Crítica

Autorretrato pintado por otros

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 7 minutos

Miguel de Cervantes
Informe de Argel

Género: Ensayo
Editorial: Cátedra.
Páginas: 260
ISBN: 978-84-3763-929-1
Precio: 11 €
Año: 1580 (2019 en esta edición)
Idioma original: castellano
Edición e introducción: Adrián J. Sáez

Este es el único libro de Miguel de Cervantes en el que no hay ni una línea escrita por Miguel de Cervantes. No es que sea falso, ni mucho menos. Es una auténtica obra de Cervantes, ideada y compuesta por él, y hasta firmada por él. Solo que no la ha escrito. Es algo así como un autorretrato pintado por otros.

Me explico: Información de Argel es un texto notarial en el que doce testigos desfilan para contar qué saben de la vida y milagros de Miguel de Cervantes, soldado herido en la batalla de Lepanto, capturado junto a toda la tripulación de la galera Sol cuando volvía de Nápoles a España y preso durante cuatro años en Argel. Si ustedes han oído hablar alguna vez de la Literatura de información o literatura de avisos del Siglo de Oro —lo que el maestro Emilio Sola define como precursor del periodismo— pueden pensar que aquí, Cervantes narra lo que sabe de Argel. Algo a medio camino entre el espionaje y el ensayo geopolítico. Pero no es el caso.

Información de Argel no cuenta nada sobre Argel: cuenta todo sobre Cervantes. ¿Toda la verdad y nada más que la verdad? Tanto tampoco. Es, para repetir el anglicismo utilizado por Adrián J. Sáez, profesor de Literatura a cuyo cargo corre la edición, un ejercicio de self-fashioning: ponerse en escena uno mismo, mostrándose de su mejor lado para la posteridad. O en este caso para la contemporaneidad: Cervantes necesitaba ese informe para asegurarse de que se le recibiría correctamente en España.

Porque ser cautivo en Argel tenía muchos riesgos, y no todos venían por parte de corsarios, señores de la guerra, bajáes o virreyes que podían pasarte a cuchillo por molesto o empalarte por revoltoso. A eso te escapabas si presto renegabas de la fe y te hacías turco (término que en esa época, al igual que moro, se utilizaba a menudo como sinónimo de musulmán). Pero entonces no podías volver a España salvo como corsario. O si volvías, tenías que jurar que te habías convertido en falso para engañar a los turcos. Si te lo creían, bien, pero si no, la Inquisición andaba mosca contigo, y eso tampoco era vida.

Y a esta pregunta, el testigo dijo que todo lo en ella contenido es la verdad y firmolo

La sospecha planeaba sobre todo cautivo: ¿quién no se convertiría de boquilla para salvar la vida? ¿Y cómo saber que era de boquilla? Cervantes no se convirtió en ningún momento, hasta intentó cuatro veces fugarse y las cuatro lo atraparon y lo traían de vuelta cargado de cadenas y azote en mano… pero perdonándole todo por su cara bonita. ¿Realmente?

Realmente, dicen los testigos, que para eso han venido a la oficina de Pedro de Ribera, notario apostólico en Argel, en presencia de fray Juan Gil, redentor de captivos, que acaba de apoquinar la exacerbada suma de quinientos escudos de oro para liberar al soldado manco condecorado en Lepanto. Cervantes sabe que hay quien pueda difundir maledicencias a su vuelta en España; de hecho, parece haber un fraile dominico en la propia Argel, Juan Blanco de Paz, que no se dedica a otra cosa.

Para prevenirlo, una vez liberado de la galera en la que ya estaba esperando traslado a Estambul, y en presencia de Juan Gil, escoge a doce españoles cautivos para que el notario les haga una serie de 25 preguntas a las que responden lo que saben: de qué conocen a don Miguel de Cervantes, si han oído decir que estuvo en Lepanto, cómo llegó a Argel, qué hizo allí, en qué fama se le tiene, si es cierto que participó en tal y tal fuga, y hasta organizó varias, o al menos se presentó como organizador asumiendo toda la responsabilidad al ser trincados, y qué hay de las difamaciones de Juan Blanco de Paz. Y a esta pregunta, el testigo dijo que todo lo en ella contenido es la verdad porque desde el tiempo que este testigo le conoce y comunica le había visto poner en ejecución todo lo en esta pregunta declarado. Y esto responde y se remite a ella. Y firmolo.

La verdad es que basta con leer las preguntas redactas a petición de don Miguel: las respuestas de los testigos se limitan en gran parte a rubricar lo dicho, aportando solo unos pocos detalles más. Como imaginamos, Cervantes sale muy bien parado del ejercicio.

Se queda en Cervantes; pocas pinceladas dan fe de la vida habitual de cristianos cautivos en Argel

También podemos leer la introducción firmada por Adrián J. Sáez, que sienta Cátedra, perdonen el juego de palabras. Siendo la editorial que es, no podemos reprocharle que esta introducción sea más larga (no es una hipérbole) que el texto cervantino. Lo que sí cabe subrayar es que el texto rezuma una erudición que dejará anonadado a cualquier lector cuyos conocimientos cervantinos se hayan quedado en el Quijote. La cantidad de referencias bibliográficas que salpican cada una de las frases (es poca hipérbole) será altamente apreciada por estudiosos de la materia, pero emborronan, para quienes no lo son, el lenguaje sencillo, atractivo y familiar de Sáez, que convertiría esta introducción en un gozo de lectura, si no fuera por la cantidad de paréntesis, cifras, volúmenes, folios, años. Bueno, vale, es Cátedra.

La otra crítica a esta edición crítica es que Sáez no ha intentado ir más allá de Cervantes: su análisis de cuán verídico puede ser lo que cuentan o rubrican los testigos y hasta dónde está embellecido es excelente. Pero se queda en esto; pocas pinceladas dan fe de la vida habitual de cristianos cautivos en Argel. Algunos estaban cargados de cadenas o encerrados en los ‘Baños’, la espaciosa cárcel donde esperaban su rescate. Pero es obvio, vistos los cuatro intentos de fuga, que o bien mucha gente no estaba encerrada allí la mayor parte del tiempo, o la vigilancia era de chiste. Porque el problema de evadirse no era salir de unos muros: era salir del territorio turco, conseguir un barco que te recogiera o un guía que supiese llevarte a Orán. Por todo lo que nos transmite la Información, la gran mayoría de los cristianos andaban por la ciudad como Pedro por su casa.

Con Pedro me refiero a Pedro de Ribera, escribano y notario público, el cual por mandado de Su Majestad usa este oficio en esta tierra de Argel ha muchos años entre los cristianos. Está claro que hubo una importante población cristiana en la ciudad no encerrada en mazmorras que requería de este servicio para sus negocios.

Cuanto más me lo imagino, más se me hace materia de novela histórica, filme de aventuras y serie de netflix. Pero el guion para empezar a rodar no lo busquen en Cátedra: para eso habrá que acudir a Emilio Sola.

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