magrebí
El magrebí constituye la verdadera lengua nacional en todo el Magreb —Marruecos, Argelia, Túnez y parte de Libia — y posibilita comercio, viajes y comunicación, aunque no es oficial en ningún país, raramente se escribe y no tiene ortografía estandarizada.
Dentro del magrebí cabe distinguir varios dialectos: el marroquí, el argelino, el tunecino y el libio presentan características propias, pero comparten la mayoría de los rasgos y permiten una comunicación fluida. También el maltés pertenece a la rama magrebí del árabe, mientras que la inclusón del hassanía en el grupo se justifica más por motivos geográficos que lingüísticos.
Aunque a primera vista, la mayor diferencia entre el magrebí y el fus·ha reside en la pronunciación y la escasez de vocales, también la gramática y la sintaxis son distintas.
El magrebí se conoce como dáriya en Marruecos, palabra que significa «graduación», es decir ‘dialecto’ frente al árabe clásico o fus·ha. No tiene rango oficial en ningún país, pero se emplea cotidianamente no sólo en la calle sino también, aunque sólo oralmente, en todos los niveles de la Administración y el gobierno, excepto en intervenciones públicas, actos formales o ocasiones solemnes.
Existe una amplia cultura popular en magrebí, sobre todo en forma de poesía, canciones y obras de teatro, pero es raramente recogida por escrito. Aunque algunos autores modernos introducen diálogos en magrebí en sus obras redactadas en fus·ha, no existe una literatura escrita magrebí propiamente dicha. Numerosos novelistas marroquíes y argelinos, al no poder recurrir a una versión estandarizada del magrebí y sentirse ajenos al árabe fus·ha, se decantan por el francés como lengua de expresión literaria y artística.
Aparte de Ajbar Bladi, un periódico quincenal de Tánger, sólo la revista marroquí Nichane utilizaba en la década 2000 el magrebí en parte de sus artículos, aunque primordialmente en titulares y textos breves. El cine magrebí, por otra parte, se rueda casi siempre en este idioma —cuando no emplea el tamazigh— y deben de existir numerosos guiones con diálogos escritos en este idioma.
Una estimación muy somera de los hablantes nativos del magrebí arroja unos 15 millones en Marruecos, unos 30 millones en Argelia, 10 millones en Túnez y quizás 2 millones en Libia, en total unas 60 millones de personas. A ellos se añaden otros 10 millones en Marruecos y 5 en Argelia cuya lengua materna es el tamazigh pero que emplean en magrebí con frecuencia en la vida diaria.
Las principales diferencias de pronunciación frente al árabe clásico consisten en la desaparición de muchas vocales y el cambio de lugar de otras. Así, bahr azraq (mar azul) se convertiría en bhar zerq. La falta de vocales es uno de los rasgos que dificultan la comprensión de este idioma a quienes sólo manejan el fus·ha.
En conjunto, la pronunciación de las consonantes no está tan alejada del fus·ha como en algunas otras lenguas árabes, ya que se mantiene la distinción entre sordas y sonoras. Sin embargo, varias letras se pronuncian igual o se confunden.
ت (t) y ث (th) siempre se pronuncian como una simple t – ت – (o siempre como un th, es decir ce, ث en la franja norte del país).
د (d) y ذ (dh) siempre se pronuncian د
ض (d’) y ظ (z’) se pronuncian igual, como una d velarizada, pero no como en fus·ha.
ج (y) y ز (z) se acercan en la pronunciación y se confunden en algunas palabras, tipo yuy (dos, un par), en lugar de zuy.
ق (q) suena a menudo como g, pero en otros casos mantiene su valor gutural.
La gramática del magrebí es netamente distinta de la del fus·ha. En la conjugación verbal no se usa el dual y se acortan todas las terminaciones del plural: tktebú en lugar de taktubuna (escribís) y se utiliza la forma del plural para la primera persona del singular: nkteb (yo escribo) en lugar de aktub. La negación se forma enmarcando el verbo negado entre el prefijo ma- y el sufijo -sh (kein: hay; makeinsh: no hay).
Otro rasgo importante es la asimilación de un amplio número de términos procedentes de otros idiomas. En Marruecos, estas palabras provienen sobre todo del portugués —semana, farina, mákina, posta—, el francés —tamobil (automóvil), otel (hotel) y numerosos términos administrativos y técnicos— y el tamazigh—nutfía (aljibe), mush (gato)—. También hay palabras de formación propia: bleti (espera), daba (ahora), lechín (naranja), cuyo origen a veces es difícil de rastrear. Las palabras de origen romance se sujetan a las reglas de flexión árabes; así, el plural de kar (autobús) es kiran, el de mákina, mwakin. Este proceso de asimilación de palabras nuevas —últimamente también del inglés y del árabe fus·ha— es continuo.