Entrevista

Hassan Blasim

«Los refugiados no son un negocio para Dáesh sino para Europa»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 14 minutos
Hassan Blasim (2015) | Bengt Oberger / Creative Commons
Hassan Blasim (2015) | Bengt Oberger / Creative Commons

Tardó años en encontrar un hueco en el mercado europeo literario, que siempre se hace el remilgón ante nombres de los países “de ahí abajo”, si no vienen precedidas de un premio nobel o una sólida fama de imitador de las Mil y una Noches. Y la obra de Hassan Blasim (Bagdad, 1973) tiene muy poco que ver con mundos exóticos, aunque sus relatos transcurran – algunos – en Iraq, (otros se ubican en la Europa de los refugiados e inmigrantes), y mucho con la alocada realidad que vive el mundo actual.

Estudiante de cine en la cuerda floja bajo la dictadura de Sadam Hussein, autor del filme documental The Wounded Camera (2000), rodado en el Kurdistán iraquí, refugiado en Turquía y los Balcanes antes de llegar, en 2004, a Finlandia, donde reside, Blasim es hoy uno de los autores en lengua árabe más prometedores y más innovadores. Hasta ahora, su único libro en español es El loco de la plaza Libertad, mientras aún se espera la traducción de la colección de relatos El Cristo iraquí.

¿Cómo es la vida normal de un escritor iraquí en Finlandia?

«Fui caminando de Bagdad a Helsinki, me costó 4 años. Lo he vivido, he cruzado esas fronteras»

Bueno, llevo viviendo en Finlandia desde hace más de doce años, y al principio fue muy difícil. Es un país pequeño, no tienen una gran tradición en cuanto a inmigración. Cuando llegué en 2004, era realmente duro. Envié mis historias a algún periódico para encontrar un traductor. No pude… Al final fui a la televisión, porque había empezado a filmar en Iraq e hice algunos documentales para TV, y es más fácil comunicarse con la imagen, no con el idioma. Cuando mi libro fue publicado en inglés, y tuvo cierto éxito en Inglaterra, en Finlandia empezaron a interesarse por mí: Ese escritor ha tenido éxito, y está en Finlandia, a ver qué hace… y me tradujeron. Ahora mi situación en Finlandia es muy buena, tengo financiación, trabajo con teatro, me apoyan en los medios de comunicación. Ha cambiado, pero los comienzos fueron complicados.

Cómo refugiado…

Ahora tengo la nacionalidad finlandesa.

Pero al llegar ¿era fácil explicar en Europa que usted es un refugiado, y no un inmigrante común?

Cuando llegué a Finlandia era un refugiado, y con el tiempo me convertí en activista, para explicar qué difícil lo tienen los refugiados ahora en Europa. Ahora cuando viajo por festivales de Europa, hablo más de refugiados. Porque yo mismo hice lo que llamamos el camino ilegal de los refugiados: fui caminando de Bagdad a Helsinki, me costó 4 años. Lo he vivido, he cruzado fronteras: de Iraq a Irán, a Turquía, a Bulgaria, a Serbia, a Hungría… todo ese camino, es terrible, es una tragedia humana.

Esa tragedia es también un tema recurrente en su libro.

«Durante la dictadura de Sadam Husein era para asustarse si te seguía la policía secreta»

No tengo problemas para hablar de refugiados, ni para escribir. Al final soy escritor, escribo ficción. Pero lo difícil en Europa, y por eso lucho, es que no necesitas a gente que lea tus relatos, tu ficción, como documentales o fotografías de lo que pasó. Porque eres escritor y tienes un artista dentro, quieres hacer algo artístico. Puedes ser un activista en los festivales, pero cuando te pones a escribir, eres escritor. De ficción. Te fijas más en el lenguaje, de lo que quieres de la literatura. Pero la gente no lee mucho en Europa.

Y menos libros de países que apenas ubica…

¿Literatura árabe? Ese es el gran problema. Siempre tienen estereotipos respecto a la literatura árabe porque no hay muchos editores que tienen traducciones de literatura árabe. Si decimos Europa, pensamos en gente con estudios, una sociedad libre que se supone que lee mucho, pero no saben nada de otros mundos. En Europa solo leen a escritores europeos.

Antes de venir a Europa, usted vivió en Kurdistán. ¿Sentía que vivía en un lugar diferente de Iraq, o era lo mismo que vivir en Bagdad o Mosul?

Kurdistán no es realmente un país distinto. Porque yo crecí en Kirkuk, que es una ciudad en el norte de Iraq, una ciudad mestiza. Crecí con los kurdos, los turcomanos, los árabes. Así que cuando llegué a Kurdistán, yo conocía la cultura, sus problemas, cómo luchan por la independencia. No era difícil estar con la gente, pero la situación era complicada entonces, porque justo había acabado la guerra civil entre dos partidos, la situación económica era muy mala, y era algo peligroso. Yo cambié mi nombre, Hassan, por un nombre kurdo [Ouazad Osman], porque hice un filme sobre el dictador, y en esa época era para asustarse si te seguía la policía secreta. Por eso me fui de Kurdistán, porque temía por mi familia en Bagdad.

¿Recuerda cómo era su cotidianidad de escritor bajo la dictadura de Sadam? ¿Había censura, persecución…?

En esa época era cuando empezaba a filmar. Hacía documentales sobre gente pobre, y tenía problemas de verdad cuando estaba estudiando en la universidad y la policía secreta venía y me invitaba a venir para interrogarme. Mis profesores estaban contentos con lo que hacía, yo recibí algunos premios en la universidad por mis filmes, pero la policía secreta y el partido Baath estaban muy enfadados, me decían que me quedase callado, que no debía filmar. Me preguntaban: ¿Por qué haces filme sobre gente pobre? ¿Tenemos a pobres en Iraq? Desde luego, en una dictadura no dices eso: todo debe ser perfecto, no tenemos pobres. Me asustaba mucho, algunos días estuve en prisión, tenía problemas… Bajo Sadam Husein era difícil hablar de lo que fuese. Si querías sobrevivir tenías que quedarte callado. Ningún artista o escritor podía criticar nada.

¿Recuerda si se podía hablar de sexo, religión, política…?

Nada, nada… No se podía. Son los clásicos tabúes en el mundo árabe. Bajo la dictadura, y ahora bajo las milicias. De sexo, religión y política no se podía hablar en tiempos de Sadam Husein, y hasta ahora, el tabú sigue siendo complicado. No se puede hablar libremente de sexo ni de religión, pero ahora se puede criticar un poquito a los políticos, ya no es un problema.

Después de leer su libro, Iraq se nos aparece hoy como un manicomio donde es difícil distinguir a los internos de los guardianes. ¿Quería transmitirlo así?

«Si preguntas a cualquier iraquí normal en la calle cómo es su país, te dirá que es un país loco»

Lo que es demente en nuestra vida. Claro, puedes decir que Iraq es un manicomio. No hay sociedad que pueda ver lo que ve la sociedad iraquí. Llevamos bajo violencia y guerra desde hace cien años. Desde antes de Sadam Husein. Desde cuando vinieron los británicos en 1920 para invadir Iraq, hasta ahora tenemos violencia y guerras. Tal vez tuvimos cinco años de paz en Iraq, o dos años. Toda esta violencia lleva a la gente a estar asustada, loca, insegura. Es algo demente, y si preguntas a cualquier iraquí normal en la calle cómo es su país, te dirá que es un país loco. No entienden por qué va de guerra en guerra, por qué nunca podemos hacer la paz en Iraq. Pero cuando se escribe es muy difícil utilizar este mundo. Escribo sobre lo que conozco, lo que siento, lo que me enfurece. No sé si quiero explicar Iraq. Simplemente escribo.

Las palabras suni y chií no aparecen en estos cuentos. ¿Es casual?

No sé. No quería usarlas de forma directa. Quizás en mi próximo libro… No tengo un plan. Pero cuando escribí ese libro en 2006, cuando empecé, teníamos una enorme guerra civil entre chiíes y suníes, y estábamos tristes con eso porque nunca habíamos pensado en eso en Iraq hasta después de que viniera América y la gente empezó a pensar en chiíes y suníes. En la literatura es, para mí, también extraño usar las palabras, porque luego empiezan a leer tu relato con una sensación diferente en Iraq, y no era eso, solo queríamos decir: es una mierda de guerra, esa guerra civil. Así que no usamos las palabras porque no necesitamos que el lector lo lea de una forma diferente, que un lector suní diga, ah, está escribiendo contra los suníes, y un chií diga…

Pero el conflicto sí forma parte ahora de las dinámicas de la sociedad.

«Cuando visitaba a mis amigos de adolescente, no pensaba en si eran suníes o chiíes: no lo sabía»

Hablamos de todos, porque vivimos en este siglo y debemos acabar con esa guerra civil entre chiíes y suníes, debemos hablar de la religión de otra forma. Por eso lo ignoré, pero eso no quiere decir que no escribiera sobre esta guerra. Fui bloguero durante mucho tiempo, y sí uso los términos de suníes y chiíes cuando escribo artículos políticos. Pero en la literatura no los uso. Veremos, quizás en el futuro, en la novela, los usaré.

¿De manera que el conflicto entre suníes y chiíes es una elaboración posterior a la guerra; antes no era relevante en la vida corriente?

Antes de la guerra de América en 2003 no era importante. Incluso ahora, cuando me encuentro con mis amigos, empiezo a recordar: ¿Es ese escritor suní o chií? Es que no lo sé hasta hoy. Nunca preguntábamos eso. A nadie le interesaba lo de chií o suní bajo Sadam Husein. Claro que sabíamos algo, aquella gente es suní… pero realmente no importaba. Quiero decir que nos mezclábamos. Yo vivía en Bagdad y en Kirkuk y algunos chiíes y suníes se casaban entre ellos. Cuando visitaba a mis amigos – ahora sé que era una familia suní – siendo adolescente, nunca pensaba en si eran suníes o chiíes: no lo sabía.

Su forma de narrar es muy visual. ¿Escribir es para usted otra forma de filmar?

Sí, eso soy yo porque estudié filmación en la academia en Bagdad y sé, me lo dicen, y sé que mis relatos son más visuales. Algunos escritores leen muchos libros antes de escribir. Claro que yo también leo, pero veo muchas películas antes de sentarme a escribir, veo documentales… Me interesa el ritmo en las historias. El ritmo y la imagen, eso es lo que me gusta en los grandes cineastas. Hay una gran influencia de esas historias en mis libros.

¿Qué parte de sus cuentos está tomada de la realidad, y cuál es pura ficción?

[Risa] Eso es muy difícil de decir. Siempre está la pregunta cuánto es realidad… Está mezclado. No puedo dar un porcentaje, ni en cuál cuento… Todos los relatos son reales, y no son reales.

¿Puede hablar de su último libro, El Cristo iraquí?

Tengo dos libros de relatos: El loco de la plaza Libertad y El Cristo iraquí, y diría que El Cristo iraquí simplemente continúa al anterior, se puede llamar una segunda parte de El loco… Es la misma atmósfera; hablo de la violencia en Iraq, la emigración ilegal, sobre el tema de la guerra.

Dicen que uno de los negocios más boyantes del Daesh es la mafia de los refugiados. ¿Puede evocar su experiencia con estas mafias?

«Deberíamos sentir vergüenza ante los refugiados: la mayoría están en los países pobres»

Esto está muy equivocado. No estoy de acuerdo con lo de la mafia y el negocio del Dáesh. Respecto a los emigrantes, hoy día refugiados, deberíamos sentir vergüenza en el mundo, porque la mayoría están en los países pobres. Si vas a Jordania o Líbano hay dos millones. Y en Europa hablamos de refugiados. Deben abrir las puertas a los refugiados. Se olvidan de la cuestión moral. La cuestión moral es muy importante con los refugiados. Ellos no vienen solo porque ahora tenemos un problema en Siria y en Iraq: vendrán más en el futuro, vendrán por el cambio climático. Hay muchas guerras en el mundo, en Yemen, en África, hay pobreza…

Tendremos debate para rato, pues.

La cuestión de los refugiados es una cuestión filosófica en este siglo: ¿qué haremos? ¿cómo compartir la vida? ¿cómo impedir que nos destruya el capitalismo? Cuando la gente se mueve, cuando mil personas llegan a Europa, lo digo muchas veces: no son solo refugiados, son una manifestación contra el capitalismo, contra Europa. Tenemos que acabar con ese sistema de utilizar los países pobres y luego preguntar: ¿por qué viene la gente aquí? ¿Quién vende los fusiles en Oriente Próximo? En Oriente Próximo no hay ninguna gran fábrica de armamento. Todas las armas vienen de Europa. Es una guerra para el negocio. Al final lo de los refugiados no es algo de la mafia, de la mafia pequeña como el Dáesh.

¿Y cuál debe ser, cree, nuestra actitud?

«Si me dicen que mi estilo es realismo mágico, les digo que no. Mi estilo es realismo pesadillesco»

El mundo es responsable, y debe hacerse la pregunta moral: ¿Por qué, si eres europeo, o digamos si tienes un pasaporte blanco, puedes cruzar las fronteras del mundo, puedes ir a Nigeria, a Tailandia, a cualquier país pobre, y te puedes hacer fotos con gente pobre, y ¿por qué no damos visados a que vengan otra gente? ¿por qué dejamos que vayan caminando y muriéndose por todo ese trágico camino? Viene un tipo de Nigeria todo el camino a Europa y se muere, y en Europa un tipo coge el avión y se va simplemente a Nigeria, eso no es justo. Eso es una cuestión moral. Los refugiados no son un negocio para Dáesh sino para Europa. Academias, televisiones hablando, financiación, todo… Europa hace un gran negocio.

Si quisiéramos descubrir la literatura iraquí, ¿por dónde habríamos de empezar?

En la literatura iraquí actual hay una nueva oleada de escritores, escriben sobre violencia y guerra, escriben novelas. Hay muchos nombres. Ahmed Saadawi, que ha escrito una gran novela, Frankenstein en Bagdad. Está Muhsin Ramli. Está Ali Badr… Esas recomendaciones son si quieres seguir a novelistas de nuestro tiempo, de la nueva generación.

¿Hay en estos momentos más literatura iraquí escrita fuera del país que dentro?

No. Hay más dentro, siempre, porque no todo el país se va. Pero la diferencia entre nuestros colegas escritores que están dentro y los que estamos en Europa es que nosotros estamos más libres, podemos hablar de cosas de las que ellos no pueden hablar: están preocupados por su familia, tienen miedo de las milicias. Por eso yo sigo viviendo en Finlandia y no vuelvo a Iraq. Me siento iraquí, quiero ir allí, pero quiero hablar libremente, quiero criticar todo, la religión, los políticos, pero allí está limitado, hay tabúes, todo el tiempo tienen cuidado cuando escriben. La cosa va mejorando cada vez más, pero muy lentamente.

Para terminar, ¿puede imaginar el futuro de la literatura iraquí en diez o veinte años?

A veces, cuando comparan mi obra, y me dicen, Hassan, eres como los sudamericanos… ¿como lo llaman? Realismo mágico. Les digo que no. Mi estilo es realismo pesadillesco. Y pienso que en la literatura de Iraq en los próximos veinte o treinta años saldrán más libros de realismo pesadillesco.

¿Te ha gustado esta entrevista?

Puedes ayudarnos a seguir trabajando

Donación únicaQuiero ser socia



manos