Artes

Mircea Cartarescu

La caída

M'Sur
M'Sur
· 20 minutos

Perplejidad y alegría

Mircea Cartarescu (Formentor, 2018) | © Cati Cladera

En los poemas de Mircea Cărtărescu los beatniks están en todas partes, nombrados o citados, o bien nos los encontramos guiñándonos un ojo: «escucho a los beatles, como chocolate chino, leo una antología de poesía canadiense. en fin / tecleo la máquina. no siento el corazón. no conozco mi cerebro» («Paz y realismo», Todo). El comienzo de Aullido de Ginsberg lo obsesionaba: «He visto las mejores mentes de mi generación…». Lo obsesionaba «porque también mi generación se ponía en marcha poco a poco; lo leí en la antología Beat Generation y empecé a traducirlo y su ritmo especial y su imaginería alucinante influyeron directamente en algunos de mis poemas» («He conseguido un ejemplar de Aullido firmado por Ginsberg», Amor). Y en «Cerveza y frío»: «ahora estoy seguro de ser maduro, de que las calles y las ideas han comenzado a brotar de la niebla y a adquirir perfiles sólidos (…) mi mecanismo metafórico se anquilosa cada día que pasa. tengo que pensar de otra forma, y sé que no puedo seguir mintiéndome (…) hasta ahora era feliz cuando encontraba una ima-gen o una metáfora que me gustaban y escribía efectivamente llevado por la inspiración, completamente dominado por mi escritura. ahora siento la necesidad de investigar el mundo real y de decir la verdad sobre él, no de crear nubecillas de colores (…) socialmente soy otro, completamente distinto respecto al de hace unos años. para decir en cuántas cosas no creo ya necesitaría una lista triple, como la de john lennon, pero él podía siquiera decir “I just believe in me”».

Resulta evidente para nosotros que Mircea Cărtărescu pertenece a esta época, que su poesía no puede ser pensada fuera de su tiempo, fuera de la explosión cultural de la Generación Beat y del posmodernismo americano. Leyó a todos los poetas norteamericanos y los tradujo sin intención editorial alguna, únicamente por el gozo de estar con ellos. Cărtărescu declararía que el agitado 68 en Rumanía fue, sin duda, el año 1980, no 1989. La revolución poética se produjo antes que la social. La década de los ochenta cerró una época y abrió otra.

Esta década fue uno de los fenómenos más espectaculares de finales de siglo en el espacio cultural rumano. El Cenáculo del Lunes (que entrará en la ficción de Solenoide bajo el nombre de Cenáculo de la Luna), nació en la Universidad de Bucarest en 1977 por iniciativa de un grupo de estudiantes de la Facultad de Letras; bajo la mentoría de Nicolae Manolescu, el Cenáculo estaba llamado a convertirse en un evento determinante en el cambio del paradigma literario, a marcar profundamente la evolución de la poesía y la literatura.

En 1981, Nicolae Manolescu escribe el prólogo al volumen colectivo Aire con diamantes, un libro firmado por cuatro lunedistas: Mircea Cărtărescu, Traian T. Coșovei, Florin Iaru, Ion Stratan. En él, con una intuición ejemplar que sus más próximos conocían bien, señalaba: «No sé si los poetas del Cenáculo del Lunes serán alguna vez considerados como el núcleo de una nueva generación literaria. Todo lo que puedo decir por ahora es que ellos tienen la conciencia de una manera común de entender y de hacer poesía, y que entre su poesía y la poesía de sus predecesores existen suficientes diferencias como para fundar en ellas la idea de un cambio de generación literaria. (…) La cristalización de una conciencia de generación es una cuestión importante que tal vez tenga consecuencias». Y así fue. Más aún, la poesía rumana de los años siguientes y la literatura de hoy en día no pueden ser pensadas fuera de los acontecimientos de la década de los ochenta..

[Extracto del prólogo de Eta Hrubaru y Marian Ochoa de Eribe]

 

 

Poesía esencial

 

 

LA CAÍDACĂDEREA

I

 

Lira de oro, mueve tus alas
hasta que acabe yo este canto.
esconde hondamente tu cabeza de caballo en el silencio.
lira de oro, mueve tus alas
hasta que acabe yo este canto.

Remolinos de piedra entre circunvoluciones
abstractos giros más acá de la piel
y más allá de la piel
más acá del viento y más allá del viento.
un solo ojo teje a su alrededor
una especie de luz, que otro ojo
percibiría como noche y ofrecería
a los melancólicos dioses de la noche,
si hubiera otro ojo, pero así
lo que asoma, lo que cristaliza,
lo que ondea,
es mucho más que la noche, pues la noche
día se llamaría ante esta extensión
de espacio violeta y de cúpulas.
Oh Umbriel, Nathaniel, Rafael, oh punto, oh línea, oh campana,
oh espacio, suprema realidad,
aguda zona del frío y del amor,
vuelve a tu distensión
y concédenos los racimos de tu inercia.

Aquí sobrevuela el pájaro de dos dimensiones
que se completa con el silencio.
aquí explora la hormiga la profundidad de la concha
apoyándose en su propia ceguera.

Caras, caras muy diferentes,
punto, línea, espacio… traslúcidos,
caras de hielo, campanas de cristal de roca
caras oscurecidas por el silencio, iluminadas por la sonrisa
granos de uva «de la antigua rama entusiasta»,
pero caras, rostros, caras
ciegas en la medida en que
el amor y el silencio son ciegos.
pero su ceguera se llama vista y su terror
se llama sonrisa.
cálices morados, cúpulas descritas por el rayo
de qué vigoroso Bramante,
globos de yeso y globos de bronce
globos de plata y globos de cristal.
dos cuernos de sombra arrojados por los pechos
de hielo de Venus, esconden en cúpulas la languidez.

Atentos aquí el hilo y la llave
de aquí nace la espiral.

Aquí el punto deviene línea
que se ondula y procrea
y se dispersa por la superficie;
y cuando la cara deviene esfera, se transforma
en todas las caras a la vez, en el aire menudo y morado.
y cuando la esfera deviene ojo se destruye a sí misma.

¡Oh divino, oh comienzo sin voz,
remolinos de piedra entre circunvoluciones,
proximidad de la piel de más allá de la piel,
cercanía del viento de más allá del viento,
oh geometría, verdad y real y cegadora orquídea!

Tengo cabeza de pájaro, pero no soy pájaro,
tengo cuerpo de hombre, pero tampoco soy hombre,
tengo ojos de oro delineados con el cálamo,
ciegos, por supuesto.
así es mi cara, más verdadera que ella misma
y que el violeta de las miradas frías.
llevo en el pico el disco en el que
con una carne como la de la manzana y la epidermis volátil,
menos áspera y más comedida,
existen todas las cosas con todos sus detalles.
allí puede ocurrir cualquier cosa, pero no ocurre nada,
al igual que la bellísima urna griega.

 

II

 

Y nieva. las manos se frotan y los dioses están tranquilos
apretados unos contra otros junto al tronco de cedro
en el que esculturas violetas y ricos carros de lucha
descienden unos de otros, en enmarañados orígenes.
la nieve cae y cae, pero rara vez
se pegan los copos blandos a la retina de la tierra
y se acumulan más bien en las puntas de los astros
y allí, amontonados, se apagan, arcoíris en la nada.

Estructura de las paredes musicales
guirnalda de la frialdad
música fría y apenas articulada
como escalan los grupos de escarabajos la rama de índigo.
¡estructura de la noche refulgente de sonido!

La oreja de Dionisio atornillada en la noche
para uso de los grandes indiscretos:
escalones redondos por los que sube tranquila la inquietud.

Los astros son cavidades virtuales
casi rostros y casi movimiento
los astros son esferas devenidas ojos
los astros son ojos devenidos rayos.
orugas musicales envueltas en largos dedos,
los radiales.

Los rayos de la vista y los rayos del oído
los rayos del gusto, del olfato y del tacto
y los rayos del sentido interno, la esfera más pequeña
pero el más simétrico y más sereno manantial
del fuego frío y del cristal,
el punto de la nevada y de la melancolía de índigo
astros son,
arquitecturas y ciudades despobladas.
todavía no he nacido
y estoy lejos aún de nacer,
pero si el nacimiento de formas en formas
supone la muerte de lo informe en lo informe,
mejor en los rayos y en la música de los astros,
asistiendo callado al trágico paso
del rostro al objeto
de la música al sonido
de lo inmanente a lo inminente.

Pues lo que sabemos de las cosas son óxidos,
bastardos de la unión de nuestro caminar
con las esferas de arena y los trinos de la siringa de la noche
orín y lejía es el alimento
del hambriento de metales y azur traslúcido
y fríos bloques de luz.

La nieve cae y cae
las escaleras bajan y bajan
con sus balaustradas en espiral.

La oreja de Dionisio escucha las llamaradas frías de silencio
emitidas por el violín de Juan Gris.
Me muevo entre flores con la corola vuelta hacia dentro
a duras penas aleteando con miradas índigo, leoninas,
camino entre árboles de formas que fluyen del giro
purificado entre las llamas de Casiopea y de Lira,
me muevo hasta el límite, en oscuridad, acoplamientos fabulosos
que culminan en ángeles de bronce, sin carne ni huesos,
alimentados con la mirada lábil, de tallo, de los astros.
¡oh, agitad las nervaduras, hierofantes de la penumbra, azules!

 

III

 

Aquí estoy, con ojos pálidos aquí estoy
un androide comparable con las olvidadas leyes
aquí estoy, en Nínive así se contemplaban las constelaciones
desde torres filtradas por el polvo y por los reyes
unos pechos melenudos muestra la hierba y los tritones se sobresaltan,
astrolabios, sextantes, cuadrantes mojados
me avalan, en el esfuerzo realizado para aparecer
incendiado y con las melenas heladas.
finalmente, por fin, aquí estoy,
un taladro de cristal, con la broca dirigida hacia el barro
un androide que siente el cerebro la carne y el polvo
avalado por el azur frondoso y por la hoja
llamado serafín.

Junto con el ímpetu de las turbinas del viento,
viento solar ahora, que dora las ramas,
seca la nieve y empaña las ventanas
y corta trozos del vientre de los moscardones despiertos,
junto con el encendido de fuegos de bengala en todas las pupilas,
junto con el ornamento con perlas y brillantes de aire
de todos los pulmones, junto con la concentración de las vivencias
descendió la primavera del landó detenido bajo las umbelas
ensombreciendo con su mano vastos dominios,
bosques envueltos en luz, miradas sombrías,
ventiscas de azur.
funambulesco, evanescente, arcaico
su cabello es en esencia adjetival.
cómo le habrían gustado a Sandro di Mariano
sus volutas moradas.
sus ojos, frondosas cuencas
donde procrean las serpientes y las arañas;
las mejillas no menos salvajes que las panteras
y un hocico pequeño, y una ligera sombra en los conos,
destilada seguramente del meollo de los planetas
poblados por mimosas extrañas y por hadas…

Rostros petrificados en azur
círculos de risa en azul
brotes que rompen trozos de azur
narinas con el óvalo rebosante de azul.

El vuelo del pájaro es ahora entero
y el pájaro con ojo de luz tiene el nombre de herrerillo
o de zorzal con el pecho moteado
por un tachista escondido en el follaje.
el pájaro es el ojo del propio vuelo
y su vuelo, un madison de los diedros.
cuando pasa el pájaro sobre los bosques prendidos en estanques
y sobre pueblos atornillados en yacimientos de yeso y mica
los árboles sienten la necesidad de hablar
con Mondrian y con Breughel y Cranach y Munch
y las campanas la de acoplarse vibrando.
así atraviesa el tierno corazón el aire
de campanas rodeado, y de bosques.
en vano tienes largas piernas
si no sabes qué músculos se unen al esternón
afilado, frondoso, de la fragata
el broncíneo, el calcáreo,
olmo,
de la fragata.

Anima, anima tus pulmones con el azul,
hasta que estallen, hasta que se llenen de musgo y moho,
hasta que se cuele por ósmosis la primavera.
Balón a rayas de oro, dragón de seda
enterrado a millones de leguas bajo astros
que avanza por el giro del tornillo de Arquímedes
accionado por un locomóvil de vapor
montado junto a nosotros en la barquilla.
seis de abril y no hay tierra,
solo placas de azur, hojas de azur, que suenan.

Que paz bebas en estos bosques lúcidos
que el tiempo olvides entre nubes de cuerpo versátil,
deja que goteen en tus ojos las hojas relucientes, líquidas,
deja que crezca en tu pecho la arquitectura del trino.
los ojos ciérralos pero abre tu pecho a la vida
sé hoja, con los tallos marcados en bronce,
mira, se golpean unos contra otros los atletas
que aletean en el éter con los hombros cándidos y duros.
Envuelta en tallos verdes y en saltamontes como el veneno
caminas de mi mano,
y sin embargo estoy mucho más solo que si estuviera solo
y te pareces a la gota de agua del cáliz del muguete
que brilla por la mañana y se seca antes del ocaso.
pleno abril, y de la corteza del arce
con un zumbido de laúd el sol alza su barbilla redonda,
y querubines de sebo, mofletudos y con los puños en los párpados,
tienen el rosto bañado de lágrimas y hacia el amargo bosque miran
desde los hombros desnudos de la ciudadela.

 

De Faros, escaparates, fotografías (1980)

I

 

Lyră de aur, pulsează din aripi
până-mi închei acest cânt.
capul de cal ţi-l ascunde adânc sub
tăcere. lyră de aur, pulsează din
aripi până-mi închei acest cânt.

Sorburi de piatră între
circumvoluţii abstracte rotiri în
preajma pielii şi dincolo de piele
în preajma vântului şi dincolo de vânt.
un singur ochi ţese-mprejur de sine un
fel de lumină, pe care alt ochi
ar primi-o ca noapte şi-ar
închina-o zeilor melancolici ai
nopţii, dac-ar mai fi alt ochi,
dar astfel ceea ce răsare, ceea
ce cristalizează, ceea ce unduie,
e mai mult decât noapte, căci
noaptea zi s-ar numi faţă de largu-
acesta de spaţiu vioriu şi de cupole.
O Umbriel, Nathanael, Rafael, o punct, o linie, o clopot,
o spaţiu, supremă realitate,
acută zonă a frigului şi a iubirii,
întoarce-te-n destinderea ta
şi dăruieşte-ne ciorchinii inerţiei tale.

Aici survolă pasărea cu două
dimensiuni întregindu-se cu tăcere.
aici explorează furnica adâncul cochiliei
sprijinindu-se pe propria-i cecitate.

Feţe, feţe foarte diferite,
punct, linie, spaţiu — translucide,
feţe de gheaţă, clopote de cristal de stâncă
feţe întunecate de tăcere, luminate de zâmbet
boabe de strugure „din vechea ramură entuziastă“,
dar feţe, chipuri, feţe
oarbe în măsura în care
iubirea şi tăcerea sunt oarbe.
dar orbirea lor se numeşte vedere şi teroarea lor
se numeşte zâmbet.
cupe viorii, cupole descrise de raza
cărui viguros Bramante,
globuri de calcar şi globuri de bronz
globuri de argint şi globuri de cristal.
două coarne de umbră lăsate de sânii
gheţíi ai lui Venus, ascund în cupole langoarea.

Atente aici firul şi cheia
de-aici porneşte spirala.

Aici punctul devine linie
care vălureşte şi procreează
şi se-mprăştie-n suprafaţă;
iar când faţa devine sferă, ea devine
toate feţele deodată, în aerul scund şi vioriu.
iar când sfera devine ochi ea se distruge pe sine.

O divin, o început lipsit de voce,
sorburi de piatră între circumvoluţii,
proximitate a pielii de dincolo de piele,
apropiere a vântului de dincolo de vânt,
o geometrie, adevăr şi real şi orbitoare orhidee!

Am cap de pasăre, însă nu sunt pasăre,
am trup de om, dar nici om nu sunt,
am ochi de aur desenaţi cu calamul,
desigur orbi.
aşa e faţa mea, mai adevărată decât ea însăşi
şi decât violetul recilor priviri.
port în cioc discul în care
cu carnea ca a mărului şi epiderma volatilă,
mai puţin aspră şi mai cumpătată,
există toate lucrurile cu toate amănuntele lor.
acolo se poate întâmpla orice, dar nu se întâmplă nimic,
precum preafrumoasa urnă greacă.

 

II

 

Şi ninge. mâinile se freacă iar zeii stau liniştiţi
strânşi unul în altul lângă buşteanul de cedru
pe care sculpturi violete şi care de luptă bogate
unul din altul se trag, în încâlcite obârşii.
zăpada cade şi cade, dar foarte arare
fulgii domoli se lipesc de retina ţărânii
ci mai curând se adună la colţuri de aştri
şi-acolo, mormane, se sting, curcubee-n neant.

Structură a pereţilor muzicali
ghirlandă a răcelii
muzică rece şi abia-nfiripată
cum scarabeii în pâlcuri escaladează creanga de indigo.
structură a nopţii scânteind de sunet!

Urechea lui Dionis înşurubată în noapte
pentru uzul marilor indiscreţi:
trepte rotunde pe care suie încordarea liniştită.

Astrele sunt cavităţi virtuale
aproape chipuri şi aproape mişcare
astrele sunt sfere devenite ochi
astrele sunt ochi deveniţi raze.
omizi muzicale înfăşurate în lungile degete,
radiarele.

Razele vederii şi razele auzului
razele gustului, mirosului şi pipăitului
şi razele simţului intern, sfera cea mai mică
dar cel mai simetric şi mai calm izvor
al focului rece şi al cristalului,
punctul ningerii şi al melancoliei de indigo
aştri sunt,
arhitecturi şi oraşe depopulate.

încă nu m-am născut
şi încă departe de a mă naşte,
iar dacă naşterea din forme în forme
presupune moartea din inform în inform,
mai bine în raze şi-n muzica aştrilor,
asistând la tăcut de tragica trecere
a feţei în obiect
a muzicii în sunet
a imanentului în iminent.

Căci ce aflăm din lucruri sunt oxizi,
bastarzi ai împreunării mersului nostru
cu sferele de nisip şi trilurile sirinxului nopţii
rugină şi leşie e hrana
celui flămând de metale şi azur translucid
şi blocuri reci de lumină.

Zăpada cade şi cade
scările coboară şi coboară
cu balustradele lor în spirală.

Urechea lui Dionis ascultă văpăile reci de tăcere
emise de vioara lui Juan Gris.
Mă mişc printre flori cu corola întoarsă spre sine
abia lopătând din priviri indigo, leonine,
calc printre arbori de forme curgând din rotire
purificat prin văpăi de Cassiopee şi Lyre,
mă mişc la hotar, în nocturn, acuplări fabuloase
îngeri de bronz consumând, fără carne şi oase,
hrăniţi cu privirea labilă, de lujer, a aştrilor.
o, daţi din nervuri, hierofanţi ai penumbrei, albaştrilor!

 

III

 

Iată-mă, cu ochii palizi iată-mă
android comparabil cu uitatele legi
iată-mă, în Ninive la fel se contemplau constelaţiile
din turnuri filtrate prin praf şi prin regi
sâni pletoşi scoate iarba şi tritonii tresar,
astrolabii, sextante, cadrane udate
mă-ndreptăţesc, în efortul făcut să apar
incendiat şi cu pletele îngheţate.
în sfârşit, în fine, iată-mă,
burghiu de cristal, îndreptat spre noroaie cu pânza
android simţind creier carne şi praf
îndreptăţit de azurul stufos şi de frunza
numită seraf.

Odată cu înteţirea turbinelor vântului,
vânt solar de acum, poleind crengile,
uscând zăpada şi aburind ferestrele
şi tăind secţiuni în pântecul bondarilor treziţi,

odată cu aprinderea de focuri bengale în toate pupilele,
odată cu împodobirea cu perle şi briliante de aer
a tuturor plămânilor, odată cu concentrarea trăirilor

coborî primăvara din landoul oprit în umbele
umbrind cu palma ei vaste domenii,
păduri învelite în lumină, priviri întunecate,
viscole de azur.
funambulesc, evanescent, arhaic
părul ei e în esenţa lui adjectival.
mult i-ar fi plăcut lui Sandro di Mariano
volutele lui ciclamen.
ochii ei — frunzoasele văgăune
unde procreează şerpii şi păianjenii;
obrajii nu mai puţin sălbatici ca panterele
şi puţin bot, şi puţină umbră în conuri,
desigur prelinsă din miezul planetelor
populate de mimoze ciudate şi ştime…

Feţe împietrite-n azur
cercuri de râs în albastru
muguri rupând bucăţi de azur
nări cu ovalul plesnind de albastru.

Zborul păsării e acum întreg
iar pasărea cu ochi de lumină are numele piţigoiului
sau sturzului de vâsc cu pieptul bălţat
de un taşist ascuns în frunzare.
pasărea e ochiul propriului zbor
iar zborul ei — un madison al diedrelor.
când trece pasărea peste păduri încătărămate în iazuri
şi peste sate înşurubate în zăcăminte de gips şi de mică
arborii simt nevoia să mai schimbe o vorbă
cu Mondrian şi cu Breughel şi Cranach şi Munch
iar clopotele să se acupleze vibrând.
aşa străpunge frageda inimă aerul
de clopote înconjurată, şi păduri.
degeaba ai înaltele picioare
dacă nu ştii ce muşchi se prind de sternul
cel morfiliu, frunzos, al fregatei
cel bronz, cel calcar,
ulm,
al fregatei.

Bucură-ţi, bucură-ţi plămânii cu albastru,
până plesnesc, până se umplu de muşchi şi mucegai,
până se pătrund osmotic de primăvară.
Balon vărgat cu aur, dragon de mătase
înmormântat la milioane de leghe sub aştri
înaintând prin rotirea şurubului lui Arhimede
acţionat de un locomobil cu aburi
montat lângă noi în nacelă.
şase aprilie şi nici un pământ,
doar plăci de azur, foi de azur, sonorizând.

Pace să bei din pădurile-acestea lucide
timpul să-l uiţi între norii cu trup versatil,
lasă să-ţi picure-n ochi frunzele scânteinde, lichide,
lasă să-ţi crească pe piept arhitectura de tril.
ochii închide-i dar pieptul deschide-ţi-l vieţii
fii frunza, marcată cu bronz la încheieturi,
priveşte, se sfarămă unii de alţii atleţii
vâslind în eter cu umerii candizi şi duri.
Înfăşurată în lujere verzi şi în cosaşi ca veninul
păşeşti mână de mână cu mine,
şi totuşi sunt cu mult mai singur decât dacă singur aş fi
şi te asemui boabei de apă din potirul brânduşei
irizând dimineaţa, uscându-se până-n amurg.
aprilie-n toi, şi dintr-a arţarului scoarţă
cu zumzet de vielă soarele-şi înalţă bărbia rotundă,
dar heruvi de seu, bucălaţi şi cu pumnii la pleoape,
au faţa în lacrimi şi spre pădurea amară privesc
de pe umerii goi ai cetăţii.

 

De Faruri, vitrine, fotografii (1980)

 

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© Mircea Cartarescu (2015)  |  Traducción del rumano: © Eta Hrubaru · Marian Ochoa de Eribe | Cedido por Impedimenta Ed. (2021)