Retales
Ilya U. Topper
Ismail Kadare
La provocación
Cuando a uno le gusta mucho un escritor, es costumbre intentar leer todo lo que haya escrito en su vida. Bueno o malo, qué más da: hay que leerlo, porque uno no se puede quedar sin conocer esa faceta de su obra. Vale la pena, aunque sea literatura prescindible, para alimentar la sensación de intimidad con el escritor.
A mí me pasa eso con Kessel, por ejemplo, o con Stanislav Lem. Con Kadare no: aunque me fascinara su Cuestión de locura y me dejó impresionado El general del ejército muerto, suficiente antídoto fue El Cerco, con El accidente inclinando la balanza hacia el lado bueno. Sé que por ahí, el albanés tiene alguna gran novela que aún no he leído, pero no aspiro a la plenitud del lector-fan impenitente.
La provocación es, sospecho, un libro más bien dirigido a ese lector-fan: aquí hay reunidos once relatos un poco como retales que sobraron en una sastrería, a ver si se les puede dar utilidad. Algo totalmente lícito, porque el autor así se gana la vida, y hay lector al que le alegra el día. Además, muy correctamente, se advierte en la contraportada que sólo siete piezas son inéditas en castellano: tres aparecieron ya publicadas como capítulos o “novelas ejemplares” (en palabras de la prologuista y traductora) en anteriores obras. Y en el caso de Kadare estamos aún muy lejos de lo que un crítico alemán definió una vez como la manía de publicar “cualquier lista de la compra en la que Brecht haya garabateado un par de líneas”.
Sigo sin entender qué nos quiere sugerir Kadare con este relato: me sigue haciendo reflexionar
Merece la pena, pues. Sobre todo la primera pieza, ‘La provocación’, una de las obras más tempranas y de las más políticamente cargadas del autor (1962), también una de las más lúgubres y más precisas en su esbozo de un mundo incomprensible. Ya tiene muy desarrollada esa técnica tan suya de alargar con minuciosos detalles la descripción de nieve, frío, miedo, hasta acostumbrarnos, y cuando ya nos sentimos seguros, ejecutar el inesperado golpe. Sigo sin entender qué nos quiere sugerir Kadare con este relato, y eso significa que me sigue haciendo reflexionar.
‘La lectura de Hamlet’ no es tan grande como ‘Cuestión de locura’, el relato que abre la colección homónima, pero recupera esa voz de niño de Gjirokastër, inocente y agudo a la vez, que otros lectores reconocerán de Crónica de piedra. ‘Conversación de brillantes en una tarde de diciembre’, relato que da título a la edición albanesa de esta colección, me deja más bien templado: hay una austera maestría en describir el escenario, los diálogos justos, la reflexión política necesaria (caído el Gobierno comunista de Albania ¿qué será de las familias de la nobleza, exiliadas durante décadas?), un hábil entretejer de Tolstoi y Shakespeare, sí, pero esta vez, a la sensación de no entender qué quiere decir el autor se añade otra: la de que el autor tampoco lo sabe.
La novela histórica es el vicio de los escritores cuando su fantasía no se atreve a meterle mano al presente
Igual impresión en ‘El informe secreto’, donde el final sorprende, sí, pero sin darle sentido a la historia de una misión inexplicada. Ambientar la historia en esa Albania otomana histórica que ya conjura El Cerco no la salva: la novela histórica es demasiado a menudo el vicio de los escritores en los días en los que su fantasía no se atreve a meterle mano al presente.
‘El expediente de Orfeo’, me temo, se le desvelará mejor a quien haya leído el libro del que fue tomado, Requiém por Linda B. ‘Las nupcias de la serpiente’, sacado de Frías flores de marzo, sería una buena historia, y muy albanesa desde luego, si no conociéramos ya el final, repetido en tantos cuentos populares desde Alemania hasta Marruecos. Al menos, eso sí, las breves escenas sensuales justifican la elección del dibujo de Klimt para la portada del libro. Porque no, desengáñense, el título del relato ‘La provocación’ no se refiere a nada remotamente parecido al sexo. Me quedo con la duda de si la diseñadora de la cubierta no se ha leído el libro, o si se lo ha leído tan a fondo que se quedó embelesada con la novia de la serpiente.
Sí, tan flojo escribía Kadare en 1953, al inicio de su carrera, tan modestos empezaron muchos grandes
‘El último invierno del asesino’ es una vuelta de tuerca al Macbeth, una fascinante relectura del clásico en clave psicológica. ‘Para olvidar a una mujer’, imagino, lo entenderán mejor quienes lo hayan leído en el contexto de El concierto de fin de temporada. ‘La muerte de una mujer rusa’ (1985) se antoja poco más que una emotiva columna periodística, una reflexión política. ‘Diptico sobre la gran muralla china’ vuelve a jugar con el misterio que debe mantener todo potentado respecto a sus decisiones: sólo lo incomprendido infunde reverencia. Pero se me escapa la segunda cara del díptico.
El último relato, ‘En tierra desconocida’, probablemente no tenga más valor que el de satisfacer la curiosidad del lector-fan: sí, tan flojo escribía Ismail Kadare en 1953, al inicio de su carrera literaria, tan modestos empezaron muchos grandes. Eso sí, empezó ya con voluntad de lenguaje sencillo, que es de agradecer.
Así que ya sabe: si usted adora a Kadare, acuda a su librería más cercana. Si aún está deseando descubrir al maestro albanés, quizás pruebe con otra obra, y deje ésta para el caso de que le enamore. Ah, y no caiga en la trampa de Klimt.
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