Entrevista

Pietro Bartolo

«Quiero que entiendan que los inmigrantes son seres humanos»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 17 minutos
pietro bartolo
Pietro Bartolo (Lampedusa, 2017) | © Alejandro Luque / MSur

Lampedusa | Agosto 2017

Aunque la prensa y varias instituciones lo han elevado a la categoría de héroe nacional, a Pietro Bartolo (Lampedusa, 1956) algunos lo consideran persona poco grata incluso en su isla natal. Médico especializado en ginecología, desde 1992 empezó a ser testigo de la llegada de migrantes desde la costa africana, una afluencia que en las últimas décadas no ha parado de crecer hasta adquirir dimensiones trágicas.

Bartolo ha estado en primera línea, atendiendo a quienes llegaban a Lampedusa en condiciones lamentables o incluso, con mucha frecuencia, sin vida. Buena parte de esta experiencia la ha narrado en el libro Lágrimas de sal, traducido en España por Debate. Su popularidad se disparó en cambio tras protagonizar el documental Fuocoammare, del director Gianfranco Rosi, que ganó el Oso de Oro en Berlín y fue candidata al Oscar. Después de esta entrevista, ha sido elegido eurodiputado.

En la calle principal de Lampedusa, cuya actividad se multiplica en época estival, Bartolo aguarda al periodista acompañado por algunos paisanos en el interior de una cafetería. Sin embargo, cuando empezamos a hablar, los camareros empiezan a golpear exageradamente los cacillos de la máquina de café y a activar las opciones más ruidosas. “Aquí parece que no somos bienvenidos”, dice Bartolo visiblemente contrariado. “Vayamos a otro lado”. Nos instalamos en una terraza al sol, bastante más hospitalaria y, ahora sí, comienza la entrevista.

¿Recuerda cómo era la situación en Lampedusa al principio, cuando la llegada de los barcos era todavía un fenómeno desconocido?

Al principio los migrantes venían de forma autónoma con sus barcos, que llamaban “carretas del mar”. Pero no eran carretas en absoluto, sino barcos importantes: al atravesar todo el Mediterráneo y llegar a Lampedusa tenían que ser embarcaciones bastante robustas. A bordo también estaban los traficantes, que eran los que navegaban para traerlos a Lampedusa, porque aquellos migrantes eran personas que, en muchos casos, nunca habían visto el mar. Por eso necesitaban un timonel, alguien que los trajera. En cambio, desde 2013, desde que Italia puso en marcha la operación Mare Nostrum, los traficantes ganan mucho más dinero, porque ya no compran esas barcazas, que son muy caras; compran lanchas neumáticas, y ahora utilizan estas embarcaciones destartaladas que se hunden más fácilmente. Como resultado, ha aumentado el número de naufragios y de muertes.

¿Cómo ha evolucionado la política italiana con la migración y concretamente en Lampedusa?

«No saben que las personas que los esperan, a las que ven como salvadoras, son sus verdugos»

Al principio eran los propios habitantes de Lampedusa los que se interesaban por la gestión de este fenómeno. Luego, a partir de 2013, desde la tragedia de Lampedusa [un naufragio con 359 muertos en octubre de ese año], el Estado italiano se hizo cargo de este fenómeno, regularizándolo, con una acogida bastante organizado, con toda una organización que es bastante eficiente, desde el desembarco hasta cuando salen. Este centro de acogida se convirtió luego en un punto caliente, y en un punto caliente, de acuerdo con el Tratado de Dublín, existe la obligación de identificar [a los migrantes] y, por lo tanto, todos están identificados. Hasta hace poco, muchos de ellos no se dejaban identificar, pero no porque fueran delincuentes, sino porque saben que, al ser identificados, ya no pueden salir de Italia. Así que antes se resistían, ahora saben que, si no se identifican, no saldrán de Lampedusa.

¿No se quieren quedar en Italia?

Su destino no es Italia. Sabemos que es Francia, Alemania, los países del norte. Allí tienen a parientes, amigos, puntos de referencia, también tienen a gente esperando para explotarlos. Ellos no lo saben. No saben que esas personas que los esperan, a las que ven como salvadoras, son al final sus verdugos, son las que los explotarán, tal vez para el resto de sus vidas. Porque para llegar a Europa, a Lampedusa, a Italia, además del dinero que llevan para pagar la travesía, para pagar el pasaje en el desierto, se ven obligados a trabajar durante años en Libia para poder pagarse el viaje. Además de esto, también tienen deudas para llegar a Europa, que a veces llegan a 40.000 o 50.000 euros. Son deudas que tienen que pagar y no pueden eludirlas.

¿Cómo los obligan a pagar?

Las organizaciones que los tienen controlados explotan a las mujeres para que se prostituyan, a los hombres para que trabajen en el campo, para que se conviertan en narcotraficantes, para que se conviertan en delincuentes, porque si no pagan amenazan con matar a sus familias, a todos los que tienen allá y a todos los que tienen acá. Y así a veces se ven obligados, los pobres, desgraciadamente, a delinquir, a traficar con drogas, a robar y esto obviamente es un problema en el país donde llegan. Es obvio que molestan, pero se ven obligados a hacerlo, porque si no lo hacen —tengo experiencia directa de ello— los amenazan de muerte a ellos y a sus familias.

En España se suele pensar que la mafia del tráfico de personas solo existe en África. ¿Es así?

Absolutamente no.

¿Aquí, en Europa, hay una mafia de la inmigración?

Por supuesto que la hay. Es toda una organización internacional. Cuando hablamos, por ejemplo, del tráfico de órganos, cuando se extrae un órgano en el Sinaí, en esas clínicas, o en Sama, en esa instalación en la frontera con Nigeria [a gente que no puede pagar y lo único que puede dar es un órgano], y el órgano llega a la India o a Rusia o a otros lugares, hay una organización detrás que se comunica.

Del médico al empresario…

«Es un negocio de miles de millones, hay intereses que son incluso mayores que el narcotráfico»

Exactamente. Es toda una organización internacional que hace grandes negocios. Un negocio tan grande y rico que, obviamente, les conviene a muchos. Un negocio de miles de millones, del que todos se aprovechan: los traficantes, los contrabandistas, los que transportan, algunos políticos, algunos periodistas. Tal vez incluso alguna ONG, no lo sé, los jueces dicen que sí. Ellos investigarán toda esta situación. Todo esto es obviamente difícil de combatir o eliminar, porque detrás hay grandes intereses. Intereses que son incluso mayores que el narcotráfico. Hubo alguien que fue interceptado por teléfono que decía: “Estos son más rentables que la droga”.

Se habla de la posibilidad de que el Gobierno italiano intente retener a los inmigrantes en Libia, pactando con las autoridades del país. ¿Sabe algo de eso?

Europa cometió un error muy grave en el pasado. En el pasado reciente. Algo con el que no estuve de acuerdo, que condeno firmemente y por el que me avergüenzo de decir que soy europeo —me enorgullece decir que soy italiano, pero no que soy europeo— y es que Europa le diera dinero a [el presidente turco Recep Tayyip] Erdogan para ignorar y eliminar un problema o un fenómeno, como queramos llamarlo. Sin saber lo que pasa al otro lado, sin saber qué hace Turquía con esas personas. Mientras tanto, hemos eliminado el problema y eso es todo. Luego lo que quiera hacer Turquía, que lo haga. Y este es el primer error. No me gustaría que estos contactos que se están haciendo con Libia, por parte de Francia y también de Italia, fueran un segundo Erdogan.

¿Por qué se siente orgulloso de ser italiano?

Italia se ha distinguido en el mundo por su hospitalidad y solidaridad. Lampedusa lo ha hecho, pero Lampedusa es Italia. Sicilia lo ha hecho, pero Sicilia es Italia. Italia ha dado lecciones a todo el mundo de acogida y solidaridad y ahora, en cambio, lo hace todo al revés, es decir, intenta pactar con Libia para mantener a la gente en el otro lado.

¿Y por qué Italia es así, frente a otros países?

Italia, como España, es un país de mar. Siempre ha sido un país de cruce, en el que se han encontrado todas las poblaciones que han vivido en el Mediterráneo, desde la antigüedad, desde los egipcios, los turcos, los árabes, los fenicios, los cartagineses, los griegos: todos los que han navegado en este Mare Nostrum, que entonces nos trajo riqueza, cultura, tradiciones, novedades. Nos hizo crecer. Sicilia, Italia son la cuna de la cultura mediterránea; también gracias a estos encuentros.

¿Y qué tendría que hacer Europa?

«Hay que permitirles llegar a Europa por medios más seguros, incluso haciendo una selección»

Hay que hacer acuerdos para poder ayudar a esas personas, para evitar que se embarquen, para evitar que mueran en el Mediterráneo y quizás permitirles llegar a Europa por otros medios más seguros, quizás incluso haciendo una selección, con la que también puedo estar de acuerdo. Es decir, dejando venir a los que tienen derecho. Sin embargo, cuando hablamos de traer a los que tienen derecho a venir, debemos hacerlo por medios seguros, por avión o por barcos correo. No por los medios de ahora. Ahora todo está mal: tanto las ONGs como los barcos militares. La prueba es que, desde que están ellos, el número de naufragios y muertes ha aumentado. Los que se han beneficiado solo son los traficantes y esta pobre gente es la que se ha llevado lo peor.

¿Y quién tendría derecho, en su opinión?

Los refugiados, todos los que huyen de la guerra, pero también los emigrantes económicos, los que normalmente no se consideran con derecho. Estos en mi opinión tienen tanto derecho como los otros, porque huyen del hambre, de una muerte segura. Así que, para mí, morir de guerra o morir de hambre no supone ninguna diferencia, en definitiva es morir. Ciertamente, haríamos una comprobación, como hacemos aquí en los puntos calientes, para ver quiénes son. Si son delincuentes, si son mala gente, si son personas que quieren venir a hacer daño, se quedan en el otro lado. De lo contrario, se llevan a este lado.

¿No se puede escapar de una muerte segura por hambre sin cruzar a Europa?

Libia también puede ser un país en el que, como ocurría antes de Gadafi, se puede vivir. Mucha gente encontró trabajo, no encontró una vida de grandes lujos, pero consiguió trabajar como campesino o albañil y se las arregló para ganarse la vida. Aquí, tengo que decirlo, ni siquiera pueden sobrevivir, así que en este momento es mejor que se queden en Libia donde, si hay un gobierno estable, un gobierno que intenta ayudarles, esto sería posible. Por otra parte, Libia es un país de un enorme territorio, con 5 millones de habitantes y con muchos recursos, muchas riquezas y con mucho potencial en lo que se refiere a agricultura y turismo. Desde el punto de vista turístico, Libia no está nada aprovechada. Tiene un mar extraordinario, unas costas preciosas y podría ser un futuro destino para el turismo internacional. Así que hay necesidad de mucha gente allí y creo que es un error no aceptar a esas personas. Desde el punto de vista humano —si fuera por mí los acogería a todos, a toda África— pero también desde el punto de vista de la conveniencia: necesitamos a esa gente.

A toda África… Eso sería lo que algunos llamarían una invasión.

«Gracias a los inmigrantes, la seguridad social sigue funcionando: ingresaron 8.000 millones y gastamos 3.000»

No es verdad que haya una invasión. No es cierto en absoluto. ¿Cuántos son? Muy, muy pocos. Y necesitamos a esas personas, porque el continente europeo es un continente viejo, Italia más que nunca. Aquí ya no nace nadie. El año pasado tuvimos un descenso demográfico impresionante. El presidente de la Seguridad Social (INPS) dice que gracias a los inmigrantes, el INPS sigue funcionando, porque el año pasado ingresaron 8.000 millones de euros en las arcas del Estado. Gastamos 3.000 millones en ellos, así que tenemos un excedente de 5.000 millones. Los pocos que están en regla; imagínate si lo fueran todos. Podrían ser realmente nuestra salvación. Porque dentro de veinte años, cuando no haya más jóvenes que trabajen, ¿quién irá a recoger tomates, patatas o a ordeñar vacas? El trabajo manual es necesario, no es que todas las personas puedan ponerse detrás de un ordenador o que todos podamos ser contables o ingenieros. También se necesita mano de obra en las fábricas, en los establos, en el campo. En el norte, todos los que no los quieren, todos los que son racistas, tienen que saber las fábricas las mantienen ellos.

Pero hay quien recela de tanto flujo de población desde fuera…

Ellos son una suerte. Desde todos los puntos de vista. Primero, porque no le quitan el trabajo a nadie, porque vienen a hacer los trabajos más humildes que ya nadie quiere hacer; segundo, porque traen su cultura y sus tradiciones. Además, la mezcla de ADN diferente no hace más que fortalecer la especie: se vuelve más fuerte, más resistente. Por supuesto también podemos crear una raza pura, hubo alguien que quiso crearla. Podemos cruzar hermanos y hermanas. Pero son razas frágiles, enfermas, débiles. En el bagaje hereditario, también desde el punto de vista científico, existe el enriquecimiento mutuo. Es bueno para ellos y para nosotros.

Hay quien dice que nosotros, los españoles, los europeos, no tenemos la culpa de que lleguen pateras de migrantes. ¿Usted cree que sí?

Claro que tenemos la culpa. África es el continente más rico del mundo, donde viven los más pobres del mundo. ¿Habrá algún problema? ¿Nos planteamos esta pregunta? El problema somos nosotros. Somos nosotros los que les hemos explotado todos estos años, robándoles, llevándonos su petróleo, sus piedras preciosas, su silicio, su marfil. Les obligamos a matar a sus animales para sobrevivir. Somos nosotros. Indirecta o directamente tenemos la culpa. Cuando digo “tenemos” no hablo solo de Europa, todos fuimos allí a colonizar y robar. También creamos obras para ellos, carreteras, puentes, pero siempre intentamos mantenerlos en la ignorancia, para que no levantaran la cabeza.

No solo Europa, dice…

Estados Unidos también, Rusia también. Todos tienen intereses en esos países y por eso a veces son responsables de algunas guerras. Entonces, si somos responsables de haberlos puesto en esas condiciones, de haberlos puesto en fuga de guerras, de persecuciones religiosas, del hambre, también tenemos el deber de acogerlos y ayudarles, independientemente de la responsabilidad. Hablo del deber: aunque no tuviéramos ninguna responsabilidad, seguimos teniendo ese deber como seres humanos de hacer respetar los derechos y valores humanos. Tenemos el deber de ayudar a los que necesitan ayuda. Es la base de los valores humanos. Somos humanidad. Si nos quitamos eso, ¿qué somos? Basura.

¿Se ha sentido aislado aquí, como un Quijote, incomprendido?

«He visto cosas atroces y nadie me ha preguntado nunca si necesito apoyo psicológico»

A veces. Hasta cierto punto, sí. Ahora hemos conseguido crear un pequeño grupo. Pero seguimos siendo pocos. Nunca he dicho eso, pero me he sentido solo, sobre todo desde el punto de vista humano. He visitado a más de 300.000 personas, soy el médico que ha hecho más inspecciones de cadáveres de mujeres y niños en el mundo . He visto cosas atroces y he tenido que hacer cosas atroces. Nadie me ha preguntado nunca si necesito apoyo psicológico. Todo el mundo lo ha recibido, incluso los que no han visto ni un muerto o un emigrante: la policía, la capitanía marítima, los propios habitantes de Lampedusa. Tal vez porque se piensan que soy el que hace las inspecciones y que ya estoy hecho de hierro. Pero sé yo lo que tengo dentro. Pesadillas todas las noches.

¿Cómo se imagina el final de todo este tráfico?

Espero que todo esto termine lo antes posible. Por ellos, por su sufrimiento, por todos los sufrimientos que se ven obligados a soportar: todas esas infamias, todas esas torturas, suplicios, violencias. Mujeres, hombres y niños. Les pido perdón, porque yo también me siento responsable. Espero que termine lo antes posible. Hoy. O mejor dicho, ayer. Para poner fin a esta vergonzosa página de la historia de la humanidad, en el mundo “civilizado”; no estamos en la edad de piedra. Está ocurriendo delante de nuestros ojos. Es algo infame. Inhumano. Y nosotros solo miramos. Hablamos en la televisión y escribimos. Y mientras hablamos, hay niños que mueren. Puede que dentro de un rato me llamen y me digan: “Mire, doctor, ha habido un naufragio. Han muerto 200 personas”. No, ni siquiera dicen “personas”, solo dicen “200”. Pero son personas.

El lenguaje es muy importante, ¿no?

«Cuando llegan al embarcadero, les pido a todos que adopten un comportamiento humano»

Hablo de personas con un nombre, con un apellido, con una historia, con todo su sufrimiento y con todas sus tragedias. Porque a veces pensamos que no son seres humanos, que son diferentes. Pero son como nosotros. Tienen los mismos sentimientos. En mi libro hablo de un chico de 19 años: lo veo llorar y me dice que echa de menos a su mamá. ¿En serio? Son personas como nosotros con los mismos sentimientos que nosotros, ¿o no lo son? ¿No echan de menos a sus madres? ¿Son monstruos, son extraterrestres? No, son como nosotros. Y tenemos un deber, porque si no, no somos nada.

¿Cree que el éxito de la película Fuocoammare ha cambiado algo?

Claro que sí. De forma absoluta, no. ha llegado a remover algunas conciencias y al menos se habla de ello.

¿Quiere trabajar aquí siempre?

No, no quiero trabajar así. Quiero que esto se termine hoy. Quiero volver a ser un médico normal. Todos los premios que se me han otorgado en el mundo [el Oso de Oro, la nominación a los Oscar, el reconocimiento de Caballero, el de Comendador] me importan un bledo. Lo que me importaba era que este mensaje pueda llegar. El libro también se ha traducido al chino, a todas las lenguas europeas, porque quiero que este mensaje llegue. El libro hace que la gente piense. Hace que la gente empiece a reflexionar y a decir “Pero entonces son gente como nosotros” y eso me alegra.

Usted también estuvo a punto de perder la vida en el mar y perdió a su tío: no está lejos de esta realidad.

Todos estos hechos también han influido en mi vida. Y también ha influido el carácter de los habitantes de Lampedusa. Cuando llegan al embarcadero, les pido a todos que adopten un comportamiento humano primero y médico después, independientemente de que se trate de un médico, un voluntario o un militar. Eso cambia su perspectiva, porque hasta poco tiempo antes se les trataba peor que a los animales. Quiero que entiendan que son seres humanos. No cuesta nada: una sonrisa.
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