dogmas


Fresco en el convento de Maalula en Siria | I. U. T./M'Sur
Fresco en el convento de Maalula en Siria | I. U. T./M’Sur

El dogma cristiano proclama la salvación de la humanidad a través de la crucifixión y el sufrimiento del Jesucristo, considerado a la vez hijo de Dios y Dios en persona.

Sólo a través de este acto sería posible, según el dogma, alcanzar la salvación, dado que toda la humanidad está lastrada por el ‘pecado original’ de Adán y Eva, a saber: haber comido en el paraíso del fruto del árbol prohibido.

Este acto de comer la fruta prohibida – normalmente representada como manzana – se describe en la Biblia como una transgresión de las leyes impuestas por Dios, pero en el dogma se asocia al acto sexual: en el momento de comer la fruta, Adán y Eva reconocen su desnudez como «vergüenza» y son expulsados del paraíso.

Desde entonces, todo acto sexual, si bien imprescindible para preservar la humanidad, reproduce aquel pecado original y reafirma el estado pecaminoso no sólo de los adultos sino también del niño que nazca de aquel acto.

Aceptar el acto de crucifixión de Jesucristo como sacrificio divino destinado a salvar la humanidad y someterse al bautismo es, según el dogma, la única vía por la que una persona puede evitar el infierno.

Ritos

Dos ritos o sacramentos básicos marcan la vida de un cristiano: el bautismo poco después de nacer (o en el momento de convertirse, si no nace en una familia cristiana), la comunión, que se toma a partir de la adolescencia y, finalmente, un entierro cristiano.

El bautismo, realizado con agua por un sacerdote, «lava» el pecado original y abre la posibilidad de que esta persona acceda al paraíso (un niño que muere sin haber bautizado está condenado al infierno o, según algunas interpretaciones teológicas, a una parte del infierno conocida como limbo y no asociada al castigo).

La comunión, más exactamente definida como eucaristía, forma parte de la misa, el rito que debe congregar al menos cada domingo la comunidad de los creyentes. Se toma normalmente a partir de los 7 años en la Iglesia católica y conmemora la última cena de Jesucristo, en la que éste repartió pan y vino declarándolos carne y sangre suya. El creyente debe tragar una hostia (fina galleta) consagrada, que se supone convertida en la carne de Jesucristo y transportadora de la gracia divina. Sólo el sacerdote, en cambio, bebe el vino, transformado de la misma manera en sangre. Esta transsubstanciación se considera uno de los misterios de la fe.