Opinión

Mujeres trabajadoras

Soumaya Naamane Guessous
Soumaya Naamane Guessous
· 7 minutos

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Casablanca  | Octubre 2021

 

Las marroquíes siempre han trabajado. Incluso cuando estaban encerradas entre cuatro paredes: sus dedos mágicos producían artículos diversos, que luego vendían los hombres. Ellas escondian una pequeña cantidad del dinero para duier zman: los imprevistos.

Tras la independencia de Marruecos, las familias empezaban a apreciar el trabajo remunerado de las mujeres para aumentar sus ingresos. A las niñas se les explotaba: se convertían en obreras o en criadas.

La escolarización les permitía escapar al trabajo precoz y soñar con un trabajo que les diera valor. La contribución femenina al presupuesto familiar y conyugal es considerable. Uno de cada seis hogares subsiste únicamente con los ingresos de una mujer.

A menudos se habla del trabajo de las mujeres como si se tratase de una elección, pero la aplastante mayoría de las mujeres trabaja por simple necesidad. Entre las mujeres divorciadas, el 43,7 trabaja, frente a solo el 17% de las casadas y el 26,2% de las solteras.

En Marruecos vive el mismo número de mujeres que de hombres: ellas son 18 millones, es decir un 50,3% de la población. Siento mucho desilusionarlos, señores: ustedes piensan que hay tres, cuatro o diez mujeres por cada hombre. Lo que, según ustedes, justifica la poligamia.

La tasa de actividad laboral va bajando; era el 26,8 en el año 2013; hoy es solo el 20%

De este total, 13,4 millones de mujeres están en edad de trabajar. Pero la tasa de actividad laboral va bajando. Era el 26,8 en el año 2013; hoy es solo el 20%. Aunque es cierto que muchas mujeres tienen una actividad económica en casa o en la calle que no declaran. La tasa del 20% es, por lo tanto, inferior a la realidad. En el campo, esa tasa es superior: un 27% frente a un 18% en la ciudad.

Aumenta la tasa de escolarización femenina, al tiempo que se reduce el número de mujeres en el trabajo. Una de las razones es que los salarios son demasiado bajos, especialmente entre las mujeres sin estudios: seis mujeres trabajadoras de cada diez no tienen ningún tipo de diploma (un 90% en las zonas rurales, un 33% entre las mujeres urbanas).

El paro afecta más a las mujeres (un 13,5%) que a los hombres (un 7,8%). Ocho de cada diez paradas tienen menos de 35 años y casi nueve de cada diez tienen un diploma de estudios.

Las mujeres están subempleadas y aceptan cualquier trabajo para ayudar a la familia. Una mujer con bachillerato más cinco años de estudios recibe, como media, un salario de 4000 dirham (400 euros) al mes. El salario mínimo son 2.698 dirham (270 euros). Lo que no anima especialmente a trabajar, sobre todo si la mujer está casada y tiene hijos. La pareja toma la decisión dolorosa de poner fin a la actividad remunerada de la mujer, aunque le haría muchísima falta. ¿Por qué? Porque la condición de la mujer ha evolucionado más rápido que su entorno.

La condición de la mujer ha evolucionado más rápido que su entorno

La carga de trabajo del hogar siempre recae en la mujer, e incluso si entre los jóvenes, el marido empieza a ayudar, la mayoría sigue estando atrapada en prejuicios vinculados a la virilidad.

La mujer que trabaja asume responsabilidades tanto dentro del hogar como fuera de él. Cuando tiene hijos —ya nunca son más de dos— acaba extenuada. Los hábitos de comer siguen siendo los tradicionales, y el marido es exigente.

El marido, por su parte, sí tiene actividades una vez terminado el trabajo. Cuando vuelve a casa, descansa, frente a una mujer al borde de un ataque de nervios, desbordada. La relación de la pareja se deteriora; el marido acosa a la mujer ingrata que no le hace caso… Un estrés permanente.

Al convertirse las grandes familias en núcleos pequeños, las parejas ya no pueden contar con la ayuda de los familiares. Y pagar a una empleada doméstica es imposible. Además, el fallido sistema de enseñanza es otra fuente de estrés: hay una enorme carga de tareas para los niños. Si la madre trabajo, acaba agotada y no puede ayudar a los pequeños. Debería pagarles profesores de apoyo. Imposible.

Las mujeres modernas siguen sufriendo la presión de las tradiciones. Rim: “Por la tarde, mi familia y mis suegros llegan sin avisar. Por la mañana estoy exhausta”. Es peor todavía cuando la familia vive en otra ciudad y, al hacer una visita, simplemente se queda a pasar los días allí.

Necesitamos guarderías, sí, pero unas que respeten las normas profesionales y con controles

¡Y cuidar de los niños! El gran problema. La solidaridad del vecindario está en vías de desaparecer. Hay vecinas que se ofrecen a acoger a los niños, pero sin tener formación para ello, por 300 a 600 dirham (30-60 euros) al mes. Las guarderías son raras e inasequibles: cuestan entre 800 y 4.500 dirham al mes. Demasiado caro, sobre todo cuando ya son dos hijos. Además, cierran en julio y agosto. ¿Qué hacer con los críos? Muchas madres les dejan los hijos del domingo al viernes a su madre o su suegra, o se la llevan a su madre, que vive en otra ciudad. Esto te desgarra.

Los horarios de la escuela no corresponden a los del trabajo. ¿Qué hacer con los niños al salir del colegio? No pueden quedarse en la institución escolar, no hay clubs en el barrio para tenerlos entretenidos allí y que te los cuiden a la espera que los padres vengan a recogerlos. ¡Una esclavitud!

Y eso sin contar que muchas mujeres se deben ocupar, una vez terminada la jornada laboral, de sus padres enfermos, porque los hermanos no pueden.

Cuando la mujer trabaja tiene un salario tan bajo que entre los gastos de transporte, comida, cuidado de los niños, guardería… ya no le queda nada, o muy poquito que justifique todo ese estrés. Muchas, modernas en un entorno que todavía no lo es tanto, abandonan sus sueños de carrera, de evolución propia, de autonomía.

El nuevo primer ministro de Marruecos, Aziz Akhennouch, ha prometido elevar la tasa de actividad de las mujeres al 30%… Muy de aplaudir. Pero imposible de hacer sin garantizarles un entorno adaptado a sus necesidades.

El gobierno ha anunciado su apoyo a la creación de 12.000 guarderías. Pero ¡atención!: no tenemos a educadores especializados en los primeros años de infancia. Y el ejemplo de los establecimientos preescolares no es muy satisfactorio: muy a menudo, a los niños se les amontona en habitaciones lúgubres, vigilados por personal no cualificado, sin herramientas pedagógicas ni materiales de animación. Sobre todo en el ámbito rural. Necesitamos guarderías, sí, pero unas que respeten las normas profesionales y se sometan a controles regulares.

Si para la mujer, trabajar no es una elección, no trabajar a menudo tampoco lo es. Las mujeres merecen que se les respalde en el trabajo: por ellas mismas y para mejorar el nivel de la familia.

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© Soumaya Naamane Guessous | Primero publicado en 360.ma · 22 Oct 2021 | Traducción del francés: Ilya U. Topper

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