Entrevista

Dubravka Ugresic

«Europa es un hogar para muchos fascistas»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 19 minutos
Dubravka Ugresic (Granada, Abril 2016) | © Ilya U. Topper
Dubravka Ugresic (Granada, Abril 2016) | © Ilya U. Topper


Granada | Mayo 2016

Aunque el mercado español todavía se le resiste, Dubravka Ugresic (Kutina, Croacia, 1949) es la más importante escritora de la ex Yugoslavia. Afincada desde la disolución de aquella república en los Países Bajos, libros suyos como El ministerio del dolor, El museo de la rendición incondicional, Gracias por no leer o No hay nadie en casa, junto a otros más recientes como Baba Yaga puso un huevo o Europe in Sepia, la colocan a la altura de sus maestros más próximos, como Krleza o Danilo Kis. Con motivo de la primera edición del Tres Festival de Granada, visitó España y volvió a hablar con MSur del aniversario de la guerra de los Balcanes, de las constantes de su obra y de diversos asuntos de actualidad.

Veintinco años después de la guerra de Yugoslavia ¿puede recordar a la joven escritora Dubravka Ugresic de 1992?

Sí, me acuerdo. Al principio estaba aturdida, porque cuando empezó aquel horrible desmantelamiento de Yugoslavia, que inicialmente era solo verbal, no podía creerlo. Me recordaba a ciertas operetas nacionalistas, estaba todo lleno de kitsch y de estupideces, de consignas increíblemente absurdas. Era como si alguien estuviera abriendo un armario o polvoriento un arcón del siglo XIX, y de él salieran todas las polillas ideológicas. Era increíble, y todavía hay gente que dice: “Siempre lo dije, siempre supe que pasaría”. Yo no, no lo vi venir…

¿Cambió la guerra su idea de la Literatura, de su propia literatura?

No. En ese caso fui simple y extremadamente espontánea. Antes era un ratón de biblioteca, era estudiante de Literatura comparada, trabajé en la universidad, traduje libros, descubrí escritores desconocidos. Toda mi vida era literatura. Mis primeros libros eran, espontáneamente, muy literarios. Nunca abandoné la idea de que la realidad debía ser literaria siempre, a pesar de todo. Luego, las cosas a mi alrededor cambiaron y dejaron de ser literatura: ya eran mala realidad.

«Croacia es un país cada vez más fascista, y Serbia también. Pienso que han ganado»

¿Y ahí llegó el cambio?

Sigo creyendo, después de 25 años, que si alguien lee mis libros, sobre todo los primeros, como The culture of lies, verá que fijan la realidad de hoy, que nada ha cambiado demasiado. Aquellos libros tenían su durabilidad. Un detalle: Croacia es un país cada vez más fascista, y Serbia también. Hemos tenido un ministro de Cultura abierta, declaradamente fascista. Hemos sufrido incidentes durante estos veinticinco años, que acaso no se pueden llamar incidentes porque tras ellos hay un sistema, una estrategia para desestigmatizar el pasado fascista croata durante la II Guerra Mundial. Pienso que han ganado. Han ganado. Ahora, tras 25 años, alguna gente, incluso de mi generación, ha decidido por primera vez hacer algo. Han firmado una petición para cambiar al ministro de Cultura.

¿Cómo pretenden lograrlo?

Esa política de discontinuidad es demasiado fuerte, el miedo sigue siendo tan grande que, por ejemplo, para intentar sensibilizar a gente normal, actores, escritores, en Croacia escogieron un texto para leerlo en eventos. Y no lo escogieron entre textos antifascistas de autores yugoslavos, no escogieron un maravilloso poema de Ivan Goran Kovacic, llamado Jama, que significa Pozo, porque los fascistas mataban a gente y los tiraban ahí… Es una pieza antológica de la poesía antifascista. No citaban a nadie. Podrían coger algún texto mío de The culture of lies, no lo hicieron. Podían haber escogido, si no les gustan las chicas, uno de Boris Buden, sus maravillosas críticas, algo de Viktor Ivancic, del Federal Tribune, un maravilloso periódico de los Balcanes, que decía no a esos fascistas. No lo hicieron. ¿Por qué no? Leyeron el famoso ensayo sobre el Ur-fascismo de Umberto Eco. Está bien. Me gusta ese ensayo. Yo lo menciono a menudo. Es el texto más conocido sobre cómo reconocer el fascismo del mundo. El más fácil y el más aceptable. Pero en este caso croata mostraba servidumbre. Si Umberto Eco lo dice, entonces nosotros podemos leerlo, pero no vamos a mostrar que esa resistencia ha continuado también en Croacia…

«En Osijek, el estadio entero coreó ‘Za dom spremni’, lo mismo que ‘Heil Hitler’. Y todo el gobierno estaba allí»

La limpieza étnica fue exitosa, pero ahora todos quieren entrar en la Unión Europea. ¿Es un buen resumen de lo que pasó en la ex Yugoslavia?

No olvides que la UE es también un hogar para muchos fascistas. Nadie reaccionó ante estas cosas en Croacia. Para los medios sí fue llamativo cuando ondeó la esvástica en el estadio de Split… O cuando durante un partido entre Israel y Croacia, celebrado en Osijek, el estadio entero empezó a corear Za dom spremni, el saludo oficial en Croacia durante el Estado de Ante Palevic [1941-1945]. Traducido, es lo mismo que Heil Hitler. Y todo el gobierno estaba allí. Cuando a la presidenta croata Kolinda Grabar-Kitarović la preguntaron por qué no reaccionó, ella dijo que no había oído nada. En los foros europeos hay fascistas croatas. Elegidos por el pueblo croata. En la Comisión de Derechos Humanos hay una mujer que fue policía en Canadá. Llegó a Croacia como guardaespaldas de Tudjman. Ahora es una experta en Derechos Humanos.

El juicio a Karadzic fue simbólico, pero, ¿el final de aquellos líderes fue una mala noticia para la Justicia?

Así es. Karadzic se merecía un juicio y lo tuvo finalmente, gracias a dios. Es bueno que ciertos tribunales se hayan establecido, por ejemplo sobre odio. Hay mucha documentación y un gran archivo, probablemente el mayor desde la II Guerra Mundial sobre crímenes de guerra en el mundo. Es una escuela para juristas y un buen material para cambiar las leyes. Temperamental como soy, yo podría decir: sí, los puedes condenar a todos y puedes imponerles 100 años de cárcel y eso sería una catarsis. Pero entonces los abogados responden, lo siento, eso no puede ser. ¿Qué pasa con Breivik en Noruega? Lo siento, tiene derechos. Tenemos que pagarle, encima.

En The culture of lies usted dice: “Adiós, hasta la próxima guerra”. ¿Cree que es un destino balcánico?

No creo que sea un destino. Creo que la razón es siempre muy pragmática. La gente dice, no sé si es verdad, que estas venganzas de sangre entre clanes, que estaban prohibidas en Yugoslavia y Albania durante el comunismo, como costumbre primitiva tribal, estén volviendo ahora. Dicen que quieren que vuelva esa vendetta, porque es su cultura, su herencia. ¿Por qué? Porque es un negocio. Es como la mafia. También la mafia podría decir de sus crímenes ‘es nuestra costumbre, nuestra cultural’. Igual pasó con las hostilidades entre serbios y croatas y la situación en Bosnia. Siempre hay dinero por medio. Algún juego de poder. No es el destino. La guerra, lo creo cada vez más, fue fabricada por causa del dinero de la gente durante el comunismo, las fábricas, edificios, carreteras, eran del pueblo, y alguien tenía que hacerse con todo ello. La guerra fue una oportunidad muy buena. La Yugoslavia comunista les daba una identidad de Estado, fronteras, colegios, lengua, un Parlamento, un Gobierno, todo era un paquete completo. Así que era muy fácil apartarse, porque todo estaba establecido ya por el comunismo.

«Las mujeres fueron la primera fuerza, la única en la antigua Yugoslavia, que peleó duro para detener la guerra»

Estoy leyendo un libro de José Ángel Ruiz Jiménez sobre la guerra de los Balcanes. Casi no habla del papel de las mujeres en esa locura. ¿Estaban aparte, eran solo victimas? 

He leído que también en Irlanda, a las mujeres se les apartó silenciosamente de la escena, aunque eran una parte muy importante y estaban muy politizadas. Entre los partisanos, durante la II Guerra Mundial, la participación de la mujer fue enorme. Mujeres intelectuales, sobre todo estudiantes judías de Medicina, se unieron a los partisanos y fueron muy útiles montando hospitales, cuidando de los heridos y también abriendo colegios improvisados para los niños en los pueblos, donde ganasen. Después de la guerra hubo el AFZ, un frente antifascista de mujeres y eran una organización muy potente.

¿Qué pasó después?

Poco a poco las mujeres perdieron su poder porque los hombres las aplastaron en silencio. Lo mismo pasa ahora. Las mujeres fueron la primera fuerza, la única fuerza, en la antigua Yugoslavia que peleó muy duro para detener la guerra. Había mujeres de negro en Belgrado que protestaban todos los días y a las que humillaron los medios y todo el mundo en Serbia, las trataron como locas. Había mujeres periodistas. Yo fui una de las primeras –de otra manera no sería una escritora exiliada– que escribió contra la guerra, y en contra de la estupidez. A mí me han borrado de la escena.

«Hay muchos libros escritos sobre la época; nadie ha escrito nunca un libro sobre mí o mis colegas escritoras»

¿Cómo ocurrió?

Hay muchos libros escritos sobre la época; nadie ha escrito nunca un libro sobre mí o mis colegas escritoras. Lo más ofensivo es que los hombres escritores se apropiaron de nuestro discurso. Cuando a uno de los más conocidos escritores croatas le preguntaban qué pensaba de mi libro de ensayos dijo que era un libro político “bastante literario”, como si sus libros fueran importantes y los míos fueran “solo literatura”. Eso muestra que el patriarcado funciona. Siento hablar de mí. Me dieron un premio internacional en América, y en la prensa croata solo un periódico digital publicó una nota breve . La mayoría de la prensa croata está orientado hacia la derecha, solo hay un diario bueno. Es el Federal Tribune Journal. La mayoría de quienes escriben ahí son hombres, no hay mujeres. Uno de los críticos culturales decidió que lo mejor era escribir una crítica sobre mi libro Europa en sepia. Y dijo que era un premio para un ensayo croata y, más aún, para la tradición de los ensayistas croatas, sobre todo de los años 70, olvidados hoy, con los que Ugresic está en deuda. Así, yo debería inclinarme ante esos padres del ensayo croata, porque sin ellos nunca conseguiría un premio.

¿Cree que los Balcanes fueron un ensayo de Iraq y Siria? ¿Un experimento sobre la vieja ley de Divide et impera?

Es importante tener un estigma. Yugoslavia fue estigmatizada como territorio comunista. Los demás países comunistas abandonaron el comunismo, la Unión Soviética, que era un Estado federal, como Yugoslavia, se desmembró, y Yugoslavia también tenía que hacerlo porque era comunista. Ceaucescu era un dictador, Tito era un dictador. Todo el mundo sufrió bajo el comunismo, así que nosotros también. Y eso es mentira. Sí, la gente sufrió en la Unión Soviética, tenemos pruebas, tenemos una enorme cantidad de literatura disidente, tenemos arte clandestino, libros, cuadros, todo está en los archivos, documentado. También tenemos un movimiento anticomunista en Polonia. Tenemos pruebas de él: inmensos archivos de su lucha contra el comunismo, por la liberación, la democratización… ¿Tenemos lo mismo en Checoslovaquia? Sí, lo tenemos. Tenemos figuras simbólicas, como Havel, la gente iba a la cárcel… ¿Tenemos alguna prueba de que el comunismo era algo malo en Yugoslavia? ¿Cualquier cosa?

¿Hubo algún movimiento disidente?

No. Tenemos la figura del nacionalista croata de Vlado Gotovac, que estaba en la cárcel por nacionalista; su problema no era el comunismo sino el nacionalismo. Tenemos a Mihajlo Mihajlov, que era disidente, [Milovan] Dilas también, que estaba en la cárcel, y eso es más o menos todo. Pero para meter eso en una narrativa aceptable políticamente en ese momento, Yugoslavia inventó esa liberación disidente anticomunista, etcétera. A los croatas los oprimieron los serbios, porque ellos eran los comunistas y oprimieron a los pobres croatas, que eran católicos, y que son parte de Europa, no como esos bárbaros serbios. Ellos son ortodoxos, comunistas y yugoslavos, y nosotros no. Y ahora tenemos una historia bonita que encaja con la narrativa política aceptable. Hay escritores que inventaron sus sufrimientos durante el comunismo, lo que se conoce como Síndrome de memoria falsa. Lo mismo ocurre en el lado contrario. Están conectados como gemelos siameses, serbios y croatas.

«El comunismo fue emancipatorio para Yugoslavia. Era un país campesino, y de repente tenías libertades increíbles»

¿Qué piensa de los movimientos más o menos populistas que, a partir de la crisis, han venido proclamando cierta afinidad al comunismo?

Es mi mayor decepción: no queda una intelligentsia de izquierdas en el territorio de la antigua Yugoslavia. Me impresionaba ver cómo la gente en Italia pronuncian palabras tipo capitalismo, comunismo, revolución, como aquí; como las usan y reflexionan sobre ellas. En Croacia y Serbia, la gente ya no usa palabras como capitalismo, porque tienen aún miedo de que los acusen de ser comunistas, lo que es una estupidez, porque Yugoslavia era un país abierto, todo el mundo podía salir y volver. Creo realmente que el comunismo fue un sistema emancipatorio para el pueblo de la antigua Yugoslavia. Eran campesinos analfabetos. La clase media y la burguesía eran muy pequeñas, la gente se ganaba la vida como campesinos, no había esa intelligentsia que hubo en otros países. Era un país campesino, y de repente te liberaban, podías ir al colegio, eras igual, tenías libertades increíbles.

¿De qué se liberaban?

Una anécdota: ahora, en Bosnia hay una abuela que rezan a Tito todos los días, porque Tito, piensa, la liberó de que no tuviera que llevar hiyab. Y su nieta ahora lleva hiyab. Claro que se prohibieron otras cosas, pero en este campo sí hubo una liberación. La gente miente. Si ahora les da asco, deberían devolver sus casas de fin de semana en la costa, todas las propiedades que se ganaron como trabajadores analfabetas, como campesinos, como pequeños empleados, durante el comunismo.

«Los Estados pequeños pagan dinero público para que a sus escritores se les traduzca al francés o inglés. Es una lucha de poder»

Recordemos las profecías de su libro Gracias por no leer. ¿Estamos haciendo un mal uso de internet?

Es una herramienta. Primero aplasta la edición de libros tradicional, pero esto también es una lucha de poder. Estoy aprendiendo que los Estados pequeños pagan dinero público para que a algunos de sus escritores se les traduzca al francés o inglés. Es una lucha de poder. Otros países pagan a famosas universidades americanas para que abran departamentos que estudien sus pequeñas literaturas y lenguas. Es una estrategia política.

¿Puede la gente normal usar esta herramienta mejor para resistir a ese juego de poder?

Hay intentos en España, me han dicho, libros anarquistas sobre la estrategia subversiva. Me gustaría conocer más. Creo que los jóvenes reflexionan sobre esto. Pero la imagen es desalentadora. La gente tiene que comer, no tienen muchas maneras de alimentarse ellos y sus familias aparte de tener un empleo. Y hoy día, tener un empleo, cuando los derechos de los trabajadores están desapareciendo, significa esclavitud.

Hay varios libros suyos que no están traducidos en España.

Es una pena que estos dos libros míos, Karaoke Culture and Europe in sepia, no se hayan traducido. Sé que son ensayos, pero últimamente, el ensayo es un género que editores y lectores aprecian bastante. Y yo aprecio a los lectores. Luego estoy un poco triste de que mi novela, que es bastante ambiciosa, Baba Yaga puso un huevo, no esté traducido al español. Estoy algo orgullosa de cómo traté este tema difícil y extremamente rico.

¿Qué está escribiendo ahora?

Estoy a punto de terminar una novela, bueno, yo lo llamo novela, aunque los críticos probablemente no estén de acuerdo. Los lectores igual tampoco, porque se les ha enseñado a reconocer qué es una novela y qué no. Es una novela con cierta manera musical, con muchas cosas que me importan. Está el tema de relación entre literatura y vida, la fabricación de la historia y la publicación de la biografía, qué es real, qué es fabricado. Todo eso con el arte de narrar. Parte de esa novela ya se publicó en un ejemplar de Music and Literature, una revista estadounidense.

«En Holanda siento culpa cultural. Es un país bonito, pero vivo allí como si estuviera en el aeropuerto»

¿Puede imaginarse volviendo a Croacia?

Sí, puedo, tanto por la edad, como porque tengo familia allí, un sobrino , una sobrina… Me gusta pensar que me necesitan, aunque en realidad desde luego no me necesitan.

¿Cómo es su vida normal en Amsterdam? ¿Tiene ambiente literario allí?

No. Llevo una vida extraña, muy desconectada. No enseño, no tengo trabajo, ni un grupo al que vincularme, no tengo nada. Estoy flotando en una especie de limbo. Sí, tengo un par de amistades.

¿Se siente cómoda en este limbo?

No, no me siento cómoda, pero es mi estilo de vida, porque viajo mucho. A menudo estoy rato fuera de Holanda. He dado clases en Estados Unidos y otros sitios. Con este estilo de vida nómada es difícil integrarse del todo.

Integrarse no es una obligación ¿verdad?

No, pero siento una especie de culpa cultural. Es un país bonito, pero vivo allí como si estuviera en el aeropuerto. Siento esta culpa, como la sentiría cualquiera. Hay más comunidades que tampoco están integradas, y que viven una vida paralela: la comunidad tradicional marroquí, la turca… que tienen su mezquita allí, y viven su pequeña vida alrededor de esta mezquita, el supermercado y la guardería de los niños, y eso es todo.

¿Puede entender qué pasa con esas comunidades en Europa, cómo se explica esa frustración o ese odio que les lleva a integrarse en el Daesh?

Pienso que ambas comunidades, con sus banderas, no tienen simpatía por mí. Miles de turcos y marroquíes, musulmanes, un día determinado, cuando se para todo el tráfico en Amsterdam, cuando la gente en el coche toca la bocina y ondea banderas verdes y se precipita hacia la mezquita central… A mí no me gusta ver eso. Como tampoco me gusta ver a los holandeses con sus banderas durante un equipo de fútbol. No votaría por ninguno de los dos.

¿Y qué falta por hacer?

Creo que lo que nos falta, pese a a los esfuerzos de colocar a la gente en alguna parte, si ves la televisión holandesa ves a representantes de todo tipo de racistas y colores, es como en la antigua Yugoslavia. Los mismos principios de propaganda. Y pese a la voluntad y la tolerancia, creo que no hay un diálogo de verdad. Se les llama “invitados”, porque pertenecen a un grupo distinto religiosos, de clase, racial, lo que sea, y ellos insisten muchísimo en sus tradiciones como “su cultura”. Todo musulmán te dirá “Esta es nuestra cultura y no la abandonaremos”. De hecho, es una cultura masculina. Porque no veo a mujeres que van a la mezquita. Tal vez vayan a las cinco de la madrugada. Son hombres reivindicando su cultura.

«Si Europa quiere seguir ese camino, seremos un puñado de tribus, con sus banderas, sus identidades…»

El gobierno catalán ha pedido “luchar contra el dragón de la lengua española”. En la ex Yugoslavia se usó la lengua como motivo de división. ¿Podría ocurrir algo parecido a una balcanización en el resto de Europa, o es exagerar demasiado?

Podría pasar en cualquier lugar de Europa. Porque a la gente le gustan esos discursos, porque sacan su beneficio. Bueno, piensan que sacan beneficio, pero en realidad es barbarización, empobrecimiento y humillación de los otros. Si Europa quiere seguir ese camino, seremos un puñado de tribus, con sus banderas, sus identidades, sus hábitos, mataremos a gente viva, la mataremos muerta, la cocinaremos, la asaremos, y esas cosas. ¿Por qué no? Si la gente realmente piensa que eso es el futuro de Europa… Vivimos en sociedades democráticas, y la gente no debe olvidar que vota, de hecho, a favor de esto. Es su elección. Todos lo olvidamos. Podemos decir en Croacia lo que queramos, pero en las elecciones ganó el partido de derechas, semifascista, porque la gente votó por este partido. Y si los estadounidenses eligen a Donald Trump, esta será su voluntad. Eso se olvida. Es la belleza y el horror de la democracia.

Pero un norteamericano podría decir –estoy de broma, claro– que ellos fueron quienes pusieron fin a la guerra de los Balcanes…

Ah, por los acuerdos de Dayton. ¿Qué puedo responder a eso? Nada. Mejor nada.

 

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