Entrevista

Davit Babayan

«No existe solución para el conflicto de Karabaj»

Karlos Zurutuza
Karlos Zurutuza
· 11 minutos
Davit Babayan (Goris, Armenia, Ago 2021) | © Andoni Lubaki

Goris (Armenia) | Agosto 2021

La agenda de Davit Babayan (Stepanakert, 1973) está a rebosar en un momento en el que el acceso al enclave en disputa queda vetado a periodistas internacionales. Aún así, conseguimos coincidir finalmente en Goris, la última ciudad armenia antes de la frontera de facto. Durante casi dos décadas, este licenciado en Economía y Ciencias Políticas simultaneó su trabajo como docente universitario con puestos de alta responsabilidad en el Gobierno de Nagorno Karabaj, el enclave armenio en Azerbaiyán que se declaró república independiente en 1991, y desde enero pasado ocupa el cargo de ministro de Exteriores de este territorio que los armenios llaman Artsaj.

Babayan llegó al cargo pocas semanas después de la guerra de 2020 en la que Azerbaiyán recuperó importantes partes del territorio, en general zonas habitadas hasta los años ochenta por una mayoría azerí y que desde entonces habían quedado bajo el control de las milicias armenias de Karabaj como franja de defensa, pero sin repoblarse. El acuerdo de paz de noviembre de 2020, con mediación de Rusia, fue celebrado como una victoria por Azerbaiyán, que reincorporó estas zonas a su territorio, dando el conflicto por terminado, aunque sigue sin resolverse el estatus del Alto Karabaj propiamente dicho, que sigue bajo control armenio.

Con una población de unas 150.000 personas, la república no está reconocido por ningún Estado del mundo, ni siquiera por la vecina Armenia, y tampoco necesariamente por sus habitantes y teóricamente ciudadanos: el propio Babayan subraya que el objetivo es unirse a Armenia. Los lazos son estrechos y la derrota en la batalla en 2020 estuvo a punto de acabar con el Gobierno del primer ministro, Nikol Pashinyan, que había llegado al poder tras una revuelta popular en 2018, si bien el político finalmente se afianzó tras convocar elecciones anticipadas y ganarlas en junio pasado.

«La prioridad es Rusia: Bakú nunca se atreverá a empezar una nueva guerra con Moscú»

Babayan habla sin tapujos, a veces incluso con vehemencia. Para él, la guerra sigue en curso. No en vano, repite, los armenios se encuentran en “el peor momento de su historia desde 1915”, cuando más de un millón de ellos fueron expulsados de Anatolia y exterminados en el que se considera el primer genocidio del siglo XX. El ministro cabotea por las aguas del discurso más pasional pero sin perder de vista la realidad en tierra firme. “No hablamos de una guerra religiosa: ni ellos conocen los cinco pilares del islam ni nosotros los nombres de los apóstoles”, señala el armenio. Más allá de la propia naturaleza del que es ya el conflicto más longevo de la extinta Unión Soviética, la pregunta es cómo se apaga ese incendio. Para eso no tiene respuesta.

¿Por qué no podemos tener esta entrevista en Nagorno Karabaj?

Por culpa de un grupo de periodistas de la diáspora con pasaporte extranjero que se presentaron como “patriotas armenios” antes de entrar en Artsaj y sacaron fotos de las tropas de interposición rusas, a pesar de que les dijimos que no lo hicieran. Por supuesto, estos idiotas las publicaron y sabemos que muchas de ellas llegaron incluso a manos de servicios de inteligencia extranjeros. Tras ello, Moscú decidió tomar cartas en el asunto y restringir el acceso y seguimos intentando recuperar la confianza de los rusos.

¿Es Moscú quien manda ahora en Karabaj?

Mire, después de la guerra y de todo lo que está pasando nos encontramos en una posición muy vulnerable. Tenemos que levantarnos de entre las cenizas y necesitamos prácticamente de todo, especialmente seguridad. A día de hoy, solo los rusos nos la pueden garantizar. La rusa es una misión humanitaria, nos salvaron de la aniquilación total y, si bien queremos mantener buenas relaciones con Francia, con Europa, con todos, la prioridad es Rusia. Bakú nunca se atreverá a empezar una nueva guerra con Moscú y confiamos plenamente en el sentido de la responsabilidad de Rusia para mantener la paz y la estabilidad en la región.

¿Hay alguien más ayudándoles?

A la comunidad internacional se le llena la boca de buenas palabras, pero luego vemos a muchos aceptando los sobornos de Azerbaiyán y fotografiarse juntos en Bakú, o zonas ocupadas como Shushi (Nagorno Karabaj). Hace tiempo que entendimos que no podemos a competir en esa liga porque nosotros no tenemos enormes reservas de gas y petróleo con los que negociar.

¿Y qué tienen?

«Siempre hemos dicho que Artsaj es un escudo: si cae, lo hará también Armenia»

Siempre repito que Artsaj es una idea más que un grupo de personas. No nos queda más opción que ser una nación ideológica porque en el aspecto material no podemos competir con Turquía y Azerbaiyán. En cualquier caso, los armenios ocupamos hoy un territorio muy pequeño, pero de una enorme importancia estratégica, y no solo para Rusia. Si cae Artsaj, los problemas se multiplicarán para muchos países y de una manera que ni las potencias nucleares podrán solucionar. Piense que en 1991 se produjo un vacío de poder tras la caída de la URSS y eso llevó a una concatenación de cambios por todo el globo pero, a día de hoy, no existe ningún resquicio en el plano geopolítico. Rusia es uno de nuestros garantes, sí, pero nosotros también los somos para el equilibrio geopolítico. Azerbaiyán mira ahora al sur de Armenia para conectar territorialmente su territorio, y este con Turquía. Siempre hemos dicho que Artsaj es un escudo: si cae, lo hará también Armenia.

La guerra del año pasado provocó el desplazamiento de miles de familias de Karabaj. ¿Existe algún programa de ayudas en marcha?

Si bien muchos volvieron, aún quedan en torno a 25.000 de ellos en Armenia. Por el momento estamos ofreciendo créditos sin interés y ayuda financiera a varios niveles, así como facilidades para alquilar apartamentos, etcétera. A los desplazados de distritos como el de Hadrut (hoy bajo control azerbaiyano) se les han mantenido los sueldos. No obstante, todo esto será temporal porque, más que dar el pescado, se trata de ayudar a pescar.

Grupo de Minsk

Pocas instituciones en el campo de las Relaciones Internacionales son tan evocadoras del momento posterior a la Guerra Fría como el Grupo de Minsk. Creado en 1992 bajo la tutela de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa), está copresidido por Francia, Rusia y Estados Unidos y, hasta la fecha es el único organismo internacional autorizado a mediar en el conflicto. En 2007 redactó los llamados “Principios de Madrid”, que proponen devolver a Azerbaiyán el control de los territorios colindantes a Nagorno Karabaj exceptuando el Corredor de Lachin, que conecta a Armenia con el enclave. Simultáneamente, se desplegarían los Cascos Azules y Karabaj gozaría de un estatus provisional que le otorgaría mayor legitimidad internacional hasta la celebración de un referéndum.

«Hemos perdido un 80% de nuestro territorio histórico de Artsaj y la guerra no ha acabado aún»

Nada de esto ocurrió, pero en 2020, la guerra lanzada por Bakú llevó en tan solo seis semanas a una situación vagamente similar, con Azerbaiyán recuperando esos territorios, sin  Lachín, y el despliegue de tropas rusas para proteger el acuerdo del alto el fuego. Lo que no ha cambiado el es estatus internacional de Karabaj, que sigue sin reconocerse, y sin plan para un referéndum. Azerbaiyán insiste en que se trata de territorio azerí, pero a la vez da el problema por resuelto, por lo que volver a comprometerse con la diplomacia multilateral equivaldría a dejar entrar la cuestión del estatuto por la puerta trasera, algo que Bakú no contempla

Tampoco está claro cuál será a partir de ahora el papel del Grupo de Minsk. En una declaración del 13 de abril, el organismo aseguraba retener el mandato de la OSCE de mediar en el conflicto.

¿Serían hoy distintas las cosas, si ustedes hubieran devuelto los territorios azeríes colindantes de Artsaj, según preveía la hoja de ruta del Grupo de Minsk?

Antes de nada, quiero subrayar que esos territorios que usted menciona han pertenecido históricamente a Artsaj. Después de la primera guerra de Karabaj no teníamos otra opción que liberarlos para protegernos. Algunos lo llamarán «ocupación», pero eso responde más a un plan elaborado cuando nuestra prioridad era simplemente garantizar nuestra supervivencia. El problema no son los territorios, sino que estos son simplemente una consecuencia del mismo. A día de hoy, hemos perdido un 80% de nuestro territorio histórico de Artsaj y la guerra no ha acabado aún.

¿Aceptarían un reconocimiento autonómico de Bakú?

«Insistimos en mantener unida «la Sagrada Trinidad»: Armenia, Artsaj y la diáspora»

Nosotros solo queremos unirnos a Armenia. En cualquier caso, y volviendo a su pregunta, algo así nunca sucedería. De reconocer Azerbaiyán una autonomía armenia en su territorio luego vendrían los lezguinos, los talises, los avaros y los tat… todos pedirían lo mismo y el país se volvería ingobernable para Bakú. Azerbaiyán es una entidad política completamente artificial y algo así sería como abrir la Caja de Pandora.

¿Y cuál es la solución?

Corren tiempos en los que todo el mundo cree ser un diplomático, un experto en relaciones internacionales; todo el mundo opina y cree saber más que nadie. Personalmente creo que no existe una solución para este conflicto.

¿Se rinden entonces?

En absoluto. Que no haya una solución al conflicto en términos legales no quiere decir que arrojemos la toalla. Sabemos que nos enfrentamos a una lucha a muy largo plazo, pero no nos queda otra si queremos garantizar nuestra supervivencia. Tenemos que ser patriotas, que no es lo mismo que ser nacionalistas porque el nacionalismo te pudre por dentro. No podemos olvidar el pasado, pero tenemos que ser muy pragmáticos y reconsiderar muchos de nuestros objetivos de cara al futuro.

Cómo les afecta a ustedes la inestabilidad en el Gobierno de Armenia?

Evidentemente no ayuda, pero esperamos que Pashinyan haga bien su trabajo porque necesitamos una Armenia fuerte, estable y desarrollada. Siempre insistimos en la importancia de mantener unida a lo que llamamos «la Sagrada Trinidad»: Armenia, Artsaj y la diáspora. De ello depende nuestro futuro así como el de todos los armenios.

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Alto Karabaj: un conflicto longevo y candente

Fue en la mañana del 27 de septiembre de 2020 cuando Bakú lanzó una ofensiva con la que pretendía cerrar para siempre el conflicto más longevo de la antigua URSS. A principios de los 90, la desintegración del gigante soviético detonó una cadena de terremotos étnicos desde Moldavia hasta Tayikistán. A medio camino, el Cáucaso se rompió en mil pedazos: Abjasia, Osetia, Chechenia, Ingushetia… En Nagorno Karabaj estalló una guerra que ganaron los armenios y que provocó el desplazamiento forzoso de más de medio millón de azeríes. Tres décadas más tarde cambiaban las tornas: la Blitzkrieg de Bakú del año pasado era una maquinaria engrasada por soldados regulares y mercenarios sirios respaldados por artillería pesada y drones turcos e israelíes de última generación. Bastaron tres días para acabar con prácticamente todo el sistema antiaéreo armenio y seis semanas para la capitulación de Ereván.

El 10 de noviembre se firmo un acuerdo de paz trilateral (Armenia, Azerbaiyán y Rusia) pero la situación sigue siendo extremadamente volátil no solo en el enclave, sino también en el sur de Armenia. Se trata de una región muy pequeña en extensión, pero de una enorme importancia estratégica: Ankara y Bakú buscan crear un corredor terrestre que una el Caspio con el Mediterráneo justo en la frontera con Irán y bajo el escrutinio de una Rusia que observa con un prudente recelo. El de Karabaj puede parecer un conflicto menor al lado de otros con mayor impacto mediático, pero probablemente nos equivoquemos. Hablamos de una pequeña pieza mal encajada en ese puzle en el que intentan acomodarse las versiones más actualizadas de los imperios ruso, persa y otomano. Las consecuencias son imprevisibles.
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© Karlos Zurutuza  (Agosto 2021)

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