Giovanni di Gregorio
«La política siempre necesita a la mafia»
Alejandro Luque
Barcelona | Octubre 2015
Hace casi seis años que causó sensación en Angulema el cómic Brancaccio, la obra conjunta de dos jóvenes sicilianos, el guionista Giovanni di Gregorio y el dibujante Claudio Stassi. Un retrato feroz del barrio de las afueras de Palermo considerado un vivero mafioso, que supuso el despegue del sello editorial Becco Giallo –con el tiempo referente italiano del graphic journalism o novela gráfica comprometida-, y vio la luz en nuestro país bajo los auspicios de Norma. A comienzos de 2016 verá la luz una nueva edición, con nuevas viñetas, de un título que ya es casi de culto. Conversamos con Di Gregorio en Barcelona, la ciudad donde residen actualmente los dos artífices de la obra.
¿De dónde nació un proyecto como Brancaccio?
«Un kilo de pan que compras se lo pagas a la mafia. El hecho más inocente es un apoyo a Cosa Nostra»
De la rabia de vivir una realidad que nos ha jodido mucho, y que jode a todo el mundo, a veces sin que el mundo se dé cuenta. Lo que contamos es que la gente del barrio se autolesiona, se hunde, porque no sabe que sus actos cotidianos van en contra de ellos, hasta crear un universo que te ahoga. Claudio se crió allí, yo soy de Palermo pero solo estuve desde los 18 hasta los 28, porque mi familia era bastante nómada… Todo lo que se cuenta le ha pasado a él o a mí, o lo hemos leído en las crónicas. Yo me limité a coserlo todo y a darle un desarrollo cronológico.
¿De qué modo cree que se perjudican los vecinos a sí mismos?
Agachar la cabeza, dar un botón político, aceptar que no te den el ticket cuando haces una compra, genera a largo plazo que no haya policía, hospitales, que no haya trabajo… Y que la mafia prospere y se apodere de todo. No se dan cuenta, y si se dan cuenta, no pueden hacer mucho. Un kilo de pan que compras, se lo pagas a la mafia. Tendrías que encontrar una panadería que no pague su impuesto a la mafia, ¿dónde? Hasta el hecho más inocente y cotidiano es un apoyo a Cosa Nostra. Uno de cada nueve euros va a parar a sus manos. Estás enjaulado en ese sistema. Y si te haces cómplice de ese sistema, ya no sales jamás.
Hace poco un par de amigos sicilianos discutían sobre eso. Uno afirmaba que la culpa de la mafia la tienen los ciudadanos, que siguen sin confiar en las instituciones, aunque crean que están en contra del crimen…
«En la mente del siciliano (hemos estado invadidos durante siglos…), la mafia encuentra un terreno fértil»
La forma en que hablamos, en castellano e italiano, sostiene el machismo, ¿sí, no? Podrías decir que cambiando el lenguaje que se hace podrían cambiar las cosas, pero, ¿es fácil? Es algo tan arraigado que ni te das cuenta. Lo que quisimos expresar es que ellos no ven la mafia como la veo yo desde fuera, o la ves tú. Es un patrón cultural muy muy fuerte. Se manifiesta en todo. Según este patrón, el más fuerte manda. Y es mejor callarse, dejar que pase la tormenta. Y es mejor callarse sobre los asuntos que no tengan que ver directamente contigo… En la mente del siciliano, por muchas razones que puedes leer mejor en ensayos antropológicos que oyéndome a mí (hemos estado invadidos durante siglos, somos una isla, ha predominado la sociedad matriarcal y el mundo agrícola…) la mafia encuentra un terreno fértil. No es casualidad que haya nacido en Sicilia y no en Lombardía, aunque ahora también esté allí.
¿Y se ha explicado por qué en Brancaccio prendió especialmente el fenómeno?
Brancaccio es solo un ejemplo, pero la mafia está por todos lados. Cuanto más pobreza e ignorancia hay, mejor. Brancaccio es ejemplar, como decir en Barcelona La Mina, Cornellá, Horta… Barrios que también existen en Madrid, Sevilla o Milán.
«La mafia necesita que las cosas no funcionen. Si hay trabajo en Suiza, no necesitas a un mafioso»
Lo llamativo es que sitios donde la mafia tiene más predicamento, son justo aquellos que siguen sin resolver sus problemas a lo largo de los años, carecen de servicios, de infraestructuras… Su vida no ha mejorado.
La mafia necesita que las cosas no funcionen. Si hay trabajo en Suiza, no necesitas a un mafioso. Necesita acudir a él porque el Estado no funciona, o yo no tengo recursos para salir de mi situación. La mafia, con una mano, te da un trozo de pan que te permitirá llegar al día de mañana, con la otra te quita las infraestructuras, la esperanza, la escuela, la posibilidad de hacer de ti mismo una persona mejor. En dialecto siciliano, el futuro no existe. Hablamos en presente o en pasado perfecto. La mafia tiene interés en mantenernos en la miseria económica y anímica. No necesita héroes, necesita matones. Gente que se agacha al poder más fuerte, para poder ser algún día ellos los fuertes.
Cuando amenazaron a Saviano, ¿creyeron ustedes que podría ocurrirles algo parecido?
Cuando salió el cómic, ya me había trasladado a Barcelona. Estaba harto. En Sicilia hay tres posibilidades: agacharte y ser parte del sistema, y esperar a que todo se hunda en la mierda; ser héroe o mártir, que es muy cansado, para que el mundo alrededor mejore; o irte y empezar desde cero. Yo hice esta elección, y Claudio al cabo de un par de años también. A Claudio sí se le acercó un par de veces una persona, le hicieron entender que era mejor no meterse en determinados asuntos. Pero de un modo no amenazador.
¿Cómo es eso?
«La mafia no entra a tu tienda a pedirte 100 euros. Te invita a un café, se alegra de que te vaya bien»
La mafia nunca es amenazadora al principio, siempre te entra como una amiga. Lo hace a través del tío mayor que te da una palmadita en la espalda y te dice, ¿de qué vas chaval? Te lo digo por tu bien… La mafia no entra a tu tienda a pedirte 100 euros. Te invita a un café, se alegra de que te vaya bien. Te cuenta que se está preparando la fiesta del barrio, y te pide contribuir con lo que puedas, si quieres. Primero te habla, si no pagas luego pone el pegamento en la cerradura, o le pide a tus amigos que te convenzan… No quiere matar, no tiene ningún placer en matar, porque cuando lo hace llama la atención. Y el Estado hace la vista gorda, porque no quiere obligar a los jueces a mirar.
¿Cómo se ha mantenido el movimiento AddioPizzo contra la extorsión mafiosa frente a las presiones?
Manteniéndose siempre muy visibles. La mafia no mata al que se deja ver, al que sale en la televisión. Según el juez Falcone, la mafia aísla primero, y luego mata, de muchas formas, no solo física. Si te mantienes visible, con una comunidad detrás, resistes. La mafia es como un Estado, no va a acabar con alguien que tiene el respaldo de la comunidad.
Y sin embargo, acabaron con el sacerdote Pino Puglisi…
«La Iglesia es un centro de poder, y los centros de poder o se alían o se combaten»
Su figura fue precisamente la que nos inspiró a hacer Brancaccio. Los editores nos pidieron hablar sobre él, leímos sobre su labor, vimos las películas [Alla luce del sole, Roberto Faenza, 2005, y Brancaccio, Gianfranco Alfano, 2001], La Iglesia no lo apoyó, en el barrio le hicieron política de tierra quemada, el vacío. Y llegó un punto en que era peligroso. Intentaron disuadirlo mil veces. Hablaba abiertamente, tenía mucha influencia. Y eso no se hace, menos siendo un cura. La Iglesia es un centro de poder, y los centros de poder o se alían o se combaten. O se delimitan sus territorios. La mafia tiene toda una pintoresca, y complicada, iconografía católica. Hay rituales, pactos de sangre con imágenes de santos. Que un cura hiciera lo que hacía Puglisi, y sacar a los niños de la calle, era demasiado. La mafia necesita esa miseria. Y obediencia. Y silencio. Él defendía todo lo contrario, y apoyaba la cultura. En un centro de ejercicios escolásticos, ponía a los niños con problemas a hacer los deberes por las tardes. La mafia no podía tolerar que se difundiera la cultura, el espíritu crítico, el entendimiento.
Hubo unos chicos del barrio que fueron enviados a Suiza a estudiar, y regresaron con las mismas nulas posibilidades de encontrar trabajo en Sicilia. ¿Llegaron a tener contacto con ellos?
«Me he ido de Sicilia pensando: que os hundáis en vuestra mierda, no puedo más»
No, pero lo incluimos como documentación añadida en Brancaccio. La verdad es que todas las cosas que leímos entonces, después de diez años en Barcelona, nos tocan cada vez más de lejos. Las emociones se han diluido mucho, ya no tenemos esta rabia, esta frustración que se percibe en el dibujo sucio, oscuro. Nuestra vida ha cambiado, Barcelona es una realidad donde todo funciona bien. Las nuevas ocho páginas serán en color, y muestran toda esa distancia que hay entre nosotros y Brancaccio. En mi día a día, no pienso en Sicilia. Y cuando leo algo, no me afecta. Me he ido pensando: que os hundáis en vuestra mierda, no puedo más. Para algunos puede ser una actitud cobarde, pero no confío en que pueda cambiar. Si acaso, en dos, tres, cuatro generaciones. Pero no soy un vampiro, no voy a vivir tres siglos para verlo.
El último filme de Franco Maresco, Belluscone, señala el hecho de que Berlusconi tuviera en Brancaccio el 100 por cien de los votos. Casi como en toda Sicilia, donde obtuvo los 62 escaños del Parlamento Regional. ¿Qué hizo bien Il Cavaliere, qué hicieron mal los otros?
Berlusconi mantenía en su mansión a un señor que murió hace poco, y cuyo empleo oficial era cuidar de los caballos… Se piensa que era representante de la mafia. La mafia controla muy bien los votos, siempre. Si un político de repente gana con casi el 100 por cien, por algo será. Aparte el carisma de Berlusconi, todo lo que ha gastado, le proporcionó un éxito enorme, no solo en Sicilia. Pero la política siempre necesita a la mafia, que puede optar por no votar, y disparar el abstencionismo.
¿Y la oposición, qué puede hacer?
La derecha ha sido tradicionalmente aliada de la mafia en Sicilia, aunque la izquierda también ha acabado siéndolo. Tras la II Guerra Mundial, una parte de los aristócratas sicilianos querían independizarse, y la mafia apoyó a la monarquía. Luego, apoyaron a la Democracia Cristiana, que estuvo en el poder desde la II Guerra Mundial hasta ayer. Y Berlusconi no es más que una visión moderna, visceral, poderosa y carismática del electorado de lo que es el electorado de centro en Italia, que siempre ha decidido todo, se llame Democracia Cristiana o Forza Italia. En las últimas elecciones regionales, la mafia no votó. Eligieron un presidente antimafia, Rosario Crocetta. ¿Cómo pudo llegar al poder? Puede. Fue la demostración de que tal vez no controlan el 100 por ciento. Y si deciden no votar, ganará el mejor.
«Cuando llegan los Aliados, ¿a quién pide ayuda EE UU, quién conocía el territorio? Los mafiosos»
¿Tiene esperanza sobre la lucha contra la mafia hoy, con el papel de Nino di Matteo?
La lucha no es un asunto judicial, ni militar, ni policial, ni legal. Con Brancaccio no queríamos hacer el enésimo cuento de policía, balas, cadáveres, eso es la punta del iceberg. Nosotros queríamos mostrar lo que hay por debajo del agua, el apoyo popular, las condiciones culturales que hacen que exista y florezca como poder. Si la lucha judicial va a saco, la mafia puede ser derrumbada, pero es un derrumbe falso. Como en el fascismo, no existía después de que Mussolini lo decretara. Pero no es que no existiera, se calló. Y a la primera ocasión, cuando llegaron los Aliados, ¿a quién pidieron ayuda los EE UU, quién conocía el territorio? Los mafiosos. Todos los alcaldes y políticos que pusieron eran mafiosos. Se derrumbó el fascismo y volvió, porque no habían cambiado las condiciones culturales, económicas. Eso es lo que faltó, cambiar las mentalidades. Pero por muy lenta que sea la lucha, tarde o temprano desaparecerá. Eso lo decía Falcone, todo fenómeno humano termina en algún momento.
¿Cree que el cómic tiene alguna fuerza en esa lucha, más allá de las buenas intenciones?
El cómic es una forma expresiva igual que otras. Su calidad y su eficacia depende de quién escribe y quién dibuja. Una vez preguntaron a Alan Moore, ¿el cómic puede considerarse un arte? Depende, si lo escribe Shakespeare y lo dibuja Miguel Ángel, sí. Maus ganó un premio Pulitzer. No es un mero ejercicio, aunque puede serlo. Depende de cómo se haga. Pero si una editorial se ocupa de esto, significa que hay un interés. Ahora se trata de que no quede en leer, como no debe quedar el compromiso en compartir la foto de un niño ahogado en la playa.
«La mafia es demasiado poderosa para estar molesta por un cómic»
¿Qué recepción tuvo el cómic Brancaccio en Brancaccio?
Sí, Claudio hizo un par de presentaciones, gustó, pero a nivel de ventas, claro… La mafia es demasiado poderosa para estar molesta por un cómic. Si se convirtiera en una película muy famosa, todavía podría enfadarse, pero somos una mosca fastidiando a un elefante. Aunque solo sea por orgullo, no se va a dar por enterada. En todo caso, sabemos que fue un éxito. Fue el pilar de la editorial, fue traducido a dos idiomas, castellano y francés…
¿Había antecedentes de cómic en Sicilia?
Estaban las viñetas satíricas de Gianni Allegra, que fue mi mentor mientras estudiaba Química. Y había otro muy conocido, Vincino, que se mudó a Roma joven. Pero sicilianos y residentes en Sicilia, de la vieja generación… Piensa que las editoriales estaban entre Roma y Milán. Es un problema de estar al margen. En un mundo tan pequeño, el contacto personal es importante. No estoy vendiendo un motor, que funciona o no. El nuestro es un mundo muy aleatorio. Y Sicilia está en el quinto coño, lejos de todo.
«De mis quince primos, solo tres viven en Palermo. Se van todos»
Además, se han ido muchísimos jóvenes en los últimos tiempos, ¿no?
Yo a Sicilia ya solo voy porque se mueren mis familiares. De mis colegas ninguno vive allí, uno está en Londres, otro en Perugia, en EE UU… Y de mis quince primos, solo tres viven en Palermo. Se van todos. Y si pudieran, se irían los mayores también. No se respira esperanza allí, están muy amargados. Es una condición anímica, como si estuvieran viejos… Italia también lo es, es un país sin impulso. La gente no se lo cree, va todo por inercia. Cataluña es muy distinta, es más vital, no sé si por sí misma, o si porque salisteis de la dictadura hace 40 años, y nosotros 70…
…Y Tele5 llegó tarde aquí.
Claro, eso también cuenta [risas].
¿Se ha vuelto cínica Sicilia, Italia en general?
Hace poco salió una encuesta que decía que la mayoría de las niñas italianas ya no querían ser maestras ni peluqueras, querían ser veline [azafatas de televisión]. No sé si es triste. No pienso que sea triste ni alegre, simplemente no me siento cómodo con esto. No es el mundo que yo quiero. No estoy triste porque el latín no se hable o los dinosaurios se hayan extinguido. Todo marca el rumbo en una dirección. Pero pueden llevarte a un mundo manipulable por los poderes fuertes, y la mafia lo es. No es importante ser ministra, pero siendo velina es más fácil que te manipulen, y la mafia siga ganando.
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