Test anal y cárcel
Alicia Alamillos
Túnez | Marzo 2017 · Con F. J. Calero
Ocho meses de cárcel. Delito: ser gay. Achref y Sabri, de 20 y 22 años, fueron detenidos el pasado diciembre cuando caminaban juntos en una céntrica calle de Susa, la turística ciudad tunecina donde un terrorista mató a 39 personas en nombre de Daesh en junio de 2015. “Este es tu novio, ¿no? Sois una maldición para este país”, les espetó el policía que los detuvo. Según el testimonio de uno de los presuntos ‘homosexuales’, en comisaría fueron “abofeteados e insultados”.
Después de comparecer ante el juez, el joven también aseguró haber sufrido un test anal, práctica denunciada por Naciones Unidas y varias organizaciones defensoras de los derechos humanos por ser “degradante”, “inhumana” y sin validez científica. El resultado fue negativo. Su condena: ocho meses.
“No hay persecución a los homosexuales. Hay leyes que existen y se aplican»
Los avances en derechos sociales, ¿son cuestión de la progresión de la sociedad o de la voluntad política? ¿Qué viene antes, la gallina o el huevo? ¿Está Túnez preparada para despenalizar la homosexualidad? Considerada una de las sociedades árabes más progresistas, prácticamente el único ejemplo de resultado democrático tras la Primavera Árabe y admirada por haber sido capaz de integrar islamistas en el juego político-democrático, Túnez mantiene y ejecuta todavía el artículo 230 de su Código Penal, que castiga la “sodomía” con tres años de cárcel. Desde la revolución en enero de 2011, unos 360 jóvenes han sido condenados por homosexualidad o transexualidad. Muchos han sido encarcelados, otros han sido señalados en unas comunidades que los han condenado al ostracismo.
“No hay persecución a los homosexuales. Hay leyes que existen y se aplican. Esto no es Europa, es un país musulmán. Hay que observar cómo evolucionan las cosas”, defiende en entrevista el ministro de Interior tunecino, Hedi Majdoub, tecnócrata sin adscripción de partido. Tiene otras preocupaciones más inminentes que prefiere discutir: el regreso de yihadistas tunecinos, el desempleo y la crisis económica que atraviesa el país.
“Les dicen: ‘Póngase como si estuviera haciendo el rezo’. Eso es una violación”
“Creo que no es problema de conservadurismo de la sociedad sino de voluntad política. Cuando Burguiba -el padre de la patria tunecina- autorizó el aborto, prohibió la poligamia, prohibió el mecanismo del repudio islámico e instauró el divorcio judicial, cuando dio a la mujer el derecho al divorcio, instauró la adopción… todo eso era contrario al islam, pero afirmó que no quería esperar a que una sociedad machista lo aceptara, sino que lo impuso. Fue cuestión de voluntad política, que es lo que falta en este gobierno de bomberos”, critica el activista pro derechos homosexuales Munir Baatour.
Baatour preside la asociación Shams, que aglutina decenas de organizaciones que se consideran ‘gay friendly’ o vinculadas a los derechos de gays, lesbianas, bisexuales o transexuales, y que aboga por la despenalización de las relaciones homosexuales. Baatour abrazó el activismo tras su paso por la cárcel, condenado por sodomía, donde se enfrentó a la realidad más dura de los “test” para demostrar la homosexualidad. Eran las pruebas anales, una medida que la Policía tunecina aplica sin pudor. La propia ONU lo cataloga como “tortura” por las enormes secuelas no sólo físicas, sino psicológicas, que deja en los sospechosos de homosexualidad. “Les dicen: ‘Póngase como si estuviera haciendo el rezo’. Eso es una violación”, asevera Baatour, también abogado, en su despacho en una de las barriadas de la capital tunecina. Baatour se negó a someterse al test anal que pedía la fiscalía, pero sólo se libró por su renombre como abogado, admite.
Peor suerte corrieron seis jóvenes arrestados en 2015 en la ciudad de Kairuán (160 kilómetros al sur de la capital) o los arrestados en Susa hace apenas unos meses: todos sufrieron la indignidad de los test anales, utilizados por Policía y fiscales para “demostrar” las relaciones sexuales entre hombres adultos. Los seis de Kairuán fueron inicialmente condenados a tres años de prisión y cinco años de prohibición de residencia en la ciudad, una condena reducida más tarde a un mes por la Corte de Apelación. Entre 60 y 70 personas son detenidas al año por homosexualidad, y la mayoría cumplen penas de cárcel de entre un mes y cuatro meses.
“En Túnez, los homosexuales somos enfermos que debemos ir a prisión”
En una cafetería, la feminista Amina Sboui, más conocida como Amina Tyler, se detiene un momento para hacer una llamada. “¿Cómo están? ¿Saldrán de la cárcel?”. Al otro lado del teléfono, un murmullo quedo la pone al día sobre los detenidos en Susa. Amina, que saltó a la fama internacional cuando mostró su pecho desnudo con el mensaje escrito en árabe “Mi cuerpo es mío” y se convirtió en rostro de muchas feministas jóvenes en Túnez, volvió a la palestra al convertirse en la primera mujer árabe en declarar su homosexualidad en televisión. “En Túnez, los homosexuales somos enfermos que debemos ir a prisión”, afirma la joven, que conoce de primera mano las cárceles tunecinas. En 2013 fue detenida por “actos contrarios al islam”, tras pintar en el muro de un cementerio en la ciudad de Kairouán la palabra maldita FEMEN, organización a la que pertenecía entonces.
“Homosexual” es una etiqueta que en Túnez te puede acompañar para toda la vida. Tras ser absuelto por la corte, uno de los jóvenes de Kairouán, que mantiene su identidad en secreto por seguridad, sufrió un intento de linchamiento a su regreso a la universidad donde quería continuar sus estudios. Algunos jóvenes homosexuales han denunciado que se les engaña mediante aplicaciones como Grinder o Facebook a acudir a lo que creen que es una cita romántica. Allí los graban en vídeo y los amenazan con difundirlo por internet si no pagan.
Según Baatour, en ocasiones se organizan “cacerías de maricones” en las que se acosa y ataca a hombres sospechosos de ser gay. Las víctimas saben que no pueden denunciarlo a la Policía: si solicitan ayuda, pueden acabar detenidos en virtud del artículo 230. Otros prefieren abandonar el país, esconder sus nombres, evitar el ostracismo social o incluso familiar. En Europa, algunos arguyen su condición homosexual para recibir el estatuto de refugiado, aunque la mayoría opta por vivir su sexualidad en secreto.
Desde la revolución en enero de 2011, en Túnez se han registrado 17 asesinatos de homosexuales
Según datos publicados por Shams, que también ofrece apoyo psicológico, casi cada semana un joven homosexual se suicida en Túnez. “Yo espero que tras mi ‘salida del armario’ la gente se vaya atreviendo a decir su condición a padres, amigos, su entorno. No hace falta que lo publiciten en la tele, sino que no vivan su homosexualidad escondida, lo que lleva a muchos a suicidarse, a deprimirse. Hay que poder hablarlo con alguien”, sostiene Amina, bisexual.
Pocos políticos se han pronunciado a favor de eliminar el artículo 230: en 2015, el entonces ministro de Justicia, Mohamed Salah Ben Aisa, se mostró abierto a despenalizar la homosexualidad. Pocos días más tarde fue defenestrado. El propio presidente, Béji Caïd Essebsi, se ha proclamado contrario a la homosexualidad. Clérigos y presentadores de televisión continúan condenando la sodomía. “Cuando atrapéis a sodomitas, matad tanto al activo como al pasivo. Es la jurisprudencia islámica. Es su juicio, la muerte, no hay remedio para un alma enferma. Este juicio es aprobado por todos los ulemas suníes”, sentenció un imam de la ciudad de Sfax. Concluyó que los gays deben ser lapidados hasta la muerte.
Hay quien le hace caso: según los datos de Shams, desde la revolución en enero de 2011, en Túnez se han registrado 17 asesinatos de homosexuales. En un caso, el abogado de la defensa pidió al tribunal considerar la homofobia del acusado como una circunstancia atenuante. Fue condenado a solo 10 años en primera instancia.
“El islam por sí mismo en sus fundamentos y teorización de la fe es una religión terrorista. El islam llama a matar a los homosexuales. Hay un hadith del profeta Mahoma que dice que al encontrar a homosexuales hay que matar al activo y al pasivo”, critica Baatour.
“No aprobamos la homosexualidad, pero el islam no espía a la gente. Protege la vida privada»
Cuando se le recuerda que el cristianismo también ha perseguido a los homosexuales, responde: “El cristianismo también fue contra los homosexuales, es cierto, pero el Papa Francisco los ha acercado a la Iglesia”. “Hoy ninguna Iglesia, ya sea católica, ortodoxa o anglicana, insta a perseguir a los homosexuales o a matarlos. Ha evolucionado y ha comprendido que su rol es espiritual y no interviene en la vida pública”, concluye el director de Shams, aparentemente poco seguidor de los sucesos en África Central.
Shams acaba de estrenar en el país un mediometraje documental sobre la persecución que sufren aún los homosexuales en Túnez. “El test anal es un acto médico pero cuando se entrometen los policías agarrandote las piernas, bajándote el pantalón y controlándote para que el médico pueda introducir su dedo… te sientes como un animal al que hacen pruebas”, comenta uno de los jóvenes del cortometraje. A Dali – así se hace llamar – querían hacerle el test anal. Tras negarse, los guardias empezaron a golpearle tanto a él como a su compañero. “Entonces, vamos a hacerte el test anal?”, “No”. El médico insistió y le llamó “cabezón”. “Empezó a hacer comentarios de mal gusto sobre mi madre y comencé a perder los nervios. Vinieron los guardias y mes pusieron las esposas para que no pudiera moverme. Me hicieron el test anal a la fuerza con los policías agarrándome”. Dali fue condenado a tres años de prisión y desterrado de Kairouán para cinco años.
El líder del partido islamista tunecino Ennahda, el teólogo Rachid Ghannouchi, se mostró en contra de perseguir la homosexualidad en una entrevista recogida en el libro Sobre el Islam. “No la aprobamos (la homosexualidad), pero el islam no espía a la gente. Protege la vida privada. Cada uno debe vivir su vida como desee, y todos son responsables frente al Creador”, ha comentado el político, según el portal de noticias Tunisia Live.
“En el siglo VII, en los países bajo el islam estaban la sharia, el califa y la homosexualidad»
“Vivía mi homosexualidad de forma plena Túnez, pero mis actividades políticas han hecho que cierta gente se molestara durante el gobierno de la Troika, con Ennahda en el poder. Me arrestaron después de que mi partido sacara comunicados muy virulentos contra los islamistas y el terrorismo, al considerar que el terrorismo viene del islam en tanto que convicción y fe”, afirma Baatour.
Para Amina, en cambio, la persecución y hostilidad hacia los homosexuales no tiene que ver con que Túnez sea un país musulmán: “En el siglo VII, en países bajo el islam la homosexualidad era bastante tolerada, estaba la sharia, el califa y la homosexualidad. Si uno es tolerante, lo es, sea o no religioso. Hay ateos que son más homófobos que muchos creyentes. La religión no tiene nada que ver. En la URSS, eran ateos, quemaban iglesias. No es cuestión de religión”.
Y pese a las recientes campañas por la normalización y el respeto hacia este colectivo, los gays en Túnez siguen viviendo su sexualidad en la clandestinidad. En la pantalla pequeña los medios de comunicación siguen soplando para inflamar los vientos del odio y la homofobia. “Cultivan ese discurso de odio. Habría que cortarle los huevos a los periodistas tunecinos: cuando miras la tele, cuando se habla de homosexuales, de negros, de la mujer… No entiendo cómo voy por la calle y no me lapidan”.
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