Reportaje

Cristianos a escondidas

Rebeca Hortigüela
Rebeca Hortigüela
· 11 minutos
Antiguo cementerio cristiano en Essaouira (2009) | © Ilya U. Topper / MSur


Rabat 
 | Marzo 2019

Mustapha Soussi tiene 49 años y estudió en una escuela coránica hasta los 18.  Su padre era imam en Taroudant, una ciudad del sur de Marruecos. Pero a Soussi, algo no le encajaba en su interior, no se sentía del todo a gusto con el islam y empezó a estudiar la Biblia.

Durante años comparó ambos textos sagrados y encontró numerosas contradicciones en el Corán. En 1994,  tras una etapa de meditación, se convirtió al cristianismo. Tenía 24 años. De sus siete hermanos, cinco dejaron de hablarle. Sus padres, también. Todo su entorno, amigos, vecinos, primos y compañeros de trabajo, le dieron la espalda. “A los cristianos nos ven como bichos raros, infieles, aunque seamos igual de marroquíes que los musulmanes. Pero yo estaba cansado de vivir en la clandestinidad y necesitaba dar la cara, salir a la luz. Hay marroquíes convertidos al cristianismo que tienen miedo incluso de contárselo a su familia. Tienen que llevarlo toda la vida a escondidas”, explica Soussi. Él dio el paso hace solo cuatro años. Decidió salir del armario de la religión y contarle al mundo que es cristiano.

Sin embargo, temió la persecución que tanto él como su mujer y su hijos comenzaron a sufrir tras la decisión de hacerlo público. Debido a ese acoso, su familia se vio obligada a abandonar el hogar y mudarse a otra ciudad del sur de Marruecos, situada a 300 kilómetros de Taroudant. Él se quedó, pero tuvo que enfrentarse al desprecio de sus amigos y de sus compañeros de trabajo.

Soussi fundó la Coordinadora de cristianos marroquíes en 2017, una de las dos asociaciones —ilegales. es decir, no reconocidas por el Ministerio de Interior— que abogan por los derechos de los cristianos marroquíes en Marruecos. A finales de 2018, debido al acoso, dimitió de su cargo de coordinador. Ahora lo sustituye Zouhair Doukali, también cristiano y marroquí. Ambos luchan por los derechos de los cristianos marroquíes en un país que establece el islam suní como única religión para todos los ciudadanos, salvo los que nazcan en una familia judía.

En 2018, la policía detuvo a un joven por encontrarle un libro de religión cristiano

En teoría, en Marruecos no es delito la conversión, solo el proselitismo, y aún este solo si se “emplean medios de seducción” y “se explotan las debililidades o necesidades” de un musulmán para minar su fe o convertirlo a otra religión, o si se lleva a cabo la misión en establecimientos educativos, de salud, asilos u orfanatos. Entonces, determina el artículo 220 del código penal, se pueden imponer de seis meses a tres años de cárcel.

En la práctica, aseguran los cristianos marroquíes, estas teórica libertad legal de convertirse uno mismo no existe: en 2018, la policía detuvo a un joven en Marrakech porque encontró entre sus pertenencias un libro de religión cristiano. Meses después, en Rabat, arrestaron a otro joven. Buscaron libros y papeles cristianos, pero no encontraron nada. Tres horas después lo soltaron. El Ministerio de Interior marroquí ha negado ambas detenciones en la prensa, pero la Asociación por los Derechos y las Libertades de las Minorías religiosas afirma que tiene constancias de que ha sucedido, ya que en ambos casos los familiares se pusieron en contacto con ellos tras la detención y la ausencia de sus hijos.

La Asociación defiende los derechos de los musulmanes chiíes e ibadíes, los ahmadíes —una secta islámica india fundada en el siglo XIX— y los cristianos desde abril de 2018. Es también una entidad ilegal. Ha tratado de formalizar su situación con el Ministerio del Interior en varias ocasiones para obtener reconocimiento jurídico. De momento no ha tenido una respuesta positiva. Pero debido a esos trámites formales con las autoridades marroquíes, se les permite reunirse en su local sin ser perseguidos. No para celebrar cultos, pero sí para hacer reuniones y charlas sobre los asuntos que les conciernen.

Vivir en la clandestinidad

Asma Duffi se convirtió al islam hace tres años por la misma razón que Soussi: veía incoherencias en el Corán y tenía muchas dudas al respecto. Sobre todo respecto al lugar que reservan la religión a las mujeres. De hecho, ella no practicaba el islam antes de convertirse. Tampoco era creyente. Conoció el cristianismo a través de las redes sociales, contactando con otros cristianos de Túnez, Libia y Egipto. Y tras entrar en contracto con cristianos marroquíes en Rabat, decidió convertirse. Ahora tiene 25 años y forma parte del Comité de cristianos marroquíes, integrado dentro de la Asociación por los derechos y las libertades de las minorías religiosas. Su familia, que vive en Agadir, en el sur de Marruecos, ciudad natal de Asma, no sabe nada de la inclinación religiosa de su hija.

«Prefiero llevarlo en el anonimato. No solo por mis padres. Es que todo esto es un tabú aquí»

Asma tampoco está preparada para decírselo. “Yo creo que no tendría demasiados problemas porque mi padre tampoco es creyente ni practicante musulmán, pero de momento prefiero llevarlo en el anonimato. No solo por mis padres. Es que todo esto es un tabú aquí. Y los cristianos no tenemos ningún derecho. Marruecos no nos deja practicar la fe en libertad. Solo los extranjeros, los occidentales y los africanos, pueden entrar libremente a las iglesias y vivir el cristianismo abiertamente. Nosotros tenemos prohibida la entrada a las iglesias”, explica sentada en una cafetería de Rabat. Ha tomado la precaución de cambiarse de mesa: no quería que nadie le escuchara. ¿Miedo? Un poco, pero más bien son las pocas ganas de tener que esquivar miradas hirientes y sentirse incómoda, dice.

Las cifras que maneja el Comité de cristianos marroquíes indican que en Marruecos habría 9.000 cristianos conversos. Forman parte de ese 4% de la población marroquí (más de un millón) que ha decidido salirse del islam suní tradicional y adherirse a otro culto —a menudo solo otra rama de la misma religión, como la chií, más una expresión política que religiosa— según estima la Asociación por las libertades y los derechos de las religiones minoritarias, aunque Jawad Elhamidy, el fundador de la Asociación, rebaja la cifra a la cuarta parta: estima que son 300.000 los marroquíes que no siguen la única doctrina prevista para los ciudadanos marroquíes, el islam suní.

Cualquier conversión a otra religión es ilegal y no está aceptada por la Constitución. Para Asma, “el sistema político y la religión es lo mismo”. Por eso, asegura, “es imposible avanzar en el camino de los derechos de los cristianos marroquíes”.

Pero todos, pertenezcan a una asociación o no, se ven obligados a vivir su fe en la clandestinidad. Se reúnen en iglesias caseras, que suelen ser la casa de alguno de los feligreses o locales clandestinos, para leer los Evangelios y poder celebrar el culto. “Las autoridades saben que existen algunas de estas iglesias clandestinas, pero las dejan tranquilas porque tienen apoyo y financiación de extranjeros. Los demás nos tenemos que reunir en casas de amigos”, aclaran desde esta asociación.

«Solo una persona, en Marrakech, ha conseguido cambiarse el nombre musulmán a uno cristiano»

Tienen muchas dificultades para cambiarse el nombre islámico a uno bíblico. “Solo una persona, en Marrakech, ha conseguido cambiarse el nombre musulmán a uno cristiano, pero es muy costoso y lleva muchos trámites y tiempo”, explica Asma. Tampoco pueden casarse por un rito eclesiástico. Ni ser enterrados por un rito cristiano en alguno de los pocos cementerios cristianos que aún existen, algunos desde la época colonial, otros desde antes, y que solo están en uso ocasional para extranjeros. Y sus hijos tienen que estudiar el islam en la escuela, obligatoriamente. No pueden celebrar la Navidad o la Semana Santa de forma pública.

Una (no) boda cristiana

Kamal Rassain, de 30 años, se convirtió al islam cuando tenía 21, en el año 2011. Es de Tetuán. Sus padres son ambos amazigh. “Los amazigh no eran musulmanes antes de las llegada de los árabes”, justifica su conversión al islam. “Desde el principio sentí que la religión musulmana no me gustaba. Tenía la intuición y instinto de que no era para mí, ya que desde niño estaba buscando algo diferente dentro de la religión y, finalmente, encontré el amor del Señor Jesús. Siempre he tenido un montón de problemas con los musulmanes, tanto fuera como dentro del lugar del trabajo. Para ellos soy un infiel debido a mi simpatía hacia Cristo”, continúa.

El junio del año pasado, coincidiendo con el mes de ramadán, Kamal decidió casarse con su esposa, Loubna, también cristiana, por el rito cristiano. Tras la difusión del vídeo de su boda en Youtube y el eco de la noticia, la pareja empezó a sufrir una serie de abusos y persecuciones que no habían exprimentado hasta entonces. Cuando intentaba salir a Ceuta, le retiraron el pasaporte. Todavía no se lo han devuelto. “Los gendarmes me insultaron, me llamarón ‘infiel apóstata’ y tiraron la bolsa que llevaba, en la que estaba mi pasaporte y mi teléfono, al otro lado de la cerca. Me rompieron el móvil y me dijeron que fuera a una comisaría a recoger el pasaporte. Cuando fui me dijeron que allí no había ningún documento. Desde ese día estoy sin documentación”.

«E Papa visita Marruecos para los extranjeros que viven en el país; nosotros seguimos siendo apóstatas»

La boda finalmente fue anulada por las autoridades marroquíes y según asegura Kamal, ahora tienen “un hijo que no está registrado en ningún lado, es como si fuera un hijo de padres solteros”, ya que ellos no figuran como casados. Pero se niegan a casarse por el rito musulmán. “Somos cristianos y exigimos nuestro derecho a casarnos como cristianos. Igual que hacen los judíos o los musulmanes en este país. Me encantaría que el Papa —de visita en Marruecos en ese momento— pudiera oficiar mi boda. Pero ya sé que es imposible. También quiero pedirle al Papa que en Marruecos se reconozcan nuestros nombres cristianos y nuestras tumbas, así como que nos devuelvan el respeto por parte de las autoridades, el poder judicial y la comunidad”, expresa Kamal.

Estas mismas peticiones le dirigieron al Papa los miembros del Comité cristiano mediante una carta que hicieron llegar al Vaticano dos semanas antes de su visita a Rabat. Le pedían que intercediera por ellos para dejar de estar perseguidos en un país que defiende, supuestamente, la libertad de culto. “No pensamos que vayan a mejorar mucho las cosas con la visita del Papa, pero por lo menos podría hablar con los políticos para hacerles entender que la situación que vivimos es injusta”, expone la Asociación por los derechos y las libertades de las religiones minoritarias.

Kamal tampoco tiene muchas esperanzas en que las cosas cambien. “Después de la visita del Papa, Marruecos volverá a ejercer la misma presión que antes sobre la minoría cristiana en Marruecos”, asegura. “Y además, el Papa visitará Marruecos para los extranjeros que residen en Marruecos y los africanos que viven en este país. Nosotros seguiremos siendo etiquetados como infieles, apóstatas y proselitistas”, concluye Kamal en un tono que muestra enfado e impotencia.

El Papa, por su parte, envió una carta al Rey Mohamed VI para agradecerle su invitación y mostrándole la ilusión que le hace asistir a esta reunión “como peregrino por la paz y la fraternidad” y la confianza para cooperar entre musulmanes y cristianos. Mientras, los cristianos marroquíes se preguntan si esta visita será el final de su calvario. Aunque, de momento, no tienen demasiadas esperanzas en que llegue el día en que los cristianos marroquíes puedan vivir su fe en libertad. “Para eso faltarán muchos muchos años”, concluye Asma.
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