Crítica

Sexo y ceguera

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 4 minutos

Andrea Camilleri
Conversación sobre Tiresiascamilleri tiresias

Género: Ensayo
Editorial: altamarea
Páginas: 64
ISBN: 978-84-1220-424-7
Precio: 9,90 €
Año: 2019 (2020 en España)
Idioma original: italiano
Título original: Conversazione su Tiresia
Traducción: Carlos Clavería Laguarda

Una norma de cortesía elemental obliga a los críticos a no hacer reseñas más extensas que las obras que critican. En este caso, dicho precepto se hace difícil de cumplir, porque el libro que nos ocupa se lee en un suspiro, en lo que tarda alguien —con una mínima pericia— en capturar un higo chumbo y pelarlo. Claro que el nombre del autor en la portada nos pone sobre aviso: Camilleri, como otros grandes nombres, siempre da más de lo que prometen sus formatos.

La primera alegría que me llevé con esta Conversación sobre Tiresias es saber que la modesta editorial que lo publica, Altamarea, de la que había tenido muy ligeras noticias, va viento en popa, sacando títulos más que interesantes de literatura italiana y haciéndolo bonito. En cuanto al relato en sí, se trata más bien de una propuesta teatral, aunque se lee como prosa. Y más que la conversación que sugiere el título, es en realidad un monólogo de medio centenar de páginas. La conversación será, pues, con el lector.

El protagonista absoluto es Tiresias, ya saben, el viejo adivino tebano de la mitología griega, ciego para más señas, que concita en su personaje una serie de características que lo hacen complejo y atractivo. Las principales están vinculadas a las dos explicaciones de su ceguera: una afirma que la diosa Atenea lo castigó por haberla sorprendido bañándose desnuda. La otra señala a Hera como causante, después de que Tiresias fuera requerido por ésta y por Zeus para mediar en una disputa entre ambos.

Intercala chistes, rebate versiones, deja que a ratos la voz del viejo sabio se confunda con la del escritor…

Lo que hacía de Tiresias una opinión autorizada era, recordemos, el hecho de que había sido sucesivamente hombre, mujer, y de nuevo hombre. Una vez intentó separar a dos serpientes en plenas faenas reproductivas, y le fue provocada su transfiguración femenina, la misma que pudo deshacer, con ayuda de Zeus, cuando volvió a encontrarse a los mismos reptiles y mató de un bastonazo al macho. Fue precisamente ese hecho, el haber visto la vida desde los dos sexos, lo que confirió al personaje una sabiduría superior. Y hasta aquí, grosso modo, el planteamiento.

Esta leyenda ha hecho de Tiresias una constante fuente de inspiración para los escritores: él mismo, por boca de Camilleri, se encarga de repasarlo desde Homero y Ovidio hasta nuestros días, pasando por Juvenal, Séneca, Luciano de Samósata, Boecio, Dante, Foscolo, Milton, Hofmannsthal, Apollinaire, Pavese, McLeish, Virginia Woolf, Pound…

Todos estos hitos los recorre Tiresias-Camilleri a buen ritmo. La sensación es que el texto podría haber sido un simple artículo largo para una revista, pero el padre del comisario Montalbano, como no cabía esperar menos, prefirió hacer algo más divertido y sabroso, intercalando chistes con mucha gracia, rebatiendo algunas versiones, dejando que a ratos la voz del viejo sabio se confunda con la del escritor, prestándole incluso recuerdos personales u opiniones de actualidad. Eso hace de esta Conversación un juguete muy entretenido, en el que, de paso, se aprenden cosillas.

Hasta que, de pronto, reparamos en el hecho de que Camilleri pasó los últimos años de su vida en una ceguera casi total, por lo que su identificación con el personaje era algo más que filosófica.

Lo que no alcanzó a hacer el maestro agrigentino, y qué lástima que se le escapara, fue a relacionar el mito con los nuevos delirios de la ideología de género que en los últimos tiempos están usurpando el buen nombre del feminismo. Al menos, hace 2000 años hacía falta separar a dos serpientes para que un hombre se convirtiera en mujer. Ahora basta proclamarse una cosa u otra para lograrlo, se ponga Zeus como se ponga. Algo tan irracional que ni el propio Tiresias hubiera podido vaticinarlo.
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