Opinión

Venganza y justicia

Saverio Lodato
Saverio Lodato
· 7 minutos

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Corren tiempos desventurados
para la Antimafia que ve caer mitos antimafiosos de cartón piedra y trayectorias desprejuiciadas, certezas procesuales adquiridas con el tiempo y el consenso de los ciudadanos siempre más desconcertados, desilusionados, al límite de la resignación, incrédulos frente a este oscuro aquelarre de noticias desoladoras que inundan los periódicos y telediarios. Lo mínimo que se puede decir es que la Antimafia goza hoy de pésima salud, y que las palabras están ya reducidas a ineficaces paños calientes sobre un pueblo enfermo y ulcerado.

Como no es suficiente, se han hecho habituales los enterradores que esperan, aprovechando la situación, que el contagio se extienda, para dar así el golpe de gracia a este paciente que creen en estado terminal. No pretendemos ayudar a acentuarlo. Mostrar la situación, como se dice, más trágica de como es.

Hay una idea rancia de una Antimafia “equidistante de los políticos y de la administración pública”

No habría motivo, si se vislumbraran en el horizonte ideas inteligentes, terapias eficaces, análisis competentes, providenciales autocríticas; si se elevaran voces fuertes y jóvenes, en definitiva todo aquello que sería necesario para volver a empezar de nuevo con una dirección radicalmente nueva. Pero de momento, todavía no se ve nada de esto, a excepción de aquella idea, que en este diario hemos definido como “rancia”, de una Antimafia finalmente “equidistante de los políticos y de la administración pública”.

Y luego, lo repetimos, están los enterradores, esos que en los últimos treinta años han cerrado filas mudos, mudos y cuerpo a tierra en defensa de los mafiosos y de sus intereses, y que ahora, olfateando el olor de la sangre, ocupan las candilejas criticando ferozmente a esa Antimafia agonizante. Y a los cuales, dicho sea de paso, la “idea rancia” no les disgusta en absoluto.

Son pensamientos que se me pasaron por la cabeza la otra tarde, durante la visión en primicia en Roma, en una sala del Congreso de los Diputados, de un “chocante” filme producido por RAI 1, dirigido por Gianfranco Albano, dedicado y titulado Felicia Impastato. Y que será emitido en prime time en RAI 1 el martes 10 de mayo [2016]. Estaban el director general de la RAI, Antonio Campo Dall’Orto; el presidente del Senado, Piero Grasso, y la presidenta del Congreso, Laura Boldrini.

Felicia fue la madre de Peppino Impastato, asesinado por sicarios de Gaetano Badalamenti

Felicia Impastato, para los pocos que aún no lo sepan, fue la madre de Peppino, el valiente militante de Democrazia Proletaria, que en Cinisi, a las puertas de Palermo, desde los micrófonos de Radio Aut, libraba una durísima batalla contra los mafiosos del pueblo. Fue asesinado por un grupo de sicarios a sueldo del boss Gaetano Badalamenti, el mismo día del descubrimiento del cadáver de Moro, el 9 de mayo de 1978, y su cuerpo arrastrado a la vía del tren fue hecho pedazos por un artefacto explosivo con el fin de simular un atentado terrorista fallido.

Historia, ésta, muy bien contada por Marco Tulio Giordana en su película I cento passi, pues cien era el número de pasos que separaban la casa de los Impastato de la de Badalamenti. Y –no por casualidad– la guionista de ambos trabajos es Monica Zapelli, convencida desde hace tiempo de que sobre el tema Mafia es preferible hacer razonar a los espectadores más que hacerles llorar.

Pero vayamos ahora a la película de Gianfranco Albano, que retoma el tema en el punto en el cual se quedó Giordana.

Hemos dicho que es “chocante”. Lo es por contar la historia de una madre que tras la muerte del hijo rechazará durante 24 años la versión del Estado: la del atentado terrorista o, en segunda instancia, la del suicido del propio Peppino. Y lo hará exigiendo la verdad. No la venganza que sus propios parientes mafiosos (uno de ellos en la película es Paride Benassai) le ofrecieron en bandeja de plata después de ser ultrajado el Honor de los Impastato con el asesinato de Peppino.

Felicia, con su orgullo y su fiereza, con su honor de mujer siciliana que ni se quiebra ni se dobla, que cree tercamente que deberá llegar “el día de la verdad”, llamará a todas las puertas de la justicia, a la del juez Gaetano Costa, a la de Rocco Chinnici, a la de Giovanni Falcone y Antonio Caponnetto, a la de Carlo Caselli y de la fiscal sustituta Franca Imbergamo (interpretada por Barbara Tabita).

En la cinta de Albano, Felicia es interpretada por Lunetta Savino, que ha culminado un difícil proceso de identificación sin el cual el filme habría caído en los cánones del típico cine mafioso.

Desde el momento de encontrar el cuerpo de Peppino, los carabinieri decidieron ensuciar su memoria

Hay que decir que desde el momento en que se encontró el cuerpo estragado de Peppino, los carabinieri decidieron ensuciar su memoria. No inspeccionaron el caserío donde Peppino fue masacrado. No interrogaron a los guardagujas de la vía donde dieron por hecho desde el principio que había tenido lugar el fallido atentado terrorista. Y todavía peor. Hicieron desaparecer las actas de una investigación de Peppino sobre precisos intereses mafiosos en Cinisi. Documentos que habían sido intervenidos en casa de Felicia y de Giovanni, el hermano de Peppino (presente la otra tarde en el preestreno del filme, donde pronunció un conmovedor discurso), y que en la película está interpretado por un convincente Carmelo Galati. Pruebas, documentos, hallazgos recogidos por Giovanni, por su novia Felicetta (interpretada por Linda Caridi) y por un grupo de amigos de Peppino que durante años tuvieron que buscar la verdad por su cuenta.

Sería bonito si otros directores, con la misma mano cerrada de Albano, contaran en sus series de ficción televisivas la suerte análoga que corrieron los diarios del general Carlo Alberto Dalla Chiesa, los de Giovanni Falcone, la agenda roja de Paolo Borsellino. Documentos estos que, como los de Peppino, fueron tragados por la “Aspiradora” del Estado, para alimentar hasta el infinito la fabulilla de una Mafia que hacía todo sola.

Los italianos podrán hacerse una idea rigurosa de cómo actuaron en sintonía Estado y mafia

Otro de los motivos por los que el filme es “chocante” reside en el hecho de que la cinta cuenta todo esto a las claras. Los italianos podrán hacerse una idea rigurosa de cómo actuaron en sintonía, en aquel miserable suceso, esos que me gusta definir como el Estado-Mafia y la Mafia-Estado. Se harán una idea de qué significa la palabra “jugar al despiste”. Entenderán qué tesoros humanos representaron para la justicia italiana hombres como Costa, Chinnici, Falcione, todos oportunamente asesinados por el Estado-Mafia y por la Mafia-Estado. Pero queda el hecho de que Felicia y Giovanni Impastato, al final, obtuvieron justicia en una sala de la Corte de Apelación. Gaetano Badalamenti, entre tanta cadena perpetua, sumó también aquella por el asesinato de Peppino.

¿Qué moraleja extraemos de esta historia? Que Felicia se fabricó su antimafia personal. Rara en aquel tiempo, como el siciliano cerradísimo, única lengua en la que sabía expresarse. Pero mortal para sus enemigos, devastadora, porque la movía una determinación extraordinaria. Y en el filme de Albano, los italianos esto no podrán evitar verlo. Con la buena paz de los enterradores que de Antimafia no querrían volver a oír jamás una sola palabra.

© Saverio Lodato | Publicado en Antimafiaduemila | 6 Mayo 2016 | Traducción del italiano: Alejandro Luque

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