Charli Domínguez
«Los emigrantes gallegos dormían hacinados, como lo hacen hoy los magrebíes»
Alejandro Luque
Junto a sus hermanos Yosi y Javier, el bajista Charli Domínguez fundó el grupo Los Suaves en 1980, en un territorio tan poco abonado para el rock duro como su Ourense natal. Apenas un año después, teloneaban en A Coruña a The Ramones y empezaban su andadura como banda de culto. Dos décadas después abrían en Santiago de Compostela para otros ídolos mundiales, los Rolling Stones.
Entre un hito y otro, se sucedieron los cambios de formación, fueron viendo la luz discos memorables como Esta vida me va a matar (1982), Frankenstein (1984), Ese día piensa en mí (1988) o Maldita sea mi suerte (1991), y sobre todo fue engrosándose la legión de incondicionales capaces de recorrer cientos de kilómetros para verlos actuar allí donde levantaran su escenario. Hoy son un icono de la cultura gallega en el mundo, artífices de canciones que huelen a partes iguales al cuero de las chupas rockeras y a la tierra del norte, siempre empapada de lluvia.
Charli, portavoz de la banda, atiende a M’Sur al teléfono desmintiendo la fama de triste de Los Suaves; por el contrario, hace gala de un humor excelente, impermeable al cansancio acumulado en su gira conmemorativa de las mil actuaciones de su carrera.
Empezaron en junio del año pasado La gira de los 1000 conciertos, y siguen en la carretera en 2014. ¿Una vez que se empieza no hay modo de parar?
Bueno, en realidad llevamos 33 años de gira [risas]. La idea era concluir este tour con el DVD correspondiente, que salió en noviembre, pero surgieron fechas posteriores y, tal y como están los tiempos, no vamos a negarnos a tocar allí donde nos llamen. La cosa ahora es que la gente se lo piensa mucho para las contrataciones, pero cuando fueron saliendo estas oportunidades decidimos continuar. El rock and roll siempre necesita estar en la carretera, aunque en este país siempre se le ha tenido mucho miedo a las guitarras.
«El rock and roll siempre necesita estar en la carretera. Nosotros llevamos 33 años de gira»
¿Cree, como suele decir Miguel Ríos, que España sigue siendo casi alérgica al rock?
La alergia a las guitarras está relacionada sobre todo con el volumen. Si llevas guitarritas de esas que llamamos de acompañamiento, te toleran, pero sabemos que el rock es otra cosa. Y estamos cansados de que artistas de pop que no tienen ni puta idea digan que les ha salido “un disco muy rockero” porque subieron el volumen del 2 al 3.
El momento actual tampoco parece propicio. Ustedes, que han vivido tiempos buenos, regulares y pésimos en este oficio, ¿creen que el rock también está en crisis?
Se supone que todo es una cuestión generacional, vendrán nuevas generaciones con otra moral y otra épica hacia la música, que tal vez consumirá rock comprando discos, sin creer que todo es gratis. Hubo un tiempo en que la satisfacción del espíritu pasaba por comprar discos y disfrutarlos. Eso no tiene nada que ver con ese momento desmesurado, de principios del 2000, en que todo el mundo andaba loco por tener cuatro casas, dos o tres coches… Ahora estamos en un escenario muy distinto.
¿Y qué cambio esperan?
Algo pasará, cambiará el formato, el soporté, no sé… Lo cierto es que vuelve a haber gente joven en los conciertos, seguidores de verdad, que vienen incluso acompañados de sus padres. Solo nos falta que internet deje de ser tan importante en la vida de la gente, porque tiende a individualizarnos. Esperamos que sea una herramienta útil, pero que el público deje de aislarse con ella.
A propósito de aislamiento, siempre me ha llamado la atención el hecho de que Los Suaves triunfaran desde una periferia, Galicia, y además desde Ourense, que en cierto modo es otra periferia interior. ¿Cómo les condicionó?
Eso viene de muy atrás. Ourense es una provincia de emigrantes, ¡incluso emigramos a Vigo! En nuestra casa tuvimos un abuelo que murió en Estados Unidos, otro que vino de Cuba… Y crecimos con la idea de que ya estaba bien de emigrar, que es algo que nadie quiere, a menos que tengas mucho espíritu aventurero. Yo soy un ciudadano del mundo al que le gusta vivir con su rueda de afilar, y con chancos. Cuando Universal, en los años 90, nos dijo que en Madrid estaríamos mejor situados, cosa que era obvia para la industria, decidimos ser coherentes y respondimos: que emigren otros. Para nosotros era suficiente.
«Ourense es una provincia de emigrantes, así que crecimos con la idea de que ya estaba bien de emigrar»
A pesar de las dificultades de sacar desde Ourense un proyecto como el suyo adelante…
Santiago, Vigo y A Coruña se tienen mucha envidia, están siempre a la gresca. Pero Ourense fue la provincia que, históricamente, más dinero generó. Como tierra de emigrantes que era, recibía divisas de Suiza, de Argentina, de todas partes… Los emigrantes dormían hacinados, como lo hacen hoy los magrebíes o los subsaharianos, para poder enviar dinero a sus familias. Ese dinero fue reenviado en los años 60 al País Vasco y Cataluña, para acallar las protestas. Y una provincia que podía ser riquísima si se hubiera beneficiado con los lloros y el sudor de su gente en el exterior, quedó relegada a un segundo plano.
¿Eso se trasluce de algún modo en el rock gallego?
Claro, hay una rebeldía siempre en el fondo de las canciones, aunque luego haya sido asumido por las masas. A veces pienso que debería volver a las catacumbas, porque fue una música fundada por gente que quería quejarse y cambiar las cosas. Aunque algún burro dijera alguna vez que era la música del diablo, y se repitió hasta crear opinión, creo que su intención ha sido siempre romper con lo que no nos gusta. Mira sin ir más lejos Bob Dylan, cómo influyó en mayo del 68 y ayudó a tomar conciencia…
«Conocimos heroinómanos que vendían su libro de primera comunión»
El rock siempre ha sido relacionado con las drogas, y ustedes vivieron de lleno los años de la heroína. ¿Recuerda cómo fueron?
Muerte y destrucción por todas partes. Entonces un heroinómano era una termita, destruía todo a su alrededor, conocimos algunos que vendían su libro de primera comunión, los recuerdos de su familia, ¡todo! Quien no se iba de la ciudad, atacaba a su gente más cercana. Sí, soy huérfano de muchos amigos, gente buena, noble, de corazón, que sucumbió a aquel jinete del apocalipsis. Algunos cayeron por desconocimiento, otros por pasarse de inquietos, o por desesperación, o por querer pertenecer a una determinada pandilla. Los 80 fueron, en este sentido, demoledores.
¿Cómo acabó?
Creo que llegó un momento en que, después de mucho sufrimiento, la gente se dio cuenta de que no querían acabar así. También encontraron un sustituto, la cocaína. Había mucha piltrafa humana deambulando por las calles, núcleos de Ourense donde se pinchaban descaradamente a la vista de los transeúntes, hasta que empezó a estar muy mal considerada. Tuve amigos que quisieron morir así, incluso dentro de las bandas hubo gente que fue adicta, y por suerte aprendieron a decir que no.
En el documental que grabaron, me sorprendió oír a Yosi hablando de literatura galega. ¿Alguna vez se plantearon la posibilidad de componer en galego?
Los Suaves es un grupo castellanoparlante. Eso no impide que yo tenga un programa de radio en galego, porque aunque mi madre, que era maestra, nos educó en castellano, mi abuela me llamaba “Carlitiños” y un día me di cuenta de que no podía traicionarla renunciando a aprender su lengua. Eso no se podía perder. Como Yosi, yo empecé como lector con Ibáñez, con Rompetechos, y de ahí pasé a Castelao, a Rosalía y a Cunqueiro, y más adelante ya pasé a gente actual, como Manolo Rivas. En el grupo hay más gente que lee, y tanto los libros como la música han sido nuestro modo de tratar de llevar una vida cultivada. Poseo 11.000 discos porque no tengo coche, y los que he tenido antes eran de quinta mano, nunca he querido lujos… En cuanto a lo de cantar en galego, no lo contemplamos. Hay temas que hablan de Galicia, pero en castellano. Alguna vez nos atrevimos a meter alguna letra, como en el tema El afilador, pero está en gallego narrativo, sin la esencia del que hablaban nuestros abuelos.
«Poseo 11.000 discos porque no tengo coche. Nunca he querido lujos»
¿Llegaron a sentir la represión lingüística de la dictadura?
Claro, durante el franquismo te obligaban a hablar castellano. Quienes quisieron defenderlo fueron castigados, criminalizados. Y por otro lado estaba el orgullo de la propia lengua, saber que las Cantigas de Alfonso X estaban escritas en galego, la lucha de ser la madre del portugués… Recuerdo a mis padres temiendo ser castigados por hablar galego, y luego, más tarde, una temporada en que parecía que era un hortera si lo hacías, como si no fueras suficientemente “señorito”. Pero yo siempre supe que si dejaba perderse todo aquello, me convertiría en un traidor de mi familia. Aunque aprendas un millón de lenguas, no puedes dejar que se rompa el eslabón de la cadena. Y lo mismo con la gastronomía, el folklore… Ahora bien, los sentimientos de un gallego son iguales al del resto de la Humanidad, no hago distinciones de mejor ni peor. Solo digo que tienes que ser noble con un sitio, para no convertirte en nadie.
Las canciones de Los Suaves siempre están empañadas de melancolía. ¿Es un signo distintivo de la tierra?
La climatología te lleva a eso, no puedes abstraerte. Un brasileño en Copacabana, ¿de qué puede cantar, sino de siesta y cachondeo? Y sin embargo la morriña es hermana de la saudade. Siempre hay un trasfondo de tristeza en el alma gallega, muy relacionado con lo que te contaba antes. Lees a Castelao en Sempre en Galiza, cuando dice “un gallego no pelea, emigra”. Y es cierto. Ahora bien, no lo saques de quicio, porque también es capaz de armar una carnicería. Aguanta mucho, pero si explota… Tengo un amigo que siempre anda cabreado. Le dices “hola” y te salta: “¿hola de qué?”. Al final como pueblo tendemos a relativizar, no podemos ir siempre con la navaja en la boca, aunque este mundo a veces parezca para ponerle una bomba, con tantas guerras y miserias. Siempre digo que de los 8.000 millones que somos, sobramos muchos. No aportamos bondad, ni honestidad. Pero el sentido del humor nos salva a veces.
«Ya es tarde para rendirse. Los Suaves tendrán su final»
¿El rock and roll puede ser también un buen antídoto contra esa desesperanza?
Debería serlo. La Humanidad parece tener unas fauces que se lo tragan todo, pero da la impresión de que hemos perdido capacidad de reacción. A veces pienso que somos muy marisabidillas, buscamos demasiadas cosas y perdemos de vista lo de veras importante. Ya no sabemos qué hacer para encontrar emociones fuertes. Fíjate, antes no había deportes de riesgo, ahora no queremos otra cosa, ¡es de locos! Y cada vez somos más indolentes…
¿Hemos bajado los brazos?
A veces pienso que sí, que la gente se ha rendido, no sé, o piensan que luchar no va a darles resultado. Yo mismo he terminado defendiendo mis protestas a título individual, pero no las olvido: rechazo lo que no me gusta, pido el libro de reclamaciones… No pienso bajar la cabeza.
¿Y Los Suaves, han pensado alguna vez en rendirse?
Ya es tarde para rendirse. Los Suaves tendrán su final, ¿eh?, no pensamos arrastrarnos. En estos años hubo de todo, momentos mejores y peores, porque el libro de la vida siempre tiene borrones. Trataremos de dar un final digno para nuestra gente, para que nadie se avergüence de nosotros.
Especial para MSur