Opinión

¿Solteras, ellas?

Soumaya Naamane Guessous
Soumaya Naamane Guessous
· 9 minutos

opinion


[Continuación de la columna Solteros, ellos]

Por la noche, la presencia de chicas solteras en el espacio público es toda una provocación. Si ellas se quejan por una agresión o una violación, será su culpa, porque una chica de buena familia no se aventura por la calle durante las noches.

Las solteras que han visitado países occidentales dan fe: “En el extranjero me siento libre. Camino, feliz. Me siento una mujer.” Su libertad se ve obstaculizada por sus familias a causa de la inseguridad y de la histeria de la maledicencia que empaña la reputación. Temen que las chicas sobrepasen los tabúes sexuales.

Pero saben que sus hijas no se casarán si no establecen una red de conocidos, porque el príncipe azul ya no viene a llamar a la puerta. Algunos padres se ven obligados a bajar la guardia, pero las hijas siguen siendo siempre sospechosas.

Los vecinos, con la complicidad de los conserjes, la controlan y cuentan el número de hombres que lleva a casa

Cuando una soltera es autónoma económicamente, sueña con vivir sola. Algo imposible para la mayoría de familias. La que trabaja en una ciudad diferente a la de sus padres, cumple su sueño. Aunque le cuesta alquilar una vivienda si no está avalada por un varón de su familia. Los vecinos, con la complicidad de los conserjes, la controlan y cuentan el número de hombres que lleva a casa, percibidos como compañeros sexuales. Con frecuencia, algunos vecinos le recuerdan que vive en un inmueble ocupado por familias respetables, amenazándola con presentar una denuncia.

La soltera sufre también la conducta de sus amigas: “La mujer casada evita invitar a sus amigas solteras. Teme por su marido. Se percibe a la soltera como una hembra desesperada, sin ética.” En ocasiones, los maridos piden a sus esposas cortar los lazos con sus antiguas amigas solteras.

Mientras mayor sea la soltera, más aumentará su malestar. Sus allegados la acosan: “¡Wili! ¿Todavía no has encontrado un marido?” La soltería femenina prolongada te expone a la humillación: “Tengo grandes responsabilidades profesionales. Pero me juzgan por mi estatus matrimonial. Mi éxito se reduce a nada.”

Encontrar el marido conveniente no es fácil. El hombre moderno se metamorfosea después de la boda.

«Afirmó amarme por, libre y moderna, ahora quiere que me calle, que cambie mi forma de vestir…”

La mujer debe hacer concesiones, dando un paso atrás: “Conocí a un hombre con estudios, moderno. Afirmó amarme por ser inteligente, libre, moderna, coqueta, autónoma, segura de mí misma. Pero desde el momento en que me pidió la mano, cambió. Las cualidades que afirmaba haber amado se convirtieron en defectos. Se enfada cuando expreso mi desacuerdo ante su familia, quiere que me calle delante de la gente, que no salga más con mis amigas, que cambie mi forma de vestir…”

Las mujeres son cada vez menos capaces de aceptar estas concesiones, tienen la impresión de haber sido traicionadas, de traicionarse ellas mismas. De ahí el temor por el matrimonio, que hace aumentar la edad para dar este paso. Temor que empuja a muchas solteras a renunciar al matrimonio con el hombre de sus sueños: “Tengo un buen trabajo, una casa, un coche, amigos. Si el matrimonio es una fuente de decepciones, prefiero quedarme soltera.”

Ser una mujer soltera significa también no tener sexualidad.

Los hombres reclaman sexo a las chicas. Si son reticentes, las animan en nombre de la modernidad

La soltería femenina está vinculada a la abstinencia sexual. Cuando las chicas se casaban siendo adolescentes podían conservar su virginidad. Pero mientras más años tenga la chica, más avivado estará su deseo sexual y más aumentarán sus tormentos. Cada vez más solteras viven su sexualidad. Pero la mayoría vive con miedo a no encontrar un marido al que no le importe que sea virgen y con el temor a que su familia llegue a enterarse.

Empujadas por un impulso natural hacia los hombres, las solteras buscan la ternura, el amor, compartir cosas y las ganas de encontrar un esposo. A veces solo buscan un compañero con el que puedan hablar y salir para escapar de la rutina.

Todos los hombres reclaman relaciones sexuales a las chicas. Si son reticentes las animan en nombre de la modernidad. Pero el desarrollo de los acontecimientos produce acidez: “Ya no sé qué hacer. Los hombres solo piensan en eso. Una vez que lo consiguen, ¡se largan!”

No hacer el amor es arriesgarse a perder a tu chico: “Me aferro a mi virginidad. Tengo 36 años y no tengo relaciones serias. Los hombres me dejan cuando me niego. Estoy desesperada.”

De ahí el cinismo: “¡Ninguna confianza en el marroquí! Te seduce para hacer el amor, te hace pensar o te declara que quiere una relación seria. Pero cuando se quiere casar, su madre le encuentra una chica de buena familia o elige una virgen sumisa.”

A partir de cierta edad, a la soltera le costará establecer una relación íntima porque el valor de una mujer todavía está vinculado a su cuerpo y a su juventud. Un juventud fijada en numerosas ocasiones entre los 18 y los 35 o 40 años. Los hombres prefieren a las más jóvenes para relaciones de una noche: “Me niego a salir con una chica soltera de 40 años. Es peligrosa porque solo piensa en el matrimonio.”

“Los solteros huyen de nosotras, pero los hombres casados nos desean»

Según nos cuentan las chicas solteras de 40 o más años, tienen mucho más éxito con hombres casados: “Los solteros huyen de nosotras, pero los hombres casados nos desean. Piensan que estamos desesperadas y que pueden aprovecharse de nosotras.”

La maternidad sigue siendo una gran motivación y numerosas chicas solteras, cercanas a la edad crítica, revisan a la baja sus exigencias: “Me casé con un hombre sin amarlo, solo para tener hijos.” Si la relación no se sostiene, ellas se divorciarán, pero al menos habrán conocido la alegría de la maternidad. Algunas se lamentan por no poder tener un hijo fuera del matrimonio. La adopción de niños por parte de las solteras se desarrolla en esta categoría.

Cada vez más solteras hacen planes “entre tías”: fiestas privadas, viajes, cenas en restaurantes… Cada vez más jóvenes asumen su soltería, pero las ganas de mantener una relación amorosa estable y formar una familia siguen siendo un deseo piadoso. No obstante, reconocen que prefieren vivir tranquilamente sin marido antes que en una relación conflictiva. Esto desemboca a veces en una pareja de hecho, fenómeno que se desarrolla tímidamente.

Vivir en pareja está admitido para el hombre, ¡pero condenado severamente para la mujer!

La convivencia en pareja sin estar casado conlleva el riesgo de ser acusada por fornicación

La convivencia en pareja sin estar casado viene acompañada de dificultades como el riesgo de ser acusada por fornicación, sancionado con pena de cárcel. F. médica de 39 años: “Vivía con mi novio. Tenía disputas con su vecino, que sabía que no estábamos casados. Un día, sobornó a policías con el pretexto de que armábamos jaleo por la noche. Nos pidieron nuestro certificado de matrimonio. Tuve muchos problemas que arreglé gracias a la corrupción.” Cogerse de la mano o abrazarse en la calle se convierte en un peligro.

Si las parejas quieren viajar, deben ocupar dos habitaciones. El certificado de matrimonio es obligatorio para tener una habitación común. Situación que viven también las parejas prometidas pero sin certificado.

La convivencia en pareja se convierte en ocasiones en un drama. Es el caso de las chicas rurales que trabajan en la ciudad, que, embarazadas, son abandonadas por sus compañeros. Compartir piso es para ellas un modo de ahorro en el alquiler y las facturas, ahorros destinados a satisfacer las necesidades de los suyos.

Hombres y mujeres consideran los controles de identidad llevados a cabo por los agentes de la autoridad como un atentado contra su dignidad.

«Volvía de una fiesta con dos amigos. Tuve la sensación de ser una prostituta pillada en un burdel.”

En cualquier momento del día, donde sea, es previsible que haya controles. Si los solteros no demuestran su parentesco, se les amenaza con arrestarlos e inculparlos por fornicación. Estas amenazas aumentan durante la noche, en las puertas de los restaurantes, hoteles, discotecas… Los solteros salen del apuro gracias a la corrupción: “Dirijo una empresa. Soy una mujer prudente. Volvía a Casablanca de una fiesta en casa de mi tío, en Rabat, con dos amigos. Unos gendarmes nos fastidiaron en el peaje de una autovía. Tuve la sensación de ser una prostituta pillada en un burdel.”

Este abuso puede ser más ridículo aún. M. 32 años, experto contable: “Volvía de la cabaña por la noche, con mi hermanastra y mi hermanastro. Tenemos padres diferentes y, por lo tanto, diferentes apellidos. Dimos dinero para evitar líos.” Parece que el nuevo código de circulación ha intensificado este abuso.

A pesar del malestar de las chicas jóvenes, estas hacen un trabajo fabuloso para imponerse. Cada vez inquietan más a los hombres solteros, que afirman que cada vez más jóvenes intentan ligar con ellos. Un atentado contra la virilidad que prueba que la sociedad está en ebullición, una etapa indispensable para el saneamiento de la relación hombre/mujer.

·

© Soumaya Naamane Guessous | Primero publicado en Famille Actuelle  ·  Dic 2010 | Traducción del francés:  Alejandro Yáñez

¿Te ha interesado esta columna?

Puedes ayudarnos a seguir trabajando

Donación únicaQuiero ser socia



manos