Opinión

Barzani

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 8 minutos

Cuando ustedes lean esta columna, ya habrá arrancado la jornada histórica en la capital de los kurdos de Turquía: la que verá pasear juntos a Recep Tayyip Erdogan, primer ministro turco, y Masud Barzani, presidente del Kurdistán iraquí.

Digo histórica porque Turquía está convirtiendo la cita en algo de enorme relieve. No es la primera vez que Barzani se entrevista con Erdogan en Turquía; en septiembre pasado estuvo en Ankara en el congreso del AKP, el partido islamista en el poder desde 2002, y hace apenas una semana que su sobrino y primer ministro, Nechirvan Barzani, tuvo audiencia en la capital turca. Según la prensa turca, para firmar un acuerdo por el que Turquía enganchará su oleoducto al que ya ha construido Erbil, lo que hará fluir el petróleo kurdo hasta el puerto turco mediterráneo de Ceyhan y a los mercados europeos.

Pero esta vez es diferente. Esta vez, Barzani será recibido con algo así como honores de Estado, y Erdogan paseará a su invitado por la ciudad para inaugurar algunas instituciones, bendecir las nupcias simultáneas de 300 parejas y asistir a un concierto. No uno cualquiera: compartirán escenario Ibrahim Tatlises – la estrella del pop turco, de familia kurda, al que se le ha comparado tanto con Julio Iglesias como con Frank Sinatra – y Sivan Perwer, símbolo de la tradición musical kurda, exiliado en Alemania desde 1976 – se atrevió a cantar en kurdo cuando estaba prohibido – y quien regresará ahora por primera vez a su tierra.

El paseo triunfal de Erdogan y Barzani pondrá un fin espectacular a décadas de negación de la cultura kurda

En otras palabras: estamos ante la gran escenificación de la acogida de la cultura kurda en el seno de Turquía. Las prohibiciones ya están superados, la televisión pública emite en kurdo, Diyarbakir ya podrá llamarse cooficialmente Amed, el kurdo es asignatura optativa en algunos colegios, el Newroz se celebra sin cargas policiales… todo avances de los últimos dos años. Pero el paseo triunfal de Erdogan y Barzani pondrá un fin público y espectacular a muchas décadas de negación de la cultura kurda y las aspiraciones políticas kurdas.

¿Qué aspiraciones políticas? Barzani dirige la única entidad política kurda reconocida: la Región Autónoma de Kurdistán en Iraq. Su cita con Erdogan en Diyarbakir, la capital kurda de Turquía, lo eleva a algo más: al Gran Jefe de todos los kurdos. En detrimento de otros jefes, claro.

En detrimento, sobre todo, de los dirigentes kurdos de Turquía, reunidos bajo la bandera del roble que enarbola Paz y Democracia (BDP), en detrimento de quien los votantes del BDP veneran como máximo padre: Abdullah Öcalan, fundador del PKK. Fue noticia destacada que Erdogan durante su visita se va a reunir también con el alcalde de Diyarbakir, Osman Baydemir: como si esto no fuera parte de la agenda típica de un jefe de gobierno. Los diputados del BDP nunca han tenido derecho a una audiencia de tanto esplendor como que ahora recibe Barzani. Los kurdos buenos, para Erdogan, son los allende la frontera.

Barzani es bueno, precisamente, porque sirve a Erdogan para hacer méritos ante los ojos de la población kurda de Turquía, demostrar que habla kurdo en la intimidad, fotografiarse con Perwer (o al menos aplaudiéndole)… todo esto sin necesidad de hacer una sola concesión al BDP, que en las municipales de marzo será en estas regiones del sureste el gran rival del AKP. Sin necesidad, tampoco, de hacer un sólo gesto que desatasque el proceso de paz con el PKK, estancado desde verano. O tal vez estancado desde marzo, desde el mismo momento en el que Abdullah Öcalan proclamara, mediante carta leída en el Newroz, el fin de la lucha armada y la retirada de la guerrilla.

Fue el propio PKK – cuyos vínculos con el BDP son muy estrechos – quien advirtió a Barzani ante la visita que «no se subiera al autobús electoral del AKP». Pero Barzani y el PKK están muy distanciados; lo han estado siempre, pese a que Erbil nunca ha hecho ademán de expulsar a la guerrilla de los Montes Qandil, teóricamente territorio bajo su control. «Los kurdos no pueden luchar contra kurdos», se solía excusar. Algo que la guerra civil kurdo-iraquí de 1995 ha desmentido: entonces, Masud Barzani sí envió a sus peshmerga contra los de Yalal Talabani (ahora agonizante presidente kurdo de Iraq), su eterno rival, tantas veces enemigo como aliado. Como también han sido tantas veces aliado como enemigo los dictadores de turno de Teherán y Bagdad.

De cambiar de alianzas sabe algo la familia, desde que Ahmed Barzani se rebeló contra la monarquía iraquí bajo protectorado británico en 1931, su hermano Mustafa se exiliara a Moscú y más tarde muriera en Estados Unidos, no sin antes pasar el mando del clan – y el prestigio de medios siglo de luchas – a su hijo Masud.

Frente a Öcalan, que lanzó su primera proclama en los 70,  Barzani encarna generaciones de luchas kurdas

Comparado con la trayectoria de un simple estudiante como Abdullah Öcalan, que lanzó sus primeras proclamas en los años setenta, una década después de que Masud aprendiera a usar un fusil de asalto, el apellido Barzani encarna generaciones de luchas kurdas. Y frente a un PKK con ideología marxista, el clan de Erbil – una ciudad donde la ausencia de mujeres en la calle subraya nítidamente el carácter patriarcal de la cultura kurda tribal – puede sintonizar perfectamente con el discurso islamista y conservador de Erdogan. Y con el electorado kurdo del AKP.

Pero la alianza va más lejos de marzo, y más lejos que las elecciones generales de 2015. El objetivo prioritario es Siria. El mismo jueves, prácticamente con la chaqueta de viaje puesta, Masud Barzani lanzó una dura proclama contra el PYD (Partido Unión Democrática), que el lunes había proclamado un «gobierno interino» en las zonas kurdas de Siria: acusó al partido dirigido por Salih Muslim de actuar en connivencia con Bashar Asad y de oprimir a todos los demás movimientos kurdos de Siria.

Los jugadores han elegido pareja:  Barzani va con Erdogan y la oposición siria; el PYD con el PKK y el BDP

Curiosamente es la misma acusación – la de monopolizar el poder en Rojava, el Kurdistán sirio, que tiene su parte de verdad – que el día antes había pronunciado Ahmet Davutoglu, ministro de Exteriores turco. Tampoco sorprende que en Turquía es el BDP quien defiende, mediante comunicados y ruedas de prensa, la entidad política naciente de Rojava encabezada por el PYD: este partido siempre se ha calificado como «brazo sirio del PKK» y muchos de sus combatientes han pasado años en los Montes Qandil.

Con su comunicado, Barzani ha roto la baraja y ha abandonado lo que parecía hasta ahora una discreta tutela sobre el Kurdistán sirio. O tal vez quien quiso sacudirse esa tutela fue el PYD con una proclama cuyo valor práctico queda por ver, pero que vino un día después de que varios de los demás movimientos kurdo-sirios se integrasen en la Coalición Nacional Siria durante su congreso en Estambul, respaldado por Ankara. En resumen: todos los jugadores han tirado las cartas sobre la mesa y han elegido pareja. Barzani va con Erdogan y la Coalición Nacional Siria y enfrente forman bando el PYD, el PKK y el BDP.

Así están repartidos hoy reyes, sotas y ases. El comodín es Bashar Asad: dependiendo de como él juegue sus cartas con Moscú, Washington y Teherán, el PYD podrá afianzar su autonomía o tendrá que plegarse a la realpolitik. Y también depende del discurso que este sábado dará Masud Barzani, su capacidad – o su voluntad – de arrastrar a Erdogan hacia una reconciliación con el PKK, suavizar aristas y poner de nuevo en marcha el proceso de paz, tan en la cuerda floja ahora. De una cosa no cabe duda: el clan Barzani vuelve a apostar por la hegemonía de todo Kurdistán.

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© Ilya U. Topper | Especial para MSur

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