Crítica

Miedo a que no cambie nada

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 6 minutos

Paolo Giordano
En tiempos de contagio

 

Género: Ensayo
Editorial: Salamandra
Páginas: 80
ISBN: 978-84-1810-760-3
Precio: 10 €
Año: 2020
Idioma original: italiano
Título original: Nel contagio
Traducción: Nicolás Pastor Durán

Una de las cosas que más me interesaron de nuestro primer confinamiento —porque, en efecto, el temor a un virus no está reñido con la curiosidad— era el hecho de que, acaso por primera vez en la Historia, nos pasaba algo a todos al mismo tiempo. De acuerdo, hubo algunos países que se libraron, y es cierto que cada cual pasó la cuarentena a su manera, con desigual obediencia hacia la normativa sobrevenida. Pero tenía algo de fascinante aquello de hablar a través del teléfono o el ordenador con una amiga de Sevilla, otra de Perú, un colega de Brasil y otro de Turquía, y que todos compartiéramos a la vez la misma perplejidad ante lo que estaba sucediendo y el mismo miedo a las consecuencias de la crisis.

Esta insólita coincidencia me hizo pensar en un principio que tal vez nos libraríamos de los libros sobre la pandemia, ya que, por mucho que todos hayamos llevado diario del confinamiento, la experiencia de Vargas Llosa o de Chimamanda no podía ser esencialmente muy distinta a la mía propia o la de mi vecino del quinto. Rápidamente deseché esa suposición por dos razones: porque la literatura se nutre no tanto de hechos concretos sino de miradas personales, y siempre habría alguna que nos resultaría más iluminadora que otra; y porque el mercado editorial no iba a descartar tan fácilmente un filón como el que prometía ser aquel fenómeno.

Y así fue. No tardaron en llegar a mi buzón de entrada anuncios de lanzamientos, por lo general sección ensayo, que hablaban de virus, pestes y nuevas normalidades por venir. Eso sí, me atrevería a señalar que el pionero fue Paolo Giordano, aquel joven turinés, carilindo y un pelín pedante, que triunfó con el superventas La soledad de los números primos, y que gozaba de cierta ventaja por dos razones: una, vive en Italia, ese país que fue durante varios meses el epicentro de la pandemia. Y dos, el chaval sabe matemáticas.

Consultaba los mismos datos, pero supo leer el ritmo de contagio y la limitada capacidad de respuesta

Volvamos al momento en que todo era especulación. Ya saben, un virus originario de China amenaza extenderse por el mundo, los medios parecen haberse vuelto locos y no hablan de otra cosa, los sénecas de las tertulias de bar encuentran un tema inagotable para disparatar, pero lo cierto es que nadie sabe nada del tema, solo que está ahí y que llegará a nuestras vidas en algún momento.

Nos acostumbramos a consultar cada día las cifras de infectados y fallecidos, nos siguen pareciendo bajas para tanto ruido, intentamos abordar el tema con criterios racionales y muy pronto somos barridos por la contundencia de los hechos. En un abrir y cerrar de ojos, pasamos de reírnos —con razón— del insignificante número de chinos infectados en proporción a su población, a encontrarnos con una emergencia sanitaria en casa y todas las medidas impensables —cierre de fronteras, paralización de la economía— aplicadas por decreto.

Giordano, mientras tanto, consultaba los mismos datos, pero en lugar de fijarse solo en las cifras de víctimas mortales, todavía relativamente bajas, supo leer también el ritmo de contagio y la limitada capacidad de respuesta del sistema hospitalario europeo. Esto es, adivinó el desastre —como mi amigo Ubaldo Cuadrado, que también estaba en ello y me advirtió en su momento— antes que la mayoría.

Hila muy fino en cuestiones sobre la responsabilidad individual y la noción de comunidad

El librito que resultó de las reflexiones de Giordano no es, sin embargo, un simple cuaderno de profeta, que poco o ningún interés tendría a estas alturas. El escritor va también formulando preguntas muy oportunas, reflexionando sobre la marcha, con serenidad e inteligencia, no solo sobre lo que estaba pasando, sino también sobre lo que debería pasar. Recuerdo que, chateando una madrugada de confinamiento con una compañera, convinimos en que queríamos que aquello pasara, como todo el mundo, pero no a costa de no vivirlo, de cerrar los ojos y despertar con el alivio de quien está ya a salvo. Queríamos ser conscientes. Y Giordano también.

“¿Y de qué tengo miedo?”, se pregunta. “De todo lo que el contagio puede cambiar. De descubrir que el andamiaje de la civilización que conozco es un castillo de naipes. De que todo se derrumbe, pero también de lo contrario: de que el miedo pase en vano, sin dejar ningún cambio tras de sí”. ¿Cómo no suscribir esas palabras, a la vista de las prisas con las que las mentes menos reflexivas se han lanzado a desescalar, y las presiones con las que distintos poderes han exigido la vuelta inmediata a lo que ellos llaman normalidad?

El libro de Paolo Giordano es tan breve (80 paginillas, las mismas que el ensayo de Zizek, segundo en la carrera por publicar sobre el virus) que no se puede analizar mucho sin destriparlo. Solo adelantaré que, sin necesidad de impostar la voz del experto sabelotodo ni de jugar con las emociones del personal, hila muy fino en cuestiones sobre la responsabilidad individual y la noción de comunidad, sobre la verdad y la ciencia, sobre los retos del presente y las asechanzas del futuro… Léalo quien crea que esa velocidad que vuelven a imponernos, incluso en verano, nos está hurtando algunas consideraciones que deberíamos hacer con cabeza y corazón fríos.
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