Qué tipo de educación pueden recibir? ¿Qué médico saldrá de ahí, sea mujer o hombre? Este declive es general en países como Iraq. Palestina siempre se ha considerado uno de los países con mejor educación, gracias a UNRWA, y ahora Trump dice que cortará la financiación. ¿Qué podemos esperar?

Un desastre.

Un total desastre. Afortunadamente, algunos países árabes han llenado la brecha para financiarla durante unos pocos años; no sabemos qué ocurrirá después.

¿Sueña a veces con una revolución general de las mujeres contra la sociedad árabe? ¿Por dónde habría que empezar? ¿Qué pediría primero?

«Hemos visto a las mujeres en Argelia, en Sudán, realmente dan esperanza; antes en Yemen…»

Creo que hay que trabajar en todos los niveles. No se puede fabricar a una mujer educada, con la mente abierta, liberada, revolucionaria, todo, sin tocar todos los elementos. Empieza en casa. Afortunadamente, en Iraq tenemos todavía a los padres, que tienen una educación mucho mejor que el resto, algunos hay todavía, y cuidan de sus hijos, aunque los cuidan en el sentido de que les ayudan a abandonar el país. Pero hemos visto a las mujeres en Argelia, en Sudán, realmente dan esperanza; antes en Yemen, cuando estaban en la calle. Los regímenes opresivos no les dan espacio. Pero trabajan, no abandonan.

Conocemos a grandes feministas de países musulmanes: Nawal Saadawi, Wassyla Tamzali… Pero hoy muchos en Europa defienden el “feminismo islámico”…

Creo que Saadawi no lo hace. Hace unos meses fui a Londres porque me pidieron moderar una discusión entre ella, que vino de Egipto, y dos mujeres más, una activista y abogada iraní, y Afaf Jabiri, profesora en la Universidad en Londres y feminista. Saadawi casi, casi llega a defender a Sisi, y atacaba a los islamistas, como suele hacer, incluso a Hamás en Palestina, interfiriendo con todo. No lo dijo de forma tan clara, pero de una manera cómica dijo que deberíamos apoyar al Ejército egipcio porque es distinto a todos los demás ejércitos, es nacional… Ella no es exactamente una feminista que defendiera el islam.

No, claro que no. Hablaba de otras personas que dicen defender el feminismo con bases religiosas. ¿Pero no es una contradicción?

No lo es tanto, de hecho. Hay un nuevo libro de Islah Jad, profesora en la Universidad de Bir Zeit, pertenece al centro de estudios de género; lo recomiendo. Ella es académica, no saca las cosas del aire, está trabajando en el terreno con los palestinos. Y resulta que hay cambios. No en el movimiento feminista laico, sino en el movimiento islámico, incluso en Hamás, por el efecto de los laicos. Ella da ejemplos. No se puede meter a todo el mundo en el mismo cajón. El proyecto con el que yo trabajaba en Palestina era con islamistas, en parte, también había cristianos, había quien se cubría el pelo con el hiyab, había alguna que usaba hasta niqab; dos o tres… Tenía toda la variedad. Pertenecían a diferentes facciones de la resistencia.

Parece difícil ser feminista con niqab…

[Risas] No he dicho que yo estuviera trabajando con feministas. Solo que no se puede meter a todos en el mismo cajón.

Eso lo dice también Mona Eltahawy, dice que hay muchas formas distintas de ser mujer en el islam…

Sí, es como con la izquierda. En la izquierda lo sabemos muy bien ¿Somos todos iguales? ¿Qué es la izquierda? Yo fui comunista…

Esa era la siguiente pregunta…

[Risas]

Eso: Usted fue comunista en su juventud y fue a la cárcel por ello. ¿Todavía se definiría como comunista? Se puede ser comunista después de…

¿Después de la muerte del comunismo? [Risas] Si me aferro a los muertos, quizás sí. Pero hubo cosas realmente brillantes que queríamos, y por las que trabajamos durante muchos años: luchamos contra las injusticias, por la igualdad de las personas, por el socialismo… Todo eso sigue siendo válido y se ha introducido en otros partidos ahora. Pero, ¿quiero un país que lo gobiernen solo los proletarios? Yo diría que no. Porque las cosas han cambiado. Hasta la teoría ha cambiado. Tenemos que tener la mente abierta al respecto, pero las cosas básicas siguen ahí.

Hay quien dice que las etiquetas políticas de derechas e izquierdas ya no tienen sentido hoy día. Otros dicen que eso lo dicen los de derechas. ¿Cree que la diferencia sigue ahí?

Claro que la hay. Sí. Y no es muy difícil verlo. Ahí están los partidos políticos, sus actitudes: basta con mirar los partidos conservadores.

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© Alejandro Luque | Primero publicado en Eldiario.es |  9 Jun 2019

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