Entrevista

Bashkim Shehu

«La cárcel es una prueba para tu dignidad»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 21 minutos
Shehu Bashkim | © Cedida por el escritor


Badalona  | Febrero 2020

Badalona, donde reside, es una de esas ciudades donde nadie parece hacer la pregunta ¿de dónde eres? A la salida del metro, al menos media docena de acentos y lenguas se entrelazan. En el bar donde se ha concertado la entrevista, el fútbol parece reunir a todos en una ruidosa amalgama, pero la voz serena de Baskim Shehu (Tirana, 1955), se las apaña para hacerse oír. Habla un español perfecto, gracias a que en 1997 fuera el primer acogido del programa Barcelona Ciudad Refugio.

Hijo de Mehmet Shehu, miembro de la élite albanesa durante la dictadura de Enver Hoxha y luego caído en desgracia, este escritor fue condenado a diez años de prisión en 1982 por propaganda subversiva. La experiencia carcelaria —salió de la celda en 1989 pero se le mantuvo en arresto domiciliario hasta la caída de régimen en 1991— le inspiró varias obras, entre ellas Angelus Novus (Siruela) publicado en España hasta la fecha junto a otros títulos como Confesión junto a una tumba vacía o El último viaje de Ago Ymeri. En 2016 obtuvo el Premio Nacional de su país con la novela Glosario para orientarse en el misterio de los archivos secretos.

Traductor de Roberto Bolaño y otros autores junto con su compañera Edlira Hoxholli, fumador apasionado, devoto del Barça, no se imagina instalándose de nuevo en su país, no, al menos, a corto o medio plazo.

Hay quien habla de la prisión o el exilio como experiencias que le aportaron algo positivo. Usted, que vivió ambas, ¿diría lo mismo?

Sí, pero son dos experiencias muy distintas. El exilio que vivo aquí es en un país de Europa Occidental, con buenas condiciones, con una buena acogida de los colegas. He podido trabajar diez años en el Centro de Cultura Contemporánea (CCCB)… A Josep Ramoneda, que era el director, lo había conocido antes, y fui su asesor. A pesar de la crisis y todo —ahora soy freelance y no tengo una fuente de ingresos continua—, el exilio ha sido positivo en muchos sentidos, como poder conocer otro mundo. Uno está más en contacto con las nuevas ideas de la filosofía y de la política.

¿Y la cárcel?

«Mi divorcio con el régimen empezó con la música: Beatles, Rolling Stones, Doors… todo estaba prohibido»

La cárcel es una experiencia dura en un país totalitario como Albania. Pero en retrospectiva, lo considero muy positivo. Desde el punto de vista moral, y de la visión política, y como reserva de materia para escribir, como Angelus Novus, que es mi único libro en el que todo pasa en la cárcel. En los libros posteriores sí que hay referencias, como uno que se publicó en Francia e Italia y ganó el premio Balkanika [2015], El juego, la caída del cielo.

¿Puede explicar por qué la prisión es una escuela moral?

Porque es una prueba para tu dignidad, de tu capacidad para luchar. Y la solidaridad… Allí sale lo mejor y lo peor del ser humano, se acentúa todo en la persona. Pero he tenido suerte de estar en buena compañía, con las personas adecuadas.

En su infancia, ¿llegó a creer en el comunismo como paraíso? ¿Tuvo su momento de pasión comunista?

Empecé a poner entre interrogantes el régimen cuando yo tenía 17 años, cuando empezó una caza de brujas en la cultura. Mi divorcio con el régimen empezó con la música: la música pop occidental nos gustaba, Beatles, Rolling Stones, Doors… todo estaba prohibido, y a nosotros nos gustaba. Y se prohibió también la Literatura, la Psicología, las Humanidades en general. Pero todavía no había empezado a cuestionar el régimen, sino cosas más bien marginales, y lo hacía con cierto sentido de culpa. Pero cuando en el 71-72 empezó apertura relativa en todos los sentidos, literatura, arte, música, yo ya no era tan apasionado de aquellos grupos pop, aunque siguieran gustándome, y siguen haciéndolo.

¿Hasta dónde llegaba esa apertura?

«Para la cultura, el dinero es un elemento corruptor: lo convierte todo en mercancía»

Permitían ya llevar el pelo largo, ropa a la occidental. A comienzos del 73 empezó la caza de brujas: “Somos un país asediado y tenemos que defendernos de la presión ideológica del mundo burgués”. Hasta ese momento creía que era el mejor país, o al menos el régimen más justo. Empecé a leer autores occidentales y marxistas pero prohibidos, considerados muy peligrosos, peores aún que los que estaban abiertamente en contra. A mí lo que me atraía precisamente era ese marxismo libertario, mezclado con el fredismo, la nueva izquierda occidental, libertaria-anarquista… Con la edad, reflexionando en la cárcel, fui adoptando una trayectoria más realista y menos romántica. En el 90, cuando se derrumba el comunismo, mi posición es liberal en lo económico. Me interesaban más los derechos humanos, y sigo considerándome liberal en el sentido político y cultural, no económico. Para las libertades del individuo, el proyecto de liberalismo, es necesario que el ciudadano sea autónomo, no esté a merced del Estado o del amo.

Un amigo cubano que se exilió me contaba que había vivido los dos extremos: el Estado autoritario, que te hacía sentir importante como intelectual, pero podía aplastarte; y el Estado capitalista, donde te dejan decir todo, pero no pintas nada. ¿Usted ha vivido eso?

Es verdad que entonces se daba mucha importancia a los escritores, los artistas, los científicos… Pero la palabra intelectual tenía una connotación negativa hasta los últimos meses del comunismo en Albania, porque era casi sinónimo de pequeñoburgués, propenso a influirse por la ideología burguesa, ya que no está en la producción; había que tener cuidado y vigilarlo. Pero yo diría que cierto modelo de capitalismo, que George Soros llama fundamentalismo de mercado, yo lo llamo fascismo económico —porque tiene en común con el fascismo el derecho del más fuerte y el darwinismo social— es un enemigo de la cultura tanto como el totalitarismo. Para la gente es mejor, claro, vivir en una democracia, aunque haya problemas, como aquí. Pero para la cultura, el dinero es un elemento corruptor. Lo convierte todo en mercancía.

Una experiencia como la suya, ¿le vacuna para siempre contra el comunismo?

Sí. Sí, sí, absolutamente.

Me lo pregunto porque, cuando viene a España hace 23 años, hay aquí un partido comunista pero muy democratizado. No le atrajo para nada, ¿verdad?

Bueno, el programa social no me parece mal. Intelectuales con simpatías comunistas con los que he tenido trato me caen bien, pero tienen ciertos límites en la visión global de las cosas. De todos modos, los comunistas son minoritarios. Si preguntas en un barrio popular como este, son radicales. Podemos es otra cosa. Yo he votado en las cuatro elecciones nacionales a esta formación política.

Aunque haya elementos comunistas en su programa, ¿los considera más liberales?

«Ahora Albania es o el Estado o lo privado; lo público, la esfera autónoma de la sociedad civil, no existe»

En el espectro ideológico, los veo entre los socialistas y los comunistas. Tengo mis reservas sobre Pablo Iglesias como personaje, y quería que el presidente del gobierno fuera Pedro Sánchez, pero en coalición con Podemos. Quiero un Podemos fuerte, porque ellos pueden presionar para tener una política a la izquierda, no tan centrista como la del PSOE antes.

Volviendo a la pregunta, nunca se afiliaría a un partido comunista, pero su corazón sigue siendo de izquierdas, ¿correcto? Lo digo porque en muchos lugares, en Cuba por ejemplo, gente que parte del socialismo o el comunismo se vuelven ultraconservadores.

Y en la Europa del Este. Eso ocurre sobre todo con los que han sido comunistas dogmáticos. Y también ocurre con los albaneses.

Le oí decir una vez que ahora los albaneses se han ido al otro extremo, y hablar allí de justicia social es arriesgarse a que te acusen de comunista. ¿Es así?

Es así, sí. Cuando cayó el comunismo, las ideas dominantes eran las neoliberales.

¿No es un poco descorazonador que la caída del comunismo arrastrara lo mejor quizá de esos regímenes, la idea de justicia social?

Sí, y aún más en un país con una forma extrema de comunismo, un colectivismo muy rígido, lo que vivimos allí. Ahora Albania es o el Estado o lo privado; lo público, que no es ni gubernamental ni privado, esa esfera autónoma de la sociedad civil, no existe. Y el Estado está mal visto: antes era opresor, ahora es un parásito. Esa idea de que cada uno se ocupa de su propio espacio, y no del bien común, es un terreno propicio para el autoritarismo.

¿Cómo se vivió en Albania la guerra de los Balcanes?

Yo vine en el 97, ya estaba aquí…

Pero la guerra empezó antes.

Bueno, si hablamos de Kosovo, yo ya había venido. Antes éramos vecinos de Yugoslavia, pero entre el 92 y el 95 yo estaba en Budapest. Yugoslavia era un país vecino, pero no afectaba directamente. Sí era un reto, pero no solo balcánico, sino mundial, porque aparecieron los campos de concentración, masacres, limpiezas étnicas, etc.

¿Podían haberlo imaginado antes de que ocurrió?

«Si quieres establecer un poder autoritario, te agarras a la idea de nación»

Creo que nadie lo imaginaba, porque Yugoslavia era, de entre los países comunistas, el más abierto. Y se pensaba que tras la caída del muro les iría mejor en todo. No se había pensado en la cuestión nacional, aunque cuando salí de la cárcel oí por los contactos extranjeros que existía ese peligro, no solo en Yugoslavia, en toda la Europa del Este…

Esa idea también se la he escuchado: que el comunismo, aunque sea internacionalista, encierra el germen del nacionalismo. ¿Por qué?

Sí, porque el marco del poder es el Estado nacional. Y si quieres establecer un poder autoritario, te agarras a la idea de nación. Ocurrió en la Unión Soviética, en China, en los países del Este, y en Albania por supuesto.

Eso implica, imagino, que cuando el comunismo llega al poder, necesita administrar todo tipo de leyendas y mitologías que refuercen la idea nacional.

Sí, por supuesto. En Albania se hablaba del heroísmo albanés, desde la Antigüedad hasta aquel momento.

¿Y cree que es una manipulación consciente, o un tic, una inercia?

Diría que son las dos cosas: es la lógica del poder, y su tendencia intencionada a la vez.

¿Y la población siempre cae en la trampa? ¿es algo irresistible?

En cierto sentido, sí. Al menos lo fue en Albania.

Algo muy curioso en el caso de Albania es que no cayó con el desplome del muro, sino por culpa de la corrupción. ¿Cómo fue aquello?

La cuestión es que Albania no estaba en el bloque soviético desde hacía tres decenios. No había tropas soviéticas, y era un régimen menos propenso a abrirse, más rígido que en los demás países del Este. Tardó un año más para que se aceptara el pluralismo político. Pero si en los demás países del Este hubo, desde los años 50, un proceso de desestalinización, en Albania fue solo durante un año.

Pero la caída se debió a problemas internos, ¿no?

Sí, los otros también los tenían, pero la presencia soviética los contenía. En Albania todo era el régimen, se tambaleó y fue obligado a aceptar la oposición, la libertad de prensa, de opinión, todo. A mí me detuvieron por segunda vez en diciembre del 89, el juicio era en enero del 90. A finales del 90, la gente podía decir públicamente, en la calle y en la televisión, las mismas cosas por las que yo estaba condenado a ocho años de cárcel. Y después de eso, estuve todavía tres meses más en la cárcel.

Se vio usted metido en un cuento de Kafka.

Sí, querían siempre mantener un pequeño contingente. Demostrar que el gulag existía.

Fatos Kongoli me contó que una de las mejores herencias del régimen fue la tolerancia religiosa. ¿Cómo era la vida religiosa durante la dictadura?

«Decir que eras creyente, expresar creencias religiosas, estaba condenado como propaganda contra el régimen»

La religión fue legal, aunque con limitaciones, hasta 1966, aunque hubo represalias desde el comienzo del comunismo, sobre todo contra el clero católico. Pero en el 67 con la revolución cultural en China, Albania quiso hacer su versión. Y la cosa más tremenda fue el cierre de todas las instituciones religiosas y la proclamación de un país ateo. Decir que eras creyente, expresar creencias religiosas, estaba condenado como propaganda contra el régimen, y así siguió hasta el 90.

¿Y tras la dictadura? Se esperaba mucha islamización, por ejemplo, pero, ¿fue para tanto?

No, es una sociedad muy laica. Albania estaba en la zona limítrofe entre el imperio romano occidental y el oriental. Las lealtades religiosas de los señores iban una vez con la iglesia católica, otra con la ortodoxa, cambiaban de lealtad después del cisma del siglo XI. Eso explica también la facilidad de una conversión muy masiva al islam, sobre todo en el siglo XVIII. Pero a raíz de eso existe también la tolerancia religiosa.

Albania ha tenido también cierta fama de territorio mágico, o supersticioso. ¿Responde a la realidad?

Gente supersticiosa hay, pero se ha exagerado un poco.

Un chico español hizo una película basándose en esa fama, con muchos fantasmas y brujerías.

Desde el punto de vista artístico da mucho juego, pero sucede en cualquier país, ¿no? También hay una España mágica.

Hablemos de literatura. La sombra de Ismail Kadaré, ¿fue una bendición, o acabó siendo una carga?

Sombra y luz, diría y yo. Sombra en el sentido de que es un reto muy fuerte, y digamos que trae la tentación del epigonismo. Y luz porque ha abierto muchos horizontes a la literatura albanesa. Rompió tabúes.

¿Qué tipo de tabúes?

Estéticos, sobre todo. Aunque hay también contenido subversivo en su obra. Pero la disidencia estética lleva en sí misma la subversión. La vida, tal y como la describe Kadaré, se reflejaba de un modo más libre, también en el plano erótico. La gente de sus novelas era más libre. Pero también sus sobreentendidos políticos resultaban subversivos.

¿Le protegió su fama internacional?

Claro, era demasiado conocido, si lo condenan, lo convierten en un disidente importantísimo. Sería un Solzhenitsyn en Albania. El poder no quería eso para nada.

¿Cree que era así por ser de provincias, de Gjirokaster?

Puede que haya un elemento subjetivo, personal, con Hoxha, pues eran de la misma ciudad. Pero no creo que fuera un factor fundamental.

A propósito de Hoxha, usted trajo parte de su biblioteca para una exposición, y todo el mundo se sorprendió de que hubiera principalmente libros sobre conspiraciones políticas y sobre religión. ¿Cómo lo explica?

«Hoxha tenía una especial relación con la religión, porque en su subconsciente quería ser dios»

Sí, y escribí un ensayo en el catálogo de Tiranía. Había mucho de religión, espionaje y conspiración. Él tenía una especial relación con la religión, porque en su subconsciente quería ser dios. Y por eso prohibió la religión. Su iglesia era su partido, donde él era papa y dios a la vez.

Sin duda lo conoció personalmente. ¿Cómo era en la distancia corta?

Cuando yo era pequeño y todavía no pensaba políticamente, me parecía un abuelo muy simpático, amable, apasionante. Luego en mi juventud siempre se comportaba amablemente, pero yo tenía la sensación de que había una sospecha hacia mí en sus ojos. Pero podía ser una paranoia mía.

Me ha dicho que no había influencia militar en Albania, pero, ¿estaba muy presente la literatura rusa?

Buena, influencia política soviética hubo hasta 1960, muy fuerte. Y la literatura sí, porque es una gran literatura. Los clásicos rusos del XIX es una de las grandes literaturas mundiales. Dostoievski estaba prohibido, pero Pushkin, Tolstoi, Gogol…

¿Qué motivos aducían para dejar a Dostoievski fuera?

Quizás por ser muy profundo, y sombrío. Su forma de meterse en las entrañas de las personas no encajaba en el sistema.

¿Y llegaban los grandes escritores húngaros, rumanos, yugoslavos…?

Danilo Kis sí.

¿No era subversivo?

Casi no se publicó en los tiempos de comunismo, sino después. Durante el comunismo, cuando murió, se publicó un texto de Kadaré en homenaje a Kis, en el 89. Habían empezado a publicar autores balcánicos, algún poema de Kis. Pero lo primero en prosa se lo publiqué yo, dos cuentos de la Enciclopedia de los muertos. La gente me decía ¡publica más de él!

¿Y de qué modo le influyó la literatura sudamericana?

Al principio sobre todo García Márquez, y Cortázar. Con el tiempo ha sido más Borges. Borges es mucho más profundo. Y para mí, quizá el autor contemporáneo más importante es Roberto Bolaño. Lamentablemente no llegué a conocerlo, a pesar de haberlo tenido cerca, pero no era tan conocido. Empecé a leerlo después de que él murió. He traducido en siete meses 2666, y luego los cuentos de Borges, y centenares de páginas de cuentos de Cortázar.

¿Aprenden algo los albaneses de sí mismo leyendo a los sudamericanos?

En Albania el más popular es García Márquez, porque allí se publicó cuando había una gran sequía de publicaciones de literatura moderna. Vieron otro tipo de literatura, pero se han quedado ahí. Entre los más jóvenes se lee a Borges o Bolaño, pero son minoritarios aún.

Ahora, con la perspectiva de los años, ¿salvaría algo de la dictadura? ¿Diría que dejó algo bueno para Albania o los albaneses?

«Mussolini acabó con la mafia: acabar con la criminalidad organizada no es un mérito del comunismo»

Se dice que hubo cosas buenas, pero no se pueden aislar. ¿Mejoró la situación económica de mucha gente? Sí, pero no tanto como se dice. En la Alemania de Hitler también. Cada gobierno, por malo que sea, hace algo, tiene que hacerlo. Se dice que no hubo criminalidad organizada, etc. Pero también Mussolini acabó con la mafia, así que acabar con la criminalidad organizada no es un mérito del comunismo. También se dice que mejoró el sistema sanitario. Claro, querían fuerza de trabajo. Mejoró la veterinaria. El diploma de veterinario albanés era conocido en todo el mundo. Para construir el país se necesitaba esto. Y desapareció el analfabetismo, claro, porque la escuela adoctrinaba. Y segundo: el proyecto comunista de construir la industria pesada para ser independientes, eso venía de Stalin. El dogma seguía: la gente tenía que saber un poco, hacer cálculos matemáticos… Todo iba en función de eso.

¿Cómo resurgieron las mafias tras la dictadura?

Émile Durkheim lo llama anomía social. Un caos de valores, o un vacío de valores y prohibiciones morales. Porque antes del comunismo había una moralidad tradicional, campesina. Con el comunismo se impuso otra moral. Y con la caída desapareció la moral, pero se produjo un vacío. Tocaba construir desde cero un Estado, y además estaba la idea del dinero fácil: una vez que llegara el capitalismo, todos íbamos a hacernos ricos.

¿Puede decirse que hubiera una cultura de la violencia subyacente en Albania?

Cultura de la violencia, en cierto sentido sí había. Pero no tiene que ver con la mafia, era cultivada por el mismo régimen totalitario. Una profesora norteamericana de ciencias sociales que vivía en Albania me contó que tenía un padre muy violento. Y tenía unos hermanos que, cuando el padre no estaba, eran violentos entre sí. Pero no cuando estaba presente el padre. Yo le dije: Eso es Albania. Y ella me respondió: Por eso he venido aquí.

¿Sumisión ante el poder absoluto, crueldad hacia el débil?

Así es. Cuando desaparece el padre, te pones violento con los demás, con tus hermanos.

Escribir en albanés es hacerlo para siete millones de habitantes. ¿Ha pensado alguna vez hacerlo en español?

Lo he pensado, pero inmediatamente lo rechazo. Bajaría mucho el nivel de escritura. En castellano escribo artículos para los periódicos, y los redactores no encuentran muchas faltas. O ensayos, en clave analítica sí puedo. Pero en clave literaria, no. Tendría más lectores potenciales, pero bajaría en calidad. Y eso no quiero hacerlo.

¿Vuelve a menudo a Albania? ¿interviene en el debate público?

Sí, cuando me entrevistan sí. Pero no contemplo volver. Quizá cuando sea muy viejo.

En Cataluña se ha hablado a menudo de balcanización. ¿Le parece un término adecuado?

España no es la Yugoslavia comunista., Es un país libre, con todas las limitaciones y problemas que haya.

Y cuando se habla de presos políticos, usted que lo ha sido, ¿cree que es justo?

«Me parece muy mala idea la independencia de Cataluña, pero, ¿qué es eso de sedición?»

En primer lugar, están tratados mucho mejor, pero no deberían estar en la cárcel. Debería solucionarse de otro modo. No soy independentista, me parece muy mala idea la independencia de Cataluña. Pero, ¿qué es eso de sedición? Eso establece un precedente muy malo para la democracia española. Si se aplica a todas las manifestaciones, las cárceles estarían llenas. Si fuera por desobediencia institucional, yo defendería como mucho la inhabilitación, la cárcel nunca. La cárcel preventiva, eso es…

¿Las tendencias extremas se…?

Se alimentan. Y pierde toda la sociedad, tanto la catalana como el resto de España.

¿Tiene solución?

Sí, creo que sí, por qué no. Cuando aquí se hablaba de inmovilismo y de independentismo diciendo que ya no hay tiempo para otras fórmulas ni posibilidad de diálogo con España, el PSC bajó mucho aquí. Yo estaba convencido de que hay un camino en medio, y sigo estándolo.

En un programa de televisión donde le grabaron trabajando en su despacho, vi que tenía en una estantería un escudo del Barcelona. ¿El exilio me hizo culé?

[Muestra el libro que trae consigo, Todo Messi, de Jordi Puntí] Me lo envió el autor, y voy a traducirlo al albanés. Veo los partidos del Barça, sobre todo desde el periodo de Guardiola. Soy futbolero desde niño, seguía a los ingleses, al Mancheter United, sobre todo. Pero aquí me enamoré del Barça.

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© Alejandro Luque  | Especial para M’Sur

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