Opinión

La actriz

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 7 minutos

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“Si en el drama pone ‘Escena 1. Interiores. Entra Fulano con un pescado en la mano’ y el actor le pide a los del atrezzo que le busquen un pescado es que es mal actor. Un buen actor es capaz de representar una escena con un pescado en la mano sin necesidad de un pescado”.

Creo que esta frase la leí en la autobiografía de Curt Goetz, y resume bastante bien lo que es el trabajo de un actor: representar algo que no es.

Por eso, la noticia con la que me crucé ayer no la archivé en la carpeta de Cine, ni en la de Israel, ni en la de Historia, sino en la de Imbecilidades: Protestan porque Hollywood ha elegido a la actriz israelí Gal Gadot para representar a Cleopatra en un próximo filme sobre la reina egipcia. El argumento de la protesta es que Israel les quita las tierras a los árabes y ahora las actrices israelíes les quitan los papeles a las árabes.

Y esto, sinceramente, es una estupidez.

No porque Cleopatra no era árabe. Por supuesto que Cleopatra no era árabe, aunque tampoco es mucho mejor llamarla “la mujer griega macedonia más famosa de la Historia”, como rápidamente hizo la guionista de la película, Laetia Kalogridis. Por mucho que la dinastía ptolomea practicara el incesto —copiando a los faraones—, pensar que después de once generaciones y 275 años, una reina de Egipto todavía se debe identificar con un terruño balcánico es casi igual de estúpido.

¿Contratamos a expertos en pigmentación para ver quién puede representar a una mujer norteafricana?

Pero el problema no es la “etnia” de Cleopatra, ni tampoco lo es averiguar la pureza de sangre de Gal Gadot, hija de una familia que originalmente se llamaba Grünstein o algo así, en todo caso asquenazí, judía alemana para entendernos, aunque aparentemente asentada en Palestina durante seis generaciones; ni saber si es verdad, como dicen las enciclopedias, que cuidaron siempre de casarse solo con asquenazíes, no fuese entrar sangre judía magrebí, yemení o balcánica a la familia. Es posible. Pero no se trata de eso.

No se trata de si me parece Gal Gadot bastante bronceadita, perfectamente capaz de pasar por libanesa, por griega, por turca, por marroquí, por egipcia, por macedonia, por italiana o por española, si me la encontrara en un café (que no voy a encontrármela, porque los dos tenemos mejores cosas que hacer). No se trata de contratar a expertos en pigmentación para ver si Gal Gadot es o no es demasiado blancuzca como para encarnar a una mujer que representa un país norteafricano. Porque toda África del Norte, por razón de su geografía y religión, debe caer en la parte “no blanca” y por tanto negra de la humanidad, según esa curiosa corriente política del siglo XXI que cree que el antirracismo consiste en segregar netamente a blancos y negros para que no se confundan ni se mezclen nunca. En el siglo XX, eso lo llamábamos apartheid.

Tampoco se trata de defender la política israelí: si alguien se adhiere al Movimiento BDS y cree que en virtud de esta postura debe boicotear a todo producto israelí, incluido cine, literatura y música, por supuesto tendrá que boicotear Cleopatra. Al igual que los filmes de Ari Folman, los de Amos Gitai y quién sabe si hasta los de Juliano Mer-Khamis, las novelas de A. B. Yehoshua y Etgar Keret y los discos de Noa. Y me temo que unas cuantas películas más de Hollywood.

Han pensado que Hollywood debería ofrecer un papel a una actriz “árabe” solo para Cleopatra?

Esto es una postura política que entiendo (aunque no comparto): no se trata del ideario que puedan tener cineastas, actrices o escritores sino del hecho de ser ciudadano de Israel, país que se niega a reconocerles a los palestinos derechos humanos; y en una democracia, los ciudadanos son responsables de los crímenes que comete su Gobierno, sobre todo si lo hace durante generaciones. En virtud de esta postura, no han faltado columnistas libaneses que se han negado a publicar en MSur, para no aparecer al lado de Uri Avnery. Bien. La coherencia tiene eso. Pero entonces ¿qué pinta Cleopatra ahí? ¿Alguien ha pensado que la Paramount Pictures se adhiere al BDS?

¿O alguien ha pensado que la Paramount Pictures debería ofrecer un papel a alguna actriz “árabe” (es decir libanesa, siria, tunecina, egipcia…) solo porque está rodando Cleopatra? ¿Por qué a nadie se le ocurrió pedírselo cuando rodaron Wonder Woman? ¿En tan baja estima tienen a las actrices libaneses y tunecinas que creen que solo valen para papeles de personajes que geográficamente les caen cerca, porque así encajarán en un cliché? ¿Más o menos como las negras en Estados Unidos solo podían hacer de criadas negras? Eso sí es un desprecio al noble oficio de actuar.

El desprecio al noble oficio de actuar es dar por hecho que solo una egipcia puede hacer de Cleopatra, solo una estadounidense de Wonder Woman, solo una española de Isabel la Católica, y solo un alemán de Hitler, solo un palestino de Jesucristo, solo un italiano de César (por el papel de Espartaco permitiremos que peleen griegos, turcos, macedonios y búlgaros en el ruedo, armados de tridentes). Pero eso no es ser actriz: eso es ser fotomodelo.

Por el papel de Espartaco podrán pelear griegos, turcos, macedonios y búlgaros en el ruedo

Ser actriz es hacer lo que el año pasado vi hacer a Stefanie Reinsperger en el Berliner Ensemble, el teatro fundado por Bertolt Brecht: interpretar a Baal. Si usted, lectora, no ha leído a Baal no pilla lo que acabo de decir. Baal es el arquetipo del machista. El hombre que desprecia a las mujeres, las seduce, se las folla, las descarta después como restos de comida. Hasta es capaz de matar a su mejor amigo por celos. Eso es Baal. Y va Stefanie Reinsperger, sin maquillaje, sin peluca, sin nada aparte su rotunda figura de actriz vienesa, y hace de Baal. No de una mujer como Baal. No de un Baal femenino. No de un personaje universal andrógino que es como Baal. No. Hace del asqueroso machista y macho Baal. Porque para eso es actriz, y ella puede.

Estoy seguro de que Stefanie Reinsperger no solo podría hacer de actor con pescado sin necesidad de pescado: podría hacer de pescado sin necesidad de actor.

Si Gal Gadot no sabe hacer de Cleopatra, no será porque su genealogía sea asquenazí austrochecoalemana en lugar de siriopersomacedonioegipcia. Si no lo sabe será porque es mala actriz. A mí no me pregunten, no he visto Wonder Woman, no puedo opinar. Eso sí, conozco a unas cuantas actrices tunecinas, marroquíes y libanesas que podrían hacer de valquirias, si se pusieran.

Lo peor de todo no es que hayamos llegado a creer que un actor debe ser genéticamente, nacionalmente o socialmente similar al personaje que encarna. Eso lo metemos en la carpeta de imbecilidades. Lo peor es que estamos empezando a aplicar el mismo modelo en política: estamos empezando a creer que solo un negro puede defender leyes antirracistas, solo un africano leyes de inmigración, solo una mujer leyes feministas. Pero para eso hace falta otra carpeta.

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© Ilya U. Topper | Especial para MSur

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