Nana Ekvtimishvili
«Georgia tendrá su Almodóvar, no todos somos estúpidos»
Alejandro Luque
Nana Ekvtimishvili (Tiflis, 1978) se confunde fácilmente entre el público sevillano: morena, pelo largo y ondulado, sencilla en su vestuario, podría pasar por una vecina de Triana o de la Macarena. Pregunta con timidez si su inglés es suficientemente bueno, y la respuesta es afirmativa. Se explica muy bien en cuestiones que no solo tienen que ver con su profesión, el cine, sino también con su país, Georgia. A su lado se sienta Simon Gross, con quien ha firmado In bloom, película vencedora en el último Festival de Sarajevo y reconocida también en la Berlinale, que cuenta la dura historia de dos chicas dispuestas a salir de la adolescencia saltando sobre los escombros de la URSS.
In bloom cuenta la vida de unas chicas que crecen sin padre, o peor aún, con un padre atroz. ¿Se sentían así los estados como Georgia cuando se descompuso la URSS?
En cierto modo, sí. Tras la caída de la Unión Soviética hubo un conflicto generacional muy fuerte: nuestros padres, que bajo el poder comunista habían vivido resolviendo el día a día, se desentendieron de los hijos, y estos crecieron sin ayuda paterna. Fue como una metáfora de lo que había sucedido a escala estatal. Cuando desaparece el sistema comunista, hay que crear otro. El Estado se evaporó, la policía dejó de hacer su trabajo, y la familia, ¿dónde estaba? A esto se añade que Georgia empieza a luchar por la independencia, y se desata un conflicto que será, sobre todo, entre georgianos y georgianos…
¿Y ahora los estados caucásicos se han emancipado, o siguen peleando como hermanos, esperando que venga alguien a mandarlos callar?
«Tras la caída de la Unión Soviética, los padres se desentendieron de los hijos»
Verás, Georgia tuvo un “padre” durante 70 años, que fue la URSS. Cuando te independizas, el primer reto al que te enfrentas es resolver tus problemas cotidianos. Ahí fue donde sufrimos una especie de apagón, nos quedamos petrificados, incapaces de actuar, y esa situación casi se ha prolongado hasta hoy, cuando algunas cuestiones empiezan a resolverse.
En cuanto a las relaciones con los vecinos…
Puedo hablar por Georgia: tenemos una geografía muy difícil, con vecinos muy diferentes, rusos, turcos, armenios… Hay muchas influencias a nuestro alrededor, y una parte importante de nuestra Historia para por ser frontera entre Europa y Asia. Las relaciones son en general buenas, pero si hay conflictos lo que está claro es que no tenemos la ilusión de que nadie venga a salvarnos. La idea del héroe salvador tiene mucha penetración en nuestra cultura, pero a la vez somos conscientes de que cada georgiano tiene que hacer su parte.
Su filme está rodado en georgiano. ¿Es una reivindicación identitaria?
«Dicen que para Georgia, los tres pilares son la religión, el territorio y el lenguaje»
Durante el periodo soviético, la lengua georgiana fue un factor muy importante. Aunque hubo intentos de que pasara a ser la segunda lengua, tras el ruso, nunca dejó de ser la primera. Es un idioma muy diferente del ruso, incluso en su alfabeto, y refleja de un modo muy poderoso nuestra identidad. Nuestra manera de pensar, nuestra personalidad, no tienen nada que ver con los rusos gracias en parte al idioma. Uno de nuestros escritores afirma que “para Georgia, los tres pilares son la religión, el territorio y el lenguaje”.
¿Por ese orden? ¿Es posible, por ejemplo, ser georgiano sin ser cristiano?
En Georgia conviven naturalmente cristianos, musulmanes, judíos, ortodoxos armenios… Una calle de Tiflis tiene una iglesia georgiana, una sinagoga, una mezquita, hay una gran tradición de influencias diversas. Claro que la tradición dominante, desde el siglo IV, es la cristiana, pero nunca ha habido problemas con las minorías religiosas, si acaso con otras minorías, pero dejando la religión a un lado…
[Interviene Simon]: Hay una obra de teatro de un dramaturgo nuestro, Vazha Pshavela, que cuenta la historia de un cristiano que vive en una montaña. Un musulmán mata a su hermano, y luego las circunstancias hacen que el cristiano acoja al asesino en su casa. Cuando el pueblo lo descubre y todo el mundo va a pedirle que lo mate para hacer justicia, él se niega alegando que no puede hacerle eso a un invitado. Esto quiere decir que la hospitalidad es un valor muy alto en Georgia.
En su película tiene mucho protagonismo una pistola. ¿Es fácil conseguirla en su país? ¿Dos guerras civiles han sembrado una cultura de la violencia?
Ahora no tanto, pero en los 90 era muy fácil conseguir un arma. Desde aquellos años hemos tenido varios presidentes que han sido más abiertos con los extranjeros, han atraído inversiones y han propiciado grandes cambios, incluidos en la mentalidad del pueblo, pero todavía necesitamos algún tiempo para completarlos. Sigue habiendo cierta inseguridad, pero hemos experimentado avances. El problema principal es que nos cuesta mucho hablar entre nosotros. Hay opiniones distintas sobre política, sociedad, minorías sexuales, pero se hace imprescindible un mayor diálogo entre la gente.
Tengo entendido que el matriarcado es muy fuerte en Georgia. ¿Eso lo hace un país más machista que los de su entorno, o como todos?
«Al pasar por tantas guerras, en Georgia, ser hombre equivale a ser fuerte»
No entiendo bien la pregunta… El sistema matriarcal es en efecto muy fuerte, pero el machismo…
Bueno, el matriarcado puede ser un fiel guardián del machismo. Se ha llegado a hablar de abortos selectivos de georgianas que no quieren sino hijos varones…
Es cierto, eso es un gran problema. Hay mujeres que abortan esperando varones, y realmente en Georgia los hombres tiene un valor superior al de las mujeres. La única explicación que se me ocurre es que un país que ha pasado por muchas guerras ensalza a sus varones, que son los llamados a convertirse en soldados, defender la familia y el país. Allí ser hombre equivale a ser fuerte.
También se habla de una fuerte represión sexual, con índices de relaciones prematrimoniales comparables con Irán. ¿Cómo se explica eso tras décadas de comunismo? ¿O se debe a ello, precisamente?
Incluso en las últimas décadas, la vida sexual de mis compatriotas antes del matrimonio ha sido bastante cuestionada. La gente joven se casa muy pronto precisamente para poder tener…
… vida normal, ¿no?
[Simon]: También es muy diferente la vida en el campo y en la gran ciudad, en Tiflis. En la capital, las nuevas generaciones están imponiendo poco a poco cambios importantes.
¿Alcanzarán estos cambios a admitir por fin a gays y lesbianas?
«Hasta ahora los homosexuales no han podido hacer vida normal en Georgia»
Así lo espero, aunque no lo parezca estamos viviendo grandes avances en materia de tolerancia. Pero lo cierto es que hasta ahora los homosexuales no han podido hacer vida normal en Georgia, y confiamos poco en la sociedad más conservadora y en la Iglesia. Me sentí aturdida cuando, el pasado 17 de mayo, vi a toda esa gente desplegando aquella agresividad contra los gays. Una vez más, hay que hablar abiertamente de ello, sin miedo.
¿Viviremos para ver un Almodóvar en el cine georgiano?
Creo que es posible, si lo apoyamos, porque no todo el mundo es estúpido. Pero hacen falta muchas cosas, educación, visibilidad, dejar de hablar de la homosexualidad como una enfermedad, que es como se enfoca ahora.
Su película habla de chicas de los primeros 90. ¿Qué pensarían de la Georgia de hoy? ¿Es el país que querrían?
Buena pregunta… [duda]. En general sí, pero seguro que les quedarían dos o tres buenos reproches que hacer.
Hace unos años, la candidata a los Oscar por Georgia fue obra de otra mujer, Nana Dzhordzhadze. ¿Es importante llamarse Nana para hacer cine en su país?
¡No, no! [risas]. Pero es verdad que hay varias nanas en la crítica cinematográfica, directoras, actrices… Era el nombre de la primera reina cristiana de Georgia, pero a mí me lo puso mi hermana, cinco años mayor que yo, cuando mis padres le dieron a elegir.