Crítica

En la cocina del escritor

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 5 minutos
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Mircea Cartarescu
El ojo castaño de nuestro amor

Género: Relato / Ensayo
Editorial: Impedimenta
Páginas: 208
ISBN: 978-84-16542-32-1
Precio: 19,95 €
Año: 2012 (2016 en España)
Idioma original: rumano
Traducción: Marian Ochoa de Eribe
Título original: Ochiul căprui al dragostei noastre

El caos era indescriptible: una se hacía las uñas de los pies, otra se rociaba las bragas con intim spray, otra se morreaba con un tipo, y Mira y Altamira (¿pensabais que no existen en realidad? Pues sí que existen y siguen viviendo juntas) se abrazaban bajo las sábanas de la misma cama. D. estaba acostada en la litera superior.

Si usted, lector, ha leído el volumen Nostalgia de Mircea Cartarescu, reconocerá a Mira y Altamira de uno de los cuentos (para los que no lo hemos hecho, la editorial ha colocado una nota a pie de página). Y se dará cuenta de que en esta entrega, El ojo castaño de nuestro amor, Cartarescu nos ofrece una especie de making of de su literatura. Aquí están las cosas que realmente vivió y que le inspiraron las escenas por las que hoy es un aclamado escritor. Las cosas y las personas: parte de su desbordante imaginación, cuenta el autor, se la debe a D., la chica de la litera de arriba, la que dormía con los ojos abiertos. Mejor dicho, a los sueños que ella le contaba. Los sueños no tienen copyright.

Las veinte piezas de este volumen son una colección heterogénea de ensayos, reflexiones y fantasías, una especie de cajón de sastre con un hilo conductor autobiográfico. En realidad sólo hay dos relatos en el sentido clásico: ‘Zaraza’, ubicada en la Rumanía de 1944, romántico, oscuro y cruel, como un cante gitano, y ‘La chica del borde de la vida’, una extraña fantasía de escritor de mundos múltiples.

El en otro extremo de la cuerda hay dos o tres ensayos puros: ‘Europa tiene la forma de mi cerebro’, sobre las coordenadas culturales de nuestro continente, o ‘El gato muerto de la poesía de hoy’, una especie de lista comentada de los poetas rumanos del siglo.

El autor traza un rápido, agudo y plástico retrato de la Rumanía comunista y la poscomunista

Pero el grueso lo forman relatos autobiográficos, como el del fragmento citado arriba, en los que Cartarescu – dan ganas de llamarlo Mircea, de cercano que se presenta – relata experiencias de infancia y juventud que lo marcaron y que luego aparecerán, algunas, en sus obras. O que simplemente determinaron su época: en ‘Los años robados’, ‘Mi primer vaquero’ y ‘La época del nes’ traza un rápido, agudo y plástico retrato de la Rumanía comunista y la poscomunista. Sin juzgar demasiado: mirándose en el espejo de su juventud. Aún conservan el mal olor, dice el escritor, “el olor a los 90 en Rumanía, a miedo, a in­seguridad, a desesperación”, los tres discos de Dylan, Lennon y Pink Floyd por los que gastó entonces sus últimas desesperadas monedas. Sin tener donde escucharlos.

Todas hieren, dijo un poeta de las horas. Y aquí está registrada la huella que dejaron. Es como si el autor nos llevara a la cocina de su casa y nos mostrase ollas, sartenes, verduras y despensa: con estos mimbres, parece decir, he fabricado los platos que ustedes han degustado. No sorprende – para eso, Cartarescu tiene la mano entrenada – que estas piezas se conviertan en relatos por derecho propio, narrados con tesón y aparentes dosis de fantasía.

¿Un juego del escritor para dar una vuelta a su vida y proyectar en ella su obra, hacia atrás?

¿Quizás sean todo fantasía? ¿Quizás esto sea un juego del escritor para dar una vuelta a su propia vida y proyectar en ella, hacia atrás, lo que más tarde inventaría en sus libros? Derecho tiene a hacerlo: es su oficio; y contar algo en primera persona, incluso haciéndose llamar Mircea, no es garantía, no debe serlo.

Desde luego es convincente: no me sorprendería que mañana alguien pusiera en la Wikipedia que Cartarescu tuvo un hermano gemelo. Y puede que sea cierto. Que escribió Levante, su obra magna, en una desvencijada máquina de escribir en la cocina de su casa, mientras con la otra mano movía el coche de su hijita, ya lo he leído en alguna parte.

En resumen, este es un volumen para seguidores de Mircea Cartarescu. Con certeza no es el primer libro de Cartarescu que usted, lector, se debería comprar: para eso hay otros libros suyos, capaces de encandilar más; consulte el catálogo de Impedimenta o pruebe aquí con Lulú o Levante.

Ya sabemos que muy pocos escritores son capaces de resistirse a la tentación de todo mago – que los magos tienen estrictamente prohibida -: explicar el truco después de cosechar los aplausos. Pero nunca se debe explicar el truco antes. Por eso, aparte el oído, lector, si no es aún su turno.

Salvo, claro, que quizás todas estas confesiones no sean otra cosa que un nuevo trampantojo de ese prestidigitador de las letras llamado Mircea. ¿Realmente dormía D. con los ojos abiertos?

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