Entrevista

Sudabeh Mortezai

«Irán es el país islámico con más ateos»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 16 minutos
Sudabeh Mortezai (Sevilla, 2018) | © Alejandro Luque / M’Sur

Sevilla  |  Noviembre 2018

Cineasta austríaca sería la fórmula más breve para describir a Sudabeh Mortezai, pero no solo su nombre la delata, también su abundante melena negra, sus rasgos: es iraní de toda la vida. Lo confirma su humor cercano durante la entrevista, su risa sonora que contrasta con su voz ligeramente ronca, su manera de fumar con gracia. Es la viva imagen de la mujer creadora e independiente, que tiene las ideas muy claras y que disfruta con su trabajo. Y también con las entrevistas.

Mortezai (Ludwigsburg, Alemania, 1968) se ha criada entre Teherán y Viena, donde sigue viviendo y donde es ya una celebridad: su último filme, Joy (2018), que trata de las redes de prostitución nigeriana, ha cosechado media docena de premios, de Londres a Chicago y Venecia. Es su segunda obra de ficción; en 2014 se estrenó como directora y guionista con Macondo, una obra sobre un chaval checheno de 11 años, residente en Viena, que al fallecer su padre asume el papel de hombre de la casa en su familia… y con él lo peor del patriarcado: honor, celos, el control sobre su madre. También obtuvo premios en Viena, Toronto, Lecce y Hong Kong.

Ya antes, con Hijos del Profeta (2006), sobre la celebración de la Ashura en Irán, En el bazar de los sexos (2010), sobre la institución del matrimonio temporal en el islam chií, Mortezai había firmado dos documentales, el segundo también premiado en México y España. Acudió a Sevilla para participar en el Festival de Cine de Sevilla (SEFF) en noviembre de 2018.

Usted se crió entre Austria y Teherán. ¿Sintió que era un choque cultural continuo?

¡Sí! [risas]. Mis padres estudiaron en Alemania; yo de hecho nací allí, pero me crié en Irán y nos mudamos a Austria cuando yo cumplí los doce. Y fue un gran choque cultural, pero hace mucho de eso, ya lo superé.

¿En qué dirección fue más fuerte aquel choque?

En muchas pequeñas cosas, detalles. La cultura iraní es mucho más extrovertida, cálida. Los austríacos son más distantes, más fríos. Es una cuestión social, porque nosotros teníamos una vida muy cómoda en Irán, y con la emigración perdimos todo, decaímos. Los cambios sociales se sumaron, pues. Era duro en aquel momento, pero más tarde fue una buena experiencia para mí, para mi vida, para entender ese cambio de estatus.

¿Recuerda aún el Irán antes de la Revolución Islámica?

«La mayoría de las mujeres en Irán no quieren llevar velo, ese es un hecho; y no es nada occidental»

Por supuesto, tengo recuerdos muy vívidos. Era muy guay, muy moderno de cierta manera, aunque tampoco siempre. Porque mucho era solo superficial. Si pertenecías a cierta clase social… Yo tenía una familia muy intelectual, con muchos libros, mis padres tenían estudios, les encantaba el arte, teníamos una buena vida. Pero había muchas tensiones bajo de esa superficie amable y por eso llegó la revolución. Y desafortunadamente, lo que llegó después, nos catapultó hacia atrás, en muchos aspectos, especialmente en cuanto a derechos de las mujeres.

¿Qué piensa cuando su público hoy escucha Irán y piensa en mulás barbudos, chadores negros, lapidaciones y quizás bombas atómicas?

¿Sabes? Son clichés, y me entristecen porque hay mucho más. Hay una cultura antigua de la hospitalidad, hay arte, pero también hay una cultura moderna iraní que es muy diversa, muy vívida. No es esolo eso: Irán ha mejorado en muchos aspectos, que no se ven desde fuera. La joven generación es muy moderna en lo que se refiere a ciencias y artes.

Las campañas de mujeres para quitarse el velo, ¿un aire fresco de verdad o algo que desde Europa estamos sobrevalorando?

Creo que es algo muy auténtico. La mayoría de las mujeres en Irán no quieren llevar el velo, ese es un hecho. Y no es nada occidental tampoco. La mayoría de las iraníes no quieren, ni siquiera algunas religiosas quieren llevar velo, y hay muchísimas que no son nada religiosas. Por eso pienso que es un movimiento real, genuino, desde dentro de la cultura.

Austria es un país con una gran comunidad turca, pero esa comunidad, en lugar de hacer de puente con Turquía parece hacer de baluarte, al fomentar estereotipos. ¿Lo nota?

«La madre no llevaba velo, la abuela quizás alguna pañoleta, y la nieta lleva un velo muy riguroso»

En Turquía hay mucha más gente liberal y abierta de mente. No todos los turcos son iguales, por supuesto: hay diferencias en cuanto a nivel de educación, en como piensan, su visión del mundo, pero es verdad que en las comunidades de emigrantes hay una tendencia a ser más conservadores que en Turquía. Hay muchas razones, pero una de las principales se remonta a que la sociedad austríaca, la alemana, las sociedades europeas, no ha aceptado a esa gente, les hacen sentir que son extranjeros y que serán extranjeros siempre. Se sienten como en un gueto, fuera de la sociedad.

¿En qué se nota?

Hay una generación de chicas jóvenes turcas, de segunda, incluso tercera generación, cuyas madres ya nacieron en Austria. Y puedes ver que las madres no llevaban velo, y la abuela quizás llevara alguna pañoleta campesino como era habitual en Anatolia. Y la nieta lleva un velo muy riguroso y es muy religiosa. Para ellas se ha convertido en una cuestión de identidad.

¿Y cómo valora este fenómeno?

Creo que es una evolución triste, pero se puede entender: si el país en el que has nacido no te acepta y te ve siempre como una extranjera, porque tu nombre es extranjero o tu madre habla otro idioma, entonces buscas otra identidad, y encuentras un grupo que te dice: sí, te queremos, nos gusta como eres. Todos esos grupos fundamentalistas islámicos han sido muy inteligentes al capitalizar esa búsqueda de una identidad. Lo que los países europeos no les ofrecieron a esos jóvenes, lo ofrecen ahora los islamistas. Lamentablemente. Pero les funciona.

La diáspora iraní, al componerse en parte de gente que se exilió tras la revolución de Jomeini, no jugó el mismo rol ¿verdad?

Fue otro tipo de inmigración. Los turcos que viven en Alemania y Austria vinieron originalmente como trabajadores . Mano de obra sin cualificar. Era otro tipo de sociedad y venían de sectores que ya eran religiosos, del campo. La emigración iraní se componía de muchos intelectuales, personas con estudios superiores que tuvieron que abandonar el país tras la Revolución. Eso por una parte; por otra, precisamente, el régimen islámico en Irán ha hecho que la gente sea mucho más crítica. Sé que suena a paradoja, pero creo que Irán es ahora el país islámico con más ateos y más laicos. Más que en ningún sitio. Porque se lo han impuesto tanto que hasta los devotos ya…

¿Una evolución reciente?

Cuando yo me criaba en Irán, bajo el sah, por fuera todo era muy occidental, pero la mayoría de la gente era muy conservadora y muchos eran religiosos. Ahora es al contrario. En la superficie todo es muy conservador y religioso, pero por dentro son muy modernos y especialmente muy laicos. La mayoría es así.

El periodista alemán Günter Wallraff nos contó que hace unos 20 años estuvo dando una charla en una mezquita iraní en Alemania, donde no había ni uno que rechazara la fetua de muerte a Salman Rushdie.

[Risas] Me río porque la verdad es que ningún inmigrante iraní normal iría a una mezquita iraní fuera de su país. Porque son un lugar de propaganda. Opino que eso no representa en absoluto la tendencia mayoritaria iraní. Diría que la mayoría incluso disfrutaría leyendo a Rushdie.

Uno de sus primeros documentales, Children of the Prophet, muestra la fiesta de la Ashura en Teherán. ¿Más religión o más rito popular?

Creo que hoy por hoy es más una celebración popular que religiosa.

¿Como la Semana Santa española?

Exacto, iba a decir justo eso. Cuando viví la Semana Santa española, me recordó mucho la Ashura. Creo que tiene el mismo valor para la gente, muchos aman esos ritos, es una especie de cultura popular para ellos, aunque por supuesto también hay quien es devoto y se lo cree, pero para la mayoría es una tradición.

Esa división del islam en un bloque chií y un bloque suní, que hoy se utiliza para explicar la geopolítica mundial… ¿desde cuándo existe?

«El islam chií, como religión en serio, se desarrolló en Irán en el siglo XV, antes nadie le echaba cuentas»

Tiene que ver con la Ashura, es la esencia. Los suníes son el islam oficialmente mayoritario; los iraníes son una minoría, un 10 por ciento a nivel global. Pero son la gran mayoría en Irán. Y esencialmente creen que los sucesores del profeta Mahoma debían ser su yerno y sus descendientes, mientras que los suníes creen que deben ser los califas. Pero aparte de estos puntos técnicos teológicos, es una cuestión de mentalidad. El islam chií tiene mucho que ver con la cultura iraní. Como religión a tomar en serio, de hecho, se desarrolló en Irán, en el siglo XV. Antes existía pero nadie le echaba cuentas.

Cuando era niña, ¿usted distinguía de manera nítida quién era una cosa u otra?

No, no en absoluto. Tengo que decir que me crié en una familia atea. Ni mis padres creían en nada, ni mis abuelos tampoco, éramos una familia totalmente laica. Yo veía que en casa éramos una familia atea y ahí fuera había gente creyente que hacían cosas religiosas. De niña, desde luego conocía el concepto de chiísmo, por todos esos rituales. Era totalmente fascinante cuando era una cría. Yo siempre quería ir y participar. Pero primero, mi familia no era religiosa y no hacíamos esas cosas, y en segundo lugar, yo era una niña. Y eso solo era para chicos y hombres. Esta fascinación es lo que luego me impulsó a hacer el filme.

En 2009 rodó el documental El bazar de los sexos, sobre el matrimonio temporal en Irán. Con lo severo que es el islam oficial de los ayatolás, ¿es una válvula de escape para legalizar la prostitución?

Es más bien un resquicio legal, para llamarlo así. Un resquicio para la prostitución o para cualquier relación fuera del matrimonio. Es curioso: los clérigos chiíes, los ayatolás, creen que es algo fantástico, promocionan esa institución y dicen que habría que practicarla. Pero para la gente normal es un poco embarazoso. Nadie quiere admitir que haría algo así, les da corte. Hay un doble rasero. En mi experiencia se utiliza mucho más por razones prácticas.

¿Como cuáles?

Puede ser para la prostitución, pero con más frecuencia lo usaría un tipo rico que ya está casado y quiere tener una amante que necesita dinero, le pone un apartamento… ese tipo de cosas. Para la prostitución callejera no se usa realmente. Pero también puede servir para una pareja, si los dos quieren viajar juntos. Porque en Irán, si no estás casado, no puedes coger una habitación de hotel compartido. Lo usan para eso, como resquicio para ganarle la mano al sistema.

Pero ¿se puede comparar con la prostitución, que es una explotación de la mujer, o puede ser una opción también para dar cierto margen a la vida sexual de las mujeres?

El matrimonio temporal se puede usar para diferentes propósitos. Una mujer también lo puede utilizar para su liberación sexual. Pero también puede ser un instrumento de explotación. Depende de las circunstancias, de quién lo usa, de quién tiene el poder.

Joy, su última película, habla de prostitución en redes de nigerianas; muestra a mujeres explotadoras. ¿Debemos matizar la idea de que en la prostitución solo hay mujeres víctimas?

«Las proxenetas nigerianas son antiguas víctimas del tráfico sexual; es un círculo vicioso»

Lo que realmente es chocante en el sistema de tráfico sexual desde Nigeria es que unas mujeres explotan a otras. Y las madames, las proxenetas, son habitualmente ellas mismas antiguas víctimas del tráfico sexual. Es como un círculo vicioso que nunca termina. Es bastante chocante. Desde luego no es que no tenga nada que ver con los hombres, porque los clientes de esas mujeres son hombres, por lo que son parte de este sistema de explotación, pero sorprende que los proxenetas, quienes explotan a las mujeres, no sean hombres sino mujeres.

En España hay ahora un enorme debate sobre la prostitución. Hay quien la quiere abolir, radicalmente, y hay quien cree que solo hay que crear condiciones adecuadas. ¿Toma postura?

No creo que prohibiéndolo se pueda hacer desaparecer. Vea cualquier actividad prohibida: ¿deja de ejercerse? Además, creo que debemos diferenciar entre el trabajo sexual y la explotación sexual. En ciertos casos, el trabajo sexual puede ser un trabajo más, si la mujer tiene la opción de elegir ese trabajo y si tiene condiciones de trabajo adecuadas, entonces ¿por qué no? Pero la realidad es que la mayoría de las mujeres que trabajan en la prostitución están sujetas a explotación, no tienen derechos, viven en circunstancias muy duras, incluso de esclavitud.

¿Entonces ¿basta con mejorar las condiciones?

Pienso que el objetivo debe ser acabar con la explotación, pero no creo que se pueda conseguir simplemente haciendo ilegal la prostitución, porque se seguirá ejerciendo, al margen de que sea legal o ilegal. Es más importante encontrar las raíces de por qué estas mujeres están explotadas, ayudarles a encontrar una vida mejor, a romper el ciclo, de manera que no tienen que meterse en ese ciclo. Eso es lo que deberíamos hacer.

En 2014, usted rodó el filme de ficción Macondo, sobre un chaval refugiado checheno de 11 años en Viena. Si ha conocido la sociedad chechena, pónganos en antecedentes.

A través del rodaje de este filme llegué a conocer la cultura chechena; antes no sabía nada de ella, pero aprendí mucho en el rodaje.

¿Por qué cree que es el lugar del Cáucaso que el wahabismo convirtió en su base en los años 2000, hasta el punto de exportar ahora a yihadistas a Siria?

Por muchas razones. Los chechenos llevan luchando por su independencia de Rusia desde hace mucho tiempo, probablemente cientos de años. Tienen una identidad cultural muy fuerte. Luego, la estructura social es muy diferente de la de la Rusia soviética. No aceptan el concepto de una única alta autoridad, tienen más bien una estructura de clanes y pelearon duro para mantener su modo de vida. Y no solo ocurre en Chechenia.

¿Dónde más ocurre?

«Los islamistas ven la oportunidad, llegan con su dinero y su ideología y adoctrinan a la gente»

También se ve entre chicos jóvenes de comunidades que vienen de otros lugares: de Bosnia, de Turquía, de países árabes, y que viven en Europa. Allí, los wahabíes y islamistas tienen mucho éxito porque responden a esa cuestión de identidad. Y se gastan mucho dinero en eso. No he estado en Chechenia, solo conozco a chechenos en Austria, pero sí he estado en Bosnia. Y la gente en Bosnia es muy abierta de mente. Pero los wahabíes pagan para construir enormes mezquitas, pagan por programas de educación. Imagino que lo mismo pasa en Chechenia. Simplemente pagan mucho dinero. Ven la oportunidad de que falta algo, llegan con su dinero y su ideología y adoctrinan a la gente.

En Macondo, el protagonista, Ramasan, de 11 años, actúa como un hombre que debe proteger la castidad de su madre.

Eso es un elemento esencial en el filme. Su padre muere y él siente que es el hombre de la casa y tiene el deber de responsabilizarse de todo, del honor, de la castidad, y se pone muy celoso cuando otro hombre aparece en la vida de su madre.

Esta actitud de convertir a un niño en el hombre de la familia, con potestad de decisión sobre todas las mujeres de la familia, ¿de dónde sale?

No hay respuesta corta para esto. Vamos a decir “patriarcado”, porque no tenemos mucho tiempo. Con esa palabra tiene que bastar. El poder de los hombres mayores tiene tradición en todo el mundo y había culturas en las que era más fuerte aún.

El reciente libro El himen y el hiyab, de la egipcia Mona Eltahawy asegura que «Oriente Próximo necesita una revolución sexual». ¿Está de acuerdo?

Sí, la necesita, pero ya está ocurriendo en muchos lugares. Lo que pasa es cuando hay una revolución también hay muchas fuerzas en contra. Creo que la revolución sexual dentro del islam ya está en marcha, y por eso hay también mucho retroceso, actos contra las mujeres dentro de las culturas islámicas que son desobedientes y se rebelan.

¿Es optimista con el futuro?

Sí, ¡siempre!

 

© Alejandro Luque | Especial para M’Sur

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